
Solo dispuso de una hora para captar la esencia del Muay Thai. A Brian Walker le bastaron sesenta minutos para mostrar la dureza de este deporte milenario tailandés y retratar el fervor de los que lo practican.
El Muay Thai o Thai Boxing es un reflejo de la historia e identidad de los tailandeses. Una disciplina dura creada por gente muy dura. Desde sus orĂgenes ha sido practicado por reyes y soldados. Se ha utilizado para preparar a los hombres jĂłvenes para la guerra, perfeccionándolo como un arma de combate para defender el honor y la tierra. Quizás por eso Tailandia sea el Ăşnico paĂs del sureste asiático que nunca fue colonizado por una potencia europea.
Es una mezcla de lo mejor o, segĂşn se mire, lo peor del resto de artes marciales, donde casi todas las partes del cuerpo son usadas para dar golpes o para recibirlos. Manos, piernas, codos y rodillas sirven para golpear al adversario, incluso en el rostro y la cabeza.

SegĂşn algunos historiadores, su nacimiento se remonta a miles de años atrás, al nacimiento de la naciĂłn Tailandesa. Hoy, estos luchadores son muy respetados en el paĂs, aunque no gozan del mismo nivel social de los de Sumo en JapĂłn, a pesar de ser el deporte nacional de Tailandia.
“SĂ gozaron de privilegios similares en el pasado, durante los siglos XIII al XV, cuando estos peleadores fueron una especie de caballeros que resolvĂan sus desacuerdos en duelo para mantener su honor”, explica Brian Walker, fotĂłgrafo responsable de este reportaje, que hace dos meses realizĂł una corta pero intensa inmersiĂłn en este deporte.
Dice Walker que la pasión que se transmite cuando compites, aunque sea contigo mismo, es maravillosa. “Ese fervor suele quitarle la máscara a la gente y mostrarla tal cual es, no como quieren que los veas”. Por eso cuando viaja intenta buscar temas que representen el lugar donde está y le ayuden a capturar la esencia de su gente. Y eso es lo que ha hecho en esta ocasión.

¿Qué llamó tu atención de este deporte?
Ver cĂłmo se combinan sentimientos tan fuertes, y muchas veces opuestos, en una misma persona. La brutalidad más absoluta es empleada con lealtad y deportividad. Individuos que a primera vista resultan tĂmidos y amables, se transforman en fieros luchadores capaces de una violencia estremecedora. Todo ello en medio de un clima muy espiritual, donde el alma parece mover los mĂşsculos.
¿Dónde están tomadas las fotos?
En las afueras de Mae Sot, un pequeño pueblo en el norte de Tailandia que está junto a la frontera con Birmania. Llegar a este pequeño gimnasio ya fue una aventura, montado como acompañante en una pequeña moto, a la tailandesa (sin casco) en medio de un tráfico endiablado, con el equipo en mi mochila y el trĂpode en una mano. DespuĂ©s de muchas vueltas llegamos a una casita perdida en un barrio desangelado. En el patio, bajo un techo de chapa, estaba montado el ring, colgaba la bolsa y habĂa algunos guantes, cintos y protectores desperdigados. HabĂa tambiĂ©n una especie de sala de trofeos en la entrada de la casa, con un par de copas y diplomas.
ÂżCĂłmo se crea esa atmĂłsfera tan especial que tienen estas fotos?
Llegamos sobre las cinco de la tarde y estaba comenzando a atardecer. Además habĂa una neblina permanente en la zona por los grandes incendios que provocan para limpiar de maleza los campos, por lo que la luz se filtraba aĂşn más, hasta el punto de permitir mirar al sol directamente. Una bola rojiza que teñĂa todo de un color naranja como pocas veces he visto, incluso la cámara no se lo creĂa y me daba una mediciĂłn errĂłnea de color.

ÂżEntonces no hay postproducciĂłn en estas fotos?
No, no es eso. No soy ni purista ni de la vieja escuela. Para mĂ el trabajo de postproducciĂłn es muy importante. Una imagen me gusta o no independientemente de la tĂ©cnica o el equipo que la obtuvieron. Para mĂ, una fotografĂa es como componer una canciĂłn, primero debes tener una buena letra y despuĂ©s necesitas encontrar la melodĂa que mejor se adapte a ella, que la potencie y le dĂ© un toque aĂşn más personal. El color tan particular que habĂa en el lugar, con esa luz extraordinariamente cálida y la neblina producida por el humo fue lo que determinĂł el estilo y el resultado final de la serie.
ÂżCĂłmo son estos luchadores?
Muy tĂmidos y callados. Uno habĂa llegado ese dĂa directamente del monasterio, despuĂ©s de haber estado un mes residiendo como monje. En ningĂşn momento hicieron preguntas y mi presencia pareciĂł no incomodarles, siguieron a lo suyo sin darme importancia. Yo intentaba moverme muy cerca de ellos o la bolsa, pero sin interferir en su entrenamiento ni ser una distracciĂłn. Buscando captar el momento de la forma más espontánea y real posible, no hubo posados.

¿Qué es lo que más te sorprendió?
El ruido de las patadas contra la bolsa. Era tremendo. La golpeaban con una fuerza y velocidad que ponĂa los pelos de punta. Yo intentĂ© golpearla con el puño mientras tomaban un descanso para ver cuán dura era y jurarĂa que estaba rellena de cemento… TambiĂ©n la corta edad a la que empiezan a practicar este deporte, con 5 y 6 años. Los luchadores profesionales suelen retirarse sobre los 40 años. Y despuĂ©s de mostrar cierta indiferencia durante el shooting, tambiĂ©n me sorprendiĂł su educaciĂłn cuando nos despedimos: una sonrisa y el saludo tĂpico con las manos juntas y bajando la cabeza.
ÂżCĂłmo definirĂas tu trabajo?
Me gusta contar historias. Creo que mi estilo combina el fotoperiodismo, con un toque publicitario. He trabajado muchos años como redactor en diversas agencias de publicidad hasta dar el salto a la fotografĂa, por lo que indudablemente lo llevo en mi ADN. Cuando estoy ante un nuevo proyecto, ya sea editorial o de publicidad, intento que mi trabajo contenga ingredientes de ambos mundos. Busco una imagen que sea real y espontánea, pero con una estĂ©tica más cuidada y personal.














Resulta increĂble ver como una especie de furgonetas trasportan a las personas que van a combatir para promocionar la pelea. Un autentico espectáculo. Las fotos son espectaculares.
Lo mismo digo… Las fotos son increĂbles… Una pasada
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