El almacén del biólogo Hardy guarda 6.000 relatos de experiencias espirituales

”Yorokobu gratis en formato digital!
A orillas del rĆo Teifi, al sur del condado galĆ©s de Ceredigion, existe un pueblecito encantador llamado Lampeter. Aparte de que podrĆa quedar muy bien plasmado tras algĆŗn filtro de Instagram, esta localidad no tiene nada en especial. Apenas viven aquĆ unas 3.000 personas. Sin embargo, hay algo que la vuelve Ćŗnica en el mundo. El equivalente espiritual al almacĆ©n de la pelĆcula de En busca del arca perdida, donde Indiana Jones atesora todos los objetos que ha ido obteniendo en sus aventuras arqueológicas.
AquĆ, en una habitación de un discreto edificio, se almacenan diversas cajas de cartón que albergan nada menos que 6.000 relatos de experiencias espirituales de personas: el mayor archivo del mundo de estas caracterĆsticas para promover la investigación cientĆfica.
El Centro de Investigación sobre Experiencias Religiosas
El Centro de Investigación sobre Experiencias Religiosas (RERC) es el nombre de este organismo fundado por sir Alister Hardy (1896-1985), un biólogo marino de la Universidad de Oxford obsesionado con las experiencias de Ćndole espiritual. A primera vista pudiera parecer un chiflado, pero HardyĀ tuvo como tutor aĀ Julian Huxley (hermano del cĆ©lebre Aldous), llegó a ocupar la cĆ”tedra Linacre de ZoologĆa en Oxford, fue un gran experto en el estudio del plancton y tuvo como alumnos destacados a personajes como Richard Dawkins.
En los Ćŗltimos aƱos de su vida, sin embargo, se atrevió a recorrer caminos poco ortodoxos. Por ejemplo, en 1960, tras jubilarse, propuso que los primeros homĆnidos no nacieronĀ en la sabana africana, sino junto a las costas marinas y mĆ”rgenes de los rĆos. Precisamente fue el agua, segĆŗn Hardy, el rasgo genĆ©tico que promovió la bipedestación: a fin de poder adentrarse en ella manteniendo la cabeza fuera.
Si bien la hipótesis del mono acuĆ”tico tiene sus defensores y detractores, Hardy todavĆa fue mĆ”s lejos al abordar la cuestión de la espiritualidad. ĀæPor quĆ© esta parece formar parte de la naturaleza humana con independencia de la cultura que estudiemos? ĀæPor quĆ© todos tendemos a pensar que estamos en contacto con seres omnipresentes que nos tutelan o guĆan de algĆŗn modo?
Hardy estaba pisando terreno cenagoso desde el punto de vista de la reputación cientĆfica. Todos los que anteriormente habĆan tratado de esclarecer experimentalmente nuestra dimensión espiritual habĆan terminado sus dĆas padeciendo una suerte de ostracismo intelectual.
Hardy estaba a punto de convertirse casi en uno de los integrantes de Los cazafantasmas. Pero le daba igual. A su edad ya no tenĆa mucho que perder. Y estaba convencido de que era el Ćŗnico camino de establecer una Ā«fe experimentalĀ», como escribirĆa en su libro La naturaleza espiritual del hombre:
Lo que debemos hacer es presentar pruebas objetivas en forma de registros escritos de esas sensaciones espirituales subjetivas, asĆ como de sus efectos en las vidas de las personas que las experimentan, y que sean de tal peso que el mundo intelectual no pueda sino entender que son tan reales e influyentes como las fuerzas del amor.
Recogiendo experiencias
Hardy dejó atrĆ”s sus estudios sobre biologĆa marina y se centró entonces en la espiritualidad. Las primeras entrevistas las realizó Ć©l mismo. Para captar a los entrevistados, ponĆa una serie de anuncios en diversos periódicos, donde planteaba una cuestión crucial: «¿Ha sido consciente alguna vez, o se ha sentido influenciado por una presencia o poder, tanto si la llama “Dios” como si no, que se diferencia de su yo cotidiano?Ā».
En los primeros diez aƱos de trabajo, Hardy recopiló diez mil testimonios en los que se narraban experiencias mĆsticas. En aras de dotar de un enfoque cientĆfico y sistemĆ”tico a aquella colección creciente, optó por una catalogación taxonómica por palabras clave o etiquetas. Por ejemplo, la nĆŗmero 18 se clasifica asĆ: Ā«Visiones. Ćxido de nitrógeno. Dentistas. Movimiento. TĆŗneles. Luz. Barba. Reencarnación. Pablo. Jesucristo. CerebroĀ».
Hardy advirtió que no habĆa demasiadas pautas fijas, salvo que un porcentaje muy importante de la población parecĆa haber pasado por experiencias espirituales de algĆŗn tipo, que suelen producirse mĆ”s durante la infancia y la adolescencia y que es mĆ”s frecuente en mujeres que en hombres.
Curiosamente, las experiencias son mÔs comunes entre personas espirituales pero no religiosas que en practicantes declarados de alguna religión. Incluso los ateos refieren experiencias semejantes, aunque en menor proporción.
Abunda en ello Jules Evans, investigador del Queen Mary University de Londres, en su libro El arte de perder el control:
En Estados Unidos parece que ese tipo de experiencias tambiĆ©n es mĆ”s frecuente: en 1962, cuando Gallup preguntó a los estadounidenses si habĆan Ā«tenido alguna vez una experiencia religiosa o mĆsticaĀ», el 22 por ciento respondió afirmativamente. La cifra habĆa aumentado hasta el 33 por ciento en 1994, y en 2009 era ya del 49 por ciento.
RERC no fue, ni mucho menos, el primer acercamiento cientĆfico a las experiencias espirituales de forma sistemĆ”tica. La primera vez que se llevó a cabo un anĆ”lisis sistemĆ”tico de esta clase de experiencias fue en 1882, cuando la Sociedad para la Investigación PsĆquica realizó una encuesta de alcance nacional en la que constató que el 10% de la población manifestaba haber tenido Ā«una impresión vĆvida de ver, o de haber sido tocado, o de haber oĆdo una voz (…) no debida a ninguna causa externaĀ».
Fundada entre otros eminentes eruditos de Cambridge por el fĆsico William Barret, la Sociedad para la Investigación PsĆquica atrajo a algunos de los cientĆficos e intelectuales mĆ”s reputados de su Ć©poca, como el filósofo Henri Bergson o la fĆsica Marie Curie. En el programa de presentación de la Sociedad, se expuso esta idea:
Debemos acumular los hechos y multiplicar las experiencias, no discutir con los escépticos sobre la verdad de tal o cual hecho aislado, y asentar nuestra convicción sobre la prueba total que parezca brotar del conjunto.
Alucinaciones
El problema de estos anĆ”lisis con apariencia sistemĆ”tica es que se fundan en testimonios, una forma muy dĆ©bil de hacer ciencia a travĆ©s de evidencias. De hecho, actualmente, los cientĆficos cognitivos sugieren que todas nuestras experiencias mĆsticas en realidad son alucinaciones o malas interpretaciones de la realidad.
Nuestros sentidos recogen un enorme caudal de datos que el cerebro criba, filtra e interpreta para dar coherencia a lo que nos rodea. Una coherencia influida mayormente por nuestra cultura. Por eso no se introdujeron los extraterrestres en los relatos de experiencias mĆsticas hasta que aparecieron las primeras pelĆculas que hablaban de platillos volantes.
A lo largo de nuestra vida, todos somos vĆctimas de sensaciones que no tienen relación con la realidad porque nuestro cerebro no funciona correctamente. Por esa razón, los testimonios son pruebas dĆ©biles.
ĀæCómo sabemos que lo que sentimos es producto, por ejemplo, de haber consumido demasiada cafeĆna o de una mala interpretación de datos de nuestro sistema nervioso? Eso sin contar que un porcentaje bastante elevado de personas (alrededor del 20%) ha tenido algĆŗn tipo de trastorno mental. ĀæCómo saber si un testimonio en realidad es un trastornado?
Incluso las casas encantadas probablemente existen porque existen infrasonidos que influyen en nuestras percepciones, bĆ”sicamente haciendo vibrar nuestro globo ocular. Richard Wiseman habla de ello en su libro RarologĆa al mencionar los estudios del investigador Vic Tandy:
Al escribir sobre sus experiencias en las pÔginas del Journal of the Society for Psychical Research, Vic especuló sobre que ciertos edificios pueden contener infrasonidos (quizÔs provocados por fuertes vientos al soplar a través de una ventaba abierta, o el ruido sordo del trÔfico cercano) y que el extraño efecto de estas ondas de baja frecuencia puede hacer que algunas personas crean que el lugar estÔ encantado.
Incluso es relativamente fÔcil generar sensaciones de espiritualidad con esta clase de sonidos. Basta con situar a un grupo de personas en una habitación, proyectar tales sonidos con altavoces y un gran porcentaje de los sujetos referirÔ casos similares a los que se explican en el RERC.
Actualmente, el RERC sufre de falta de financiación. Su base de datos, otrora instalada en Oxford, hoy en dĆa languidece en la pequeƱa localidad de Lampeter. A pesar de su enorme colección de archivos sobre experiencias sobrenaturales, el RERC ha adquirido el estatus de curiosidad mĆ”s que de prueba de laboratorio. Ahora, mĆ”s que antes, el RERC es como el almacĆ©n de Indiana Jones. El real, el del plató de cine, en el que se almacena una gran diversidad de atrezo para ser plasmada en la pelĆcula.
”Yorokobu gratis en formato digital!
A orillas del rĆo Teifi, al sur del condado galĆ©s de Ceredigion, existe un pueblecito encantador llamado Lampeter. Aparte de que podrĆa quedar muy bien plasmado tras algĆŗn filtro de Instagram, esta localidad no tiene nada en especial. Apenas viven aquĆ unas 3.000 personas. Sin embargo, hay algo que la vuelve Ćŗnica en el mundo. El equivalente espiritual al almacĆ©n de la pelĆcula de En busca del arca perdida, donde Indiana Jones atesora todos los objetos que ha ido obteniendo en sus aventuras arqueológicas.
AquĆ, en una habitación de un discreto edificio, se almacenan diversas cajas de cartón que albergan nada menos que 6.000 relatos de experiencias espirituales de personas: el mayor archivo del mundo de estas caracterĆsticas para promover la investigación cientĆfica.
El Centro de Investigación sobre Experiencias Religiosas
El Centro de Investigación sobre Experiencias Religiosas (RERC) es el nombre de este organismo fundado por sir Alister Hardy (1896-1985), un biólogo marino de la Universidad de Oxford obsesionado con las experiencias de Ćndole espiritual. A primera vista pudiera parecer un chiflado, pero HardyĀ tuvo como tutor aĀ Julian Huxley (hermano del cĆ©lebre Aldous), llegó a ocupar la cĆ”tedra Linacre de ZoologĆa en Oxford, fue un gran experto en el estudio del plancton y tuvo como alumnos destacados a personajes como Richard Dawkins.
En los Ćŗltimos aƱos de su vida, sin embargo, se atrevió a recorrer caminos poco ortodoxos. Por ejemplo, en 1960, tras jubilarse, propuso que los primeros homĆnidos no nacieronĀ en la sabana africana, sino junto a las costas marinas y mĆ”rgenes de los rĆos. Precisamente fue el agua, segĆŗn Hardy, el rasgo genĆ©tico que promovió la bipedestación: a fin de poder adentrarse en ella manteniendo la cabeza fuera.
Si bien la hipótesis del mono acuĆ”tico tiene sus defensores y detractores, Hardy todavĆa fue mĆ”s lejos al abordar la cuestión de la espiritualidad. ĀæPor quĆ© esta parece formar parte de la naturaleza humana con independencia de la cultura que estudiemos? ĀæPor quĆ© todos tendemos a pensar que estamos en contacto con seres omnipresentes que nos tutelan o guĆan de algĆŗn modo?
Hardy estaba pisando terreno cenagoso desde el punto de vista de la reputación cientĆfica. Todos los que anteriormente habĆan tratado de esclarecer experimentalmente nuestra dimensión espiritual habĆan terminado sus dĆas padeciendo una suerte de ostracismo intelectual.
Hardy estaba a punto de convertirse casi en uno de los integrantes de Los cazafantasmas. Pero le daba igual. A su edad ya no tenĆa mucho que perder. Y estaba convencido de que era el Ćŗnico camino de establecer una Ā«fe experimentalĀ», como escribirĆa en su libro La naturaleza espiritual del hombre:
Lo que debemos hacer es presentar pruebas objetivas en forma de registros escritos de esas sensaciones espirituales subjetivas, asĆ como de sus efectos en las vidas de las personas que las experimentan, y que sean de tal peso que el mundo intelectual no pueda sino entender que son tan reales e influyentes como las fuerzas del amor.
Recogiendo experiencias
Hardy dejó atrĆ”s sus estudios sobre biologĆa marina y se centró entonces en la espiritualidad. Las primeras entrevistas las realizó Ć©l mismo. Para captar a los entrevistados, ponĆa una serie de anuncios en diversos periódicos, donde planteaba una cuestión crucial: «¿Ha sido consciente alguna vez, o se ha sentido influenciado por una presencia o poder, tanto si la llama “Dios” como si no, que se diferencia de su yo cotidiano?Ā».
En los primeros diez aƱos de trabajo, Hardy recopiló diez mil testimonios en los que se narraban experiencias mĆsticas. En aras de dotar de un enfoque cientĆfico y sistemĆ”tico a aquella colección creciente, optó por una catalogación taxonómica por palabras clave o etiquetas. Por ejemplo, la nĆŗmero 18 se clasifica asĆ: Ā«Visiones. Ćxido de nitrógeno. Dentistas. Movimiento. TĆŗneles. Luz. Barba. Reencarnación. Pablo. Jesucristo. CerebroĀ».
Hardy advirtió que no habĆa demasiadas pautas fijas, salvo que un porcentaje muy importante de la población parecĆa haber pasado por experiencias espirituales de algĆŗn tipo, que suelen producirse mĆ”s durante la infancia y la adolescencia y que es mĆ”s frecuente en mujeres que en hombres.
Curiosamente, las experiencias son mÔs comunes entre personas espirituales pero no religiosas que en practicantes declarados de alguna religión. Incluso los ateos refieren experiencias semejantes, aunque en menor proporción.
Abunda en ello Jules Evans, investigador del Queen Mary University de Londres, en su libro El arte de perder el control:
En Estados Unidos parece que ese tipo de experiencias tambiĆ©n es mĆ”s frecuente: en 1962, cuando Gallup preguntó a los estadounidenses si habĆan Ā«tenido alguna vez una experiencia religiosa o mĆsticaĀ», el 22 por ciento respondió afirmativamente. La cifra habĆa aumentado hasta el 33 por ciento en 1994, y en 2009 era ya del 49 por ciento.
RERC no fue, ni mucho menos, el primer acercamiento cientĆfico a las experiencias espirituales de forma sistemĆ”tica. La primera vez que se llevó a cabo un anĆ”lisis sistemĆ”tico de esta clase de experiencias fue en 1882, cuando la Sociedad para la Investigación PsĆquica realizó una encuesta de alcance nacional en la que constató que el 10% de la población manifestaba haber tenido Ā«una impresión vĆvida de ver, o de haber sido tocado, o de haber oĆdo una voz (…) no debida a ninguna causa externaĀ».
Fundada entre otros eminentes eruditos de Cambridge por el fĆsico William Barret, la Sociedad para la Investigación PsĆquica atrajo a algunos de los cientĆficos e intelectuales mĆ”s reputados de su Ć©poca, como el filósofo Henri Bergson o la fĆsica Marie Curie. En el programa de presentación de la Sociedad, se expuso esta idea:
Debemos acumular los hechos y multiplicar las experiencias, no discutir con los escépticos sobre la verdad de tal o cual hecho aislado, y asentar nuestra convicción sobre la prueba total que parezca brotar del conjunto.
Alucinaciones
El problema de estos anĆ”lisis con apariencia sistemĆ”tica es que se fundan en testimonios, una forma muy dĆ©bil de hacer ciencia a travĆ©s de evidencias. De hecho, actualmente, los cientĆficos cognitivos sugieren que todas nuestras experiencias mĆsticas en realidad son alucinaciones o malas interpretaciones de la realidad.
Nuestros sentidos recogen un enorme caudal de datos que el cerebro criba, filtra e interpreta para dar coherencia a lo que nos rodea. Una coherencia influida mayormente por nuestra cultura. Por eso no se introdujeron los extraterrestres en los relatos de experiencias mĆsticas hasta que aparecieron las primeras pelĆculas que hablaban de platillos volantes.
A lo largo de nuestra vida, todos somos vĆctimas de sensaciones que no tienen relación con la realidad porque nuestro cerebro no funciona correctamente. Por esa razón, los testimonios son pruebas dĆ©biles.
ĀæCómo sabemos que lo que sentimos es producto, por ejemplo, de haber consumido demasiada cafeĆna o de una mala interpretación de datos de nuestro sistema nervioso? Eso sin contar que un porcentaje bastante elevado de personas (alrededor del 20%) ha tenido algĆŗn tipo de trastorno mental. ĀæCómo saber si un testimonio en realidad es un trastornado?
Incluso las casas encantadas probablemente existen porque existen infrasonidos que influyen en nuestras percepciones, bĆ”sicamente haciendo vibrar nuestro globo ocular. Richard Wiseman habla de ello en su libro RarologĆa al mencionar los estudios del investigador Vic Tandy:
Al escribir sobre sus experiencias en las pÔginas del Journal of the Society for Psychical Research, Vic especuló sobre que ciertos edificios pueden contener infrasonidos (quizÔs provocados por fuertes vientos al soplar a través de una ventaba abierta, o el ruido sordo del trÔfico cercano) y que el extraño efecto de estas ondas de baja frecuencia puede hacer que algunas personas crean que el lugar estÔ encantado.
Incluso es relativamente fÔcil generar sensaciones de espiritualidad con esta clase de sonidos. Basta con situar a un grupo de personas en una habitación, proyectar tales sonidos con altavoces y un gran porcentaje de los sujetos referirÔ casos similares a los que se explican en el RERC.
Actualmente, el RERC sufre de falta de financiación. Su base de datos, otrora instalada en Oxford, hoy en dĆa languidece en la pequeƱa localidad de Lampeter. A pesar de su enorme colección de archivos sobre experiencias sobrenaturales, el RERC ha adquirido el estatus de curiosidad mĆ”s que de prueba de laboratorio. Ahora, mĆ”s que antes, el RERC es como el almacĆ©n de Indiana Jones. El real, el del plató de cine, en el que se almacena una gran diversidad de atrezo para ser plasmada en la pelĆcula.
El autor es racionalista e materialista y no puede aceptar estas afirmaciones. Su unica fe es la ciencia. Que piensa no es fe mas objetiva evidencia… justamente otro acto de fe. Una fe que esta dispuesta a relativizar cualquier posición que caiga fuera de su dominio.
Usa la ciencia para justificar su posición idealistica.
Eso si que es objetivo a mi entender.
Recomiendo dos libros: “La mĆstica salvaje”, de Michel Hulin (editorial Siruela), y “Watcher on the Hills”, de Raynor C. Johnson.
Comentarios cerrados.