Boris Cyrulnik: el padre de la resiliencia ha acuñado un nuevo tĂ©rmino, la psicoecologĂa
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Es complicado contar quién es Boris Cyrulnik sin contar qué le pasó de niño. A fin de cuentas, esa es una de las ideas que ha popularizado este neuropsiquiatra y etólogo francés.
Considerado uno de los padres de la resiliencia, Cyrulnik ha dedicado su vida a estudiar cĂłmo las personas pueden recomponerse despuĂ©s de un trauma, especialmente un trauma infantil. El suyo tuvo lugar en la Francia ocupada de la II Guerra Mundial. «PerdĂ a casi toda mi familia, mis padres murieron, la Gestapo francesa me arrestĂł. TenĂa seis años y ya me condenaban a muerte», explica.
Cyrulnik fue el Ăşnico superviviente de entre 300 personas refugiadas en una sinagoga. «ConseguĂ escaparme escondiĂ©ndome debajo del cuerpo de una mujer. De una mujer española, de hecho, Madame Blanche. Era comunista y habĂa huido de la España franquista. Pero al final la arrestaron en Francia por ser judĂa. Ella habĂa recibido un golpe, se estaba muriendo, y yo me escondĂ bajo su cuerpo».
Cyrulnik narra estos eventos como quien lee la lista de la compra, con el tono monocorde de quien explica un episodio largamente analizado. Lo ha hecho en su obra, con una veintena de libros (algunos con tintes autobiográficos como Me acuerdo).
En el Ăşltimo, PsicoecologĂa, editado por Gedisa, Cyrulnik recurre a un enfoque transversal para reflexionar sobre algunos de sus temas recurrentes: la transformaciĂłn de la relaciĂłn hombre-mujer, la superaciĂłn de los traumas y la educaciĂłn infantil. No en vano el presidente francĂ©s, Emmanuel Macron, inspira en la obra de Cyrulnik sus polĂticas sobre la educaciĂłn preescolar.
Nos reunimos con él en el Instituto de Cultura Francés de Madrid, en una entrevista en la que, a pesar de la barrera idiomática, se muestra distendido, socarrón y en plena forma.
Ha escrito más de una decena de libros sobre el concepto de resiliencia. ÂżTanto hay que contar al respecto?Â
Yo trabajo sobre este concepto por dos razones. Una cultural y otra personal. Cuando era estudiante de psiquiatrĂa y sociologĂa nos decĂan que todo se puede explicar por la biologĂa o por el psicoanálisis, y que cuando uno se altera biolĂłgicamente se siente perdido en la vida y se convierte en neurĂłtico. Esa es la razĂłn cultural, habĂa un fijismo, frente al evolutismo. Y yo no estaba de acuerdo.
TambiĂ©n hay una razĂłn personal. Tras la guerra, me decĂan: no tienes familia, no has ido a la escuela, eres un caso perdido. Y yo no soportaba esta condena, esta maldiciĂłn, asĂ que me rebelĂ© contra ello. Por eso, cuando veo que se juzga a los niños por su entorno, me hiere casi de modo personal porque me recuerda a mi infancia.
La resiliencia, en un principio, me permitiĂł reflexionar sobre cĂłmo volver a emprender, a desarrollarse tras un trauma, lo que habĂa sido mi caso. Y sobre esto no habĂa nada escrito, o eran análisis biolĂłgicos o de psicoanálisis. Al principio, cuando la universidad rechazĂł bastante mi idea sobre el concepto de resiliencia, decĂa que no hacĂa falta trabajar en ello. Hoy en dĂa lo enseñan en todas las universidades.
Eso fue en los años ochenta, imagino que habrá cambiado mucho el concepto de resiliencia en estos años.
MuchĂsimo. En esa Ă©poca creĂa que la resiliencia serĂa un concepto psicolĂłgico y sociolĂłgico. Pero despuĂ©s se desarrollaron la neurobiologĂa y la neuroingenierĂa. Y empezamos a desarrollar el concepto de resiliencia neuronal.
Vimos que el cerebro vuelve a funcionar bien si hay una buena relaciĂłn afectiva y si hay una buena estructura cultural. Es decir, ya no hay una causa que genera un efecto, no leas a Descartes, jajaja. Es una serie de causas las que lo provocan, es un razonamiento ecosistĂ©mico. Ahora la lingĂĽĂstica y la educaciĂłn proponen nuevos puntos de vista de la resiliencia que yo no habĂa observado hace 40 años.
La desigualdad social se agravĂł durante la pandemia. Los que tenĂan factores de protecciĂłn se encuentran mejor despuĂ©s del virus. Y los que habĂan acumulado factores de vulnerabilidad empeoraron durante el virus
Supongo que saliendo de una pandemia, la resiliencia es hoy más importante que nunca.
La pandemia ha sido casi una experimentaciĂłn del concepto de resiliencia. Hemos visto que la gente que tenĂa unos factores de protecciĂłn familiares, econĂłmicos… esa gente sufriĂł menos el virus. TenĂan una vivienda grande, un jardĂn, no perdieron sus trabajos y pudieron hacer deporte y tener tiempo libre. Tuvieron un confinamiento aceptable.
Por el contrario, quienes tenĂan trabajos mal considerados, mal pagados, inestables, con casas pequeñas, esta gente llegĂł al confinamiento con unas condiciones, unos factores de vulnerabilidad mayores.
Cuando el confinamiento llegĂł, se dispararon la violencia machista y la intrafamiliar porque la gente estaba encerrada. Y la hiperdensidad es un factor de violencia en las familias y en la cultura.
La desigualdad social se agravĂł durante la pandemia. Los que tenĂan factores de protecciĂłn se encuentran mejor despuĂ©s del virus. Y los que habĂan acumulado factores de vulnerabilidad empeoraron durante el virus.
En tĂ©rminos de resiliencia hay tres capĂtulos: antes del trauma, durante el trauma y despuĂ©s del trauma. ÂżEn cuál dirĂa que estamos?
En el primero se consolidan los factores de protección o de vulnerabilidad; en el segundo, cuando estuvimos encerrados, algunos sufrieron la hiperdensidad y otros pudieron aislarse en situaciones más cómodas.
Y ahora, después del trauma, es cuando tenemos un apoyo afectivo y social. Y es cuando podemos darle un sentido a lo que hemos vivido. Ahora es cuando los cineastas, los periodistas, los filósofos y novelistas tienen que darle un sentido a lo que nos pasó. Tienen que fabricar ese sentido.
En su Ăşltimo libro habla de un concepto nuevo: la psicoecologĂa, Âżen quĂ© consiste?
Parto de la idea de que, para el ser humano, hay tres nichos sensoriales. El primero es el momento en el que estás en el interior de tu madre. En ese momento, si la madre está asegurada, el bebé tiene todo lo que necesita. Si la madre está en una situación inestable o insegura, genera unas hormonas debido al estrés, cortisol, catecolamina, que pueden afectar al feto, pasan la barrera de la placenta y afectan al bebé.
Si este primer nicho sensorial se ve alterado, no por la madre sino por el infortunio de la madre, por factores como la guerra, la precariedad social, el maltrato… En estos casos el bebé sufre.
El segundo nicho sensorial está en los brazos de la madre. Si hablamos mucho cerca del bebé esculpimos circuitos cerebrales en su mente, desarrollamos el cerebro en el lenguaje. Cuando el segundo nicho del bebé es pobre, al llegar a los tres años habrá aprendido unas 200 palabras. Cuando el nicho sensorial es rico y feliz puede llegar a 1.000 palabras.
¿Qué bebé lo va a tener más fácil en el aprendizaje? Uno va a sentir que el aprendizaje es un juego y se va a divertir. El otro va a ver todo como un reto, se va a frustrar y va a odiar la escuela. En este segundo nicho tienen mucha importancia tanto la madre como el padre. ¿Pero qué significa ser padre ahora mismo?
Es otro de los temas que trata usted. Realiza en su libro una especie de historia del género, hablando de conceptos como masculino, femenino y contrato sexual. ¿Hasta qué punto cree que están vigentes o se han desdibujado?
Exacto. El padre no siempre es el amante, puede ser el padrastro. O puede ser otra mujer, es un rol que le da seguridad a la madre biológica y prepara al bebé a la palabra en los primeros meses de vida, pero todo esto ha cambiado.
Ya no pedimos permiso a la sociedad para tener relaciones sexuales, asĂ que Âżpor quĂ© deberĂamos pedir permiso a un juez para dejar de tenerlas?
En su libro, Cyrulnik profundiza más en ese cambio, asegurando que «los roles domĂ©sticos no necesitaron leyes ni debates culturales para desexualizarse. Simplemente, ocurriĂł, como resultado del cambio en el entorno y las condiciones de vida que modificaron los comportamientos domĂ©sticos. Ya no pedimos permiso a la sociedad para tener relaciones sexuales, asĂ que Âżpor quĂ© deberĂamos pedir permiso a un juez para dejar de tenerlas?».
Pasemos al tercer nicho neuronal del que habla en su libro, la cultura.
Si estoy solo no puedo desarrollarme; para convertirme en mĂ mismo necesito una otredad, tiene que haber otras personas a mi alrededor. Y las circunstancias de mi vida, algunas felices, otras difĂciles, se inscriben en mi memoria biolĂłgica y pueden hasta esculpir mi cerebro.
Viene a ser como la frase del filĂłsofo español Ortega y Gasset, «Yo soy yo y mis circunstancias»…Â
No conocĂa esa frase, pero asĂ lo creo, y no soy el Ăşnico. Este filĂłsofo español serĂa un gran neurĂłlogo.
Pero este tercer nicho, el cultural y del entorno. ¿Cómo se aplica esto a una sociedad cada vez más individualista y más aislada?
Cierto. Vivimos en una cultura individualista, lo que nos cuesta mucho dinero y sufrimiento. Yo trabajĂ© en JapĂłn, donde la escuela es casi una forma de maltrato. Los niños tienen una escuela de dĂa y una de noche. Los niños ricos viven en casas lujosas; los pobres, en condiciones horribles. Hay una tasa de suicidio infantil muy alta, pero algunos niños aguantan, las mujeres más que los hombres, y consiguen Ă©xitos asombrosos.
En ese contexto hay chavales que acaban renunciando a la sociedad, abandonan todo, se encierran en su casa, renuncian a la vida social, a la sexualidad, tienen miedo a la gente y se aĂslan. Cierran las cortinas y se encierran con sus pantallas y sus videojuegos.
En los paĂses de Europa del norte pasa lo contrario. Ralentizan el desarrollo de los niños, hacen que tomen conciencia de ellos mismos. No hay notas en la escuela hasta los 11 años y luego en los informes Pisa son los mejores de todos. En estos paises los problemas de suicidio y los problemas mentales se están reduciendo, mientras que en los paĂses asiáticos pasa lo contrario y los suicidios no paran de aumentar. ÂżEse Ă©xito individual justifica este nivel de sacrificio social y humano?
Solo hay un dios, solo hay una verdad, si no estás de acuerdo con mi creencia, mi dios o mi economĂa, te mereces la muerte. Ese es el nuevo mundo que habitamos
Hay una frase en su libro muy bonita. Dice usted que «habitamos el mundo de las historias que inventamos». Pero en la actualidad, esas historias se están atomizando, incluso con visiones antagónicas de la realidad, del presente, del pasado, ¿Cómo puede afectarnos esto?
Al principio de la condiciĂłn humana, en los tiempos del señor y la señora Sapiens, Ăbamos a la guerra para preservar un territorio, para comer o para sobrevivir. Desde que se desarrollĂł la civilizaciĂłn esto ha cambiado, hacemos guerras de creencias.
Nos inventamos una palabra, un mundo, y decimos que ese mundo es el Ăşnico verdadero. Y si nuestros vecinos se inventan otro, lo negamos. Solo hay un dios, solo hay una verdad, si no estás de acuerdo con mi creencia, mi dios o mi economĂa, te mereces la muerte. Ese es el nuevo mundo que habitamos.
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Es complicado contar quién es Boris Cyrulnik sin contar qué le pasó de niño. A fin de cuentas, esa es una de las ideas que ha popularizado este neuropsiquiatra y etólogo francés.
Considerado uno de los padres de la resiliencia, Cyrulnik ha dedicado su vida a estudiar cĂłmo las personas pueden recomponerse despuĂ©s de un trauma, especialmente un trauma infantil. El suyo tuvo lugar en la Francia ocupada de la II Guerra Mundial. «PerdĂ a casi toda mi familia, mis padres murieron, la Gestapo francesa me arrestĂł. TenĂa seis años y ya me condenaban a muerte», explica.
Cyrulnik fue el Ăşnico superviviente de entre 300 personas refugiadas en una sinagoga. «ConseguĂ escaparme escondiĂ©ndome debajo del cuerpo de una mujer. De una mujer española, de hecho, Madame Blanche. Era comunista y habĂa huido de la España franquista. Pero al final la arrestaron en Francia por ser judĂa. Ella habĂa recibido un golpe, se estaba muriendo, y yo me escondĂ bajo su cuerpo».
Cyrulnik narra estos eventos como quien lee la lista de la compra, con el tono monocorde de quien explica un episodio largamente analizado. Lo ha hecho en su obra, con una veintena de libros (algunos con tintes autobiográficos como Me acuerdo).
En el Ăşltimo, PsicoecologĂa, editado por Gedisa, Cyrulnik recurre a un enfoque transversal para reflexionar sobre algunos de sus temas recurrentes: la transformaciĂłn de la relaciĂłn hombre-mujer, la superaciĂłn de los traumas y la educaciĂłn infantil. No en vano el presidente francĂ©s, Emmanuel Macron, inspira en la obra de Cyrulnik sus polĂticas sobre la educaciĂłn preescolar.
Nos reunimos con él en el Instituto de Cultura Francés de Madrid, en una entrevista en la que, a pesar de la barrera idiomática, se muestra distendido, socarrón y en plena forma.
Ha escrito más de una decena de libros sobre el concepto de resiliencia. ÂżTanto hay que contar al respecto?Â
Yo trabajo sobre este concepto por dos razones. Una cultural y otra personal. Cuando era estudiante de psiquiatrĂa y sociologĂa nos decĂan que todo se puede explicar por la biologĂa o por el psicoanálisis, y que cuando uno se altera biolĂłgicamente se siente perdido en la vida y se convierte en neurĂłtico. Esa es la razĂłn cultural, habĂa un fijismo, frente al evolutismo. Y yo no estaba de acuerdo.
TambiĂ©n hay una razĂłn personal. Tras la guerra, me decĂan: no tienes familia, no has ido a la escuela, eres un caso perdido. Y yo no soportaba esta condena, esta maldiciĂłn, asĂ que me rebelĂ© contra ello. Por eso, cuando veo que se juzga a los niños por su entorno, me hiere casi de modo personal porque me recuerda a mi infancia.
La resiliencia, en un principio, me permitiĂł reflexionar sobre cĂłmo volver a emprender, a desarrollarse tras un trauma, lo que habĂa sido mi caso. Y sobre esto no habĂa nada escrito, o eran análisis biolĂłgicos o de psicoanálisis. Al principio, cuando la universidad rechazĂł bastante mi idea sobre el concepto de resiliencia, decĂa que no hacĂa falta trabajar en ello. Hoy en dĂa lo enseñan en todas las universidades.
Eso fue en los años ochenta, imagino que habrá cambiado mucho el concepto de resiliencia en estos años.
MuchĂsimo. En esa Ă©poca creĂa que la resiliencia serĂa un concepto psicolĂłgico y sociolĂłgico. Pero despuĂ©s se desarrollaron la neurobiologĂa y la neuroingenierĂa. Y empezamos a desarrollar el concepto de resiliencia neuronal.
Vimos que el cerebro vuelve a funcionar bien si hay una buena relaciĂłn afectiva y si hay una buena estructura cultural. Es decir, ya no hay una causa que genera un efecto, no leas a Descartes, jajaja. Es una serie de causas las que lo provocan, es un razonamiento ecosistĂ©mico. Ahora la lingĂĽĂstica y la educaciĂłn proponen nuevos puntos de vista de la resiliencia que yo no habĂa observado hace 40 años.
La desigualdad social se agravĂł durante la pandemia. Los que tenĂan factores de protecciĂłn se encuentran mejor despuĂ©s del virus. Y los que habĂan acumulado factores de vulnerabilidad empeoraron durante el virus
Supongo que saliendo de una pandemia, la resiliencia es hoy más importante que nunca.
La pandemia ha sido casi una experimentaciĂłn del concepto de resiliencia. Hemos visto que la gente que tenĂa unos factores de protecciĂłn familiares, econĂłmicos… esa gente sufriĂł menos el virus. TenĂan una vivienda grande, un jardĂn, no perdieron sus trabajos y pudieron hacer deporte y tener tiempo libre. Tuvieron un confinamiento aceptable.
Por el contrario, quienes tenĂan trabajos mal considerados, mal pagados, inestables, con casas pequeñas, esta gente llegĂł al confinamiento con unas condiciones, unos factores de vulnerabilidad mayores.
Cuando el confinamiento llegĂł, se dispararon la violencia machista y la intrafamiliar porque la gente estaba encerrada. Y la hiperdensidad es un factor de violencia en las familias y en la cultura.
La desigualdad social se agravĂł durante la pandemia. Los que tenĂan factores de protecciĂłn se encuentran mejor despuĂ©s del virus. Y los que habĂan acumulado factores de vulnerabilidad empeoraron durante el virus.
En tĂ©rminos de resiliencia hay tres capĂtulos: antes del trauma, durante el trauma y despuĂ©s del trauma. ÂżEn cuál dirĂa que estamos?
En el primero se consolidan los factores de protección o de vulnerabilidad; en el segundo, cuando estuvimos encerrados, algunos sufrieron la hiperdensidad y otros pudieron aislarse en situaciones más cómodas.
Y ahora, después del trauma, es cuando tenemos un apoyo afectivo y social. Y es cuando podemos darle un sentido a lo que hemos vivido. Ahora es cuando los cineastas, los periodistas, los filósofos y novelistas tienen que darle un sentido a lo que nos pasó. Tienen que fabricar ese sentido.
En su Ăşltimo libro habla de un concepto nuevo: la psicoecologĂa, Âżen quĂ© consiste?
Parto de la idea de que, para el ser humano, hay tres nichos sensoriales. El primero es el momento en el que estás en el interior de tu madre. En ese momento, si la madre está asegurada, el bebé tiene todo lo que necesita. Si la madre está en una situación inestable o insegura, genera unas hormonas debido al estrés, cortisol, catecolamina, que pueden afectar al feto, pasan la barrera de la placenta y afectan al bebé.
Si este primer nicho sensorial se ve alterado, no por la madre sino por el infortunio de la madre, por factores como la guerra, la precariedad social, el maltrato… En estos casos el bebé sufre.
El segundo nicho sensorial está en los brazos de la madre. Si hablamos mucho cerca del bebé esculpimos circuitos cerebrales en su mente, desarrollamos el cerebro en el lenguaje. Cuando el segundo nicho del bebé es pobre, al llegar a los tres años habrá aprendido unas 200 palabras. Cuando el nicho sensorial es rico y feliz puede llegar a 1.000 palabras.
¿Qué bebé lo va a tener más fácil en el aprendizaje? Uno va a sentir que el aprendizaje es un juego y se va a divertir. El otro va a ver todo como un reto, se va a frustrar y va a odiar la escuela. En este segundo nicho tienen mucha importancia tanto la madre como el padre. ¿Pero qué significa ser padre ahora mismo?
Es otro de los temas que trata usted. Realiza en su libro una especie de historia del género, hablando de conceptos como masculino, femenino y contrato sexual. ¿Hasta qué punto cree que están vigentes o se han desdibujado?
Exacto. El padre no siempre es el amante, puede ser el padrastro. O puede ser otra mujer, es un rol que le da seguridad a la madre biológica y prepara al bebé a la palabra en los primeros meses de vida, pero todo esto ha cambiado.
Ya no pedimos permiso a la sociedad para tener relaciones sexuales, asĂ que Âżpor quĂ© deberĂamos pedir permiso a un juez para dejar de tenerlas?
En su libro, Cyrulnik profundiza más en ese cambio, asegurando que «los roles domĂ©sticos no necesitaron leyes ni debates culturales para desexualizarse. Simplemente, ocurriĂł, como resultado del cambio en el entorno y las condiciones de vida que modificaron los comportamientos domĂ©sticos. Ya no pedimos permiso a la sociedad para tener relaciones sexuales, asĂ que Âżpor quĂ© deberĂamos pedir permiso a un juez para dejar de tenerlas?».
Pasemos al tercer nicho neuronal del que habla en su libro, la cultura.
Si estoy solo no puedo desarrollarme; para convertirme en mĂ mismo necesito una otredad, tiene que haber otras personas a mi alrededor. Y las circunstancias de mi vida, algunas felices, otras difĂciles, se inscriben en mi memoria biolĂłgica y pueden hasta esculpir mi cerebro.
Viene a ser como la frase del filĂłsofo español Ortega y Gasset, «Yo soy yo y mis circunstancias»…Â
No conocĂa esa frase, pero asĂ lo creo, y no soy el Ăşnico. Este filĂłsofo español serĂa un gran neurĂłlogo.
Pero este tercer nicho, el cultural y del entorno. ¿Cómo se aplica esto a una sociedad cada vez más individualista y más aislada?
Cierto. Vivimos en una cultura individualista, lo que nos cuesta mucho dinero y sufrimiento. Yo trabajĂ© en JapĂłn, donde la escuela es casi una forma de maltrato. Los niños tienen una escuela de dĂa y una de noche. Los niños ricos viven en casas lujosas; los pobres, en condiciones horribles. Hay una tasa de suicidio infantil muy alta, pero algunos niños aguantan, las mujeres más que los hombres, y consiguen Ă©xitos asombrosos.
En ese contexto hay chavales que acaban renunciando a la sociedad, abandonan todo, se encierran en su casa, renuncian a la vida social, a la sexualidad, tienen miedo a la gente y se aĂslan. Cierran las cortinas y se encierran con sus pantallas y sus videojuegos.
En los paĂses de Europa del norte pasa lo contrario. Ralentizan el desarrollo de los niños, hacen que tomen conciencia de ellos mismos. No hay notas en la escuela hasta los 11 años y luego en los informes Pisa son los mejores de todos. En estos paises los problemas de suicidio y los problemas mentales se están reduciendo, mientras que en los paĂses asiáticos pasa lo contrario y los suicidios no paran de aumentar. ÂżEse Ă©xito individual justifica este nivel de sacrificio social y humano?
Solo hay un dios, solo hay una verdad, si no estás de acuerdo con mi creencia, mi dios o mi economĂa, te mereces la muerte. Ese es el nuevo mundo que habitamos
Hay una frase en su libro muy bonita. Dice usted que «habitamos el mundo de las historias que inventamos». Pero en la actualidad, esas historias se están atomizando, incluso con visiones antagónicas de la realidad, del presente, del pasado, ¿Cómo puede afectarnos esto?
Al principio de la condiciĂłn humana, en los tiempos del señor y la señora Sapiens, Ăbamos a la guerra para preservar un territorio, para comer o para sobrevivir. Desde que se desarrollĂł la civilizaciĂłn esto ha cambiado, hacemos guerras de creencias.
Nos inventamos una palabra, un mundo, y decimos que ese mundo es el Ăşnico verdadero. Y si nuestros vecinos se inventan otro, lo negamos. Solo hay un dios, solo hay una verdad, si no estás de acuerdo con mi creencia, mi dios o mi economĂa, te mereces la muerte. Ese es el nuevo mundo que habitamos.
Muy buena entrevista
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