
El progreso es un poema que a veces se quiebra en favor del dinero y nos hace perder el
hilo conductor de nuestra idea de felicidad. Un día viajamos a una estación llamada
Consumo y al llegar nos dimos cuenta… que Felicity no estaba esperándonos en el
andén.
“Los consumidores han descubierto que el consumo no da la felicidad y han comenzado
a repensar sus estilos de vida, dando valor a las cosas que verdaderamente hacen felices
a las personas, como las relaciones humanas o el disfrute del tiempo”. Lo dice Ezio Manzini, arquitecto, ingeniero, profesor en el Politecnico di Milán y uno de los pensadores más destacados del entorno del Design Thinking.
En un artículo publicado por la Parsons School de Nueva York, Manzini habla del diseño
como herramienta que favorece la innovación social y la sostenibilidad, donde “sólo
promoviendo nuevos modelos económicos, de producción y de bienestar seremos
capaces de escapar de esta crisis mundial”.
Manzini es, junto a otras voces preclaras como la de Tim Brown (IDEO) la unión que
busca hacer fuerza en torno a un nuevo concepto de felicidad, donde la información
genera conocimiento, el flujo de comunicación genera redes, los servicios se transforman
en relaciones, y el valor se genera consumiendo mejor… en lugar de consumiendo más.
La punta de este iceberg que busca repensar nuestra idea de felicidad e incorporar
nuevos parámetros de medición al concepto de progreso cuenta con bonitas muestras
como éstas:
The Happy Film, un documental que se estrenará este 2012. El diseñador Stefan
Sagmeister explora las posibilidades que el ser humano tiene para entrenar su capacidad
de felicidad y descubrir de una vez por todas “si es posible para una persona tener un
impacto real en su propia felicidad”.
Miserias y esplendores del trabajo es el nombre del último libro de Alain de
Botton, un viaje por la vida de distintas profesiones sin aparente relevancia: fabricantes de
galletas, auditores, expertos en logística, emprendedores y hasta un pintor llamado Taylor.
El libro pone de relieve que ganar dinero a costa del tiempo o la pérdida de calidad de
vida ha dejado de ser la máxima prioridad para cada vez más personas.
Draw Happy es un experimento liderado por Catherina Young donde personas del
mundo entero cuentan (pintando) qué le hace feliz. En su primer año de vida, Young ha
diseñado una nueva versión de la Pirámide de Maslow donde el amor y el sentido de
pertenencia son lo que por ahora más feliz hace a las personas que han participado en el
proyecto.

“No es imposible”, afirma Manzini. “Y no empezamos de cero. De hecho, durante las
últimas décadas toda una serie de actores sociales -incluyendo instituciones, empresas,
organizaciones no gubernamentales y, sobre todo, individuos comprometidos en diferentes
asociaciones- nos han demostrado que son capaces de actuar”.
Podría ser un buen deseo para este 2012: fabricar algo más de felicidad propia y ajena…
sin necesidad de mudarnos a Buthan. Me apunto. ¿Te apuntas?
Me encanta el proyecto de Draw Happy: es de esas cosas que conforme las haces, se te va poniendo una sonrisa.
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