En busca y captura de un trabajo en BerlĂn

¡Yorokobu gratis en formato digital!
Acabo de llegar a BerlĂn y como muchos otros jĂłvenes españoles no vengo de paseo, vengo para quedarme. Tengo un grado universitario con algo más de un año de antigĂĽedad y aunque todavĂa no he recibido el diploma fĂsico (falta la firma del monarca), siento que se está desgastando. Cada dĂa que pasa se humedece un poco y presiento que tras dos contratos de prácticas, de los que he salido bastante decepcionado, puede que termine en papel mojado.
BerlĂn me recibe con una lluvia fina, una especie de calabobos que cae con constancia teutona. El aeropuerto tiene un acrĂłnimo un tanto extraño, TXL. Me pregunto un segundo por quĂ© pero al rato me olvido. Mi enlace es un amigo que vive en Warschauer StraĂźe. Yo lo pronuncio algo asĂ como Uarchauer estrabe. De camino a su casa no paro de leer letreros en voz alta, conglomerados de caracteres indescifrables que me fascinan. Deutsche Telekom. Currywurst. MöckernbrĂĽcke. Las paradas del metro son las mejores. Kottbusser. Polizeistation. Servicekraft Gesucht.
En España está complicado encontrar trabajo. El ratio de desempleo juvenil de las personas con edades entre 25 y 29 años (yo tengo 26) oscilĂł en 2013 alrededor del 30%. O eso dice Eurostat. TambiĂ©n dice que ese ratio fue del 11,9% en la UniĂłn Europea y de solo un 5,6% en Alemania. Quizás por eso me haya venido. Pero Âżen quĂ© condiciones trabajan los jĂłvenes afortunados que sĂ encuentran? Pues Eurostat no me lo ha sabido decir pero teniendo en cuenta que España es el paĂs de la UE con un porcentaje mayor de trabajadores con un contrato temporal, la precariedad laboral dentro de mi franja de edad debe ser muy alta. En mi caso lo fue. Para mi sorpresa, estoy a punto de darme cuenta de que la desregulaciĂłn del mercado laboral no es un asunto exclusivamente español.
AquĂ en BerlĂn la palabra de moda entre los jĂłvenes como yo es minijob, un tipo de contrato de 15 horas semanales con un salario máximo de 450 euros. Supuestamente incentiva la contrataciĂłn e introduce en el sistema social a personas que normalmente trabajan en ‘negro’. Cuantitativamente hablando es el responsable de que la tasa de desempleo juvenil alemán sea tan baja. Cualitativamente hablando empuja a jĂłvenes e inmigrantes a entrar en una espiral de trabajo precario. El minijob ahorra al empleador muchas cotizaciones obligatorias, le facilita el despido y exime al empleado de pagar impuestos entre otras cosas. Hasta que aprenda alemán, este es el tipo de trabajo al que voy a aplicar.
Lo primero que hago como buen buscador sagaz es rastrear los portales de empleo online. Me llega un recuerdo fugaz de aquel verano en Londres cuando currĂ© varias semanas de repartidor de flyers en Victoria Station y luego en un fast food. El Gumtree. El Craigslist. Ah, la precariedad se edulcora en la anĂ©cdota. ÂżTe acuerdas de aquellas literas en la pensiĂłn de Croydon? Pero esto es BerlĂn y aquĂ se mira el Jobbörse que está completamente en alemán. De hecho existe una pestaña en la parte superior para cambiar el idioma a español pero la descripciĂłn del trabajo no cambia. Arggg, ÂżquĂ© pone aquĂ? ÂżY aquĂ? ÂżY aquĂ? Me siento completamente perdido mientras mi amigo me traduce todo en su alemán B1 con mucha paciencia y me presta su mĂłvil para llamar. La oferta es para limpiar unas oficinas de 6 am a 9 am todos los dĂas. Me imagino con un mono azul y una gorrita empujando un carrito y silbando lo que escucho en el MP3. Pero no va a pasar porque la persona al otro lado del telĂ©fono me dice en un inglĂ©s seco que necesito hablar alemán. Llamo a otra oferta donde me contestan en alemán y me cuelgan. Tras otras tres intentonas desisto.
Mi amigo me anima a que busque en bares y restaurantes españoles de tapas, muy de moda en BerlĂn. Al parecer son el clavo ardiendo al que se agarran todos los compatriotas jĂłvenes que andan pez con el idioma. Buceo en el google maps y localizo varios de ellos. Mañana irĂ© a echar currĂculos como un loco. Además he contactado con Teresa, una chica de 30 años que lleva tres viviendo aquĂ. Me explica que para encontrar trabajo es necesario obtener el Anmeldung o empadronamiento. Ella se vuelve ahora a España muy decepcionada y cansada de encadenar minijobs precarios y mal remunerados. Ha trabajado en varios restaurantes como en un mexicano por 5 euros la hora o en un bar por 7 €/h. TambiĂ©n ha recibido el Hartz IV, una ayuda destinada a personas que no llegan a un salario mĂnimo para poder sobrevivir. Pero ya no la percibe, otros españoles tampoco, porque el gobierno no quiere fomentar el llamado ‘turismo social’.
Mi jornada de tapas job hunting comienza cerca de la parada de metro de Schlesisches Tor. AllĂ hay un restaurante español pero cuando pregunto me dicen que no están buscando a nadie. Además muestran mucho interĂ©s en mi nivel de alemán a lo que contesto que sĂ, que sĂ© bastante, mientras me pongo colorado. El lugar es de por sĂ pequeño y se me hace más pequeño todavĂa. Cuando salgo a la calle, el aire frĂo me espabila. No creo que surja nada de aquĂ pero bien podrĂa haber sido Ignacio B., un gijonĂ©s de 24 años que llegĂł a BerlĂn hace seis meses en busca de un buen trabajo y que estuvo en este sitio de prueba un mes sin contrato. Tras estudiar IngenierĂa elĂ©ctrica, la tĂ©cnica, se vino a Alemania con un nivel A1 de alemán. Ahora su intenciĂłn es seguir estudiando el idioma hasta lograr un nivel B2 y asĂ optar a un puesto acorde con su formaciĂłn. Mientras tanto surfea el mundo de los minijobs para sobrevivir. Ahora mismo trabaja en un vietnamita de repartidor a domicilio con un coche. Cobra tan solo 5 €/h pero le merece la pena por las propinas. Además su empleador le paga a medias el techniker krankenkasse o seguro mĂ©dico obligatorio, cosa que no hacen todos. Le pregunto si le da para vivir con eso.
«SĂ porque a ver, yo legalmente cobro 450 euros de mi contrato de minijob pero luego trabajo como si tuviera una jornada completa y me lo pagan en negro. Normalmente hago más de 1000 euros. […] Es lo que hay aquĂ. Al menos hasta que consiga aprender mejor el alemán».
Mi segundo lugar de bĂşsqueda de empleo-tapeo me lleva a la zona de Prenzlauer Berg. Voy en busca de un local en concreto pero por el camino me encuentro con otro. El centro de BerlĂn está colonizado por estos bares y restaurantes. En este caso además hay un cartel en el cristal de la puerta que reza Servicekraft Gesucht! AsĂ, con una exclamaciĂłn. Entro decidido con mi taco de currĂculos en la mano. Enseguida llega la primera pregunta. ÂżHablas alemán? Una camarera con acento latino me lo pregunta pero yo le digo que no, que hablo inglĂ©s. Ella le traduce al alemán mi respuesta al que parece ser el encargado. Con algo de pena la chica me dice que es imprescindible que hable alemán. AllĂ es el idioma con el que se comunican.
En el siguiente bar de tapas al que voy unos bloques más al norte no parece haber ese problema. De su fachada cuelga una colorida bandera española que aporta un poco de alegrĂa al dĂa nublado que llevo. En la barra atiende Eduardo, un chico de Barcelona que trabajaba de encofrador en la construcciĂłn. Hace dos años decidiĂł emigrar a Bremen y luego llegĂł a BerlĂn. TodavĂa no ha aprendido bien el idioma aunque se defiende.
Actualmente desempeña 3 minijobs: uno de monitor, otro en un gimnasio y otro en el bar de tapas español. «Trabajar en BerlĂn está complicado pero esto es como todo. A mi me llega aquĂ gente buscando trabajo que ni siquiera lleva el currĂculum encima. TĂo, si quieres de verdad encontrar trabajo te levantas a las 8 de la mañana todos los dĂas, te imprimes 100 currĂculums –te gastas la pasta, es una inversiĂłn– y te recorres la ciudad repartiĂ©ndolos. […] Yo estoy aquĂ bien, tengo tres minijobs. Estoy esperando a que pase la crisis en España para volverme, pero mientras tanto, aquĂ me puedo ganar la vida».

En el mismo restaurante trabaja Ignacio G., un chileno de 30 años con una historia increĂble. He quedado con Ă©l en Alexanderplatz para hablar. Ignacio se dedicaba a la interpretaciĂłn en su paĂs con cierto Ă©xito. Desde que saliĂł de la universidad no parĂł de trabajar en una cosa o en la otra, segĂşn dice.
«Incluso me fui a Europa en una ocasiĂłn con mi compañĂa de teatro. Pero me enamorĂ© de una alemana y me vine para acá. Primero estuvimos viviendo en Italia y desde hace 8 meses en BerlĂn». Ignacio vive con su novia y trabaja como barman, pese a que no bebe alcohol.
«Cuando viajas te adaptas y sales de tu zona de confort. Acabas trabajando de cosas en las que nunca pensaste».
Le pregunto por el idioma dado que ha sido mi mayor obstáculo por el momento. «El alemán es complicado. Yo cuando lleguĂ© me dije ‘nunca lo voy a aprender’. ¡Nunca!», sonrĂe. «Pero bueno luego todo es esforzarse. Al mes de llegar conseguĂ trabajo en el restaurante y me apuntĂ© al curso de alemán A1. Ahora cobro 7 €/h con un contrato de minijob, pero sabes, luego hago más horas y me las pagan por detrás. […] La clave es esforzarse, motivarse, moverse… yo estoy contento acá, quizás porque considero que la ciudad me ha tratado bien. Ahora mi objetivo es aprender alemán para trabajar aquĂ como actor».

Mi bĂşsqueda ha llegado a su fin. El idioma ha sido lĂłgicamente mi mayor barrera, sin embargo he conocido a otros jĂłvenes como Eduardo o Ignacio G. que sin hablar nada de alemán lograron salir adelante, especialmente gracias a los restaurantes de tapas. Otros como Ignacio B. tambiĂ©n están en ello. Pero, Âżen quĂ© condiciones? Desde luego con trabajos muy precarios que a la larga pueden desalentar a cualquiera, como le ocurriĂł a Teresa. Durante estos dĂas, yo podrĂa haber sido uno de ellos pero mi realidad ha sido otra. Mi realidad es otra: por unos dĂas me he metido en la piel de un joven español en busca y captura de trabajo en BerlĂn.
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Acabo de llegar a BerlĂn y como muchos otros jĂłvenes españoles no vengo de paseo, vengo para quedarme. Tengo un grado universitario con algo más de un año de antigĂĽedad y aunque todavĂa no he recibido el diploma fĂsico (falta la firma del monarca), siento que se está desgastando. Cada dĂa que pasa se humedece un poco y presiento que tras dos contratos de prácticas, de los que he salido bastante decepcionado, puede que termine en papel mojado.
BerlĂn me recibe con una lluvia fina, una especie de calabobos que cae con constancia teutona. El aeropuerto tiene un acrĂłnimo un tanto extraño, TXL. Me pregunto un segundo por quĂ© pero al rato me olvido. Mi enlace es un amigo que vive en Warschauer StraĂźe. Yo lo pronuncio algo asĂ como Uarchauer estrabe. De camino a su casa no paro de leer letreros en voz alta, conglomerados de caracteres indescifrables que me fascinan. Deutsche Telekom. Currywurst. MöckernbrĂĽcke. Las paradas del metro son las mejores. Kottbusser. Polizeistation. Servicekraft Gesucht.
En España está complicado encontrar trabajo. El ratio de desempleo juvenil de las personas con edades entre 25 y 29 años (yo tengo 26) oscilĂł en 2013 alrededor del 30%. O eso dice Eurostat. TambiĂ©n dice que ese ratio fue del 11,9% en la UniĂłn Europea y de solo un 5,6% en Alemania. Quizás por eso me haya venido. Pero Âżen quĂ© condiciones trabajan los jĂłvenes afortunados que sĂ encuentran? Pues Eurostat no me lo ha sabido decir pero teniendo en cuenta que España es el paĂs de la UE con un porcentaje mayor de trabajadores con un contrato temporal, la precariedad laboral dentro de mi franja de edad debe ser muy alta. En mi caso lo fue. Para mi sorpresa, estoy a punto de darme cuenta de que la desregulaciĂłn del mercado laboral no es un asunto exclusivamente español.
AquĂ en BerlĂn la palabra de moda entre los jĂłvenes como yo es minijob, un tipo de contrato de 15 horas semanales con un salario máximo de 450 euros. Supuestamente incentiva la contrataciĂłn e introduce en el sistema social a personas que normalmente trabajan en ‘negro’. Cuantitativamente hablando es el responsable de que la tasa de desempleo juvenil alemán sea tan baja. Cualitativamente hablando empuja a jĂłvenes e inmigrantes a entrar en una espiral de trabajo precario. El minijob ahorra al empleador muchas cotizaciones obligatorias, le facilita el despido y exime al empleado de pagar impuestos entre otras cosas. Hasta que aprenda alemán, este es el tipo de trabajo al que voy a aplicar.
Lo primero que hago como buen buscador sagaz es rastrear los portales de empleo online. Me llega un recuerdo fugaz de aquel verano en Londres cuando currĂ© varias semanas de repartidor de flyers en Victoria Station y luego en un fast food. El Gumtree. El Craigslist. Ah, la precariedad se edulcora en la anĂ©cdota. ÂżTe acuerdas de aquellas literas en la pensiĂłn de Croydon? Pero esto es BerlĂn y aquĂ se mira el Jobbörse que está completamente en alemán. De hecho existe una pestaña en la parte superior para cambiar el idioma a español pero la descripciĂłn del trabajo no cambia. Arggg, ÂżquĂ© pone aquĂ? ÂżY aquĂ? ÂżY aquĂ? Me siento completamente perdido mientras mi amigo me traduce todo en su alemán B1 con mucha paciencia y me presta su mĂłvil para llamar. La oferta es para limpiar unas oficinas de 6 am a 9 am todos los dĂas. Me imagino con un mono azul y una gorrita empujando un carrito y silbando lo que escucho en el MP3. Pero no va a pasar porque la persona al otro lado del telĂ©fono me dice en un inglĂ©s seco que necesito hablar alemán. Llamo a otra oferta donde me contestan en alemán y me cuelgan. Tras otras tres intentonas desisto.
Mi amigo me anima a que busque en bares y restaurantes españoles de tapas, muy de moda en BerlĂn. Al parecer son el clavo ardiendo al que se agarran todos los compatriotas jĂłvenes que andan pez con el idioma. Buceo en el google maps y localizo varios de ellos. Mañana irĂ© a echar currĂculos como un loco. Además he contactado con Teresa, una chica de 30 años que lleva tres viviendo aquĂ. Me explica que para encontrar trabajo es necesario obtener el Anmeldung o empadronamiento. Ella se vuelve ahora a España muy decepcionada y cansada de encadenar minijobs precarios y mal remunerados. Ha trabajado en varios restaurantes como en un mexicano por 5 euros la hora o en un bar por 7 €/h. TambiĂ©n ha recibido el Hartz IV, una ayuda destinada a personas que no llegan a un salario mĂnimo para poder sobrevivir. Pero ya no la percibe, otros españoles tampoco, porque el gobierno no quiere fomentar el llamado ‘turismo social’.
Mi jornada de tapas job hunting comienza cerca de la parada de metro de Schlesisches Tor. AllĂ hay un restaurante español pero cuando pregunto me dicen que no están buscando a nadie. Además muestran mucho interĂ©s en mi nivel de alemán a lo que contesto que sĂ, que sĂ© bastante, mientras me pongo colorado. El lugar es de por sĂ pequeño y se me hace más pequeño todavĂa. Cuando salgo a la calle, el aire frĂo me espabila. No creo que surja nada de aquĂ pero bien podrĂa haber sido Ignacio B., un gijonĂ©s de 24 años que llegĂł a BerlĂn hace seis meses en busca de un buen trabajo y que estuvo en este sitio de prueba un mes sin contrato. Tras estudiar IngenierĂa elĂ©ctrica, la tĂ©cnica, se vino a Alemania con un nivel A1 de alemán. Ahora su intenciĂłn es seguir estudiando el idioma hasta lograr un nivel B2 y asĂ optar a un puesto acorde con su formaciĂłn. Mientras tanto surfea el mundo de los minijobs para sobrevivir. Ahora mismo trabaja en un vietnamita de repartidor a domicilio con un coche. Cobra tan solo 5 €/h pero le merece la pena por las propinas. Además su empleador le paga a medias el techniker krankenkasse o seguro mĂ©dico obligatorio, cosa que no hacen todos. Le pregunto si le da para vivir con eso.
«SĂ porque a ver, yo legalmente cobro 450 euros de mi contrato de minijob pero luego trabajo como si tuviera una jornada completa y me lo pagan en negro. Normalmente hago más de 1000 euros. […] Es lo que hay aquĂ. Al menos hasta que consiga aprender mejor el alemán».
Mi segundo lugar de bĂşsqueda de empleo-tapeo me lleva a la zona de Prenzlauer Berg. Voy en busca de un local en concreto pero por el camino me encuentro con otro. El centro de BerlĂn está colonizado por estos bares y restaurantes. En este caso además hay un cartel en el cristal de la puerta que reza Servicekraft Gesucht! AsĂ, con una exclamaciĂłn. Entro decidido con mi taco de currĂculos en la mano. Enseguida llega la primera pregunta. ÂżHablas alemán? Una camarera con acento latino me lo pregunta pero yo le digo que no, que hablo inglĂ©s. Ella le traduce al alemán mi respuesta al que parece ser el encargado. Con algo de pena la chica me dice que es imprescindible que hable alemán. AllĂ es el idioma con el que se comunican.
En el siguiente bar de tapas al que voy unos bloques más al norte no parece haber ese problema. De su fachada cuelga una colorida bandera española que aporta un poco de alegrĂa al dĂa nublado que llevo. En la barra atiende Eduardo, un chico de Barcelona que trabajaba de encofrador en la construcciĂłn. Hace dos años decidiĂł emigrar a Bremen y luego llegĂł a BerlĂn. TodavĂa no ha aprendido bien el idioma aunque se defiende.
Actualmente desempeña 3 minijobs: uno de monitor, otro en un gimnasio y otro en el bar de tapas español. «Trabajar en BerlĂn está complicado pero esto es como todo. A mi me llega aquĂ gente buscando trabajo que ni siquiera lleva el currĂculum encima. TĂo, si quieres de verdad encontrar trabajo te levantas a las 8 de la mañana todos los dĂas, te imprimes 100 currĂculums –te gastas la pasta, es una inversiĂłn– y te recorres la ciudad repartiĂ©ndolos. […] Yo estoy aquĂ bien, tengo tres minijobs. Estoy esperando a que pase la crisis en España para volverme, pero mientras tanto, aquĂ me puedo ganar la vida».

En el mismo restaurante trabaja Ignacio G., un chileno de 30 años con una historia increĂble. He quedado con Ă©l en Alexanderplatz para hablar. Ignacio se dedicaba a la interpretaciĂłn en su paĂs con cierto Ă©xito. Desde que saliĂł de la universidad no parĂł de trabajar en una cosa o en la otra, segĂşn dice.
«Incluso me fui a Europa en una ocasiĂłn con mi compañĂa de teatro. Pero me enamorĂ© de una alemana y me vine para acá. Primero estuvimos viviendo en Italia y desde hace 8 meses en BerlĂn». Ignacio vive con su novia y trabaja como barman, pese a que no bebe alcohol.
«Cuando viajas te adaptas y sales de tu zona de confort. Acabas trabajando de cosas en las que nunca pensaste».
Le pregunto por el idioma dado que ha sido mi mayor obstáculo por el momento. «El alemán es complicado. Yo cuando lleguĂ© me dije ‘nunca lo voy a aprender’. ¡Nunca!», sonrĂe. «Pero bueno luego todo es esforzarse. Al mes de llegar conseguĂ trabajo en el restaurante y me apuntĂ© al curso de alemán A1. Ahora cobro 7 €/h con un contrato de minijob, pero sabes, luego hago más horas y me las pagan por detrás. […] La clave es esforzarse, motivarse, moverse… yo estoy contento acá, quizás porque considero que la ciudad me ha tratado bien. Ahora mi objetivo es aprender alemán para trabajar aquĂ como actor».

Mi bĂşsqueda ha llegado a su fin. El idioma ha sido lĂłgicamente mi mayor barrera, sin embargo he conocido a otros jĂłvenes como Eduardo o Ignacio G. que sin hablar nada de alemán lograron salir adelante, especialmente gracias a los restaurantes de tapas. Otros como Ignacio B. tambiĂ©n están en ello. Pero, Âżen quĂ© condiciones? Desde luego con trabajos muy precarios que a la larga pueden desalentar a cualquiera, como le ocurriĂł a Teresa. Durante estos dĂas, yo podrĂa haber sido uno de ellos pero mi realidad ha sido otra. Mi realidad es otra: por unos dĂas me he metido en la piel de un joven español en busca y captura de trabajo en BerlĂn.
paro en Madrid: 17%. Paro en BerlĂn: 13% (y creciendo)
Creo que el problema no es el pais al que has ido, sino como lo has hecho. Sin el idioma local, tu experiencia siempre sera muy dura y dependeras mucho mas de la suerte que otras cosas. Lo siento pero el problema es tuyo.
Hola KTimporta. Estoy completamente de acuerdo, el idioma es un factor vital a la hora de emigrar a otro paĂs. Sin embargo, muchos españoles sĂ que aterrizan en BerlĂn sin saber alemán o con un nivel muy bajo. Aprovecho para aclarar, viendo otros comentarios en las redes sociales, que mi intenciĂłn no era encontrar trabajo, sĂ buscarlo y experimentar lo más fielmente posible, la situaciĂłn de un hipotĂ©tico emigrante joven español y enriquecer esa experiencia con el testimonio de otros, que a pesar de no hablar alemán, sĂ consiguieron establecerse. Un abrazo.
Que alguien le explique a Eduardo que la crisis no se va a acabar. Estaremos mejor, pero jamás como antes.
Se pronunciarĂa más bien como “uarchauer estraSe”. La Ăź no es una B, es una doble S.
El desempleo juvenil en Alemania andará por el 5,6%, sĂ, pero BerlĂn es un caso bastante especial y hasta hace poco (desconozco si sigue siendo asĂ) el paro superaba el 20%. BerlĂn es la capital más pobre de Europa (por eso es precisamente una de las más baratas donde vivir), a pesar de todos los esfuerzos del gobierno alemán por “reactivarla” econĂłmicamente trasladando allĂ a todo el aparato del estado.
Sin hablar el idioma, resulta francamente jodido encontrar trabajo, incluso en el guardarropa de una discoteca. Te deseo suerte en cualquier caso.
(En 2004 yo vivĂa allĂ sin demasiadas estrecheces por 500 €/mes. Ahora que se ha puesto tan de moda los precios han subido bastante, calculo que se necesitarán unos 750 para subsistir)
Hola Alex, me gustarĂa que ahora hicieras el experimento a la inversa: buscar trabajo de lo que sea en bares de tapas en España, restaurantes, cafeterĂas, chiringuitos o cualquier cosa relacionada con restauraciĂłn. Además de limpiador de oficinas. Lo digo en serio, me gustarĂa saber lo que sale.
si sabe ingles, consigue trabajo fijo y gana bastante
NĂłtese que todo es sombrio en la crĂłnica hasta que entra un chileno en la historia. El optimismo con que los latinos ven la vida lo tienen muy pocos.
Lo que me llama la atenciĂłn a mi, como argentino, es ver que luego de que todo el mundo vio lo que ocurriĂł con mi paĂs, por haber aplicado las mismas medidas descritas en el artĂculo, ahora muchos repitieron el mismo camino. Pero encima repiten tambiĂ©n las recetas de soluciones prefabricadas que ya se ha visto tan sĂłlo generan empeorar lo que ya está muy mal, es decir la condiciĂłn de vida de la gente de a pie, de la gran mayorĂa.
FlexibilizaciĂłn laboral es una de las frases más recordadas de los 90 en este paĂs. AsĂ nos fue: pobreza masiva, estafas siderales de la banca y complices con la deuda externa y el estallido por hambre en 2001.
El problema es que quien aplica estas medidas lo hace para un sector de la poblacion, y a ese sector si que les funciona, al resto no
;D
Hola Alejandro! Me he sentido muy identificada con tu post. Llegue a BerlĂn hace justo un mes y me encuentro en la bĂşsqueda desesperada de minijobs. Me pregunto si aĂşn sigues por estos lares berlineses y si te apetecerĂa tomar un cafĂ©. (AĂşn no he conocido a nadie aquĂ con quien me apetezca realmente pasar un rato tomando algo y lo cierto es que me apetece, sobretodo poder hablar con alguien en español. Y puedes llamarme loca, pero bueno, eso, contesta cuando puedas!
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