Que el arte tiene un efecto positivo sobre las personas es un hecho inapelable. Sin ir más lejos, existen terapias que utilizan el arte como mecanismo para sanar o paliar determinadas dolencias.
Un reciente estudio, sin embargo, ha ampliado esos beneficios hasta el punto de afirmar que los equipamientos culturales y artÃsticos de un barrio inciden claramente en indicadores como la salud, la seguridad o la educación de sus habitantes. Incluso en los barrios más desfavorecidos económicamente. O mejor dicho, especialmente en ellos.
Los estudios sobre las desigualdades en las ciudades acostumbran a analizar criterios como el nivel de renta, el idioma, la nacionalidad o la religión. Sin embargo, la School of Social Policy & Practice de la Universidad de Pensilvania ha sido la primera institución en incluir el arte y las infraestructuras culturales a la hora de determinar la calidad de vida de una población.
A pesar de esos buenos resultados, los responsables del estudio afirman que el arte por sà solo no basta para mejorar la vida de los ciudadanos. En realidad, no es más que un elemento que debe articularse junto a otros muchos si se quiere obtener esa mejora social.
Lo que sà afirman convencidos es que las inversiones en arte realizadas en barrios con menos dinero resultan mucho más rentables, desde el punto de vista social, de lo que lo son en los barrios pudientes.
La explicación es sencilla. Mientras que los residentes de las zonas ricas pueden, por ejemplo, mejorar su seguridad cuando sea necesario, los de las zonas más desfavorecidas necesitan que funcione todo ese «ecosistema» del que es pieza fundamental el arte.
De hecho, los responsables del estudio cuestionan a aquellos que afirman que no es necesario invertir en los barrios cuando las grandes ciudades ya tienen oferta cultural de sobra. Aunque es cierto que, en metrópolis como Nueva York, los museos, los cines o las salas de conciertos están apenas a unas paradas de metro, el estudio concluye que la repercusión positiva en la comunidad es mucho menor que la que se obtiene cuando hay centros culturales, bibliotecas o teatros en el propio barrio.
Hoy mismo, el periodista Manuel Varela informaba en El Confidencial que la esperanza de vida en Madrid puede variar hasta en tres años según se viva en una zona de la ciudad o en otra.
Para intentar paliar esa desigualdad, el Ayuntamiento de Madrid ha anunciado la puesta en marcha de un plan de actuación articulado en cinco ejes: empleo, vivienda, mejoras urbanas, dotaciones de equipamientos públicos e inversión social. Aunque seguro que está contemplado en uno de esos apartados, no parece que el arte vaya a tener un papel destacado en ese plan.
En Estados Unidos, sin embargo, son varios los grupos sociales que están actuando en la misma sintonÃa que el estudio de la Universidad de Pensilvania. Vecinos de las zonas menos favorecidas y ciudadanos contrarios a los recortes en cultura están demandando más inversión en arte, conscientes de su importancia para la comunidad.
En ese sentido, concluyen, el arte no se concibe como una mera actividad económica que genera trabajos y recauda impuestos. Para ellos, la cultura es una herramienta crÃtica que la población utiliza para que su vida sea mejor en todos los sentidos. Desde desarrollar la capacidad para entender el mundo o relacionarse con la gente, hasta desarrollar habilidades o, sencillamente, entretenerse.
Que el arte tiene un efecto positivo sobre las personas es un hecho inapelable. Sin ir más lejos, existen terapias que utilizan el arte como mecanismo para sanar o paliar determinadas dolencias.
Un reciente estudio, sin embargo, ha ampliado esos beneficios hasta el punto de afirmar que los equipamientos culturales y artÃsticos de un barrio inciden claramente en indicadores como la salud, la seguridad o la educación de sus habitantes. Incluso en los barrios más desfavorecidos económicamente. O mejor dicho, especialmente en ellos.
Los estudios sobre las desigualdades en las ciudades acostumbran a analizar criterios como el nivel de renta, el idioma, la nacionalidad o la religión. Sin embargo, la School of Social Policy & Practice de la Universidad de Pensilvania ha sido la primera institución en incluir el arte y las infraestructuras culturales a la hora de determinar la calidad de vida de una población.
A pesar de esos buenos resultados, los responsables del estudio afirman que el arte por sà solo no basta para mejorar la vida de los ciudadanos. En realidad, no es más que un elemento que debe articularse junto a otros muchos si se quiere obtener esa mejora social.
Lo que sà afirman convencidos es que las inversiones en arte realizadas en barrios con menos dinero resultan mucho más rentables, desde el punto de vista social, de lo que lo son en los barrios pudientes.
La explicación es sencilla. Mientras que los residentes de las zonas ricas pueden, por ejemplo, mejorar su seguridad cuando sea necesario, los de las zonas más desfavorecidas necesitan que funcione todo ese «ecosistema» del que es pieza fundamental el arte.
De hecho, los responsables del estudio cuestionan a aquellos que afirman que no es necesario invertir en los barrios cuando las grandes ciudades ya tienen oferta cultural de sobra. Aunque es cierto que, en metrópolis como Nueva York, los museos, los cines o las salas de conciertos están apenas a unas paradas de metro, el estudio concluye que la repercusión positiva en la comunidad es mucho menor que la que se obtiene cuando hay centros culturales, bibliotecas o teatros en el propio barrio.
Hoy mismo, el periodista Manuel Varela informaba en El Confidencial que la esperanza de vida en Madrid puede variar hasta en tres años según se viva en una zona de la ciudad o en otra.
Para intentar paliar esa desigualdad, el Ayuntamiento de Madrid ha anunciado la puesta en marcha de un plan de actuación articulado en cinco ejes: empleo, vivienda, mejoras urbanas, dotaciones de equipamientos públicos e inversión social. Aunque seguro que está contemplado en uno de esos apartados, no parece que el arte vaya a tener un papel destacado en ese plan.
En Estados Unidos, sin embargo, son varios los grupos sociales que están actuando en la misma sintonÃa que el estudio de la Universidad de Pensilvania. Vecinos de las zonas menos favorecidas y ciudadanos contrarios a los recortes en cultura están demandando más inversión en arte, conscientes de su importancia para la comunidad.
En ese sentido, concluyen, el arte no se concibe como una mera actividad económica que genera trabajos y recauda impuestos. Para ellos, la cultura es una herramienta crÃtica que la población utiliza para que su vida sea mejor en todos los sentidos. Desde desarrollar la capacidad para entender el mundo o relacionarse con la gente, hasta desarrollar habilidades o, sencillamente, entretenerse.