16 de agosto 2018    /   BUSINESS
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¿Se puede titular con una pregunta o eso es clickbait?

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Si después de leer el titular estás leyendo esto, cabe suponer que piensas que un titular interrogativo no es una trampa, o al menos, no directamente. Porque a nadie le gusta que le engañen, ¿verdad? Sin embargo, muchos medios engañan a diario. Y no porque mientan en lo que cuentan –esa ya es otra guerra que libran algunos–, sino porque juegan con la forma de contarlo.

A fin de cuentas, cuando uno no paga por informarse, de alguna forma hay que generar dinero y la mayoría de medios lo hacen a través de la publicidad indiscriminada. Es una lógica de coto de caza mayor: cuantas más veces se cargue mi banner o pinchen en él, más dinero para ti. Por tanto, cuanto más se lea tu contenido, mejor. Eso, pero encima llevado a un contexto hipercompetitivo por la multiplicación de voces en la Red y todavía con los efectos de una crisis que han demolido al sector.

Hay otro factor que ha venido a agudizar el problema, y es que los medios en muchos casos ya no dependen de sí mismos para captar la atención de sus lectores. Los grandes sí cuentan con una audiencia fidelizada, suscrita a sus contenidos a través de alguna plataforma, o que sencillamente visitan su página o sus cuentas en redes sociales para ver sus contenidos.

Otros, sin embargo, tienen que salir de caza en parajes que no controlan. Y así, cada vez que Google o Facebook deciden cambiar sus normas o sus algoritmos, el tráfico se derrumba.

Toda esa situación ha llevado a que los medios digitales, que se enfrentan a una problemática específica distinta a la de otros medios, desarrollen sus propios códigos y formatos. La forma de contar las noticias marca la diferencia entre ser leído o no serlo, como siempre ha sucedido. Pero en el entorno actual también marca la diferencia entre generar audiencia o no generarla, pero también entre informarles o defraudarles.

Dentro de toda esa lógica, muchos medios digitales se han lanzado a los brazos de los cebos: titulares interrogativos, imágenes con truco o frases vacías campan a sus anchas como trampas en el bosque. El usuario que quiera saber qué sucede deberá pinchar para saberlo, generándole ganancia al medio. El problema está en ubicar la barrera ética entre la necesidad de negocio y la honestidad con el lector.

Sirva como ejemplo uno aleatorio, de una noticia de alcance muy relativo, entre dos medios deportivos: uno decidió contar la información en su tuit y el otro, esconderla. El primero tiene casi la mitad de seguidores que el segundo. Y sin embargo, el número de reacciones a ambos contenidos fueron similares. ¿Castiga la audiencia estas prácticas o acaba picando para obtener información?

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A fin de cuentas, cuando uno no paga por informarse, de alguna forma hay que generar dinero y la mayoría de medios lo hacen a través de la publicidad indiscriminada. Es una lógica de coto de caza mayor: cuantas más veces se cargue mi banner o pinchen en él, más dinero para ti. Por tanto, cuanto más se lea tu contenido, mejor. Eso, pero encima llevado a un contexto hipercompetitivo por la multiplicación de voces en la Red y todavía con los efectos de una crisis que han demolido al sector.

Hay otro factor que ha venido a agudizar el problema, y es que los medios en muchos casos ya no dependen de sí mismos para captar la atención de sus lectores. Los grandes sí cuentan con una audiencia fidelizada, suscrita a sus contenidos a través de alguna plataforma, o que sencillamente visitan su página o sus cuentas en redes sociales para ver sus contenidos.

Otros, sin embargo, tienen que salir de caza en parajes que no controlan. Y así, cada vez que Google o Facebook deciden cambiar sus normas o sus algoritmos, el tráfico se derrumba.

Toda esa situación ha llevado a que los medios digitales, que se enfrentan a una problemática específica distinta a la de otros medios, desarrollen sus propios códigos y formatos. La forma de contar las noticias marca la diferencia entre ser leído o no serlo, como siempre ha sucedido. Pero en el entorno actual también marca la diferencia entre generar audiencia o no generarla, pero también entre informarles o defraudarles.

Dentro de toda esa lógica, muchos medios digitales se han lanzado a los brazos de los cebos: titulares interrogativos, imágenes con truco o frases vacías campan a sus anchas como trampas en el bosque. El usuario que quiera saber qué sucede deberá pinchar para saberlo, generándole ganancia al medio. El problema está en ubicar la barrera ética entre la necesidad de negocio y la honestidad con el lector.

Sirva como ejemplo uno aleatorio, de una noticia de alcance muy relativo, entre dos medios deportivos: uno decidió contar la información en su tuit y el otro, esconderla. El primero tiene casi la mitad de seguidores que el segundo. Y sin embargo, el número de reacciones a ambos contenidos fueron similares. ¿Castiga la audiencia estas prácticas o acaba picando para obtener información?

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