La mirada atrás de José Luis Cuerda
Quizás por eso José Luis Cuerda comparece en las páginas de este libro para dar explicaciones, más que a descontentos y desafectos de la obra, a quienes siguen revisándola con la esperanza, casi siempre cumplida, de encontrar algo nuevo. El director cuenta cómo se fue llenando de ideas hasta que sus huesos y los de su equipo de rodaje invadieron Ayna, Liétor y Molinicos, los tres pueblos de la Sierra de Segura que conforman ese universo ideal en el que hay que tener mucho ojito antes de plagiar a Fulkner.
El manchego afirma que su infancia y su juventud no difieren demasiado, al menos en esencia, de lo que se muestra en la surrealista cinta. “Lo que yo cuento en mi cine más raro no es que ocurriera todos los días en cada esquina, pero sí una vez a la semana en cada calle”. Con semejante bagaje experiencial, lo normal es que todo condujese a la película y que naciese de esa manera.
“Si lo que estoy haciendo no responde a una necesidad intrínseca, no sabré hacerlo nunca”
El libro contiene, además de las reflexiones de Cuerda, el guion completo de la película “con comentarios del autor”, que fue recortado por motivos presupuestarios. Lo perdido por el camino contribuye a redondear la percepción del mundo ‘amanecista’, que de rico parecía incapaz de crecer. Asimismo, las impresiones del creador establecen un delicioso poso emocional para extraer con más eficacia las ocurrencias surrealistas subruralistas que se esparcen por todo el metraje.
Todo empezó con una idea para una serie de televisión que recibiría el nombre de Ab urbe condita; tomó forma en Total, el proyecto previo en forma de telefilme con el que Cuerda esculpió su mundo; y se materializó en Amanece que no es poco. “Si lo que estoy haciendo no responde a una necesidad intrínseca, no sabré hacerlo nunca”, dice el propio director. Suponemos entonces que había una necesidad intrínseca en la creación de las páginas de reflexión acerca de la película. Quedamos muy agradecidos.
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Contenido relacionado
– El documental, dirigido por Gabriela Martí
Quizás por eso José Luis Cuerda comparece en las páginas de este libro para dar explicaciones, más que a descontentos y desafectos de la obra, a quienes siguen revisándola con la esperanza, casi siempre cumplida, de encontrar algo nuevo. El director cuenta cómo se fue llenando de ideas hasta que sus huesos y los de su equipo de rodaje invadieron Ayna, Liétor y Molinicos, los tres pueblos de la Sierra de Segura que conforman ese universo ideal en el que hay que tener mucho ojito antes de plagiar a Fulkner.
El manchego afirma que su infancia y su juventud no difieren demasiado, al menos en esencia, de lo que se muestra en la surrealista cinta. “Lo que yo cuento en mi cine más raro no es que ocurriera todos los días en cada esquina, pero sí una vez a la semana en cada calle”. Con semejante bagaje experiencial, lo normal es que todo condujese a la película y que naciese de esa manera.
“Si lo que estoy haciendo no responde a una necesidad intrínseca, no sabré hacerlo nunca”
El libro contiene, además de las reflexiones de Cuerda, el guion completo de la película “con comentarios del autor”, que fue recortado por motivos presupuestarios. Lo perdido por el camino contribuye a redondear la percepción del mundo ‘amanecista’, que de rico parecía incapaz de crecer. Asimismo, las impresiones del creador establecen un delicioso poso emocional para extraer con más eficacia las ocurrencias surrealistas subruralistas que se esparcen por todo el metraje.
Todo empezó con una idea para una serie de televisión que recibiría el nombre de Ab urbe condita; tomó forma en Total, el proyecto previo en forma de telefilme con el que Cuerda esculpió su mundo; y se materializó en Amanece que no es poco. “Si lo que estoy haciendo no responde a una necesidad intrínseca, no sabré hacerlo nunca”, dice el propio director. Suponemos entonces que había una necesidad intrínseca en la creación de las páginas de reflexión acerca de la película. Quedamos muy agradecidos.
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