La crisis acabó con ese modelo de negocio y obligó a los estudios a tener que ir en busca del cliente privado. Un cliente al que apenas conocÃan y al que es necesario seducir para convencerle de que sus servicios son mejores que los de la competencia.
«Fue la tÃpica situación kamikaze en la que nos vemos envueltos muchos arquitectos. Hacemos propuestas esperando seducir a un cliente, pero esta vez el cliente, un empresario muy interesado en la innovación, me dijo: mis socios han elegido otro proyecto. Sin embargo, tu trabajo me gusta mucho. Tengo un lavacoches».
Burbucar es un negocio de lavado de automóviles situado en los bajos de un edificio residencial de siete plantas en la calle Costa Rica de Madrid. Cuando Lina Toro acudió a verlo para conocer sus caracterÃsticas, descubrió que el negocio no necesitaba un mero lavado de cara, sino un cambio radical.
Además, se propuso hacer del lugar un espacio más diáfano eliminando las barreras que separaban a los peatones y los coches, se iluminó mejor el túnel de lavado, se quitaron los falsos techos del local para dejar a la vista los conductos de aire y se le dio más protagonismo a la depuradora para mostrar a los clientes una de los elementos que caracterizan a este lavacoches: «su preocupación por el medio ambiente materializado en un eficaz sistema de reciclado que permite reutilizar hasta un 80% del agua que se consume».
Lina Toro y su equipo se pusieron manos a la obra y, a pesar de los pocos huecos que deja libres un horario de doce horas de lunes a sábado, en el plazo de un mes la obra estaba finalizada.
Tras dibujar un storyboard, Lina Toro compartió su idea con otros dos miembros de su equipo, Raquel Ruiz y Chema Sánchez-Laforet, quienes le hablaron del colectivo El Hijo Tonto, una compañÃa de teatro formada por arquitectos, músicos y literatos, entre otros profesionales. Dejó a un lado el storyboard hitchconiano para dar total libertad a El Hijo Tonto, que llevaron la idea de descontextualización al extremo: desaparecerÃa el coche y aparecerÃan escenas más hedonistas relacionadas con el cuerpo.
La crisis acabó con ese modelo de negocio y obligó a los estudios a tener que ir en busca del cliente privado. Un cliente al que apenas conocÃan y al que es necesario seducir para convencerle de que sus servicios son mejores que los de la competencia.
«Fue la tÃpica situación kamikaze en la que nos vemos envueltos muchos arquitectos. Hacemos propuestas esperando seducir a un cliente, pero esta vez el cliente, un empresario muy interesado en la innovación, me dijo: mis socios han elegido otro proyecto. Sin embargo, tu trabajo me gusta mucho. Tengo un lavacoches».
Burbucar es un negocio de lavado de automóviles situado en los bajos de un edificio residencial de siete plantas en la calle Costa Rica de Madrid. Cuando Lina Toro acudió a verlo para conocer sus caracterÃsticas, descubrió que el negocio no necesitaba un mero lavado de cara, sino un cambio radical.
Además, se propuso hacer del lugar un espacio más diáfano eliminando las barreras que separaban a los peatones y los coches, se iluminó mejor el túnel de lavado, se quitaron los falsos techos del local para dejar a la vista los conductos de aire y se le dio más protagonismo a la depuradora para mostrar a los clientes una de los elementos que caracterizan a este lavacoches: «su preocupación por el medio ambiente materializado en un eficaz sistema de reciclado que permite reutilizar hasta un 80% del agua que se consume».
Lina Toro y su equipo se pusieron manos a la obra y, a pesar de los pocos huecos que deja libres un horario de doce horas de lunes a sábado, en el plazo de un mes la obra estaba finalizada.
Tras dibujar un storyboard, Lina Toro compartió su idea con otros dos miembros de su equipo, Raquel Ruiz y Chema Sánchez-Laforet, quienes le hablaron del colectivo El Hijo Tonto, una compañÃa de teatro formada por arquitectos, músicos y literatos, entre otros profesionales. Dejó a un lado el storyboard hitchconiano para dar total libertad a El Hijo Tonto, que llevaron la idea de descontextualización al extremo: desaparecerÃa el coche y aparecerÃan escenas más hedonistas relacionadas con el cuerpo.
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