Hay frases que se incrustan en el cerebro y no salen. Dan vueltas y vueltas. Como una canciĂ³n del verano que suena a todas horas, incluso con la luz apagada. Y eso me ocurriĂ³ a mĂ con esta frase que me revelĂ³ una amiga porque la decĂa su padre al pedir en un bar: «El gin-tonic sin ensalada, por favor». Sublime. No se puede decir mĂ¡s con menos. No se puede describir mejor el momento, nuestro momento, el pedazo de la historia que nos ha tocado vivir. Como un gin tonic: sencillo (ginebra y tĂ³nica). Como un gin-tonic: camuflado (pepino, fresas y cardamomo). Y no se me va de la cabeza la frase.
Scarlett, Ashley, Melanie y Rhett bailan, beben, ligan y besan en una fiesta nocturna en Georgia, en 1861. La Guerra de SecesiĂ³n estĂ¡ a punto de estallar. La luz apagada no consigue disimular el brillo en los ojos del pĂºblico. Cuando termina la pelĂcula y la pantalla queda a oscuras, aplauden a rabiar. Al salir, las parejas remolonean para no ir a casa. QuizĂ¡s un refresco en el Bar GanigĂ³, en la plaza de la RevoluciĂ³n. O una mistela en el Casa Vall, en la plaza Rovira. Es 1951 y en el cine Delicias ponĂan Lo que el viento se llevĂ³. El cine Delicias se encontraba en Travessera de GrĂ cia 224, hoy es un DĂa Market. El GanigĂ³ y Casa Vall siguen vivos y coleando.
TodavĂa se conserva en la plaza del Poble RomanĂ la chimenea de esa fĂ¡brica. Una parte de la antigua fĂ¡brica textil es ahora el Mercat de l’Albaceria que fue inaugurado en el año 1892. En el centro del mercado, ahora, nos encontramos con una tienda de shushi. Se oyen rumores de que poco le queda de vida a este mercado, pronto los tenderos se desplazarĂ¡n a una carpa en el paseo de Sant Joan mientras se suceden las obras que darĂ¡n lugar a un nuevo mercado.
‘GrĂ cia no estĂ en venda’
Deambulo por las calles del barrio sin saber muy bien a dĂ³nde ir. Las idas y venidas en el tiempo y el espacio, los saltos en la historia, me han dejado algo aturdido. Un cartel atado a las farolas cruza la calle y anuncia un evento: una asociaciĂ³n de vecinos organiza el domingo una calçotada popular para recaudar fondos para la preparaciĂ³n de la fiesta mayor de agosto. Me encuentro con una barberĂa, me acuerdo de mi abuelo, pero no es el barbero de la plaza del pueblo; estos lucen barbas pobladas y diseñadas con escuadra y cartabĂ³n. Vive la experiencia de afeitarte la barba. Varios balcones soportan unas banderolas que anuncian en catalĂ¡n que el barrio de GrĂ cia no estĂ¡ en venta.
Entro. «Un gin-tonic; sin ensalada, por favor». Y escucho que sobrevuela la zona un helicĂ³ptero. Una manifestaciĂ³n en defensa de unos presos anarquistas tiene lugar a varias manzanas hacia la montaña de mi gin-tonic. Toqueteo la pantalla del smartphone. Tecleo en Twitter el hagstag #ViladeGracia. Los vecinos se quejan de que haya vuelto el pajarito, de que el sonido ensordecedor del helicĂ³ptero les fastidie la hora de la cena. «Otro gin-tonic; sin ensalada, por favor». La mañana siguiente varios escaparates de franquicias de multinacionales de la calle mayor de GrĂ cia estarĂ¡n esparcidos por el suelo. GrĂ cia no estĂ¡ en venta.
Hay frases que se incrustan en el cerebro y no salen. Dan vueltas y vueltas. Como una canciĂ³n del verano que suena a todas horas, incluso con la luz apagada. Y eso me ocurriĂ³ a mĂ con esta frase que me revelĂ³ una amiga porque la decĂa su padre al pedir en un bar: «El gin-tonic sin ensalada, por favor». Sublime. No se puede decir mĂ¡s con menos. No se puede describir mejor el momento, nuestro momento, el pedazo de la historia que nos ha tocado vivir. Como un gin tonic: sencillo (ginebra y tĂ³nica). Como un gin-tonic: camuflado (pepino, fresas y cardamomo). Y no se me va de la cabeza la frase.
Scarlett, Ashley, Melanie y Rhett bailan, beben, ligan y besan en una fiesta nocturna en Georgia, en 1861. La Guerra de SecesiĂ³n estĂ¡ a punto de estallar. La luz apagada no consigue disimular el brillo en los ojos del pĂºblico. Cuando termina la pelĂcula y la pantalla queda a oscuras, aplauden a rabiar. Al salir, las parejas remolonean para no ir a casa. QuizĂ¡s un refresco en el Bar GanigĂ³, en la plaza de la RevoluciĂ³n. O una mistela en el Casa Vall, en la plaza Rovira. Es 1951 y en el cine Delicias ponĂan Lo que el viento se llevĂ³. El cine Delicias se encontraba en Travessera de GrĂ cia 224, hoy es un DĂa Market. El GanigĂ³ y Casa Vall siguen vivos y coleando.
TodavĂa se conserva en la plaza del Poble RomanĂ la chimenea de esa fĂ¡brica. Una parte de la antigua fĂ¡brica textil es ahora el Mercat de l’Albaceria que fue inaugurado en el año 1892. En el centro del mercado, ahora, nos encontramos con una tienda de shushi. Se oyen rumores de que poco le queda de vida a este mercado, pronto los tenderos se desplazarĂ¡n a una carpa en el paseo de Sant Joan mientras se suceden las obras que darĂ¡n lugar a un nuevo mercado.
‘GrĂ cia no estĂ en venda’
Deambulo por las calles del barrio sin saber muy bien a dĂ³nde ir. Las idas y venidas en el tiempo y el espacio, los saltos en la historia, me han dejado algo aturdido. Un cartel atado a las farolas cruza la calle y anuncia un evento: una asociaciĂ³n de vecinos organiza el domingo una calçotada popular para recaudar fondos para la preparaciĂ³n de la fiesta mayor de agosto. Me encuentro con una barberĂa, me acuerdo de mi abuelo, pero no es el barbero de la plaza del pueblo; estos lucen barbas pobladas y diseñadas con escuadra y cartabĂ³n. Vive la experiencia de afeitarte la barba. Varios balcones soportan unas banderolas que anuncian en catalĂ¡n que el barrio de GrĂ cia no estĂ¡ en venta.
Entro. «Un gin-tonic; sin ensalada, por favor». Y escucho que sobrevuela la zona un helicĂ³ptero. Una manifestaciĂ³n en defensa de unos presos anarquistas tiene lugar a varias manzanas hacia la montaña de mi gin-tonic. Toqueteo la pantalla del smartphone. Tecleo en Twitter el hagstag #ViladeGracia. Los vecinos se quejan de que haya vuelto el pajarito, de que el sonido ensordecedor del helicĂ³ptero les fastidie la hora de la cena. «Otro gin-tonic; sin ensalada, por favor». La mañana siguiente varios escaparates de franquicias de multinacionales de la calle mayor de GrĂ cia estarĂ¡n esparcidos por el suelo. GrĂ cia no estĂ¡ en venta.