18 de julio 2017    /   IDEAS
por
 

El arte de cambiar de opinión

18 de julio 2017    /   IDEAS     por          
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”Yorokobu gratis en formato digital!

Lee gratis la revista PlacerĀ haciendo clic aquĆ­.

Paris. AƱo 2012

Noche de sÔbado. Julie apura un cigarrillo a las puertas de una sala de conciertos. Antonio se le acerca sutilmente. «Excuse moi, je peut te demander une cigarrette?». Acompaña su petición con un fuerte acento español, mirada seductora y peculiar ternura.

—SĆ­, el tipo quizĆ”s sea un caradura que solo quiera acostarse conmigo, o un gorrón —se dice Julie a sĆ­ misma—. Pero hay algo en el fondo de sus ojos que me hace confiar en Ć©l.

AsĆ­ que le da un cigarrillo, se enciende otro y se los fuman juntos.

Hablan de música, del concierto que acaban de presenciar, de esto, de lo otro. Luego llega el silencio, el primer silencio incómodo. El último, tal vez. Ella se despide.

– Bueno, pues ya nos veremos en algĆŗn otro concierto.

– SĆ­, sĆ­. Claro. ĀæVendrĆ”s al del mes que viene?

– Es probable. ĀæY tĆŗ?

Entonces, Antonio decide pegarle una patada al destino. Probar suerte. Le pide a Julie el telƩfono.

Ella duda. Se enfría. Le incomoda darle su número a un tipo que acaba de robarle un cigarrillo y con el que apenas ha conversado diez minutos seguidos. Actúa de la manera mÔs razonable y le responde que no.

Ɖl afronta la respuesta con elegancia, le da las gracias por el cigarrillo y se aleja calle abajo.

Ella se despide tambiƩn, camina hacia su moto, la arranca y se va.

Nunca vuelven a verse.

Final de la historia.

De hecho, no. No es verdad. La historia no acabó aquí.

Sí, Julie se montó en su moto y miró de reojo a Antonio. Le vio alejarse despacio deshaciendo, paso a paso, todo rastro de un eventual futuro que pudieran construir juntos.

Arrancó en dirección contraria asumiendo que, seguramente, no volverían a verse mÔs.

Pero, tras recorrer varios metros, Julie se detuvo. En un segundo decidió que no le apetecĆ­a asumir las consecuencias de lo que acababa de decidir. Y, consecuentemente —siendo plenamente inconsecuente con su decisión inicial— hizo algo imprevisto, ilógico y bastante poco razonable:

Julie giró 180 grados su motocicleta, cruzó la calle en dirección a Antonio y se detuvo a su lado.

—He cambiado de opinión. He pensado que sĆ­ que te voy a dar mi telĆ©fono.

La historia continuó.

Parƭs. AƱo 2017

Una madrugada de febrero nace Lea, la hija de Antonio y Julie. Juntos planean conciertos futuros. Pisos. Cenas. Vidas. Un precioso universo, rico y complejo, que no existiría si ella no hubiera cambiado de opinión.

Barcelona. Moraleja final

Recuerdo frecuentemente esta historia. Me encanta la valentía de Julie. Su flexibilidad. Su coraje. No es fÔcil dar media vuelta y tener la valentía de decir «¿Sabes qué? Cambié de opinión. Antes dije que no y ahora digo que sí».

Julie tiene razón. Ahora mÔs que nunca, ante las nubes de fragilidad e incertidumbres que nos acechan, tenemos que aprender a desaprender cosas. A cambiar de rumbo sobre la marcha. A dar saltos sin red.

Tenemos que perderle el miedo a parecer ilógicos, débiles o inconsistentes.

Tenemos que frecuentar mƔs las dudas, hacernos fuertes en ellas.

Tenemos que engrandecernos al hacernos chicos, al perdernos.

Sí, tenemos que retomar el arte del toqueteo, de dar media vuelta, volver atrÔs, probar otra vez. El arte de cambiar de opinión, reescribir el guion, seguir por un nuevo camino.

Y, finalmente, tenemos que formarnos en el sutil y precioso arte de darle nuestro telƩfono a desconocidos.

Porque solo asĆ­ recibiremos llamadas que nos toquen el alma.

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Paris. AƱo 2012

Noche de sÔbado. Julie apura un cigarrillo a las puertas de una sala de conciertos. Antonio se le acerca sutilmente. «Excuse moi, je peut te demander une cigarrette?». Acompaña su petición con un fuerte acento español, mirada seductora y peculiar ternura.

—SĆ­, el tipo quizĆ”s sea un caradura que solo quiera acostarse conmigo, o un gorrón —se dice Julie a sĆ­ misma—. Pero hay algo en el fondo de sus ojos que me hace confiar en Ć©l.

AsĆ­ que le da un cigarrillo, se enciende otro y se los fuman juntos.

Hablan de música, del concierto que acaban de presenciar, de esto, de lo otro. Luego llega el silencio, el primer silencio incómodo. El último, tal vez. Ella se despide.

– Bueno, pues ya nos veremos en algĆŗn otro concierto.

– SĆ­, sĆ­. Claro. ĀæVendrĆ”s al del mes que viene?

– Es probable. ĀæY tĆŗ?

Entonces, Antonio decide pegarle una patada al destino. Probar suerte. Le pide a Julie el telƩfono.

Ella duda. Se enfría. Le incomoda darle su número a un tipo que acaba de robarle un cigarrillo y con el que apenas ha conversado diez minutos seguidos. Actúa de la manera mÔs razonable y le responde que no.

Ɖl afronta la respuesta con elegancia, le da las gracias por el cigarrillo y se aleja calle abajo.

Ella se despide tambiƩn, camina hacia su moto, la arranca y se va.

Nunca vuelven a verse.

Final de la historia.

De hecho, no. No es verdad. La historia no acabó aquí.

Sí, Julie se montó en su moto y miró de reojo a Antonio. Le vio alejarse despacio deshaciendo, paso a paso, todo rastro de un eventual futuro que pudieran construir juntos.

Arrancó en dirección contraria asumiendo que, seguramente, no volverían a verse mÔs.

Pero, tras recorrer varios metros, Julie se detuvo. En un segundo decidió que no le apetecĆ­a asumir las consecuencias de lo que acababa de decidir. Y, consecuentemente —siendo plenamente inconsecuente con su decisión inicial— hizo algo imprevisto, ilógico y bastante poco razonable:

Julie giró 180 grados su motocicleta, cruzó la calle en dirección a Antonio y se detuvo a su lado.

—He cambiado de opinión. He pensado que sĆ­ que te voy a dar mi telĆ©fono.

La historia continuó.

Parƭs. AƱo 2017

Una madrugada de febrero nace Lea, la hija de Antonio y Julie. Juntos planean conciertos futuros. Pisos. Cenas. Vidas. Un precioso universo, rico y complejo, que no existiría si ella no hubiera cambiado de opinión.

Barcelona. Moraleja final

Recuerdo frecuentemente esta historia. Me encanta la valentía de Julie. Su flexibilidad. Su coraje. No es fÔcil dar media vuelta y tener la valentía de decir «¿Sabes qué? Cambié de opinión. Antes dije que no y ahora digo que sí».

Julie tiene razón. Ahora mÔs que nunca, ante las nubes de fragilidad e incertidumbres que nos acechan, tenemos que aprender a desaprender cosas. A cambiar de rumbo sobre la marcha. A dar saltos sin red.

Tenemos que perderle el miedo a parecer ilógicos, débiles o inconsistentes.

Tenemos que frecuentar mƔs las dudas, hacernos fuertes en ellas.

Tenemos que engrandecernos al hacernos chicos, al perdernos.

Sí, tenemos que retomar el arte del toqueteo, de dar media vuelta, volver atrÔs, probar otra vez. El arte de cambiar de opinión, reescribir el guion, seguir por un nuevo camino.

Y, finalmente, tenemos que formarnos en el sutil y precioso arte de darle nuestro telƩfono a desconocidos.

Porque solo asĆ­ recibiremos llamadas que nos toquen el alma.

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Opiniones 16
  • Un poco de crĆ­tica literaria bĆ”sica y opinión propia:

    Texto plagado de lugares comunes “mirada seductora”, “Julie apura un cigarrillo”, “tras recorrer varios metros”. Transmite vagancia y poco esfuerzo del autor. Parece un texto mil veces leĆ­do.

    En los diĆ”logos no debe haber espacio entre la raya y el texto. “–Es” y no “– Es”.

    Faltas de ortografĆ­a (e.g. guion).

    El recurso de convertir una frase en pÔrrafo es útil para dar un sentido propio y resaltar una idea. Pero cuando se convierte en regla tal vez es porque se ha querido convertir un relato de veinte líneas en uno de cincuenta.

    El tiempo verbal de la historia cambia sin justificación a partir de la frase “La historia no acabó aquĆ­”.

    Si necesitas explicar la moraleja, significa que o bien tu historia no se entiende o que fuerzas las conclusiones.

    La Ćŗltima frase es una mala manera de acabar y parece salida de un manual de “Cómo dar charlas en TED”.

  • Me gustó el artĆ­culo, esto de saber cambiar de opinión es muy importante. El cambiar de opinión nos hace humanos, nos hace capaces de desandar el camino y volver a tomar otro porque en el fondo, todos nos equivocamos. Es de sabios saber cambiar de opinión, reconocer que quizĆ”s lo que pensabas anteriormente no era lo adecuado.

  • FantĆ”stico Ignasi Giró. De las pocas cosas que se escriben que ta haceh reflexionar. Lo he desciubierto hace poco.

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