Lo que somos y lo que nos gustarĆa ser. El futuro se vuelve una masa pringosa cuando buscamos nuestra identidad detrĆ”s de cada esquina. Frente al espejo no se libra nadie: personas, animales y cosas. TambiĆ©n ciudades, paĆses y regiones enteras.
Hace dos aƱos, los creadores de The Calvert Journal, quisieron poner bajo la lupa a Rusia y a sus vecinos exsoviĆ©ticos a travĆ©s del arte. En voz baja, se preguntaron para ellos mismos y para el resto del mundo: ĀæquiĆ©n es ahora el que fue el gran gigante rojo del siglo XX? Y crearon una web donde ensayaron respuestas en forma de cuadros, fotos, vĆdeos y reportajes que indagaban su realidad y la mostraban. Todo era exótico, peregrino, una intrusión a la monotonĆa de internet. Y al poco llegó la repercusión: las visitas se empezaron a contar por miles āmuchos curiosos miraban desde Occidente- y decenas de artistas locales hacĆan cola para compartir su trabajo y contribuir a deshacer el entuerto.
Ā«SentĆamos que no estĆ”bamos representados, que no se nos entendĆa. EstĆ”bamos cansados de cómo nos dibujaba la mayorĆa de los mediosĀ», dice Igor Zinatulin, que es parte de la Calvert 22 Foundation, la organización que aglutina a The Calvert Journal y otras iniciativas similares.

Zinatulin habla hoy desde Barcelona; acaba de llegar de MoscĆŗ para dar una conferencia en el Internet Age Media Weekend. Cuando presenta el proyecto en el congreso dice: Ā«Somos una guĆa de cultura contemporĆ”nea del nuevo este: el mundo postsoviĆ©tico, los Balcanes y los principales estados socialistas de la Europa central y del esteĀ».Ā EstĆ” financiado por su abanderada y fundadora Nonna Materkova y por el banco ruso VTB Capital.
El ruso viste pantalón pitillo, camisa y bambas, como el 90% de los ponentes del congreso. No apesta a vodka ni tiene cara de malo o de mafioso, que son algunos de los clichĆ©s de los que quiere despegarse la nueva generación de la exzona comunista. Pero aunque se sacuden con fuerza, no siempre consiguen recomponer el retrato que de ellos circula por ahĆ.
«Los videos virales y los memes disparatados estÔn transformado la reputación internacional de Rusia. EstÔn resucitando su imagen como territorio de excesos, de extremos despóticos y libertad irracional», dice en la web uno de los trabajos de The Calvert Journal. Las fotos que acompañan al texto son elocuentes: un oso saca la cabeza por la ventanilla de un taxi en Bielorrusia, una mujer madura posa sexy sobre una alfombra junto a un pez gigante, y una versión doméstica de Rambo muestra un joven con un KalÔshnikov en una mano y una aspiradora en la otra. «En internet, Rusia ya no es mÔs el antagonista de Occidente», dispara un autor, «mÔs bien es su hermanastro medio trastornado».

En el otro extremo, The Calvert Journal es el escaparate de creaciones mĆ”s sofisticadas sobre mĆŗsica, arquitectura o tecnologĆa. Y descubrirlas es asomar la cabeza a un mundo raro. Su visión se descose siempre de lo convencional para ofrecer una hilacha nueva, radiante: un clic y suena la mĆŗsica electrónica sobre el fondo blanco de Siberia. Otro clic: la arquitectura se lee bajo clave estalinista. Clic. Videojuegos patrióticos que transforman la Plaza Roja en pĆxeles de colores.
Ā«Muchas propuestas buscan sus raĆces en el pasado, pero no en la historia reciente, sino en los Ā siglos XVIII o XIX. Se saltan el perĆodo comunista y buscan referencias remotasĀ», dice Zinatulin. En la web le dan la razón: un video filma con estĆ©tica religiosa- samurai las prendas del diseƱador de moda en MoscĆŗ Asiya Bareeva y varios de los nuevos chefs despliegan su creatividad reivindicando la gastronomĆa presoviĆ©tica. Por ejemplo.
Pero sĆ, los menos amnĆ©sicos tambiĆ©n existen. Y miran los Ćŗltimos aƱos convulsos con cierta melancolĆa. Enfocan en las pĆ©rdidas: en los mosaicos que adornaban las ciudades (y que hoy sucumben ante el candor de grafitis y vallas publicitarias), en los cines-teatro convertidos en ruinas de hormigón, o sobre localidades enteras que duermen en el olvido capitalista (como la ciudad minera de Svalbard, que retrató el fotógrafo Ville Lenkkeri en el Ć”rtico noruego).
Foto de Vladimir Shipotilnikov extraĆda del artĆculo Party pieces: admiring Kievās utopian socialist mosaics, before they disappear, Calvert Journal
Otros artistas se encargan de escrutar cómo son las cosas ahora. Hace cincuenta años, la posibilidad de este presente hubiera hecho morirse de risa a cualquiera, pero hoy algunos postsoviéticos valientes se miran a los ojos para reconocerse y encontrarse. Y de nuevo The Calvert Journal recoge un muestrario: en sus posts las imÔgenes observan cómo se relacionan los diferentes miembros de sus familias, cómo los intelectuales entran en la dinÔmica del consumo o invitan a una tropa de artistas a inmortalizar la metamorfosis.
Y hay todavĆa otros: los que miran hacia adelante. El foco estĆ” en las innovaciones, en lo indie, en los videos y la modernez. Son los mĆ”s jóvenes, los que ocupan el siglo XXI en cuerpo y alma. Se mueven rĆ”pido, entienden de tecnologĆa y, como Zinatulin, dominan el inglĆ©s; sus creaciones son alaridos que se lanzan al cuello con genialidad y fibra.
En su papel aglutinador, eso es lo que reivindica The Calvert Journal:  «Somos originales y somos buenos», dice Zinatulin, que salta como un alambre cuando, de nuevo, mira hacia afuera: «¿Por qué el arte de calidad tiene que salir solo de Nueva York, de Barcelona o de Londres?».
La identidad de un paĆs, pareciera, tambiĆ©n se moldea a base de comparación: descubrimos quiĆ©nes somos por contraste.
(Foto portada: Rebecca Litchfield extraĆda del artĆculoĀ Beauty and the east: allure and exploitation in post-Soviet ruin photography de The Calvert Journal)