Diego Gallegos, el hombre que multiplica los peces, no fue un niño prodigio de la cocina. Ahora tiene una estrella MichelÃn y capitanea un restaurante, el Sollo de Málaga, especializado en conocer todas las posibilidades culinarias que esconde el esturión (antiguamente llamado sollo) y otros pescados de rÃo como la piraña; un restaurante sostenible, que produce el 90% de la materia prima que consume gracias a la acuaponÃa: un sistema que ya utilizaban los mayas.
Gallegos tiene una concepción clarÃsima de la alta cocina: «La gente no viene al restaurante para ver al cocinero o para sacar una foto para Instagram en el local de moda. A los clientes hay que darles de comer», defiende.
Entonces decidió estudiar cocina e hizo un viaje iniciático de dos años. HabÃa nacido en Campinas (Sao Paulo), pero no conocÃa bien la cocina de Brasil. En aquel paÃs es habitual comer pescado de rÃo varias veces por semana, cosa que en España no sucede. El joven regresó a Granada y recaló cerca RiofrÃo, de la piscifactorÃa que produce el esturión y el caviar.
Fotos cedidas por Sollo
«Me recordaban a los peces del Amazonas, que son grandes y se pueden aprovechar todas las partes». Empezó a colaborar con RiofrÃo y hoy es uno de los responsables de I+D. Quiso enfocarse en cocina fluvial, pero en España costaba encontrar algo más que truchas y salmón. Además, estaba la contaminación de las aguas que impedÃa atrapar a los animales directamente del agua. Asà se empezó a plantear la posibilidad de multiplicar los peces.
Comenzaron un proyecto acuapónico, un sistema de cultivo de plantas y peces que se utiliza que se usa, por ejemplo, para alimentar a familias en paÃses en vÃas de desarrollo. «Empezamos con estanques, criando especies consolidadas, rescatábamos especies de rÃo y las llevábamos a un laboratorio para multiplicarlas. Cuando vimos que funcionaba, invertimos y empezamos a importar especies de Brasil». Hoy, el 90% del pescado que sirven es de producción propia.
Inventó un menú que emulaba la matanza del cerdo, pero centrada en el esturión. El objetivo, por debajo del truco conceptual, era respetar al pez como se respeta al mamÃfero. «Aprovechamos el 95% del animal, lo único que desechamos son las escamas y las entrañas. Me parecerÃa una falta de respeto tomar el lomo, filetearlo y lo demás tirarlo a la basura. Además, nos costó mucho tiempo de investigación criarlo en tamaño adulto».
El sabor del pez, por ejemplo, depende de la profundidad de las aguas en las que crecen. Cada una de las siete especies de rÃo que crÃan ofrece una personalidad distinta. La apuesta de centrarse en una materia prima que no suele ser consumidas en España era arriesgada. Quizás, por eso, Gallegos no tiene saturadas las listas de espera. «No es una oferta muy comercial».
«La gente que viene es público experimentado que sigue la gastronomÃa: no vienen sólo a comer, sino a vivir la experiencia, a visitar el cultivo acuapónico. Ven que aquà no hay trampa ni cartón, muchas veces la gente no se cree que servimos piraña y le dan mucho más valor al conocer nuestro proyecto de investigación».
Diego Gallegos, el hombre que multiplica los peces, no fue un niño prodigio de la cocina. Ahora tiene una estrella MichelÃn y capitanea un restaurante, el Sollo de Málaga, especializado en conocer todas las posibilidades culinarias que esconde el esturión (antiguamente llamado sollo) y otros pescados de rÃo como la piraña; un restaurante sostenible, que produce el 90% de la materia prima que consume gracias a la acuaponÃa: un sistema que ya utilizaban los mayas.
Gallegos tiene una concepción clarÃsima de la alta cocina: «La gente no viene al restaurante para ver al cocinero o para sacar una foto para Instagram en el local de moda. A los clientes hay que darles de comer», defiende.
Entonces decidió estudiar cocina e hizo un viaje iniciático de dos años. HabÃa nacido en Campinas (Sao Paulo), pero no conocÃa bien la cocina de Brasil. En aquel paÃs es habitual comer pescado de rÃo varias veces por semana, cosa que en España no sucede. El joven regresó a Granada y recaló cerca RiofrÃo, de la piscifactorÃa que produce el esturión y el caviar.
Fotos cedidas por Sollo
«Me recordaban a los peces del Amazonas, que son grandes y se pueden aprovechar todas las partes». Empezó a colaborar con RiofrÃo y hoy es uno de los responsables de I+D. Quiso enfocarse en cocina fluvial, pero en España costaba encontrar algo más que truchas y salmón. Además, estaba la contaminación de las aguas que impedÃa atrapar a los animales directamente del agua. Asà se empezó a plantear la posibilidad de multiplicar los peces.
Comenzaron un proyecto acuapónico, un sistema de cultivo de plantas y peces que se utiliza que se usa, por ejemplo, para alimentar a familias en paÃses en vÃas de desarrollo. «Empezamos con estanques, criando especies consolidadas, rescatábamos especies de rÃo y las llevábamos a un laboratorio para multiplicarlas. Cuando vimos que funcionaba, invertimos y empezamos a importar especies de Brasil». Hoy, el 90% del pescado que sirven es de producción propia.
Inventó un menú que emulaba la matanza del cerdo, pero centrada en el esturión. El objetivo, por debajo del truco conceptual, era respetar al pez como se respeta al mamÃfero. «Aprovechamos el 95% del animal, lo único que desechamos son las escamas y las entrañas. Me parecerÃa una falta de respeto tomar el lomo, filetearlo y lo demás tirarlo a la basura. Además, nos costó mucho tiempo de investigación criarlo en tamaño adulto».
El sabor del pez, por ejemplo, depende de la profundidad de las aguas en las que crecen. Cada una de las siete especies de rÃo que crÃan ofrece una personalidad distinta. La apuesta de centrarse en una materia prima que no suele ser consumidas en España era arriesgada. Quizás, por eso, Gallegos no tiene saturadas las listas de espera. «No es una oferta muy comercial».
«La gente que viene es público experimentado que sigue la gastronomÃa: no vienen sólo a comer, sino a vivir la experiencia, a visitar el cultivo acuapónico. Ven que aquà no hay trampa ni cartón, muchas veces la gente no se cree que servimos piraña y le dan mucho más valor al conocer nuestro proyecto de investigación».