Al dueƱo de Casa28Comes, una carnicerĆa y charcuterĆa con barra de degustación en el barrio madrileƱo de MalasaƱa, lo de ser un referente de solidaridad se la refanfinfla (por utilizar un eufemismo de la declaración literal). Ā«Si el primer dĆa que puse el cartel no hubiera venido nadie, yo estarĆa en mi casa tranquilamenteĀ», asegura Rojas.
Los que allĆ se congregaron no solo se llevaron los tuppers de judĆas, sino todo lo que se le habĆa quedado en la despensa de su establecimiento tras el cierre obligado por el estado de alarma. Ā«Incluso repartĆ vinos abiertos, algunos bastante caros, que sirvo por copas. Bromeo con ellos y les digo: āChicos, aprovechad porque no vais a beber un vino asĆ en vuestra vidaāĀ».
Desde entonces, y pese a saber a lo que se expone, sigue cocinando para sus vecinos. Los utensilios de los que se vale no pueden ser mÔs rudimentarios: la olla grande en la que cocina los guisos es prestada, al igual que el palo de golf que utiliza como cucharón para remover («pero estÔ bien limpio»). Para dispensar la comida de forma segura, Rojas ha dispuesto una tabla a modo de rampa por la que desliza los envases a los clientes.
De vez en cuanto, la policĆa se acerca al local para procurar que la gente que hace cola guarde la distancia de seguridad. Ā«Luego siempre limpio y desinfecto bien la acera. No quiero que los vecinos se me enfadenĀ».
Le pone de los nervios el postureo que ha aflorado con la cuarentena: Ā«Pelotudos que se fotografĆan con el pecho afeitado en casa. Esa cuarentena es de mentira. Esa cuarentena es para los que pueden hacer cuarentena. ĀæCómo haces cuarentena con el estómago vacĆo? ĀæO cuando tienes cuatro hijos y acabas de perder el trabajo?Ā».
De momento, sigue cocinando. «Voy a tener que colgar porque, si no, no puedo poner el arroz», se disculpa. Al igual que muchos otros hosteleros, Rojas se enfrenta a un futuro incierto. Su negocio, en el que invirtió todos sus ahorros, lleva cerrado casi dos semanas (y le quedan otras dos mÔs, como poco), lo que le ha obligado a acogerse a un ERTE para su plantilla.
Al dueƱo de Casa28Comes, una carnicerĆa y charcuterĆa con barra de degustación en el barrio madrileƱo de MalasaƱa, lo de ser un referente de solidaridad se la refanfinfla (por utilizar un eufemismo de la declaración literal). Ā«Si el primer dĆa que puse el cartel no hubiera venido nadie, yo estarĆa en mi casa tranquilamenteĀ», asegura Rojas.
Los que allĆ se congregaron no solo se llevaron los tuppers de judĆas, sino todo lo que se le habĆa quedado en la despensa de su establecimiento tras el cierre obligado por el estado de alarma. Ā«Incluso repartĆ vinos abiertos, algunos bastante caros, que sirvo por copas. Bromeo con ellos y les digo: āChicos, aprovechad porque no vais a beber un vino asĆ en vuestra vidaāĀ».
Desde entonces, y pese a saber a lo que se expone, sigue cocinando para sus vecinos. Los utensilios de los que se vale no pueden ser mÔs rudimentarios: la olla grande en la que cocina los guisos es prestada, al igual que el palo de golf que utiliza como cucharón para remover («pero estÔ bien limpio»). Para dispensar la comida de forma segura, Rojas ha dispuesto una tabla a modo de rampa por la que desliza los envases a los clientes.
De vez en cuanto, la policĆa se acerca al local para procurar que la gente que hace cola guarde la distancia de seguridad. Ā«Luego siempre limpio y desinfecto bien la acera. No quiero que los vecinos se me enfadenĀ».
Le pone de los nervios el postureo que ha aflorado con la cuarentena: Ā«Pelotudos que se fotografĆan con el pecho afeitado en casa. Esa cuarentena es de mentira. Esa cuarentena es para los que pueden hacer cuarentena. ĀæCómo haces cuarentena con el estómago vacĆo? ĀæO cuando tienes cuatro hijos y acabas de perder el trabajo?Ā».
De momento, sigue cocinando. «Voy a tener que colgar porque, si no, no puedo poner el arroz», se disculpa. Al igual que muchos otros hosteleros, Rojas se enfrenta a un futuro incierto. Su negocio, en el que invirtió todos sus ahorros, lleva cerrado casi dos semanas (y le quedan otras dos mÔs, como poco), lo que le ha obligado a acogerse a un ERTE para su plantilla.