27 de octubre 2017    /   BUSINESS
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Para conseguirla a ella tambiƩn tuve que sufrir

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Cristina no se cansa de repetir que las auroras boreales son los padres. Esta amiga lleva viviendo dos aƱos en Noruega y aĆŗn no ha visto bailar a la dama de verde. Ella vive en Bergen, un lugar poco propicio para poder observarlas debido a sus continuos cielos encapotados y la latitud a la que se encuentra —Bergen se presenta por debajo del CĆ­rculo Polar Ɓrtico—. Y Ā aunque estemos cansados de ver auroras boreales en el timeline de nuestras redes sociales, no es para nada sencillo hacerlo en vivo y menos aĆŗn si no lo intentas. Rara vez una aurora boreal va a ir a buscarte a ti para asistir al baile; tendrĆ”s que ser tĆŗ el que con tesón lo consiga.

aurora-foto1

Lo intentĆ© en Islandia durante 17 dĆ­as, allĆ” por el aƱo 2014, pero no hubo forma de verla aparecer, aunque una nube un poco mĆ”s verde que las demĆ”s nos hizo pensar lo contrario. Sin embargo, aƱos mĆ”s tarde un golpe de realidad nos sacó de dudas —una vez que ves una aurora boreal de las de verdad, no te conformarĆ”s con nubes verdes—. Lo que presenciamos en Islandia fue mĆ”s una consecuencia de las inmensas ganas por verlas que de algo real. De Islandia volvĆ­ decepcionado. Muchos aƱos de espera, mĆ”s dinero invertido del deseado y con la sensación de no saber cuĆ”ndo serĆ­a la próxima vez, si es que la habĆ­a.

Para ver auroras boreales se tienen que dar muchos factores: actividad geomagnética alta, ausencia de nubes, oscuridad plena, unos ahorrillos, mucha ilusión y currÔrselo. Las probabilidades de que todas estas variables se den al mismo tiempo son escasas. Te animo a que realices una encuesta entre las personas de tu entorno para ver cuÔntas de ellas han visto una aurora boreal alguna vez. Estoy seguro de que el resultado sería de 10 a 1 en favor del no.

Pero este afÔn por ver auroras boreales es relativamente nuevo. Imaginad siglos atrÔs, cuando se desconocía su origen, qué pensarían los vikingos o los Sami de la época. Se conocen algunos de los mitos y leyendas que existían en algunas poblaciones. En Laponia relacionaban las auroras boreales con las chispas producidas por la cola del zorro Ôrtico al chocar con las montañas y la nieve. En Groenlandia eran algo mÔs espirituales y lo achacaban a las almas de los muertos que ascendían al cielo. En Finlandia se le tenía un gran respecto a las luces del norte, hasta el punto de no poder hablar de ellas, y mucho menos reírse de tal rareza, si es que no querías atraer a la mala suerte.

foto2

Pero no nos tenemos que marchar tan lejos en el tiempo ni tampoco en la distancia. En España se pudo presenciar una aurora boreal el 25 de enero de 1938. Se le conoce como la aurora boreal de la Guerra Civil. Aquel día se miró al cielo con atención, y, esta vez, no para esquivar bombas. El cielo de toda la península ibérica se tiñó de un color rojo intenso. Este hecho se recibió con sorpresa, incertidumbre y miedo. En Madrid, por ejemplo, el desconcierto hizo pensar que era un incendio procedente de los montes del Pardo. O los sectores mÔs católicos lo atribuyeron a una profecía de la Virgen de FÔtima. Hoy ya sabemos que se deben a partículas solares que chocan con la magnetosfera de la Tierra. Y no solo no tememos a este fenómeno, sino que lo deseamos.

Tres aƱos estuve contemplando las fotografĆ­as de otros y anhelando mi momento. Mi presupuesto no me permitĆ­a intentarlo aƱo tras aƱo. Pero en enero del 2017 comprĆ© dos billetes a las islas Lofoten, en Noruega, un archipiĆ©lago situado por encima del CĆ­rculo Polar Ɓrtico. Enero no es la mejor Ć©poca para disfrutar de auroras puesto que el clima es muy desafiante, siendo comunes las tormentas de nieve y, por consiguiente, los cielos totalmente cubiertos —nuestro peor enemigo—. Durante aquellos dĆ­as en Noruega el objetivo era claro: ver y fotografiar auroras boreales.

foto3

Los primeros días se tornaron desalentadores: espesas nubes negras y nieve hasta los tobillos fueron la tónica de cada día, como era de esperar. Durante el viaje no paré de susurrarme siempre lo mismo: «No me puedo marchar de aquí sin ver auroras». Era aún mÔs frustrante cuando la aplicación móvil, encargada de ponerme en alerta de actividad geomagnética alta, me avisaba de que por encima de esas dichosas nubes se estaba produciendo la mayor de las fiestas. Era incluso capaz de escuchar la música del baile atravesando las nubes. Disparaba y en mi cÔmara solo se veía una gran masa de color verde, como en Islandia. Aquello no era lo que quería, no eran las auroras que inundaban mi muro de Facebook e Instagram. Esa cosa verde no podía provocar una reacción tan desorbitada en las personas que la veían por primera vez.

Pero de repente… el cielo abrió una pequeƱa ventana desde donde, esta vez sĆ­, pude verla. Junto a mi pareja saltĆ©, bailĆ©, gritĆ© de rabia contra ese algoĀ que me habĆ­a hecho esperar tanto tiempo. Puedo afirmar que nunca me habĆ­a emocionado tanto en mis viajes como en aquella ocasión. Es una sensación Ćŗnica. Esta sĆ­ que era la aurora boreal por la que tanta gente es capaz de volver aƱo tras aƱo y la culpable de queĀ invirtamosĀ tanto dinero en un viaje de este tipo. Se movĆ­a lentamente, esperando a que las demĆ”s, que llegaban desdeĀ cualquier dirección, se juntaran en el centro de la pista, junto a ella. Para, de repente, comenzar a bailar de manera elegante. Luces verdes, azules, moradas y rojas animaban aquel espectĆ”culo. Era ella la que buscaba el objetivo de mi cĆ”mara y no al contrario. Fueron ocho horas seguidas, sin descansar, como si quisiĆ©ramos recuperar todo el tiempo perdido de estos tres Ćŗltimos aƱos.

aurora-foto4

Tras aquel dĆ­a todo fue distinto. La barrera de timidez que leĀ habĆ­a hecho esconderse de mĆ­ habĆ­a desaparecido. Pude disfrutarla durante los siguientes cinco dĆ­as, en el mismo lugar y a la misma hora.

Si tú aún no la has visto, enhorabuena, estÔs por vivir un momento que jamÔs olvidarÔs. No obstante, has de saber que ver auroras boreales se puede volver en algo obsesivo y es capaz de provocar que cometas auténticas locuras cada año. No todo podía ser positivo, ¿verdad? Repetiré en 2018 y espero que siga allí, en el mismo lugar y a la misma hora. 

Ā”Ah, por cierto, Cristina!, las auroras boreales no son los padres…existen.

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Cristina no se cansa de repetir que las auroras boreales son los padres. Esta amiga lleva viviendo dos aƱos en Noruega y aĆŗn no ha visto bailar a la dama de verde. Ella vive en Bergen, un lugar poco propicio para poder observarlas debido a sus continuos cielos encapotados y la latitud a la que se encuentra —Bergen se presenta por debajo del CĆ­rculo Polar Ɓrtico—. Y Ā aunque estemos cansados de ver auroras boreales en el timeline de nuestras redes sociales, no es para nada sencillo hacerlo en vivo y menos aĆŗn si no lo intentas. Rara vez una aurora boreal va a ir a buscarte a ti para asistir al baile; tendrĆ”s que ser tĆŗ el que con tesón lo consiga.

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Lo intentĆ© en Islandia durante 17 dĆ­as, allĆ” por el aƱo 2014, pero no hubo forma de verla aparecer, aunque una nube un poco mĆ”s verde que las demĆ”s nos hizo pensar lo contrario. Sin embargo, aƱos mĆ”s tarde un golpe de realidad nos sacó de dudas —una vez que ves una aurora boreal de las de verdad, no te conformarĆ”s con nubes verdes—. Lo que presenciamos en Islandia fue mĆ”s una consecuencia de las inmensas ganas por verlas que de algo real. De Islandia volvĆ­ decepcionado. Muchos aƱos de espera, mĆ”s dinero invertido del deseado y con la sensación de no saber cuĆ”ndo serĆ­a la próxima vez, si es que la habĆ­a.

Para ver auroras boreales se tienen que dar muchos factores: actividad geomagnética alta, ausencia de nubes, oscuridad plena, unos ahorrillos, mucha ilusión y currÔrselo. Las probabilidades de que todas estas variables se den al mismo tiempo son escasas. Te animo a que realices una encuesta entre las personas de tu entorno para ver cuÔntas de ellas han visto una aurora boreal alguna vez. Estoy seguro de que el resultado sería de 10 a 1 en favor del no.

Pero este afÔn por ver auroras boreales es relativamente nuevo. Imaginad siglos atrÔs, cuando se desconocía su origen, qué pensarían los vikingos o los Sami de la época. Se conocen algunos de los mitos y leyendas que existían en algunas poblaciones. En Laponia relacionaban las auroras boreales con las chispas producidas por la cola del zorro Ôrtico al chocar con las montañas y la nieve. En Groenlandia eran algo mÔs espirituales y lo achacaban a las almas de los muertos que ascendían al cielo. En Finlandia se le tenía un gran respecto a las luces del norte, hasta el punto de no poder hablar de ellas, y mucho menos reírse de tal rareza, si es que no querías atraer a la mala suerte.

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Pero no nos tenemos que marchar tan lejos en el tiempo ni tampoco en la distancia. En España se pudo presenciar una aurora boreal el 25 de enero de 1938. Se le conoce como la aurora boreal de la Guerra Civil. Aquel día se miró al cielo con atención, y, esta vez, no para esquivar bombas. El cielo de toda la península ibérica se tiñó de un color rojo intenso. Este hecho se recibió con sorpresa, incertidumbre y miedo. En Madrid, por ejemplo, el desconcierto hizo pensar que era un incendio procedente de los montes del Pardo. O los sectores mÔs católicos lo atribuyeron a una profecía de la Virgen de FÔtima. Hoy ya sabemos que se deben a partículas solares que chocan con la magnetosfera de la Tierra. Y no solo no tememos a este fenómeno, sino que lo deseamos.

Tres aƱos estuve contemplando las fotografĆ­as de otros y anhelando mi momento. Mi presupuesto no me permitĆ­a intentarlo aƱo tras aƱo. Pero en enero del 2017 comprĆ© dos billetes a las islas Lofoten, en Noruega, un archipiĆ©lago situado por encima del CĆ­rculo Polar Ɓrtico. Enero no es la mejor Ć©poca para disfrutar de auroras puesto que el clima es muy desafiante, siendo comunes las tormentas de nieve y, por consiguiente, los cielos totalmente cubiertos —nuestro peor enemigo—. Durante aquellos dĆ­as en Noruega el objetivo era claro: ver y fotografiar auroras boreales.

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Los primeros días se tornaron desalentadores: espesas nubes negras y nieve hasta los tobillos fueron la tónica de cada día, como era de esperar. Durante el viaje no paré de susurrarme siempre lo mismo: «No me puedo marchar de aquí sin ver auroras». Era aún mÔs frustrante cuando la aplicación móvil, encargada de ponerme en alerta de actividad geomagnética alta, me avisaba de que por encima de esas dichosas nubes se estaba produciendo la mayor de las fiestas. Era incluso capaz de escuchar la música del baile atravesando las nubes. Disparaba y en mi cÔmara solo se veía una gran masa de color verde, como en Islandia. Aquello no era lo que quería, no eran las auroras que inundaban mi muro de Facebook e Instagram. Esa cosa verde no podía provocar una reacción tan desorbitada en las personas que la veían por primera vez.

Pero de repente… el cielo abrió una pequeƱa ventana desde donde, esta vez sĆ­, pude verla. Junto a mi pareja saltĆ©, bailĆ©, gritĆ© de rabia contra ese algoĀ que me habĆ­a hecho esperar tanto tiempo. Puedo afirmar que nunca me habĆ­a emocionado tanto en mis viajes como en aquella ocasión. Es una sensación Ćŗnica. Esta sĆ­ que era la aurora boreal por la que tanta gente es capaz de volver aƱo tras aƱo y la culpable de queĀ invirtamosĀ tanto dinero en un viaje de este tipo. Se movĆ­a lentamente, esperando a que las demĆ”s, que llegaban desdeĀ cualquier dirección, se juntaran en el centro de la pista, junto a ella. Para, de repente, comenzar a bailar de manera elegante. Luces verdes, azules, moradas y rojas animaban aquel espectĆ”culo. Era ella la que buscaba el objetivo de mi cĆ”mara y no al contrario. Fueron ocho horas seguidas, sin descansar, como si quisiĆ©ramos recuperar todo el tiempo perdido de estos tres Ćŗltimos aƱos.

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Tras aquel dĆ­a todo fue distinto. La barrera de timidez que leĀ habĆ­a hecho esconderse de mĆ­ habĆ­a desaparecido. Pude disfrutarla durante los siguientes cinco dĆ­as, en el mismo lugar y a la misma hora.

Si tú aún no la has visto, enhorabuena, estÔs por vivir un momento que jamÔs olvidarÔs. No obstante, has de saber que ver auroras boreales se puede volver en algo obsesivo y es capaz de provocar que cometas auténticas locuras cada año. No todo podía ser positivo, ¿verdad? Repetiré en 2018 y espero que siga allí, en el mismo lugar y a la misma hora. 

Ā”Ah, por cierto, Cristina!, las auroras boreales no son los padres…existen.

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Opiniones 6
  • Ā”Buenas!

    Nuria de Turismo Cuatro por aquĆ­.

    He empezado a leer tu post creyendo que no lo habƭas conseguido, pero sƭ. Mi mƔs sincera enhorabuena. No he conseguido ver una aurora boreal, pero no pienso rendirme: 2018 serƔ mi aƱo jaja.

    Un saludo.

  • DeberĆ­as mirar el forecast, http://www.aurora-service.eu/aurora-forecast/. Yo estoy en Finlandia en Jakobstad, no es una zona idónea para verlas pero la segunda semana ya lo conseguĆ­. Debes alejarte de la ciudad, a zonas oscuras, coincidir con que no haya nubes (dĆ­as de viento ayudan a tener un cielo limpio) y un Ć­ndice kpt igual o superior al de tu franja geogrĆ”fica. Suerte! Es precioso

  • Hola! Me encantó el post. Estamos yendonos de Islandia sin haberlo logrado. Es una impotencia increĆ­ble. El lugar que mencionas donde es exactamente?

  • Comentarios cerrados.