Se llamaba Ramón, pero todos le llamaban Dr. Jekyll por lo variable de su carácter. PodÃa levantarse de un humor excelente y a lo largo del dÃa, según soplara el viento, convertirse en un ser gruñón e insoportable.
Y verle mosqueado era malo, pero tener que soportar que pasara de la alegrÃa extrema, de las risas sonoras, de esas que parecen desencajar la mandÃbula, al llanto más amargo en cuestión de horas era, sencillamente, desolador.
No fueron pocos los psicólogos que estudiaron su caso. También atrajo la atención de neurólogos y de psiquiatras, pero no habÃa nadie que diera con la causa de tanta volatibilidad en su carácter. Asà que quienes le rodeaban, y él mismo, tuvieron que aprender a quererle tal y como era. Y la tarea no resultaba nada fácil.
Una mañana en la que despertó especialmente alicaÃdo y bajo de moral, empezó a rondarle la idea del suicidio. No querÃa seguir viviendo asÃ, en una eterna montaña rusa emocional. Empezó a estudiar cuál serÃa el mejor método para hacerlo, pero todos le asustaban.
Entonces se acordó de que habÃa oÃdo hablar de un grupo, algo parecido a una secta, formado por gente como él, deseosa de la muerte, que habÃan decidido suicidarse en grupo. La muerte en compañÃa parecÃa más apetecible. «Pues llega usted en el momento adecuado», le contestó alguien de la organización cuando llamó para pedir información. «Hemos fijado el dÃa de nuestro suicidio para esta misma tarde. Acuda a usted al lugar que le voy a decir y bienvenido a la muerte».
Dr. Jekyll apuntó la dirección y se encaminó hacia allà dispuesto a morir. El lugar elegido era uno de los puentes más conocidos de la región, famoso por la cantidad de gente que practicaba esa extraña moda de tirarse desde lo alto atado por los pies.
Los suicidas habÃan decidido atarse todos de la misma cuerda que, cosas de la vida, no estarÃa bien asegurada. Todos, Ramón incluido, se subieron a la barandilla, se cogieron de las manos y justo cuando estaban a punto de dar el salto que les sacarÃa vÃa exprés de este mundo, a Dr. Jekyll le sobrevino uno de sus repentinos cambios de humor.
De la desesperación y el abatimiento pasó a la euforia y las enormes ganas de vivir. Y cuando se dio cuenta del problema de seguridad que amenazaba a todos, bajó del puente todo lo rápido que pudo y consiguió sujetar la cuerda al punto de seguridad justo en el momento en el que todos daban el salto, arruinando asà el suicidio colectivo.
«¡Pero ¿es que no habÃais visto que esto estaba mal atado, almas de cántaro?! ¡Y luego el loco soy yo!», gritaba desde la barandilla a sus compañeros de suicidio, que rebotaban en el vacÃo, ya bien asegurados, mostrándole muy a las claras el dedo corazón.
En nuestro idioma tenemos también palabras que sufren ese extraño sÃndrome del doctor Jekyll y Mr. Hyde. Son términos y locuciones que pueden significar una cosa y su contraria al mismo tiempo. Es lo que se conoce como autoantónimos, aunque los más técnicos prefieren llamarlo enantiosemia, que sabe Dios lo que quiere decir, pero que nos hace parecer mucho más sabios, dónde va a parar.
Son palabras como alquilar, que significa tanto dar en alquiler como tomar en alquiler. O dar clases, donde si nadie nos lo aclara, lo mismo eres tú quien las imparte como quien las recibe. Esas son reconocibles, pero hay otras que, si no hubiéramos buceado en el diccionario, probablemente no habrÃamos caÃdo en sus varios y contrarios significados. Es el caso de nimiedad, que igual significa «pequeñez e insignificancia» como «exceso, demasÃa», en su segunda acepción.
Explica la Fundéu en la Wikilengua del español que su origen está muy a menudo en la antÃfrasis «por la que se designan personas o cosas con voces que significan lo contrario de lo que se debiera decir, y en los usos irónicos». Ejemplo de lo segundo serÃa perla, que igual se refiere a algo precioso como a una de esas cositas que nos dejan el culo torcido y nos rizan las pestañas cuando las vemos.
Y que en no pocas ocasiones, el sentido original ha acabado desplazado por el opuesto. Un ejemplo, en absoluto, que ahora entendemos con valor negativo, pero que también significa «de una manera general, resuelta y terminante».
Como sus significados son tan contrarios, resulta difÃcil encontrar ambigüedad en ellos. Pero no bajéis la guardia, no vaya a ser que les dé por volver a cambiar de significado y la liemos.
Nictálope es alguien que ve bien en la oscuridad pero también alguien que ve mal en la oscuridad
Sanción es aprobar y reprender
Propongo dos más: original (nuevo o antiguo) y sensible (pequeño o grande según el contexto)
Buenas noches.
Muy, muy interesante, interesantÃsimo su artÃculo!
También la historia que citan acá de ejemplo es motivadora para muchas personas que cambian de parecer, pero que no saben que no es algo anormal, sino, parte de una inusual condición.
Yo propongo “luego” que significa a la vez enseguida, y más tarde.
MuchÃsimas gracias a todos por vuestras aportaciones.
” aunque los más técnicos prefieren llamarlo enantiosemia, que sabe Dios lo que quiere decir, pero que nos hace parecer mucho más sabios, dónde va a parar.”
Lo que nos hace parecer más idiotas es emplear un término más complejo. Autoantonimia resulta mucho más enrevesado y menos descriptivo que la palabra ‘técnica’. Enantios- (contrario) -sema (signo, significado) el sufijo -ia indica cualidad. Se agradece el artÃculo, muy interesante la historia. Pero de verdad, me ha chirriado cantidad encontrar esa frase en una entrada acerca de las palabras.
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¡Muy bueno!
Escatológico.
Al venir de dos palabras que en griego se parecÃan mucho ha generado algo gracioso: significa todo lo que tiene que ver con los excrementos y a su vez el destino del alma y lo que está más allá de la muerte. Asà tenemos una palabra que refleja lo más sagrado y lo más mundano. Jodorowsky estarÃa encantado xD
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