30 de enero 2017    /   CREATIVIDAD
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La ciudad que tiene el perfil de Eva PerĂ³n

30 de enero 2017    /   CREATIVIDAD     por          
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ciudad evita

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En el partido de La Matanza, en el perĂ­metro del Gran Buenos Aires, se eleva Ciudad Evita, una urbanizaciĂ³n que harĂ­a las delicias de NaciĂ³n Rontonda por su loca planificaciĂ³n. Las casas estĂ¡n organizadas para formar el perfil de Eva PerĂ³n, Evita. Con rodete y todo.

«Puestos a pedir ¿por quĂ© conformarse sĂ³lo con pan? ¿Por quĂ© no pedir pan dulce? Ese detalle es lo que diferencia al peronismo de las demĂ¡s ideologĂ­as». Con estas palabras resume el pintor Daniel Santoro el atractivo del peronismo respecto de las demĂ¡s posiciones polĂ­ticas.

A principios de los años 40 y desde su puesto en la secretarĂ­a de Trabajo y PrevisiĂ³n, Juan Domingo PerĂ³n comenzĂ³ a prometer pan dulce a los trabajadores. Estos respondieron eligiĂ©ndole presidente con holgada mayorĂ­a en las elecciones de 1946. Juan Domingo PerĂ³n no les defraudĂ³ y, durante su primer mandato, sometiĂ³ al paĂ­s a una profunda modernizaciĂ³n.

Ayudado por su segunda esposa, Eva Duarte de PerĂ³n, Evita, el presidente puso en marcha mejoras sociales. Desde la aprobaciĂ³n del Estatuto de los trabajadores, hasta la equiparaciĂ³n de derechos entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales. Bajo su mandato se aprobĂ³ tambiĂ©n el voto femenino y se crearon programas de salud pĂºblica. Los niños y las mujeres fueron un objetivo prioritario para lo cual se erigieron escuelas y hogares de trĂ¡nsito para madres solteras.

La prosperidad de la Argentina de finales de los años 40 y 50 era tal que incluso se diseĂ±Ă³ un reactor fabricado en el paĂ­s. TambiĂ©n se iniciĂ³ un programa de energĂ­a atĂ³mica. PerĂ³n no sĂ³lo querĂ­a tener la bomba. Su sueño era comercializar energĂ­a nuclear en botellas de uno y medio litro para llevar energĂ­a las casas. Lamentablemente, un nazi tramposo llamado Ronald Richter engaĂ±Ă³ al presidente e hizo fracasar el Proyecto Huemul. Pero esa es otra historia.

En su afĂ¡n por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, el gobierno iniciĂ³ un programa de construcciĂ³n de viviendas inspiradas en los barrios norteamericanos. Se diseñaron chalĂ©s de estilo californiano con inmejorables calidades y se pusieron a disposiciĂ³n de los mĂ¡s humildes. Un hecho que no gustĂ³ a los mĂ¡s pudientes.

Que el Estado se hiciera cargo de la construcciĂ³n de viviendas, ponĂ­a en riesgo la viabilidad de los negocios inmobiliarios de la oligarquĂ­a. AdemĂ¡s, que esas casas se construyeran cerca de zonas residenciales de lujo no era plato de gusto para los argentinos adinerados. ¿QuiĂ©n querrĂ­a vivir al lado de esos cabecitas negras? Ellos no.

Si a Evita le gustaban los grasitas, que se los llevase a su casa rosada. De hecho, no tardaron en aparecer bulos que afirmaban que los descamisados utilizaban el parquĂ© de los chalĂ©s para hacer fuego para el asado. ¿QuĂ© otra prueba se necesitaba? Eran unos salvajes que no merecĂ­an el confort moderno sino las tolderĂ­as de los indios.

De todos esos barrios residenciales, destaca por mĂ©ritos propios Ciudad Evita. Su origen se remonta al decreto presidencial 33221/47. En Ă©l se ordenaba la expropiaciĂ³n de unas tierras destinadas a la construcciĂ³n de 15.000 viviendas inspiradas en el urbanismo de Edward Howard. Para dar servicio a toda esa poblaciĂ³n, tambiĂ©n se incluyĂ³ en la planificaciĂ³n la construcciĂ³n de bibliotecas, escuelas, parques e instalaciones deportivas.

La obra estaba relacionada con la labor que Evita realizaba en la FundaciĂ³n Eva PerĂ³n. Este hecho, sumado al culto a la personalidad intrĂ­nseco al peronismo, hizo que alguien pensase que serĂ­a buena idea que las viviendas formasen el perfil de Evita.

Aunque con trazos simples –que las fachadas de las casas tampoco son pinceles de pelo de camello–, en el perfil de la abanderada de los humildes se puede diferenciar su caracterĂ­stico rodete. La imagen se completaba con un micrĂ³fono y un brazo levantado. Un gesto a medio camino de la arenga a las masas y el saludo cariñoso a los aviones que despegan y aterrizan del vecino aeropuerto de Ezeiza.

En 1952, Eva PerĂ³n muriĂ³ a consecuencia de un cĂ¡ncer. En 1955, la autodenominada RevoluciĂ³n Libertadora derrocĂ³ a Juan Domingo PerĂ³n. El presidente legĂ­timo, elegido por mayorĂ­a en los comicios de 1952, iniciĂ³ un exilio que le llevarĂ­a por diversos paĂ­ses, incluido España.

Una de las primeras medidas de los militares golpistas fue borrar todo vestigio del peronismo. Se prohibiĂ³ mencionar el nombre de PerĂ³n y Evita. Para referirse a ellos habĂ­a que utilizar los tĂ©rminos como El tirano y su esposa. Era cuestiĂ³n de tiempo que esas medidas tambiĂ©n llegasen a Ciudad Evita.

La primera decisiĂ³n de los militares fue cambiar el nombre. Ya no se llamarĂ­a Ciudad Evita sino Ciudad General Belgrano. Posteriormente, se comenzĂ³ a construir de forma desordenada con intenciĂ³n de desvirtuar el perfil de Eva PerĂ³n.

Estas polĂ­ticas continuaron durante los siguientes gobiernos militares. Se deformĂ³ aĂºn mĂ¡s el plano original y se decretĂ³ un nuevo cambio de nombre: Ciudad General GĂ¼emes.

La llegada de la democracia devolviĂ³ la libertad al paĂ­s y la memoria a Ciudad Evita. El barrio volviĂ³ a denominarse como en sus orĂ­genes. Bustos de Evita y Juan Domingo PerĂ³n fueron colocados en una de sus calles. Sus vecinos volvieron a sentirse orgullosos de un proyecto que, a pesar de la crĂ­tica que se pueda hacer al rĂ©gimen que lo puso en marcha, les permitiĂ³ tener casas dignas. Como las de los ricos.

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En el partido de La Matanza, en el perĂ­metro del Gran Buenos Aires, se eleva Ciudad Evita, una urbanizaciĂ³n que harĂ­a las delicias de NaciĂ³n Rontonda por su loca planificaciĂ³n. Las casas estĂ¡n organizadas para formar el perfil de Eva PerĂ³n, Evita. Con rodete y todo.

«Puestos a pedir ¿por quĂ© conformarse sĂ³lo con pan? ¿Por quĂ© no pedir pan dulce? Ese detalle es lo que diferencia al peronismo de las demĂ¡s ideologĂ­as». Con estas palabras resume el pintor Daniel Santoro el atractivo del peronismo respecto de las demĂ¡s posiciones polĂ­ticas.

A principios de los años 40 y desde su puesto en la secretarĂ­a de Trabajo y PrevisiĂ³n, Juan Domingo PerĂ³n comenzĂ³ a prometer pan dulce a los trabajadores. Estos respondieron eligiĂ©ndole presidente con holgada mayorĂ­a en las elecciones de 1946. Juan Domingo PerĂ³n no les defraudĂ³ y, durante su primer mandato, sometiĂ³ al paĂ­s a una profunda modernizaciĂ³n.

Ayudado por su segunda esposa, Eva Duarte de PerĂ³n, Evita, el presidente puso en marcha mejoras sociales. Desde la aprobaciĂ³n del Estatuto de los trabajadores, hasta la equiparaciĂ³n de derechos entre hijos matrimoniales y extramatrimoniales. Bajo su mandato se aprobĂ³ tambiĂ©n el voto femenino y se crearon programas de salud pĂºblica. Los niños y las mujeres fueron un objetivo prioritario para lo cual se erigieron escuelas y hogares de trĂ¡nsito para madres solteras.

La prosperidad de la Argentina de finales de los años 40 y 50 era tal que incluso se diseĂ±Ă³ un reactor fabricado en el paĂ­s. TambiĂ©n se iniciĂ³ un programa de energĂ­a atĂ³mica. PerĂ³n no sĂ³lo querĂ­a tener la bomba. Su sueño era comercializar energĂ­a nuclear en botellas de uno y medio litro para llevar energĂ­a las casas. Lamentablemente, un nazi tramposo llamado Ronald Richter engaĂ±Ă³ al presidente e hizo fracasar el Proyecto Huemul. Pero esa es otra historia.

En su afĂ¡n por mejorar las condiciones de vida de los trabajadores, el gobierno iniciĂ³ un programa de construcciĂ³n de viviendas inspiradas en los barrios norteamericanos. Se diseñaron chalĂ©s de estilo californiano con inmejorables calidades y se pusieron a disposiciĂ³n de los mĂ¡s humildes. Un hecho que no gustĂ³ a los mĂ¡s pudientes.

Que el Estado se hiciera cargo de la construcciĂ³n de viviendas, ponĂ­a en riesgo la viabilidad de los negocios inmobiliarios de la oligarquĂ­a. AdemĂ¡s, que esas casas se construyeran cerca de zonas residenciales de lujo no era plato de gusto para los argentinos adinerados. ¿QuiĂ©n querrĂ­a vivir al lado de esos cabecitas negras? Ellos no.

Si a Evita le gustaban los grasitas, que se los llevase a su casa rosada. De hecho, no tardaron en aparecer bulos que afirmaban que los descamisados utilizaban el parquĂ© de los chalĂ©s para hacer fuego para el asado. ¿QuĂ© otra prueba se necesitaba? Eran unos salvajes que no merecĂ­an el confort moderno sino las tolderĂ­as de los indios.

De todos esos barrios residenciales, destaca por mĂ©ritos propios Ciudad Evita. Su origen se remonta al decreto presidencial 33221/47. En Ă©l se ordenaba la expropiaciĂ³n de unas tierras destinadas a la construcciĂ³n de 15.000 viviendas inspiradas en el urbanismo de Edward Howard. Para dar servicio a toda esa poblaciĂ³n, tambiĂ©n se incluyĂ³ en la planificaciĂ³n la construcciĂ³n de bibliotecas, escuelas, parques e instalaciones deportivas.

La obra estaba relacionada con la labor que Evita realizaba en la FundaciĂ³n Eva PerĂ³n. Este hecho, sumado al culto a la personalidad intrĂ­nseco al peronismo, hizo que alguien pensase que serĂ­a buena idea que las viviendas formasen el perfil de Evita.

Aunque con trazos simples –que las fachadas de las casas tampoco son pinceles de pelo de camello–, en el perfil de la abanderada de los humildes se puede diferenciar su caracterĂ­stico rodete. La imagen se completaba con un micrĂ³fono y un brazo levantado. Un gesto a medio camino de la arenga a las masas y el saludo cariñoso a los aviones que despegan y aterrizan del vecino aeropuerto de Ezeiza.

En 1952, Eva PerĂ³n muriĂ³ a consecuencia de un cĂ¡ncer. En 1955, la autodenominada RevoluciĂ³n Libertadora derrocĂ³ a Juan Domingo PerĂ³n. El presidente legĂ­timo, elegido por mayorĂ­a en los comicios de 1952, iniciĂ³ un exilio que le llevarĂ­a por diversos paĂ­ses, incluido España.

Una de las primeras medidas de los militares golpistas fue borrar todo vestigio del peronismo. Se prohibiĂ³ mencionar el nombre de PerĂ³n y Evita. Para referirse a ellos habĂ­a que utilizar los tĂ©rminos como El tirano y su esposa. Era cuestiĂ³n de tiempo que esas medidas tambiĂ©n llegasen a Ciudad Evita.

La primera decisiĂ³n de los militares fue cambiar el nombre. Ya no se llamarĂ­a Ciudad Evita sino Ciudad General Belgrano. Posteriormente, se comenzĂ³ a construir de forma desordenada con intenciĂ³n de desvirtuar el perfil de Eva PerĂ³n.

Estas polĂ­ticas continuaron durante los siguientes gobiernos militares. Se deformĂ³ aĂºn mĂ¡s el plano original y se decretĂ³ un nuevo cambio de nombre: Ciudad General GĂ¼emes.

La llegada de la democracia devolviĂ³ la libertad al paĂ­s y la memoria a Ciudad Evita. El barrio volviĂ³ a denominarse como en sus orĂ­genes. Bustos de Evita y Juan Domingo PerĂ³n fueron colocados en una de sus calles. Sus vecinos volvieron a sentirse orgullosos de un proyecto que, a pesar de la crĂ­tica que se pueda hacer al rĂ©gimen que lo puso en marcha, les permitiĂ³ tener casas dignas. Como las de los ricos.

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