Es habitual definir al Berghain, en la antigua parte este de BerlÃn, como el lugar más sagrado de la música electrónica. Allà acuden los tecnoturistas, esos a los que les encanta la capital de Alemania sólo por sus beats, los que aguantan la interminable cola y el escrutinio de su mÃtico portero, capaz de dejar fuera del templo a gente que lleva horas esperando pacientemente su turno soportando un más que probable frÃo. Para aquellos que crean que lo que se cuece dentro del famoso club no es solamente pura diversión sino una experiencia cultural que nadie deberÃa perderse, los jueces alemanes le acaban de dar la razón en forma de reducción fiscal.
Desde sus inicios, primero como un club gay llamado Osgut y desde 2004 ya con su nombre y pista más grande abierta, los beneficios de Berghain tributaban a un 7%, el mismo porcentaje que los conciertos, museos, teatros y demás expresiones culturales a las que puedes ir con tus padres. Pero en 2008, el concejal de Finanzas de la ciudad de BerlÃn decidió que los clubs nocturnos debÃan ser considerados como «eventos de entretenimiento» y le subió el porcentaje al 19%, pidiendo de paso que se aplicase con carácter retroactivo y que la meca del tecno pagase los millones que debÃa en función de lo que se habÃan dejado sus feligreses en el precio de la entrada a lo largo de los años.
Según la apelación del club, los melómanos pueden sentir lo mismo con una sintonÃa de Gustav Mahler que con una sesión de un DJ, y presentaban el texto de un periodista de Der Spiegel, autor además del libro de Lost and Sound: Techno, Berlin and the Easyjetset, que aseguraba que la mayorÃa de los que acuden al Berghain lo hacen por su música y, por lo tanto, un pinchadiscos puede compararse con un director de orquesta.
Es necesario aclarar que esta decisión no sienta precedente. La consideración de Berghaim como alta cultura es sólo para este club. En 2014, el mismo juez, en la misma corte, negó una demanda similar del club Cookies. Llevaba abierto desde 1994. Hoy, en su lugar, hay un restaurante que se llama Crackers. Por las noches, a veces, hacen cenas con DJ Sets. Pero no es lo mismo.
Es habitual definir al Berghain, en la antigua parte este de BerlÃn, como el lugar más sagrado de la música electrónica. Allà acuden los tecnoturistas, esos a los que les encanta la capital de Alemania sólo por sus beats, los que aguantan la interminable cola y el escrutinio de su mÃtico portero, capaz de dejar fuera del templo a gente que lleva horas esperando pacientemente su turno soportando un más que probable frÃo. Para aquellos que crean que lo que se cuece dentro del famoso club no es solamente pura diversión sino una experiencia cultural que nadie deberÃa perderse, los jueces alemanes le acaban de dar la razón en forma de reducción fiscal.
Desde sus inicios, primero como un club gay llamado Osgut y desde 2004 ya con su nombre y pista más grande abierta, los beneficios de Berghain tributaban a un 7%, el mismo porcentaje que los conciertos, museos, teatros y demás expresiones culturales a las que puedes ir con tus padres. Pero en 2008, el concejal de Finanzas de la ciudad de BerlÃn decidió que los clubs nocturnos debÃan ser considerados como «eventos de entretenimiento» y le subió el porcentaje al 19%, pidiendo de paso que se aplicase con carácter retroactivo y que la meca del tecno pagase los millones que debÃa en función de lo que se habÃan dejado sus feligreses en el precio de la entrada a lo largo de los años.
Según la apelación del club, los melómanos pueden sentir lo mismo con una sintonÃa de Gustav Mahler que con una sesión de un DJ, y presentaban el texto de un periodista de Der Spiegel, autor además del libro de Lost and Sound: Techno, Berlin and the Easyjetset, que aseguraba que la mayorÃa de los que acuden al Berghain lo hacen por su música y, por lo tanto, un pinchadiscos puede compararse con un director de orquesta.
Es necesario aclarar que esta decisión no sienta precedente. La consideración de Berghaim como alta cultura es sólo para este club. En 2014, el mismo juez, en la misma corte, negó una demanda similar del club Cookies. Llevaba abierto desde 1994. Hoy, en su lugar, hay un restaurante que se llama Crackers. Por las noches, a veces, hacen cenas con DJ Sets. Pero no es lo mismo.