28 de junio 2021    /   CREATIVIDAD
por
Fotos  AnaĂ¯s Tondeur*

ChernĂ³bil Herbarium: las cicatrices vegetales que dejĂ³ la tragedia nuclear

28 de junio 2021    /   CREATIVIDAD     por        Fotos  AnaĂ¯s Tondeur*
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Para el planeta, treinta y cinco años no son nada. Ese el tiempo que ha transcurrido desde que el reactor nĂºmero 4 de la central nuclear VladĂ­mir Ilich Lenin saltase por los aires. La brutal herida que la Tierra sufriĂ³ aquel 26 de abril de 1986 sigue supurando en forma de muerte y enfermedades crĂ³nicas de demasiadas personas. Y de destierro para las familias que aĂºn no han podido volver a los que por aquel entonces eran sus hogares. 

Aunque no son las Ăºnicas vĂ­ctimas de la catĂ¡strofe de ChernĂ³bil. De la nube radiactiva no se librĂ³ ser vivo alguno en un Ă¡rea que, se calcula, ronda los 150.000 kilĂ³metros cuadrados. Los mĂ¡s afectados, los que se encontraban dentro de la zona de exclusiĂ³n, la que se encuentra dentro de un radio de 30 kilĂ³metros alrededor de la planta nuclear.

 Cuando se desprecintĂ³ esta Ă¡rea, casi tres dĂ©cadas despuĂ©s, la naturaleza parecĂ­a haberse desquitado. La vegetaciĂ³n lo invadĂ­a todo. La vida salvaje se habĂ­a hecho fuerte entre los edificios e instalaciones abandonadas.

Chernobil Herbarium
Linum usitatissimum
Chernobil Herbarium
Geranium Chinum

La escena resultaba especialmente fascinante para investigadores como Martin Hajduch, del Instituto de GenĂ©tica de Plantas y BiotecnologĂ­a de la Academia de Ciencias de Eslovaquia, quien trataba de conocer las alteraciones que las altas radiaciones provocaron en las plantas. Sobre todo en las LinĂ¡ceas.

 Las muestras estudiadas por Hajduch iban a servir, a su vez, de punto de partida para el herbario de la fotĂ³grafa AnaĂ¯s Tondeur. Aunque esta no recurrirĂ­a a su cĂ¡mara para captar las imĂ¡genes. Tondeur prefiriĂ³ utilizar la tĂ©cnica del fotograma, emulando el efecto de las plantas a la exposiciĂ³n extrema de la luz que una bomba atĂ³mica emite al explotar.

 La francesa tenĂ­a en mente las sombras que las bombas de Nagasaki e Hiroshima dejaron impresas en 1945. Personas, animales y objetos que, en muchos casos, se volatizaron con las explosiones, quedando su silueta impresa en paredes y aceras como Ăºnico testimonio de su pasada existencia. 

Para la fotĂ³grafa, los rayogramas vegetales eran la muestra palpable de las huellas traumĂ¡ticas pero imperceptibles de la tragedia de ChernĂ³bil. Esa misma a la que los ucranianos consideran aĂºn «el enemigo invisible».

Pero el recorrido del proyecto no se quedarĂ­a ahĂ­. A finales del 2015, Michael Marder conociĂ³ el trabajo de Tondeur en una exposiciĂ³n organizada en ParĂ­s. Al filĂ³sofo e investigador aquellas imĂ¡genes le cautivaron, no tanto por tratar un tema ligado al medioambiente, Ă¡mbito en el que suele trabajar, como por su relaciĂ³n con ChernĂ³bil. Marder fue uno de los miles de niños que quedaron tocados para siempre por el velo imperceptible de la radiaciĂ³n. En su caso, ocurriĂ³ en un sanatorio de Anapa (Rusia), donde en el 86 pasĂ³ una temporada para tratar sus alergias.

Anais Tondeur

 De aquella fascinaciĂ³n surgiĂ³ el libro ChernĂ³bil Herbarium con el que Marder y Tondeur se propusieron recordar la catĂ¡strofe nuclear. Porque como el filĂ³sofo afirmaba en The New York Times, «el riesgo mĂ¡s grande es que continuemos como si ChernĂ³bil no hubiera tenido lugar jamĂ¡s».

A travĂ©s de 35 relatos, uno por cada uno de los años que han pasado desde la explosiĂ³n en la planta de PrĂ­piat, Marder recoge los lamentos de las vĂ­ctimas de la tragedia en lo que viene a calificar como un «duelo infinito, como infinitas son las resonancias de la actividad». Cada uno de los textos se acompaña de uno de los rayogramas de Tondeur.

Aunque las imĂ¡genes de las plantas inmortalizadas por Tondeur pueden recordar a los daguerrotipos que en Ă©poca victoriana se utilizaba para retratar a los muertos, su propĂ³sito no tiene nada de macabro. Tampoco lo tienen los textos de Marder. Como ambos explican en el prĂ³logo del libro, «es nuestro humilde grano de arena a la toma de conciencia colectiva ante el acontecimiento de ChernĂ³bil (…), darle significado y simbolizarlo analizando la conciencia que fragmentĂ³ y, quizĂ¡s, cultivando otra forma de vivir que estĂ© en mayor armonĂ­a con el medioambiente».

 

 *ImĂ¡genes extraĂ­das del libro ChernĂ³bil Herbarium, Michael Mander y AnaĂ¯s Tounder, Ediciones NED (2021)

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Para el planeta, treinta y cinco años no son nada. Ese el tiempo que ha transcurrido desde que el reactor nĂºmero 4 de la central nuclear VladĂ­mir Ilich Lenin saltase por los aires. La brutal herida que la Tierra sufriĂ³ aquel 26 de abril de 1986 sigue supurando en forma de muerte y enfermedades crĂ³nicas de demasiadas personas. Y de destierro para las familias que aĂºn no han podido volver a los que por aquel entonces eran sus hogares. 

Aunque no son las Ăºnicas vĂ­ctimas de la catĂ¡strofe de ChernĂ³bil. De la nube radiactiva no se librĂ³ ser vivo alguno en un Ă¡rea que, se calcula, ronda los 150.000 kilĂ³metros cuadrados. Los mĂ¡s afectados, los que se encontraban dentro de la zona de exclusiĂ³n, la que se encuentra dentro de un radio de 30 kilĂ³metros alrededor de la planta nuclear.

 Cuando se desprecintĂ³ esta Ă¡rea, casi tres dĂ©cadas despuĂ©s, la naturaleza parecĂ­a haberse desquitado. La vegetaciĂ³n lo invadĂ­a todo. La vida salvaje se habĂ­a hecho fuerte entre los edificios e instalaciones abandonadas.

Chernobil Herbarium
Linum usitatissimum
Chernobil Herbarium
Geranium Chinum

La escena resultaba especialmente fascinante para investigadores como Martin Hajduch, del Instituto de GenĂ©tica de Plantas y BiotecnologĂ­a de la Academia de Ciencias de Eslovaquia, quien trataba de conocer las alteraciones que las altas radiaciones provocaron en las plantas. Sobre todo en las LinĂ¡ceas.

 Las muestras estudiadas por Hajduch iban a servir, a su vez, de punto de partida para el herbario de la fotĂ³grafa AnaĂ¯s Tondeur. Aunque esta no recurrirĂ­a a su cĂ¡mara para captar las imĂ¡genes. Tondeur prefiriĂ³ utilizar la tĂ©cnica del fotograma, emulando el efecto de las plantas a la exposiciĂ³n extrema de la luz que una bomba atĂ³mica emite al explotar.

 La francesa tenĂ­a en mente las sombras que las bombas de Nagasaki e Hiroshima dejaron impresas en 1945. Personas, animales y objetos que, en muchos casos, se volatizaron con las explosiones, quedando su silueta impresa en paredes y aceras como Ăºnico testimonio de su pasada existencia. 

Para la fotĂ³grafa, los rayogramas vegetales eran la muestra palpable de las huellas traumĂ¡ticas pero imperceptibles de la tragedia de ChernĂ³bil. Esa misma a la que los ucranianos consideran aĂºn «el enemigo invisible».

Pero el recorrido del proyecto no se quedarĂ­a ahĂ­. A finales del 2015, Michael Marder conociĂ³ el trabajo de Tondeur en una exposiciĂ³n organizada en ParĂ­s. Al filĂ³sofo e investigador aquellas imĂ¡genes le cautivaron, no tanto por tratar un tema ligado al medioambiente, Ă¡mbito en el que suele trabajar, como por su relaciĂ³n con ChernĂ³bil. Marder fue uno de los miles de niños que quedaron tocados para siempre por el velo imperceptible de la radiaciĂ³n. En su caso, ocurriĂ³ en un sanatorio de Anapa (Rusia), donde en el 86 pasĂ³ una temporada para tratar sus alergias.

Anais Tondeur

 De aquella fascinaciĂ³n surgiĂ³ el libro ChernĂ³bil Herbarium con el que Marder y Tondeur se propusieron recordar la catĂ¡strofe nuclear. Porque como el filĂ³sofo afirmaba en The New York Times, «el riesgo mĂ¡s grande es que continuemos como si ChernĂ³bil no hubiera tenido lugar jamĂ¡s».

A travĂ©s de 35 relatos, uno por cada uno de los años que han pasado desde la explosiĂ³n en la planta de PrĂ­piat, Marder recoge los lamentos de las vĂ­ctimas de la tragedia en lo que viene a calificar como un «duelo infinito, como infinitas son las resonancias de la actividad». Cada uno de los textos se acompaña de uno de los rayogramas de Tondeur.

Aunque las imĂ¡genes de las plantas inmortalizadas por Tondeur pueden recordar a los daguerrotipos que en Ă©poca victoriana se utilizaba para retratar a los muertos, su propĂ³sito no tiene nada de macabro. Tampoco lo tienen los textos de Marder. Como ambos explican en el prĂ³logo del libro, «es nuestro humilde grano de arena a la toma de conciencia colectiva ante el acontecimiento de ChernĂ³bil (…), darle significado y simbolizarlo analizando la conciencia que fragmentĂ³ y, quizĂ¡s, cultivando otra forma de vivir que estĂ© en mayor armonĂ­a con el medioambiente».

 

 *ImĂ¡genes extraĂ­das del libro ChernĂ³bil Herbarium, Michael Mander y AnaĂ¯s Tounder, Ediciones NED (2021)

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