Mucha bandera arcoĆris y mucha hipocresĆa tambiĆ©n
”Yorokobu gratis en formato digital!
Como todos los aƱos, las celebraciones del Orgullo LGTB han dado el pistoletazo de salida al verano. Las calles se han llenado de banderas multicolores a la vez que los termómetros dejan atrĆ”s las temperaturas tibias de la primavera y se arrojaban en una espiral demonĆaca hacia la parte alta de los treinta grados y pico.
Al mismo tiempo, cientos de empresas daban paso a sus campaƱas centradas en el orgullo LGTB. Fotos de perfil con la bandera multicolor, anuncios en redes sociales, memes de Estopa. Hay de todo, para todos los gustos. Todo sea por mantenerse top of mind y no perderse ni un segundo del zeitgeist.
Siendo uno de los primeros paĆses en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, EspaƱa es, por muchas razonesāhoy, mas del 89% de los espaƱoles considera que la homosexualidad deberĆa estar aceptada por la sociedadā una de las puntas de lanza en la lucha por los colectivos LGTB en el mundo. Y eso, no solo se ve en las estadĆsticas o en los avances en materia de libertades y derechos, sino tambiĆ©n en la alegrĆa con la que sus ciudadanos se lanzan a celebrar el DĆa del Orgullo LGTB. Los festejos del orgullo son, sin duda, una de las fiestas del verano espaƱol.
Pero, a pesar de la normalización y el impacto que tiene el Orgullo LGTB en EspaƱa, su lucha por los derechos LGTB no es un capĆtulo cerrado en la historia de la Humanidad. Con el rechazo rotundo (y la consiguiente persecución) de varios estados del este de Europa a los colectivos LGTB, las victorias a este lado de Alemania se sienten a menudo acompaƱadas de retrocesos del otro lado de la frontera germanopolaca.
AdemĆ”s de las legislaciones de Polonia y HungrĆa, en paĆses como RepĆŗblica Checa la aceptación de la homosexualidad ha caĆdo un 21%. Incluso en paĆses mucho mĆ”s abiertos, como Alemania, el mismo indicador registra una caĆda del 1% desde 2013. Y lo que es mĆ”s, la homosexualidad es todavĆa ilegal en mĆ”s de un 30% de los paĆses miembros de las Naciones Unidas. Tampoco hay que perder de vista que el reconocimiento legal de los derechos LGTB es solo una parte de la lucha. DespuĆ©s estĆ” la aceptación social.
Ante esta situación, se ha puesto de relevancia la hipocresĆa de muchas empresas multinacionales que, activistas de click y banderita arcoĆris en la foto de perfil de sus redes sociales en los mercados mĆ”s proLGTB, olvidan las siglas en cuanto aterrizan del otro lado de Europa Central. Y es que, la celebración del Orgullo por parte de muchas empresas siempre va condicionada a la consecución de beneficios económicos.
Solo en los paĆses europeos y AmĆ©rica del Norte (en CanadĆ” siempre, en EEUU depende del estado) hay de forma consistente un desempeƱo adecuado en los indicadores de derechos humanos e integración social relativos a las personas LGTB. El problema es que, incluso en estos, la reaparición de ciertos discursos de corte ultraderechista estĆ” poniendo en peligro un camino que se ha tardado dos milenios en recorrer.
Y en medio de estas dos tensiones opuestas, el eterno dilema para las redes sociales (empresas en su mayorĆa americanas, con implantación global): mantener contentos a los anunciantes que les pagan las facturas u ofrecer una libertad de expresión sin cortapisas. Porque, en este 2021, las redes sociales no solo se han convertido en una enorme maquinaria de vender al servicio de las marcas mĆ”s poderosas, sino que tambiĆ©n son el principal escaparate para miles de artistas, galerĆas de arte y otros profesionales que dependen de sus algoritmos para ser vistos.
Un ejemplo de las consecuencias prĆ”cticas de este dilema es el de la galerĆa de arte InĆ©ditad. Especializados en arte LGTB, mantienen que Ā«los artistas queer necesitan expresar la diversidad sexual, asĆ como las diferentes identidades de gĆ©nero, a travĆ©s de obras en las que, en muchas ocasiones el cuerpo, incluyendo obviamente su genitalidad, es protagonista necesario para dar visibilidad a su mensajeĀ». Y es ante esas obras, cuando aparecen las polĆticas de Instagram. Varias de sus publicaciones han sufrido la censura de la red social y han sido consideradas por la plataforma como no publicables, de acuerdo con sus criterios.
Para Luis López Almarcha, fundador de InĆ©ditad esta censura no tendrĆa sentido si el mismo dilema surgiese en alguno de los principales museos de arte. «¿QuĆ© sucederĆa si las principales pinacotecas del mundo asociaran tambiĆ©n el desnudo con la obscenidad?Ā»āse pregunta. Para Ć©l, āla prohibición del desnudo artĆstico es una coacción de nuestro actual patrimonio creativo y culturalĀ». Sobre todo, en el caso del arte queer, que precisa del retrato de la realidad fĆsica en sus diferentes cuerpos como vehĆculo de expresión.
«¿QuĆ© sucederĆa si las principales pinacotecas del mundo asociaran tambiĆ©n el desnudo con la obscenidad?Ā»
En el fondo, el debate es muy jugoso. Al fin y al cabo, las redes sociales no dejan de ser un producto de una empresa que tiene todo el derecho del mundo a elegir las polĆticas de comunidad que mejor le parezcan. De la misma forma, no estĆ” claro si lo que hacen puede considerarse censura. No es como si tuviesen la capacidad de prohibir a un artista que desarrolle la obra que le de la gana. O de impedir que cualquier galerĆa cuelgue en sus paredes lo que a su comisario le parezca mĆ”s relevante. Es mĆ”s, ĀætendrĆa una galerĆa de arte la obligación de exponer una obra sólo porque de no hacerlo se arriesgase a ser acusada de censurar?
Es una cuestión seria. Al final, ni los lĆmites de la libertad de expresión deberĆan anteponerse a la lucha por los derechos civiles ni viceversa. Es importante construir una sociedad en la que los derechos civiles de cualquier colectivo y minorĆa estĆ©n protegidos y garantizados, pero para ir en esa dirección, quizĆ” los falsos debates sobre la libertad de expresión no sean la mejor de las herramientas. Las empresas practican su particular forma de activismo en aquellos mercados en los que los consumidores lo demandan. Y cuando una empresa es global, la bĆŗsqueda del equilibrio entre culturas divergentes y diferentes perfiles de comprador genera tensiones como esta.
QuizÔ el camino a seguir sea ese, cultivar una masa de consumidores exigente y comprometida con los derechos civiles del colectivo LGTB para que las empresas entren en un mercado sabiendo que de su compromiso dependen sus ventas. Y los datos sobre las nuevas generaciones muestran que, en todos los lugares del mundo, las posturas respecto a la aceptación de la diversidad sexual mejoran. Porque la educación en respeto a la libertad de los demÔs se ejecuta a través del ejemplo. Y, porque, en el fondo, lo cierto es que pretender obligar a una empresa a que se adecúe a tus propias ideas sobre lo que es censura y lo que no lo es no es mÔs que otra forma de atacar la libertad de expresión.
”Yorokobu gratis en formato digital!
Como todos los aƱos, las celebraciones del Orgullo LGTB han dado el pistoletazo de salida al verano. Las calles se han llenado de banderas multicolores a la vez que los termómetros dejan atrĆ”s las temperaturas tibias de la primavera y se arrojaban en una espiral demonĆaca hacia la parte alta de los treinta grados y pico.
Al mismo tiempo, cientos de empresas daban paso a sus campaƱas centradas en el orgullo LGTB. Fotos de perfil con la bandera multicolor, anuncios en redes sociales, memes de Estopa. Hay de todo, para todos los gustos. Todo sea por mantenerse top of mind y no perderse ni un segundo del zeitgeist.
Siendo uno de los primeros paĆses en legalizar el matrimonio entre personas del mismo sexo, EspaƱa es, por muchas razonesāhoy, mas del 89% de los espaƱoles considera que la homosexualidad deberĆa estar aceptada por la sociedadā una de las puntas de lanza en la lucha por los colectivos LGTB en el mundo. Y eso, no solo se ve en las estadĆsticas o en los avances en materia de libertades y derechos, sino tambiĆ©n en la alegrĆa con la que sus ciudadanos se lanzan a celebrar el DĆa del Orgullo LGTB. Los festejos del orgullo son, sin duda, una de las fiestas del verano espaƱol.
Pero, a pesar de la normalización y el impacto que tiene el Orgullo LGTB en EspaƱa, su lucha por los derechos LGTB no es un capĆtulo cerrado en la historia de la Humanidad. Con el rechazo rotundo (y la consiguiente persecución) de varios estados del este de Europa a los colectivos LGTB, las victorias a este lado de Alemania se sienten a menudo acompaƱadas de retrocesos del otro lado de la frontera germanopolaca.
AdemĆ”s de las legislaciones de Polonia y HungrĆa, en paĆses como RepĆŗblica Checa la aceptación de la homosexualidad ha caĆdo un 21%. Incluso en paĆses mucho mĆ”s abiertos, como Alemania, el mismo indicador registra una caĆda del 1% desde 2013. Y lo que es mĆ”s, la homosexualidad es todavĆa ilegal en mĆ”s de un 30% de los paĆses miembros de las Naciones Unidas. Tampoco hay que perder de vista que el reconocimiento legal de los derechos LGTB es solo una parte de la lucha. DespuĆ©s estĆ” la aceptación social.
Ante esta situación, se ha puesto de relevancia la hipocresĆa de muchas empresas multinacionales que, activistas de click y banderita arcoĆris en la foto de perfil de sus redes sociales en los mercados mĆ”s proLGTB, olvidan las siglas en cuanto aterrizan del otro lado de Europa Central. Y es que, la celebración del Orgullo por parte de muchas empresas siempre va condicionada a la consecución de beneficios económicos.
Solo en los paĆses europeos y AmĆ©rica del Norte (en CanadĆ” siempre, en EEUU depende del estado) hay de forma consistente un desempeƱo adecuado en los indicadores de derechos humanos e integración social relativos a las personas LGTB. El problema es que, incluso en estos, la reaparición de ciertos discursos de corte ultraderechista estĆ” poniendo en peligro un camino que se ha tardado dos milenios en recorrer.
Y en medio de estas dos tensiones opuestas, el eterno dilema para las redes sociales (empresas en su mayorĆa americanas, con implantación global): mantener contentos a los anunciantes que les pagan las facturas u ofrecer una libertad de expresión sin cortapisas. Porque, en este 2021, las redes sociales no solo se han convertido en una enorme maquinaria de vender al servicio de las marcas mĆ”s poderosas, sino que tambiĆ©n son el principal escaparate para miles de artistas, galerĆas de arte y otros profesionales que dependen de sus algoritmos para ser vistos.
Un ejemplo de las consecuencias prĆ”cticas de este dilema es el de la galerĆa de arte InĆ©ditad. Especializados en arte LGTB, mantienen que Ā«los artistas queer necesitan expresar la diversidad sexual, asĆ como las diferentes identidades de gĆ©nero, a travĆ©s de obras en las que, en muchas ocasiones el cuerpo, incluyendo obviamente su genitalidad, es protagonista necesario para dar visibilidad a su mensajeĀ». Y es ante esas obras, cuando aparecen las polĆticas de Instagram. Varias de sus publicaciones han sufrido la censura de la red social y han sido consideradas por la plataforma como no publicables, de acuerdo con sus criterios.
Para Luis López Almarcha, fundador de InĆ©ditad esta censura no tendrĆa sentido si el mismo dilema surgiese en alguno de los principales museos de arte. «¿QuĆ© sucederĆa si las principales pinacotecas del mundo asociaran tambiĆ©n el desnudo con la obscenidad?Ā»āse pregunta. Para Ć©l, āla prohibición del desnudo artĆstico es una coacción de nuestro actual patrimonio creativo y culturalĀ». Sobre todo, en el caso del arte queer, que precisa del retrato de la realidad fĆsica en sus diferentes cuerpos como vehĆculo de expresión.
«¿QuĆ© sucederĆa si las principales pinacotecas del mundo asociaran tambiĆ©n el desnudo con la obscenidad?Ā»
En el fondo, el debate es muy jugoso. Al fin y al cabo, las redes sociales no dejan de ser un producto de una empresa que tiene todo el derecho del mundo a elegir las polĆticas de comunidad que mejor le parezcan. De la misma forma, no estĆ” claro si lo que hacen puede considerarse censura. No es como si tuviesen la capacidad de prohibir a un artista que desarrolle la obra que le de la gana. O de impedir que cualquier galerĆa cuelgue en sus paredes lo que a su comisario le parezca mĆ”s relevante. Es mĆ”s, ĀætendrĆa una galerĆa de arte la obligación de exponer una obra sólo porque de no hacerlo se arriesgase a ser acusada de censurar?
Es una cuestión seria. Al final, ni los lĆmites de la libertad de expresión deberĆan anteponerse a la lucha por los derechos civiles ni viceversa. Es importante construir una sociedad en la que los derechos civiles de cualquier colectivo y minorĆa estĆ©n protegidos y garantizados, pero para ir en esa dirección, quizĆ” los falsos debates sobre la libertad de expresión no sean la mejor de las herramientas. Las empresas practican su particular forma de activismo en aquellos mercados en los que los consumidores lo demandan. Y cuando una empresa es global, la bĆŗsqueda del equilibrio entre culturas divergentes y diferentes perfiles de comprador genera tensiones como esta.
QuizÔ el camino a seguir sea ese, cultivar una masa de consumidores exigente y comprometida con los derechos civiles del colectivo LGTB para que las empresas entren en un mercado sabiendo que de su compromiso dependen sus ventas. Y los datos sobre las nuevas generaciones muestran que, en todos los lugares del mundo, las posturas respecto a la aceptación de la diversidad sexual mejoran. Porque la educación en respeto a la libertad de los demÔs se ejecuta a través del ejemplo. Y, porque, en el fondo, lo cierto es que pretender obligar a una empresa a que se adecúe a tus propias ideas sobre lo que es censura y lo que no lo es no es mÔs que otra forma de atacar la libertad de expresión.
Un poco hipócrita tambiĆ©n que hableis de LGBTI+ y todos los cuadros sean de hombres guapos y jóvenes? Donde quedamos las lesbianas, trans, personas de diversidad y sexualidad igual no tan āfĆ”cil de publicitarā?
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