16 de enero 2014    /   ENTRETENIMIENTO
por
 

Las banderas ajenas del fĂștbol

16 de enero 2014    /   ENTRETENIMIENTO     por          
CompĂĄrtelo twitter facebook whatsapp
thumb image

Si el fĂștbol es una guerra y los futbolistas sus solados, debes saber que gran parte de nuestro ejĂ©rcito lo forman mercenarios. Que no se ofendan, lo dice la RAE. Porque esta liga nuestra, tan española y de la que tanto presumimos, tiene muchĂ­simos extranjeros. Eso, que en realidad no tiene importancia alguna, lleva a una reflexiĂłn: si el fĂștbol triunfa por la pasiĂłn, la representaciĂłn, lo colectivo, las banderas… ÂżquĂ© defiende en realidad?

El deporte es como la guerra, ya lo hemos comentado alguna vez, una guerra que libra de otras guerras mayores y que sirve de buena muestra del poder geopolítico mundial. En esas guerras jaleamos a nuestros soldados, pintamos nuestra cara con nuestra bandera, nos enfundamos nuestros colores, gritamos y saltamos para animar a los nuestros y criticamos sin piedad al enemigo. El enemigo, el otro. Ese que a cambio de la cantidad adecuada de dinero puede convertirse en uno mås de los nuestros en apenas unas semanas, igual que aquel héroe de nuestro ejército al que encumbramos como ídolo puede acabar siendo odiado como traidor si acaba ingresando en las filas del rival.

El fĂștbol es pasiĂłn, en cierto modo irracional, diversiĂłn, evasiĂłn y representaciĂłn civilizada de un conflicto. En este circo no hay cristianos y leones, ni sacrificios humanos, ni mĂĄs violencia de la que un estricto reglamento permite. Pero inspira colectividad, representar algo: un lugar, una idea, un sentimiento. Y el fĂștbol tambiĂ©n es negocio, y uno de los grandes. Por eso a nuestro ejĂ©rcito no le importarĂĄ comprar, si puede, a una buena remesa de mercenarios de otras latitudes para que besen nuestro escudo, vistan nuestras pieles y combatan por nosotros, al menos hasta que le ofrezcan una alternativa mejor en otro lugar.

Gran parte de la realidad se puede explicar con el fĂștbol: se puede intentar explicar la polĂ­tica de forma mĂĄs sencilla, se puede estudiar la rentabilidad real de dedicarse profesionalmente a uno de los oficios mejor pagados del mundo. Y eso por no entrar en la quiebra de muchos clubes que malgastaron en bonanza y zozobran durante la crisis, del auge y caĂ­da de zonas de influencia, de inversiĂłn pĂșblica o de muchĂ­simas otras variables.

Cuando el fĂștbol dejĂł de ser lo que era

Pero sin ĂĄnimo de ser nacionalista en un mundo globalizado, el fĂștbol ha perdido su labor de representaciĂłn. Los colores que dibujan esos ejĂ©rcitos no son los colores que visten nuestros territorios. Ni tampoco los soldados que defienden nuestras banderas estuvieron ahĂ­ desde el principio.

Este pasado fin de semana se decidĂ­a quiĂ©n serĂ­a el campeĂłn de invierno de la Liga con un partido entre los dos mejores equipos del año, empatados a puntos. Pisaron el cĂ©sped 27 jugadores de AtlĂ©tico de Madrid y Barcelona, de los cuales 14 fueron españoles y 13 extranjeros. Hilando mĂĄs fino, el AtlĂ©tico de Madrid, donde llegaron a jugar 13, puso a cinco españoles en el campo, de los que dos fueron madrileños. Por su parte, el Barcelona, por quien jugaron 14, puso a nueve españoles, de los que siete fueron catalanes y, de ellos, seis de Barcelona. En nĂșmeros generales puede parecer poca cosa, pero es una estadĂ­stica que mejora casi cualquier otro choque de nuestro campeonato.

Eso sí, el duelo real, el de las marcas, no se dirimía ahí, sino a cientos de kilómetros: quienes empataron a cero fueron los capitales de Azerbayån, principal patrocinador de los locales, y Qatar Airways, línea aérea emiratí que patrocina a los visitantes. En el Calderón, ademås de casi tantos extranjeros como españoles, había muchísimos petrodólares.

Cuando en 1995 un juez decidiĂł fallar a favor de Jean-Marc Bosman abriĂł la caja de Pandora que cambiĂł el fĂștbol para siempre: se dejĂł de limitar el nĂșmero de europeos que podĂ­an jugar en los clubes continentales, abriendo la puerta a que el mercado deportivo se globalizara y se agigantaran las diferencias: los clubes mĂĄs ricos compraron a jugadores de todo el mundo, algunos de los cuales lograron oscuros pases de ciudadanĂ­a europea en virtud de algĂșn antecesor familiar, cerrando las puertas de las ligas nacionales a muchos jugadores emergentes.

Casi 20 años despuĂ©s el fĂștbol moderno es irreconocible. Ahora hay jugadores españoles en el extranjero -algo que antes no pasaba-, incluso en los mejores clubes del mundo; incluso varios en un mismo club. Aquel Liverpool de BenĂ­tez, que ahora ha repetido en pequeña escala en el NĂĄpoles, marcĂł una tendencia que ahora continĂșan con Ă©xito algunos jugadores en equipos como el Chelsea, el Bayern de MĂșnich, el Tottenham, el Swansea, el Arsenal, el Manchester United o el Manchester City, por citar solo algunos.

Pero eso, que tiene su parte buena, tiene un recambio negativo: el Ă©xodo de estrellas de nuestro fĂștbol tiene mucho que ver con el inicio de la decadencia econĂłmica española, a la vez que con el Ă©xito deportivo nacional. Y, como consecuencia, alguien tiene que llenar esos huecos, generalmente con mucha menor calidad dado el menor precio de contrataciĂłn. El fĂștbol es ahora un gigantesco negocio de compra, venta y patrocinio internacional sin lĂ­mites que, poco a poco, ha desdibujado la esencia de ‘lo nuestro’, entendiendo eso como sentimiento de pertenencia a un equipo al que se anima.

Plantillas que parecen la ONU

ÂżEjemplos? Hay varios equipos nacionales donde hay igual o mayor nĂșmero extranjeros que de españoles en la plantilla: el MĂĄlaga (17 extranjeros y 8 españoles), el Granada (14 extranjeros y 9 españoles), el Sevilla (16 extranjeros y 13 españoles), el Valencia (13 extranjeros y 10 españoles) , el Real Madrid (12 extranjeros y 11 españoles) o el Levante (14 extranjeros y 14 españoles). Seis equipos de veinte, un porcentaje nada desdeñable.

ÂżY quĂ© representan clubes con esos nĂșmeros? ÂżLa identidad del lugar? Tampoco. Equipos como el AlmerĂ­a, por ejemplo, no tienen a un solo jugador de la provincia, aunque tienen once de fuera del paĂ­s. O del ya citado Granada, que no tiene a un solo granadino en su plantilla. EstĂĄ claro que es mĂĄs fĂĄcil encontrar jugadores del lugar en provincias mucho mĂĄs pobladas, pero no solo la poblaciĂłn marca el Ă©xito de una zona en el plano futbolĂ­stico: la historia del club de referencia, las dotaciones deportivas y otras variables tambiĂ©n entrarĂ­an en juego.

Esa ‘multiculturizaciĂłn’ del fĂștbol hace que duelos clĂĄsicos de nuestro fĂștbol cobren otro tinte. Por ejemplo, sirve de claro reflejo polĂ­tico el hecho de que el Barcelona, con una plantilla de 29 jugadores, tenga 19 españoles, de los que 10 -un tercio- son de la provincia y casi todos los demĂĄs, de Cataluña en general. Por contra, el eterno rival deportivo y polĂ­tico muestra otra cara bien distinta: de los 23 jugadores del Real Madrid solo 11 son españoles, y solo cinco -casi una quinta parte- son de Madrid.

Tampoco es casual que la mayor tasa de jugadores nacionales se dĂ© en clubes vascos y navarros… porque, ademĂĄs de españoles, la enorme mayorĂ­a de sus plantillas son de Euskadi, Navarra o, en su defecto, zonas cercanas como el PaĂ­s Vasco francĂ©s y entorno, o La Rioja. AsĂ­, de los 24 jugadores del Athletic, 22 son españoles de nacimiento -dos son franceses, aunque cuentan con nacionalidad española- y diez son de Vizcaya; en la Real Sociedad hay 28 jugadores, 21 de ellos españoles y diez de GuipĂșzcoa; en Osasuna hay 26 jugadores, 21 de ellos españoles, de los que 8 son navarros. De hecho, por aquello de los cambios de bando, el Athletic cuenta con cuatro guipuzcoanos y la Real con tres vizcaĂ­nos.

El nacionalismo futbolĂ­stico no es tan intenso, aunque mucho mayor que la media, en la otra regiĂłn nacional donde existe ese tipo de debate polĂ­tico: el caso ya comentado del Barcelona, cuya plantilla es un tercio extranjera, un tercio barcelonesa y otro tercio del resto de España (casi toda catalana), se completa con el del Espanyol, que tiene 25 jugadores en plantilla, 15 de ellos españoles, nueve barceloneses. El derbi de ‘barcelonidad’ lo gana el Barça en nĂșmeros absolutos, pero el Espanyol se lo lleva por porcentaje.

Otros clĂĄsicos de nuestro fĂștbol quedan completamente deslucidos bajo estas variables del nacimiento. Por ejemplo, el Sevilla cuenta con mĂĄs extranjeros que españoles, pero al menos de los 13 españoles que tiene 7 son sevillanos… mientras que el Betis, que tiene en plantilla 16 españoles y 10 extranjeros no cuenta con un solo sevillano de nacimiento en sus filas.

Todo esto no es solo cuestiĂłn de los soldados que combaten: tambiĂ©n de los generales que dirigen desde el banquillo. AhĂ­ la mayorĂ­a son españoles: 14 por 6 forĂĄneos, pero solo cuatro son de la regiĂłn del equipo al que tienen bajo su mando. Es el caso de Osasuna, Getafe o AlmerĂ­a, ademĂĄs del paradĂłjico caso del Granada, donde no hay ningĂșn jugador de la provincia en la plantilla y el Ășnico granadino sobre el campo es el entrenador.

La clave: el dinero

En todo esto hay varias claves econĂłmicas evidentes. Volviendo a la idea inicial, el fĂștbol es para muchas cosas una buena metĂĄfora de la realidad. AsĂ­, el desembarco de capital de paĂ­ses emergentes o zonas del planeta con poderĂ­o monetario no se ha hecho esperar. Hay casos de compras de clubes a manos de millonarios ociosos, desde el Chelsea de Abramovich o el MĂĄlaga de Al Thani al Racing de Santander de Peterman, y supuestos compradores que quieren invertir como sea en equipos con enormes necesidades de capital, como el Valencia y Peter Lim.

Pero dejando de lado a los ‘dueños’ de los equipos, los mariscales que comandan a esos ejĂ©rcitos a los que jaleamos, hay otras vĂ­as de ingreso econĂłmico extranjero en nuestro fĂștbol, y ahĂ­ la mayorĂ­a forĂĄnea es abrumadora. Solo cuatro equipos, un quinto del total, visten ropa de una marca española, y ninguna es de su provincia: Getafe y Valencia visten de Joma, que es castellanomanchega; Granada lleva Luanvi, que es valenciana, y solo el Levante lleva Kelme, que es alicantina, no de su provincia pero sĂ­ de su autonomĂ­a.

En el campo de los patrocinadores, los mecenas que pagan nuestra guerra de cada fin de semana, el esquema es apenas mås alentador: ademås de dos clubes que carecen de ellos en su camiseta (Betis y Valladolid), solo ocho tienen como sponsor principal a una marca española, aunque en este caso la gran mayoría sí son de su åmbito regional. Salvo el Almería con Urcisol (murciana), el resto sacan el dinero que gastan de su entorno geogråfico: el Athletic de Bilbao con Petronor, Osasuna con Lacturale, el Elche con Gioseppo, el Getafe con Confremar, el Levante con Comunidad Valenciana, el Rayo con Nevir y el Villarreal con Pamesa.

Visto todo esto, Âżvas a dejar de enfadarte, gritar o llorar de alegrĂ­a con las derrotas o las alegrĂ­as de tu equipo aunque sepas que seguramente tiene poco que ver en su funcionamiento y gestiĂłn con tu ciudad? Seguramente no. Y precisamente por cosas como esas el fĂștbol es lo que es.

Si el fĂștbol es una guerra y los futbolistas sus solados, debes saber que gran parte de nuestro ejĂ©rcito lo forman mercenarios. Que no se ofendan, lo dice la RAE. Porque esta liga nuestra, tan española y de la que tanto presumimos, tiene muchĂ­simos extranjeros. Eso, que en realidad no tiene importancia alguna, lleva a una reflexiĂłn: si el fĂștbol triunfa por la pasiĂłn, la representaciĂłn, lo colectivo, las banderas… ÂżquĂ© defiende en realidad?

El deporte es como la guerra, ya lo hemos comentado alguna vez, una guerra que libra de otras guerras mayores y que sirve de buena muestra del poder geopolítico mundial. En esas guerras jaleamos a nuestros soldados, pintamos nuestra cara con nuestra bandera, nos enfundamos nuestros colores, gritamos y saltamos para animar a los nuestros y criticamos sin piedad al enemigo. El enemigo, el otro. Ese que a cambio de la cantidad adecuada de dinero puede convertirse en uno mås de los nuestros en apenas unas semanas, igual que aquel héroe de nuestro ejército al que encumbramos como ídolo puede acabar siendo odiado como traidor si acaba ingresando en las filas del rival.

El fĂștbol es pasiĂłn, en cierto modo irracional, diversiĂłn, evasiĂłn y representaciĂłn civilizada de un conflicto. En este circo no hay cristianos y leones, ni sacrificios humanos, ni mĂĄs violencia de la que un estricto reglamento permite. Pero inspira colectividad, representar algo: un lugar, una idea, un sentimiento. Y el fĂștbol tambiĂ©n es negocio, y uno de los grandes. Por eso a nuestro ejĂ©rcito no le importarĂĄ comprar, si puede, a una buena remesa de mercenarios de otras latitudes para que besen nuestro escudo, vistan nuestras pieles y combatan por nosotros, al menos hasta que le ofrezcan una alternativa mejor en otro lugar.

Gran parte de la realidad se puede explicar con el fĂștbol: se puede intentar explicar la polĂ­tica de forma mĂĄs sencilla, se puede estudiar la rentabilidad real de dedicarse profesionalmente a uno de los oficios mejor pagados del mundo. Y eso por no entrar en la quiebra de muchos clubes que malgastaron en bonanza y zozobran durante la crisis, del auge y caĂ­da de zonas de influencia, de inversiĂłn pĂșblica o de muchĂ­simas otras variables.

Cuando el fĂștbol dejĂł de ser lo que era

Pero sin ĂĄnimo de ser nacionalista en un mundo globalizado, el fĂștbol ha perdido su labor de representaciĂłn. Los colores que dibujan esos ejĂ©rcitos no son los colores que visten nuestros territorios. Ni tampoco los soldados que defienden nuestras banderas estuvieron ahĂ­ desde el principio.

Este pasado fin de semana se decidĂ­a quiĂ©n serĂ­a el campeĂłn de invierno de la Liga con un partido entre los dos mejores equipos del año, empatados a puntos. Pisaron el cĂ©sped 27 jugadores de AtlĂ©tico de Madrid y Barcelona, de los cuales 14 fueron españoles y 13 extranjeros. Hilando mĂĄs fino, el AtlĂ©tico de Madrid, donde llegaron a jugar 13, puso a cinco españoles en el campo, de los que dos fueron madrileños. Por su parte, el Barcelona, por quien jugaron 14, puso a nueve españoles, de los que siete fueron catalanes y, de ellos, seis de Barcelona. En nĂșmeros generales puede parecer poca cosa, pero es una estadĂ­stica que mejora casi cualquier otro choque de nuestro campeonato.

Eso sí, el duelo real, el de las marcas, no se dirimía ahí, sino a cientos de kilómetros: quienes empataron a cero fueron los capitales de Azerbayån, principal patrocinador de los locales, y Qatar Airways, línea aérea emiratí que patrocina a los visitantes. En el Calderón, ademås de casi tantos extranjeros como españoles, había muchísimos petrodólares.

Cuando en 1995 un juez decidiĂł fallar a favor de Jean-Marc Bosman abriĂł la caja de Pandora que cambiĂł el fĂștbol para siempre: se dejĂł de limitar el nĂșmero de europeos que podĂ­an jugar en los clubes continentales, abriendo la puerta a que el mercado deportivo se globalizara y se agigantaran las diferencias: los clubes mĂĄs ricos compraron a jugadores de todo el mundo, algunos de los cuales lograron oscuros pases de ciudadanĂ­a europea en virtud de algĂșn antecesor familiar, cerrando las puertas de las ligas nacionales a muchos jugadores emergentes.

Casi 20 años despuĂ©s el fĂștbol moderno es irreconocible. Ahora hay jugadores españoles en el extranjero -algo que antes no pasaba-, incluso en los mejores clubes del mundo; incluso varios en un mismo club. Aquel Liverpool de BenĂ­tez, que ahora ha repetido en pequeña escala en el NĂĄpoles, marcĂł una tendencia que ahora continĂșan con Ă©xito algunos jugadores en equipos como el Chelsea, el Bayern de MĂșnich, el Tottenham, el Swansea, el Arsenal, el Manchester United o el Manchester City, por citar solo algunos.

Pero eso, que tiene su parte buena, tiene un recambio negativo: el Ă©xodo de estrellas de nuestro fĂștbol tiene mucho que ver con el inicio de la decadencia econĂłmica española, a la vez que con el Ă©xito deportivo nacional. Y, como consecuencia, alguien tiene que llenar esos huecos, generalmente con mucha menor calidad dado el menor precio de contrataciĂłn. El fĂștbol es ahora un gigantesco negocio de compra, venta y patrocinio internacional sin lĂ­mites que, poco a poco, ha desdibujado la esencia de ‘lo nuestro’, entendiendo eso como sentimiento de pertenencia a un equipo al que se anima.

Plantillas que parecen la ONU

ÂżEjemplos? Hay varios equipos nacionales donde hay igual o mayor nĂșmero extranjeros que de españoles en la plantilla: el MĂĄlaga (17 extranjeros y 8 españoles), el Granada (14 extranjeros y 9 españoles), el Sevilla (16 extranjeros y 13 españoles), el Valencia (13 extranjeros y 10 españoles) , el Real Madrid (12 extranjeros y 11 españoles) o el Levante (14 extranjeros y 14 españoles). Seis equipos de veinte, un porcentaje nada desdeñable.

ÂżY quĂ© representan clubes con esos nĂșmeros? ÂżLa identidad del lugar? Tampoco. Equipos como el AlmerĂ­a, por ejemplo, no tienen a un solo jugador de la provincia, aunque tienen once de fuera del paĂ­s. O del ya citado Granada, que no tiene a un solo granadino en su plantilla. EstĂĄ claro que es mĂĄs fĂĄcil encontrar jugadores del lugar en provincias mucho mĂĄs pobladas, pero no solo la poblaciĂłn marca el Ă©xito de una zona en el plano futbolĂ­stico: la historia del club de referencia, las dotaciones deportivas y otras variables tambiĂ©n entrarĂ­an en juego.

Esa ‘multiculturizaciĂłn’ del fĂștbol hace que duelos clĂĄsicos de nuestro fĂștbol cobren otro tinte. Por ejemplo, sirve de claro reflejo polĂ­tico el hecho de que el Barcelona, con una plantilla de 29 jugadores, tenga 19 españoles, de los que 10 -un tercio- son de la provincia y casi todos los demĂĄs, de Cataluña en general. Por contra, el eterno rival deportivo y polĂ­tico muestra otra cara bien distinta: de los 23 jugadores del Real Madrid solo 11 son españoles, y solo cinco -casi una quinta parte- son de Madrid.

Tampoco es casual que la mayor tasa de jugadores nacionales se dĂ© en clubes vascos y navarros… porque, ademĂĄs de españoles, la enorme mayorĂ­a de sus plantillas son de Euskadi, Navarra o, en su defecto, zonas cercanas como el PaĂ­s Vasco francĂ©s y entorno, o La Rioja. AsĂ­, de los 24 jugadores del Athletic, 22 son españoles de nacimiento -dos son franceses, aunque cuentan con nacionalidad española- y diez son de Vizcaya; en la Real Sociedad hay 28 jugadores, 21 de ellos españoles y diez de GuipĂșzcoa; en Osasuna hay 26 jugadores, 21 de ellos españoles, de los que 8 son navarros. De hecho, por aquello de los cambios de bando, el Athletic cuenta con cuatro guipuzcoanos y la Real con tres vizcaĂ­nos.

El nacionalismo futbolĂ­stico no es tan intenso, aunque mucho mayor que la media, en la otra regiĂłn nacional donde existe ese tipo de debate polĂ­tico: el caso ya comentado del Barcelona, cuya plantilla es un tercio extranjera, un tercio barcelonesa y otro tercio del resto de España (casi toda catalana), se completa con el del Espanyol, que tiene 25 jugadores en plantilla, 15 de ellos españoles, nueve barceloneses. El derbi de ‘barcelonidad’ lo gana el Barça en nĂșmeros absolutos, pero el Espanyol se lo lleva por porcentaje.

Otros clĂĄsicos de nuestro fĂștbol quedan completamente deslucidos bajo estas variables del nacimiento. Por ejemplo, el Sevilla cuenta con mĂĄs extranjeros que españoles, pero al menos de los 13 españoles que tiene 7 son sevillanos… mientras que el Betis, que tiene en plantilla 16 españoles y 10 extranjeros no cuenta con un solo sevillano de nacimiento en sus filas.

Todo esto no es solo cuestiĂłn de los soldados que combaten: tambiĂ©n de los generales que dirigen desde el banquillo. AhĂ­ la mayorĂ­a son españoles: 14 por 6 forĂĄneos, pero solo cuatro son de la regiĂłn del equipo al que tienen bajo su mando. Es el caso de Osasuna, Getafe o AlmerĂ­a, ademĂĄs del paradĂłjico caso del Granada, donde no hay ningĂșn jugador de la provincia en la plantilla y el Ășnico granadino sobre el campo es el entrenador.

La clave: el dinero

En todo esto hay varias claves econĂłmicas evidentes. Volviendo a la idea inicial, el fĂștbol es para muchas cosas una buena metĂĄfora de la realidad. AsĂ­, el desembarco de capital de paĂ­ses emergentes o zonas del planeta con poderĂ­o monetario no se ha hecho esperar. Hay casos de compras de clubes a manos de millonarios ociosos, desde el Chelsea de Abramovich o el MĂĄlaga de Al Thani al Racing de Santander de Peterman, y supuestos compradores que quieren invertir como sea en equipos con enormes necesidades de capital, como el Valencia y Peter Lim.

Pero dejando de lado a los ‘dueños’ de los equipos, los mariscales que comandan a esos ejĂ©rcitos a los que jaleamos, hay otras vĂ­as de ingreso econĂłmico extranjero en nuestro fĂștbol, y ahĂ­ la mayorĂ­a forĂĄnea es abrumadora. Solo cuatro equipos, un quinto del total, visten ropa de una marca española, y ninguna es de su provincia: Getafe y Valencia visten de Joma, que es castellanomanchega; Granada lleva Luanvi, que es valenciana, y solo el Levante lleva Kelme, que es alicantina, no de su provincia pero sĂ­ de su autonomĂ­a.

En el campo de los patrocinadores, los mecenas que pagan nuestra guerra de cada fin de semana, el esquema es apenas mås alentador: ademås de dos clubes que carecen de ellos en su camiseta (Betis y Valladolid), solo ocho tienen como sponsor principal a una marca española, aunque en este caso la gran mayoría sí son de su åmbito regional. Salvo el Almería con Urcisol (murciana), el resto sacan el dinero que gastan de su entorno geogråfico: el Athletic de Bilbao con Petronor, Osasuna con Lacturale, el Elche con Gioseppo, el Getafe con Confremar, el Levante con Comunidad Valenciana, el Rayo con Nevir y el Villarreal con Pamesa.

Visto todo esto, Âżvas a dejar de enfadarte, gritar o llorar de alegrĂ­a con las derrotas o las alegrĂ­as de tu equipo aunque sepas que seguramente tiene poco que ver en su funcionamiento y gestiĂłn con tu ciudad? Seguramente no. Y precisamente por cosas como esas el fĂștbol es lo que es.

CompĂĄrtelo twitter facebook whatsapp
La poesĂ­a no es un arma, es una app de descarga gratuita
El origen de los dichos: de la Ceca a la Meca
Fotos para sacar a pasear la brecha social
Los vĂĄndalos de los cromos de baseball
 
Especiales
 
facebook twitter whatsapp
Opiniones 13
  • Por suerte, no es el caso de mi equipo. Aupa Athletic de Bilbao!

  • Pingback: Blog de Notas
  • Hombre, creo que hay que saber interpretar el contexto. En La RazĂłn utilizarĂ­an el dato para tratar de herir sensibilidades y ridiculizar el nacionalismo, no lo dudo. Pero en este caso, el autor estĂĄ haciendo un anĂĄlisis de la procedencia de los jugadores en cada club, e incluso destaca el hecho de que en regiones con un arraigado sentimiento nacionalista, la procedencia de jugadores de esa regiĂłn es mayor.

    Este tipo de susceptibilidades extremas me parecen ridĂ­culas y poco productivas, sinceramente.

  • El presidente del Almeria es de Murcia al igual que la empresa que regenta y patrocina al equipo, concretamente de Aguilas, a 5km del limite con Almeria.

  • Comentarios cerrados.