La tarde de agosto es tan tórrida que las chicharras caminan en baƱador. Estoy citado en El Boticario, una venta andaluza de las de toda la vida que se encuentra donde la ciudad de MĆ”laga casi pierde el nombre, tras una sucesión de culebreantes curvas de la Carretera de los Montes. La Venta El Boticario sitĆŗa su letrero en un local con algunos achaques en el que destaca un amplio mirador. En primer plano, algunas formaciones de Ć”rboles tĆpicamente mediterrĆ”neas preceden al telón que contiene a la capital malagueƱa y su lĆnea de costa. En las paredes cuelgan algunas vĆrgenes y āSe busca Talentoā, un āOperación Triunfoā del canal autonómico andaluz en el que los concursantes se arrancan con copla, castigan el oĆdo del distraĆdo. Me espera el director Vicente PĆ©rez Herrero, que estĆ” rodando āFlamenco de RaĆz, El Ćlvarezā , un documental acerca de la vida de Antonio Ćlvarez Rosales. Se trata del Ćŗltimo dĆa de grabación, del epĆlogo a un proceso que ha durado seis semanas.
ĀæY quiĆ©n es Antonio Ćlvarez? āĆlvarez es un guardiĆ”n de la llama sagrada del arte flamenco. Estaba llamado a ser uno de los grandes del flamenco, pero renunció a ser conocido, a grabar o a asistir a festivalesā, explica Vicente PĆ©rez Herrero. āTras unos pocos recitales decidió dejar las actuaciones bajo los focos y se hizo barrenderoā. AsĆ ha pasado su vida, barriendo las calles de su barrio, El Molinillo, alternando con pescaderos, fruteros y afiladores, compartiendo barra de bar con vecinos y amigos.
āHa reservado su cante sólo para los suyosā, seƱala PĆ©rez Herrero. āA pesar de todo, los maestros del cante los reconocen como āartista de artistasā, como portador de la esenciaā. Ćngel CaƱete, experto en flamenco y coleccionista de guitarras, lo cuenta. āĆlvarez es el que mejor ha cantado por fandangos del mundo. Camarón venĆa y se pasaba la noche viĆ©ndolo cantar. Ćlvarez es mĆ”gico y los demĆ”s son lógicosā, sentencia.
āEl Ćlvarezā, como le llaman en su entorno mĆ”s cercano, tiene āel pellizcoā, aquello que Enrique Morente define como āla impronta de quejarse con personalidad y de transmitirā. Como dice el genio albaicinero, āel secreto estĆ” en transmitirā. Y Ćlvarez lo hace con su cante. Es bastante mĆ”s fĆ”cil sacarle un fandango que una respuesta en una entrevista. No es que no hable -de hecho no se calla-, es que no es un hombre que se ciƱe a guiones establecidos.
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Eso es algo que Vicente PĆ©rez ha sufrido a lo largo de todo el rodaje āFlamenco de RaĆz, El Ćlvarezā. PĆ©rez se ha traĆdo a la venta, ademĆ”s de a Antonio, a parte de su ecosistema. Es la Ćŗnica forma de conocer a este genio, entre los suyos. El set estaba montado en el comedor de la venta, pero a estas alturas de la tarde ya no tiene ninguna utilidad. Antonio y su tropa no entienden de corsĆ©s. El cante, en curiosa metĆ”fora con su esencia e historia, fluye. Fluye del comedor al porche del local y de ahĆ al aparcamiento. Y detrĆ”s va Vicente con su cĆ”mara y JosĆ© MarĆa Bloch, el tĆ©cnico de sonido, con los micros en ristre. āMe has āgrabaoā mucho ya. Te ha faltado cogerme haciendo el amor y en el vĆ”terā, bromea Ćlvarez.
āEs el caos emocional que intento plasmar en el documentalā, explica PĆ©rez Herrero. āExiste la necesidad cultural de rescatar el flamenco autĆ©ntico y lo quiero hacer asĆ, retratando a Ćlvarez entre su paisanaje humanoā. Explica PĆ©rez que Ć©ste es el piloto de una serie dedicada a las personas que custodian la pureza del arte, una empresa tan complicada como encomiable.
Cuando se le pregunta a āEl Ćlvarezā quĆ© le parece que hagan una pelĆcula de su vida, Ć©l lo tiene claro. āA mĆ me da igual, vĆ”monos yaā, exclama antes de subir a un CitroĆ«n. Y es que, como dice su mujer, āes āmuā raroā.
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ArtĆculo publicado en el nĆŗmero de Noviembre de Ling Magazine