La Ciudad Universitaria que se financió con loterÃa

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Si has estudiado en la Universidad Complutense de Madrid o conoces a alguien que lo haya hecho, seguramente te referirás a ella como «la Complu». Y probablemente desconozcas que su construcción se financió en gran parte por medio de un pionero sistema de loterÃas.
Hay que remontarse a hace exactamente nueve décadas, cuando Alfonso XIII tuvo la idea de realizar en unos terrenos cedidos por la Corona en el siglo XVIII (terrenos a los que después se sumaron tierras particulares compradas o permutadas) una moderna Ciudad Universitaria que estarÃa en la lÃnea de las mejores que habÃa en Europa en aquel momento. La Universidad de Madrid, sin embargo, ya existÃa desde 1923.
Para llevar a cabo tan ambicioso proyecto, en 1927 creó una Junta para la Construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid. Dicha junta estaba formada por la crème de la crème de la vida polÃtica y universitaria de la época y tenÃa autoridad jurÃdica y autonomÃa para hacer y deshacer «reduciendo al mÃnimo las trabas burocráticas».

Se reunÃan tres veces al mes. Decidieron el número y emplazamiento de los edificios, pabellones y jardines y se encargaron de obtener financiación para el proyecto, entre otras tareas. El proyecto inicial estaba a cargo del arquitecto López Otero, pero sufrió modificaciones e interrupciones debidas a tres cambios de régimen sucesivos, a la destrucción del campus durante la Guerra Civil y a su posterior reconstrucción.

La Ciudad Universitaria fue declarada Bien de Interés Cultural en 1999, con la categorÃa de conjunto histórico. En el campus, en la actualidad, conviven tres universidades: la Complutense, la Politécnica y la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia).
En palabras de Isabel Palomera, directora del Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid, «la Ciudad Universitaria representó uno de los proyectos más modernos y modernizadores de la España del primer tercio del siglo XX».
En el primer acta de la Junta Constructora se desvela que otro de los objetivos era atraer el talento estudiantil de paÃses iberoamericanos que, hasta ahora, elegÃan otros centros docentes europeos: «no se trata de crear un instrumento de cultura madrileña, ni siquiera de cultura nacional. Se trata de promover una verdadera renovación en la mentalidad de las nuevas juventudes españolas y un intercambio de ideas con las juventudes americana mediante la aclimatación en los nuevos hogares de la Universidad española de los jóvenes hispano americanos que hasta ahora vienen frecuentando los Centros de enseñanza de otras naciones de Europa», escribió el secretario de la Junta de su puño y letra en una de las actas.
Amor de madre
El rey Alfonso XIII tenÃa un gran interés personal por el proyecto. De hecho, declinó que le realizaran homenajes con motivo del 25 aniversario de su coronación «para que la creación de la Ciudad universitaria fuese la única conmemoración de tan feliz suceso», según puede leerse en el proyecto del Real Decreto-Ley de la Junta Constructora.

En la primera acta de dicha junta también se incide en el «entusiasmo digno de toda loa» que manifestaba el monarca hacia el proyecto. Él no querÃa ser un presidente honorÃfico, sino uno efectivo. Y manifestó su deseo de que en las reuniones se dejara de lado el protocolo y todos expresaran su opinión y sus iniciativas «con absoluta espontaneidad y libertad».
Pero Alfonso XIII tenÃa otro motivo para amar con devoción ese proyecto. Era la debilidad que por él (y por otros proyectos culturales) habÃa sentido su madre, la reina MarÃa Cristina. Con su fallecimiento en 1929, la construcción de la Ciudad Universitaria se convirtió para él en un «homenaje de amor filial», como él mismo lo definió.
Su madre le habÃa transmitido desde niño que «debÃa darse el mayor impulso al perfeccionamiento de nuestros métodos de educación y al desarrollo de la cultura en todos los órdenes» si querÃa que su querida patria ocupara el puesto que le correspondÃa. Esas palabras las escribió el propio rey en su carta de agradecimiento a la Junta Constructora por el pésame transmitido. En ella, recalca que la reina «fomentó con entusiasmo» la fundación de centros docentes, clÃnicas, sanatorios y hospitales con los últimos adelantos cientÃficos.
«Por eso con el mayor interés seguÃa mi inolvidable Madre todo lo relacionado con la Ciudad Universitaria, y queriendo demostrar su predilección por esta obra […], en recientes ocasiones dio de ello fehacientes pruebas su corazón magnánimo y generoso, dotando camas para el futuro Hospital ClÃnico y prestando siempre su entusiasta cooperación».

Los sorteos universitarios
La idea fue recibida con entusiasmo por la opinión general y, en concreto, por los estudiantes. No era para menos: se realizó un gran despliegue propagandÃstico con el objetivo de transmitir la magnitud del proyecto en marcha. «Toda la nación ha hecho suya la idea del rey», rezaban los folletos publicitarios.

En los folletos, se definÃa la zona como «el lugar más hermoso de las afueras de la gran ciudad». Además, advertÃan de una necesidad de renovación en lÃnea con las últimas innovaciones: «La necesidad está creada, la Universidad no puede continuar donde ahora está», reza otra de las publicaciones.
En el proyecto del Real Decreto-Ley ya se menciona que, además de dotar a la Junta de unos recursos económicos iniciales para su cometido, «se arbitra además la implantación de un sorteo de premios en metálico entre los tenedores de billetes que acrediten los donativos hechos para esta obra, como estÃmulo que acreciente las particulares aportaciones».

El primer sorteo tuvo lugar en mayo de 1928. Se vendieron 55.000 billetes «justificativos de las donaciones», cada uno de ellos por valor de 1.000 pesetas (divididos en diez fracciones), y se optaba a un primer premio de 5.000.000 pesetas. El conjunto de los premios sumaba en total 38.038.000 pesetas, por lo que se dejaba un margen de casi 17 millones para la construcción del campus. El primer número agraciado fue el 45.785.

Los folletos también incluÃan un poco de chantaje emocional: «Nuestra Ciudad Universitaria queremos que sea vuestra también; pero por si el espÃritu de raza os veda llamar vuestro a lo que no os significó sacrificio alguno, contribuid a nuestra obra», espetaban a los ciudadanos.
El sorteo se siguió celebrando cada mes de mayo. En 1931, el premio mayor habÃa ascendido a 7.500.000 pesetas, aunque el número de billetes emitidos se mantenÃa. En el folleto correspondiente ya se daba cuenta de un plano de lo que serÃa la Ciudad, donde destacaba una zona de facultades, una zona médica, una zona de Bellas Artes, una zona de residencia de estudiantes, un jardÃn botánico y un estadio con capacidad para 60.000 espectadores, entre otras construcciones. La redacción destacaba lo mucho que se habÃa avanzado en solo tres años, desde que el monarca tuvo su gran idea.

Cómo anécdota, cabe señalar que en el billete de loterÃa de 1931 la cara de Alfonso XIII aparecÃa tapada con un sello republicano.

El Campus que renació de sus cenizas
La Guerra Civil convirtió el Campus en una auténtica zona de trincheras. El bando franquista se situó en la escuela de Arquitectura y también controlaba los edificios del ClÃnico, la escuela de Agrónomos y el palacete de La Moncloa, entre otros. Los republicanos tenÃan su campamento base en la facultad de FilosofÃa y estaban también en las de Farmacia, Medicina y OdontologÃa.

Ya en la era del dictador, comenzaron las obras de reconstrucción. Algunos de los arquitectos se mantuvieron, aunque no se respetaron todos los edificios del diseño original. Y en 1943 se inauguró el campus reconstruido, unido con la zona de Moncloa a través de unos caracterÃsticos tranvÃas blancos y azules.
A muchos de los que compraron loterÃa el pasado 3 de junio de 2017 quizá les pasara desapercibido el hecho de que en sus billetes habÃa un discreto homenaje a los 90 años desde aquel sueño universitario que se financió con loterÃa.
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Si has estudiado en la Universidad Complutense de Madrid o conoces a alguien que lo haya hecho, seguramente te referirás a ella como «la Complu». Y probablemente desconozcas que su construcción se financió en gran parte por medio de un pionero sistema de loterÃas.
Hay que remontarse a hace exactamente nueve décadas, cuando Alfonso XIII tuvo la idea de realizar en unos terrenos cedidos por la Corona en el siglo XVIII (terrenos a los que después se sumaron tierras particulares compradas o permutadas) una moderna Ciudad Universitaria que estarÃa en la lÃnea de las mejores que habÃa en Europa en aquel momento. La Universidad de Madrid, sin embargo, ya existÃa desde 1923.
Para llevar a cabo tan ambicioso proyecto, en 1927 creó una Junta para la Construcción de la Ciudad Universitaria de Madrid. Dicha junta estaba formada por la crème de la crème de la vida polÃtica y universitaria de la época y tenÃa autoridad jurÃdica y autonomÃa para hacer y deshacer «reduciendo al mÃnimo las trabas burocráticas».

Se reunÃan tres veces al mes. Decidieron el número y emplazamiento de los edificios, pabellones y jardines y se encargaron de obtener financiación para el proyecto, entre otras tareas. El proyecto inicial estaba a cargo del arquitecto López Otero, pero sufrió modificaciones e interrupciones debidas a tres cambios de régimen sucesivos, a la destrucción del campus durante la Guerra Civil y a su posterior reconstrucción.

La Ciudad Universitaria fue declarada Bien de Interés Cultural en 1999, con la categorÃa de conjunto histórico. En el campus, en la actualidad, conviven tres universidades: la Complutense, la Politécnica y la UNED (Universidad Nacional de Educación a Distancia).
En palabras de Isabel Palomera, directora del Archivo General de la Universidad Complutense de Madrid, «la Ciudad Universitaria representó uno de los proyectos más modernos y modernizadores de la España del primer tercio del siglo XX».
En el primer acta de la Junta Constructora se desvela que otro de los objetivos era atraer el talento estudiantil de paÃses iberoamericanos que, hasta ahora, elegÃan otros centros docentes europeos: «no se trata de crear un instrumento de cultura madrileña, ni siquiera de cultura nacional. Se trata de promover una verdadera renovación en la mentalidad de las nuevas juventudes españolas y un intercambio de ideas con las juventudes americana mediante la aclimatación en los nuevos hogares de la Universidad española de los jóvenes hispano americanos que hasta ahora vienen frecuentando los Centros de enseñanza de otras naciones de Europa», escribió el secretario de la Junta de su puño y letra en una de las actas.
Amor de madre
El rey Alfonso XIII tenÃa un gran interés personal por el proyecto. De hecho, declinó que le realizaran homenajes con motivo del 25 aniversario de su coronación «para que la creación de la Ciudad universitaria fuese la única conmemoración de tan feliz suceso», según puede leerse en el proyecto del Real Decreto-Ley de la Junta Constructora.

En la primera acta de dicha junta también se incide en el «entusiasmo digno de toda loa» que manifestaba el monarca hacia el proyecto. Él no querÃa ser un presidente honorÃfico, sino uno efectivo. Y manifestó su deseo de que en las reuniones se dejara de lado el protocolo y todos expresaran su opinión y sus iniciativas «con absoluta espontaneidad y libertad».
Pero Alfonso XIII tenÃa otro motivo para amar con devoción ese proyecto. Era la debilidad que por él (y por otros proyectos culturales) habÃa sentido su madre, la reina MarÃa Cristina. Con su fallecimiento en 1929, la construcción de la Ciudad Universitaria se convirtió para él en un «homenaje de amor filial», como él mismo lo definió.
Su madre le habÃa transmitido desde niño que «debÃa darse el mayor impulso al perfeccionamiento de nuestros métodos de educación y al desarrollo de la cultura en todos los órdenes» si querÃa que su querida patria ocupara el puesto que le correspondÃa. Esas palabras las escribió el propio rey en su carta de agradecimiento a la Junta Constructora por el pésame transmitido. En ella, recalca que la reina «fomentó con entusiasmo» la fundación de centros docentes, clÃnicas, sanatorios y hospitales con los últimos adelantos cientÃficos.
«Por eso con el mayor interés seguÃa mi inolvidable Madre todo lo relacionado con la Ciudad Universitaria, y queriendo demostrar su predilección por esta obra […], en recientes ocasiones dio de ello fehacientes pruebas su corazón magnánimo y generoso, dotando camas para el futuro Hospital ClÃnico y prestando siempre su entusiasta cooperación».

Los sorteos universitarios
La idea fue recibida con entusiasmo por la opinión general y, en concreto, por los estudiantes. No era para menos: se realizó un gran despliegue propagandÃstico con el objetivo de transmitir la magnitud del proyecto en marcha. «Toda la nación ha hecho suya la idea del rey», rezaban los folletos publicitarios.

En los folletos, se definÃa la zona como «el lugar más hermoso de las afueras de la gran ciudad». Además, advertÃan de una necesidad de renovación en lÃnea con las últimas innovaciones: «La necesidad está creada, la Universidad no puede continuar donde ahora está», reza otra de las publicaciones.
En el proyecto del Real Decreto-Ley ya se menciona que, además de dotar a la Junta de unos recursos económicos iniciales para su cometido, «se arbitra además la implantación de un sorteo de premios en metálico entre los tenedores de billetes que acrediten los donativos hechos para esta obra, como estÃmulo que acreciente las particulares aportaciones».

El primer sorteo tuvo lugar en mayo de 1928. Se vendieron 55.000 billetes «justificativos de las donaciones», cada uno de ellos por valor de 1.000 pesetas (divididos en diez fracciones), y se optaba a un primer premio de 5.000.000 pesetas. El conjunto de los premios sumaba en total 38.038.000 pesetas, por lo que se dejaba un margen de casi 17 millones para la construcción del campus. El primer número agraciado fue el 45.785.

Los folletos también incluÃan un poco de chantaje emocional: «Nuestra Ciudad Universitaria queremos que sea vuestra también; pero por si el espÃritu de raza os veda llamar vuestro a lo que no os significó sacrificio alguno, contribuid a nuestra obra», espetaban a los ciudadanos.
El sorteo se siguió celebrando cada mes de mayo. En 1931, el premio mayor habÃa ascendido a 7.500.000 pesetas, aunque el número de billetes emitidos se mantenÃa. En el folleto correspondiente ya se daba cuenta de un plano de lo que serÃa la Ciudad, donde destacaba una zona de facultades, una zona médica, una zona de Bellas Artes, una zona de residencia de estudiantes, un jardÃn botánico y un estadio con capacidad para 60.000 espectadores, entre otras construcciones. La redacción destacaba lo mucho que se habÃa avanzado en solo tres años, desde que el monarca tuvo su gran idea.

Cómo anécdota, cabe señalar que en el billete de loterÃa de 1931 la cara de Alfonso XIII aparecÃa tapada con un sello republicano.

El Campus que renació de sus cenizas
La Guerra Civil convirtió el Campus en una auténtica zona de trincheras. El bando franquista se situó en la escuela de Arquitectura y también controlaba los edificios del ClÃnico, la escuela de Agrónomos y el palacete de La Moncloa, entre otros. Los republicanos tenÃan su campamento base en la facultad de FilosofÃa y estaban también en las de Farmacia, Medicina y OdontologÃa.

Ya en la era del dictador, comenzaron las obras de reconstrucción. Algunos de los arquitectos se mantuvieron, aunque no se respetaron todos los edificios del diseño original. Y en 1943 se inauguró el campus reconstruido, unido con la zona de Moncloa a través de unos caracterÃsticos tranvÃas blancos y azules.
A muchos de los que compraron loterÃa el pasado 3 de junio de 2017 quizá les pasara desapercibido el hecho de que en sus billetes habÃa un discreto homenaje a los 90 años desde aquel sueño universitario que se financió con loterÃa.
Wow! Para un lotero como yo, una historia a asà resulta muy interesante, no la conocÃa. Un saludo! https://lagrossacatalana.es/
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