Quien sufre por amor se queja así: «He perdido el tiempo con…»
El último resto de la leche que había en el tetrabrik tenía mal sabor. Como es lógico, tiré la caja al cubo de reciclaje y abrí otra. ¿Por qué no podíamos las personas tratar una relación sentimental con el mismo sentido práctico? No protestamos «vaya pérdida de tiempo», cuando la leche está mala. Ni siquiera es un pensamiento que pase por la cabeza. Simplemente, abrimos otra caja. Quien sufre por amor se queja así: «He perdido el tiempo con…». Un pensamiento tópico y extravagante. Equipara una relación con el visionado de una película o una serie o la lectura de un libro. A menudo juzgamos estos productos por el final: «La película no vale un duro, el final es muy malo…», decimos; o «¿tanto tiempo para esto?».
Quien está dentro de una relación espera que el tiempo «invertido» en la misma produzca unos réditos. A quien ama no le importa si ese tiempo se vive con humillaciones, desatenciones, insomnio y tristeza. ¡Resultados! ¿Pero cómo se miden los resultados? ¿O quizá el tiempo «aprovechado» tiene como fin mantener una relación nefasta?
Sabemos que una película dura unas dos horas, una novela 300 o 400 páginas. Quien comienza una película o un libro sabe que hay un punto final. Además, si se aburre o está a disgusto, tiene la opción de salirse del libro o la película antes del final, «no perder más el tiempo».
En las relaciones sentimentales también está la opción de abandonar (la de hacer una pausa para retomar adelante es más difícil). Sin embargo, hay personas que sufren en la película sentimental que ellos mismos se han montado. Están luchando por la relación, escriben en los foros de tristezas de amor; no pueden abandonar, ahora no, dicen. Han invertido mucho tiempo, dicen.
Y cuando llega el final esperado por todos, menos para quien lo vive, el sufridor se echa encima el concepto de «tiempo perdido». No quiere recordar lo mal que lo pasó y las noches en vela, y las miles de palabras dejadas en foros de tristezas de amor. No. Tampoco ve las nuevas posibilidades vitales que se abren. Mientras preparaba el desayuno, y pensaba en la epidemia de rupturas a mi alrededor, me preguntaba el por qué los que sufren dicen «he perdido el tiempo». ¿Es consecuencia de concebir las relaciones de pareja como en otros tiempos: hay que tragar, hay que apechugar, «en lo bueno y en lo malo»? ¿La incapacidad para comprender que el tiempo no es acumulable? ¿Un ejemplo del capitalismo intoxicando lo sentimental?
La poca leche que quedaba estaba agria. Claro que uno puede tomar la leche agria o pasada, sin embargo no lo hace. No es lógico. La caja nos acompañó bien los cafés, los cacaos, los batidos de frutas… Hasta que llegó un punto en el que esto no era posible.
Parece que comparar una caja de leche con una relación sentimental es tratar a la segunda como una película que empieza y acaba… Uno puede imaginar que la caja de leche representa treinta días o cincuenta años porque no tenemos la capacidad para prever cuánto durará una relación (algunas relaciones acaban de manera abrupta por muerte o estafa sentimental premeditada). Lo importante es qué hacemos con la caja de leche. Podemos aguar la leche, tirarla por el desagüe, dejarla abierta para que se estropee (esto sí es tiempo y dinero perdido) o podemos hacer pasteles, salsas para la carne o acompañar cafés… Hasta que se acabe o huela mal. Y si hay tiempo y ganas, abrir otra caja para otros cafés y otros platos.
Quien sufre por amor se queja así: «He perdido el tiempo con…»
El último resto de la leche que había en el tetrabrik tenía mal sabor. Como es lógico, tiré la caja al cubo de reciclaje y abrí otra. ¿Por qué no podíamos las personas tratar una relación sentimental con el mismo sentido práctico? No protestamos «vaya pérdida de tiempo», cuando la leche está mala. Ni siquiera es un pensamiento que pase por la cabeza. Simplemente, abrimos otra caja. Quien sufre por amor se queja así: «He perdido el tiempo con…». Un pensamiento tópico y extravagante. Equipara una relación con el visionado de una película o una serie o la lectura de un libro. A menudo juzgamos estos productos por el final: «La película no vale un duro, el final es muy malo…», decimos; o «¿tanto tiempo para esto?».
Quien está dentro de una relación espera que el tiempo «invertido» en la misma produzca unos réditos. A quien ama no le importa si ese tiempo se vive con humillaciones, desatenciones, insomnio y tristeza. ¡Resultados! ¿Pero cómo se miden los resultados? ¿O quizá el tiempo «aprovechado» tiene como fin mantener una relación nefasta?
Sabemos que una película dura unas dos horas, una novela 300 o 400 páginas. Quien comienza una película o un libro sabe que hay un punto final. Además, si se aburre o está a disgusto, tiene la opción de salirse del libro o la película antes del final, «no perder más el tiempo».
En las relaciones sentimentales también está la opción de abandonar (la de hacer una pausa para retomar adelante es más difícil). Sin embargo, hay personas que sufren en la película sentimental que ellos mismos se han montado. Están luchando por la relación, escriben en los foros de tristezas de amor; no pueden abandonar, ahora no, dicen. Han invertido mucho tiempo, dicen.
Y cuando llega el final esperado por todos, menos para quien lo vive, el sufridor se echa encima el concepto de «tiempo perdido». No quiere recordar lo mal que lo pasó y las noches en vela, y las miles de palabras dejadas en foros de tristezas de amor. No. Tampoco ve las nuevas posibilidades vitales que se abren. Mientras preparaba el desayuno, y pensaba en la epidemia de rupturas a mi alrededor, me preguntaba el por qué los que sufren dicen «he perdido el tiempo». ¿Es consecuencia de concebir las relaciones de pareja como en otros tiempos: hay que tragar, hay que apechugar, «en lo bueno y en lo malo»? ¿La incapacidad para comprender que el tiempo no es acumulable? ¿Un ejemplo del capitalismo intoxicando lo sentimental?
La poca leche que quedaba estaba agria. Claro que uno puede tomar la leche agria o pasada, sin embargo no lo hace. No es lógico. La caja nos acompañó bien los cafés, los cacaos, los batidos de frutas… Hasta que llegó un punto en el que esto no era posible.
Parece que comparar una caja de leche con una relación sentimental es tratar a la segunda como una película que empieza y acaba… Uno puede imaginar que la caja de leche representa treinta días o cincuenta años porque no tenemos la capacidad para prever cuánto durará una relación (algunas relaciones acaban de manera abrupta por muerte o estafa sentimental premeditada). Lo importante es qué hacemos con la caja de leche. Podemos aguar la leche, tirarla por el desagüe, dejarla abierta para que se estropee (esto sí es tiempo y dinero perdido) o podemos hacer pasteles, salsas para la carne o acompañar cafés… Hasta que se acabe o huela mal. Y si hay tiempo y ganas, abrir otra caja para otros cafés y otros platos.
He visto el título en Twitter y he sabido que el artículo era tuyo, marca personal se llama eso. Muy bueno 🙂
Me lo tomaré como un cumplido 🙂
Esta vez no te compro la leche. Los yogures, caducados o no, me encantaron la última vez 🙂
Quiero decir, puedes abrir cajas de leche una tras otra y todas las que quieras, varias al día. Tienes años y años para hacerlo. Pero sólo tienes una vida y es posible que sólo tengas una relación estelar en ella. La vida es tu caja de leche, a lo sumo un par de ellas. Y si todo transcurrió de cierta forma y la fecha de caducidad avalaba los planes que tenías para ese cartón que compraste especialmente para la receta soñada, cuando llega el día y te pones a cocinar, la leche de repente está mala y te da un ataque. No sabes si podrás comprar otra caja, porque la tienda de la leche de la vida funciona así: no sabes si estará abierto o cerrado, no sabes si habrá más cartones para ti, ni qué precio tendrán. Tampoco sabes si cuando consigas otro, se volverá a poner malo, porque te pasó antes pero este es el último con el que contabas. Y quieres arreglarlo como puedas, así que te empecinas en ponerle azúcar, en echarle colorante, en hacer lo que sea. Llegas a pensar si en realidad tú lo que querías era zumo de naranja, pero a estas alturas con toda la compra hecha y las invitaciones al ágape enviadas no quieres cambiar de receta.
Y hay recetas, como elegir a alguien con quien tener tus (vuestros) hijos, que tienen una ventana de tiempo más breve que lo que dura un cartón de leche, porque la vida pasa volando, es todo así como contradictorio, como en un sueño.
Cuando quieres darte cuenta, ves que elegiste mal. A alguien que no fue sincero, o que cambió por su cuenta de idea y creció por otro camino que no era el tuyo, o que nunca supo lo que quería y te iba dando largas sin pensarlo mucho… Lo que te queda a esas alturas de partido es convencerte de que algo tiene que poder hacerse, mientras te repites todo ese tiempo lo mal que lo hiciste y lloras por la leche derramada. Quizá fuiste tú quien quiso algo que después al vivirlo, le decepcionó y se conformó con rechazarlo. Porque la imaginación es cruel, infinita, inalcanzable siempre.
Ojalá todo fuera tan fácil como ir a por otra cosa sin más. Pero hay cartones de leche que una vez estropeados representan cambiar de nevera, de cocina, de casa, de costumbres alimentarias y hasta de ropa.
—
Por cierto, si necesitas un fotógrafo / director de arte, conozco uno que busca trabajo desesperadamente.
Veo que es difícil vender todos los productos.
¿Qué quieres que te diga? Que estoy de acuerdo con gran parte de lo que dices. Uno tampoco pretende cambiar de cartón cada dos por tres o el zumo por la leche así como así.
Te agradezco el ofrecimiento de fotógrafo, pero por ahí dicen que con estas fotos y mis monigotes descubren que los artículos son míos 🙂
‘Ayer me levanté y fuí directa al frigorífico. Abrí la botella de leche y pensé ‘mm, creo que se ha pasado’.
Pero tenía tantas ganas de un café, y era la única leche que había…’
🙂
En algunos momentos de nuestra vida amamos el peligro… 🙂
1. El amor es eterno mientras dura.
2. El desamor es efímero mientras dure el punto anterior.
Además sería muy ignorante amargarse por lo imposible de controlar. Si es que es incontrolable, porque leche en nevera dura más. Slowing.
Gracias por tu comentario, Toni. Me lo guardo.
“Love recognizes no barriers. It jumps hurdles, leaps fences, penetrates walls to arrive at its destination full of hope.” ~ Maya Angelou
He visto el título en Twitter y he sabido que el artículo era tuyo, marca personal se llama eso. Muy bueno 🙂
Me lo tomaré como un cumplido 🙂
Esta vez no te compro la leche. Los yogures, caducados o no, me encantaron la última vez 🙂
Quiero decir, puedes abrir cajas de leche una tras otra y todas las que quieras, varias al día. Tienes años y años para hacerlo. Pero sólo tienes una vida y es posible que sólo tengas una relación estelar en ella. La vida es tu caja de leche, a lo sumo un par de ellas. Y si todo transcurrió de cierta forma y la fecha de caducidad avalaba los planes que tenías para ese cartón que compraste especialmente para la receta soñada, cuando llega el día y te pones a cocinar, la leche de repente está mala y te da un ataque. No sabes si podrás comprar otra caja, porque la tienda de la leche de la vida funciona así: no sabes si estará abierto o cerrado, no sabes si habrá más cartones para ti, ni qué precio tendrán. Tampoco sabes si cuando consigas otro, se volverá a poner malo, porque te pasó antes pero este es el último con el que contabas. Y quieres arreglarlo como puedas, así que te empecinas en ponerle azúcar, en echarle colorante, en hacer lo que sea. Llegas a pensar si en realidad tú lo que querías era zumo de naranja, pero a estas alturas con toda la compra hecha y las invitaciones al ágape enviadas no quieres cambiar de receta.
Y hay recetas, como elegir a alguien con quien tener tus (vuestros) hijos, que tienen una ventana de tiempo más breve que lo que dura un cartón de leche, porque la vida pasa volando, es todo así como contradictorio, como en un sueño.
Cuando quieres darte cuenta, ves que elegiste mal. A alguien que no fue sincero, o que cambió por su cuenta de idea y creció por otro camino que no era el tuyo, o que nunca supo lo que quería y te iba dando largas sin pensarlo mucho… Lo que te queda a esas alturas de partido es convencerte de que algo tiene que poder hacerse, mientras te repites todo ese tiempo lo mal que lo hiciste y lloras por la leche derramada. Quizá fuiste tú quien quiso algo que después al vivirlo, le decepcionó y se conformó con rechazarlo. Porque la imaginación es cruel, infinita, inalcanzable siempre.
Ojalá todo fuera tan fácil como ir a por otra cosa sin más. Pero hay cartones de leche que una vez estropeados representan cambiar de nevera, de cocina, de casa, de costumbres alimentarias y hasta de ropa.
—
Por cierto, si necesitas un fotógrafo / director de arte, conozco uno que busca trabajo desesperadamente.
Veo que es difícil vender todos los productos.
¿Qué quieres que te diga? Que estoy de acuerdo con gran parte de lo que dices. Uno tampoco pretende cambiar de cartón cada dos por tres o el zumo por la leche así como así.
Te agradezco el ofrecimiento de fotógrafo, pero por ahí dicen que con estas fotos y mis monigotes descubren que los artículos son míos 🙂
‘Ayer me levanté y fuí directa al frigorífico. Abrí la botella de leche y pensé ‘mm, creo que se ha pasado’.
Pero tenía tantas ganas de un café, y era la única leche que había…’
🙂
En algunos momentos de nuestra vida amamos el peligro… 🙂
1. El amor es eterno mientras dura.
2. El desamor es efímero mientras dure el punto anterior.
Además sería muy ignorante amargarse por lo imposible de controlar. Si es que es incontrolable, porque leche en nevera dura más. Slowing.
Gracias por tu comentario, Toni. Me lo guardo.
“Love recognizes no barriers. It jumps hurdles, leaps fences, penetrates walls to arrive at its destination full of hope.” ~ Maya Angelou
Sí. Así es. El amor no es acomodaticio.
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