Justicieros hay de muchos tipos. Basta con echar un vistazo rĆ”pido a la lista de superhĆ©roes que puebla el imaginario del cómic. Pero Ćŗltimamente surgen otro tipo de hĆ©roes. Estos, casi totalmente anónimos, mĆ”s que a soltar mamporros al lado oscuro de la ley, se dedican a defender a una dama vapuleada llamada OrtografĆa.
Colectivos como Acción Poética o Acción OrtogrÔfica de Madrid recorren las ciudades corrigiendo patadas al diccionario. Nadie los ha visto, nadie los conoce, pero ahà estÔn, enmendando la plana a los rótulos mal escritos.
Estos, en lo que se refiere al habla hispana. Pero que no se relajen los angloparlantes porque a ellos tambiƩn les ha nacido un superhƩroe gramatical.
En las calles de Bristol (Reino Unido) se ha dejado ver un personaje misterioso que se dedica a corregir los carteles, rótulos y seƱales de trĆ”fico que se han saltado la norma inglesa de ortografĆa a la torera.
Armado con una pƩrtiga a la que ha acoplado una especie de brocha para corregir con pintura los errores que encuentra a su paso y a la que ha bautizado como The Apostrophiser, lleva recorriendo las calles de la ciudad inglesa desde hace mƔs de 13 aƱos.
Este personaje anónimo se ha especializado en corregir apóstrofos mal puestos. Donde habĆa un *gentlemens outfitters ahora luce un gentlemen’s outfitters. O donde estaba escrito un erróneo *motor’s ahora puede leerse motors.
El apóstrofo se usa en inglés para indicar posesión. Pero esto, que parece sencillo asà contado, no debe resultar tan claro para los autores de ciertos rótulos. El vigilante de la gramÔtica solo pretende con sus acciones dar un poquito de brillo a su idioma. «Soy un vigilante de la gramÔtica. Creo que realmente vale la pena luchar por eso».
La BBCĀ siguió durante una jornada de trabajo aĀ este justiciero ortogrĆ”fico y grabó su acción en vĆdeo.
Su primera acción correctora tuvo lugarĀ en 2003, cuenta en una entrevista para esa cadena. Se trataba de una seƱal municipal donde habĆan escrito *Monday’s to Friday’s sin que a nadie se le salieran los ojos de las órbitas al leerlo. Ā«TenĆa esos ridĆculos apóstrofosĀ», explicaba el vigilante gramatical, Ā«y yo los pude corregirĀ».
Luego llegaron mĆ”s rótulos. Y lo que empezó quizĆ” como una broma se acabó convirtiendo en una costumbre. AsĆ, barbaridades como *Amys Nail’s ya no ofendenĀ a la lengua de Shakespeare, quien seguramente agradezca desde el mĆ”s allĆ” la bendita corrección del Banksy de la ortografĆa.
Cuando el periodista le pregunta si no teme estar cometiendo algún tipo de delito de vandalismo al actuar contra carteles públicos, el justiciero responde: «Lo que sà es un crimen es poner mal esos apóstrofos».
En muchas puertas de establecimientos vemos el letrero : Pase usted abierto. Sin ningún signo de puntuación que separe la invitación a pasar de la información de que el negocio se encuentra abierto.
Āæ Pasaremos con las piernas separadas?, tendremos que abrirnos el abdomen o el pecho con algĆŗn cuchillo para poder entrar?
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