11 de marzo 2013    /   DIGITAL
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Cobardes AnĂ³nimos

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Si la revista Yorokobu prefiriera ser anĂ³nima en su portada solo habrĂ­a un diseño sin firma, acompañado del precio y el cĂ³digo de barras. Sus colaboradores nunca firmarĂ­amos nuestros artĂ­culos, o lo harĂ­amos bajo seudĂ³nimos sonrojantes, y la pĂ¡gina dedicada al Staff serĂ­a reemplazada por un anuncio de cereales.
Los nicknames son a veces muy simpĂ¡ticos y ocurrentes, pero en este campo de minas en que se ha convertido Internet con demasiada frecuencia los usuarios se amparan en sus nicks para decir todo aquello que no osarĂ­an escribir bajo su nombre, ni mucho menos mirando a los ojos de su interlocutor. Simplemente por el placer de hacer daño con total impunidad. Gratis.
Entonces ¿por quĂ© esa simpatĂ­a y aceptaciĂ³n generalizadas hacia los seudĂ³nimos en la red? Nunca debiĂ³ permitirse, y ahora es casi imposible revertir ese derecho adquirido al que solo Facebook parece dispuesto a plantar cara.
Quien esto escribe jamĂ¡s ha publicado un texto anĂ³nimo en ninguna de la veintena de cabeceras para las que ha colaborado. La libertad de expresiĂ³n solo lo es cuando quien se expresa se identifica.
El movimiento Anonymous parece reivindicar ese tirar la piedra y esconder la mano que a tanta gente parece fascinar… hasta que la piedra les golpea a ellos. Sin embargo, hay que reconocerles que en paĂ­ses con las libertades recortadas es necesario el uso de nicknames, seudĂ³nimos, y toda clase de artificios para que la red haga su trabajo y salvar la integridad o incluso la vida.
En el cine de los años 70, cuando un poli recibĂ­a un anĂ³nimo amenazante, se componĂ­a de letras recortadas de la prensa y jamĂ¡s iba firmado, obviamente. Como tampoco se firman las notas de amor dirigidas a alguien que no sabemos si nos corresponderĂ¡… Los seudĂ³nimos tambiĂ©n se utilizan para presentarse a los premios literarios (previo aviso a las editoriales involucradas de la verdadera identidad de quien utiliza el seudĂ³nimo).
Bansky tiene todo el derecho del mundo a no descubrirse. Porque no agrede a nadie, solo decora e ilumina rincones urbanos y los eleva a la categorĂ­a de obra de arte. Tampoco el icĂ³nico grupo The Residents mostrĂ³ jamĂ¡s el rostro de sus cuatro integrantes (se llegĂ³ a especular acerca de si eran los mismĂ­smimos Rolling Stones).
Stephen King publicĂ³ numerosas novelas bajo el nombre de Richard Bachman, por consejo de su agente, que le advirtiĂ³ de que su hiperactividad podrĂ­a perjudicar las ventas. Tampoco estĂ¡ mal dar un nombre falso en un hotel cuando no queremos que nos descubran… aunque eso ya solo sucede en las pelĂ­culas viejas, o en las pensiones de mala muerte en las que no piden la pertinente identificaciĂ³n.
La zona de comentarios de las ediciones electrĂ³nicas de los principales periĂ³dicos se ha convertido en un Ă¡rea de guerra, y cuando el flujo de comentarios es muy intenso, la eficacia de los moderadores desaparece, y queda en manos de los bots, que lo Ăºnico que hacen es filtrar las palabrotas.
Todo esto ha propiciado el florecimiento de empresas que limpian la reputaciĂ³n online, o que al menos lo intentan. Basta que un desgraciado haya dejado constancia de su odio en cualquier blog que disponga de un buen mecanismo de posicionamiento para que esa mancha arruine de manera permanente toda una trayectoria. He conocido casos cercanos de personas que han llegado a padecer trastornos nerviosos y depresiĂ³n ante la imposibilidad de erradicar esas bofetadas que aparecen en los puestos mĂ¡s altos de Google al teclear sus nombres. La imposibilidad de refutar el insulto o la calumnia, por estar firmada con el nick de cualquier listillo, provoca una angustiosa impotencia.
Desde mi punto de vista solo son aceptables los seudĂ³nimos o anĂ³nimos que rubrican contenidos positivos, que no causen daño alguno a nadie. Pero si se critica, se condena, se insulta, se desprecia… aunque sea con toda la razĂ³n del mundo, entonces; y especialmente entonces… hay que dar la cara. O al menos el nombre.

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Los nicknames son a veces muy simpĂ¡ticos y ocurrentes, pero en este campo de minas en que se ha convertido Internet con demasiada frecuencia los usuarios se amparan en sus nicks para decir todo aquello que no osarĂ­an escribir bajo su nombre, ni mucho menos mirando a los ojos de su interlocutor. Simplemente por el placer de hacer daño con total impunidad. Gratis.
Entonces ¿por quĂ© esa simpatĂ­a y aceptaciĂ³n generalizadas hacia los seudĂ³nimos en la red? Nunca debiĂ³ permitirse, y ahora es casi imposible revertir ese derecho adquirido al que solo Facebook parece dispuesto a plantar cara.
Quien esto escribe jamĂ¡s ha publicado un texto anĂ³nimo en ninguna de la veintena de cabeceras para las que ha colaborado. La libertad de expresiĂ³n solo lo es cuando quien se expresa se identifica.
El movimiento Anonymous parece reivindicar ese tirar la piedra y esconder la mano que a tanta gente parece fascinar… hasta que la piedra les golpea a ellos. Sin embargo, hay que reconocerles que en paĂ­ses con las libertades recortadas es necesario el uso de nicknames, seudĂ³nimos, y toda clase de artificios para que la red haga su trabajo y salvar la integridad o incluso la vida.
En el cine de los años 70, cuando un poli recibĂ­a un anĂ³nimo amenazante, se componĂ­a de letras recortadas de la prensa y jamĂ¡s iba firmado, obviamente. Como tampoco se firman las notas de amor dirigidas a alguien que no sabemos si nos corresponderĂ¡… Los seudĂ³nimos tambiĂ©n se utilizan para presentarse a los premios literarios (previo aviso a las editoriales involucradas de la verdadera identidad de quien utiliza el seudĂ³nimo).
Bansky tiene todo el derecho del mundo a no descubrirse. Porque no agrede a nadie, solo decora e ilumina rincones urbanos y los eleva a la categorĂ­a de obra de arte. Tampoco el icĂ³nico grupo The Residents mostrĂ³ jamĂ¡s el rostro de sus cuatro integrantes (se llegĂ³ a especular acerca de si eran los mismĂ­smimos Rolling Stones).
Stephen King publicĂ³ numerosas novelas bajo el nombre de Richard Bachman, por consejo de su agente, que le advirtiĂ³ de que su hiperactividad podrĂ­a perjudicar las ventas. Tampoco estĂ¡ mal dar un nombre falso en un hotel cuando no queremos que nos descubran… aunque eso ya solo sucede en las pelĂ­culas viejas, o en las pensiones de mala muerte en las que no piden la pertinente identificaciĂ³n.
La zona de comentarios de las ediciones electrĂ³nicas de los principales periĂ³dicos se ha convertido en un Ă¡rea de guerra, y cuando el flujo de comentarios es muy intenso, la eficacia de los moderadores desaparece, y queda en manos de los bots, que lo Ăºnico que hacen es filtrar las palabrotas.
Todo esto ha propiciado el florecimiento de empresas que limpian la reputaciĂ³n online, o que al menos lo intentan. Basta que un desgraciado haya dejado constancia de su odio en cualquier blog que disponga de un buen mecanismo de posicionamiento para que esa mancha arruine de manera permanente toda una trayectoria. He conocido casos cercanos de personas que han llegado a padecer trastornos nerviosos y depresiĂ³n ante la imposibilidad de erradicar esas bofetadas que aparecen en los puestos mĂ¡s altos de Google al teclear sus nombres. La imposibilidad de refutar el insulto o la calumnia, por estar firmada con el nick de cualquier listillo, provoca una angustiosa impotencia.
Desde mi punto de vista solo son aceptables los seudĂ³nimos o anĂ³nimos que rubrican contenidos positivos, que no causen daño alguno a nadie. Pero si se critica, se condena, se insulta, se desprecia… aunque sea con toda la razĂ³n del mundo, entonces; y especialmente entonces… hay que dar la cara. O al menos el nombre.

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Opiniones 7
  • La Ăºnica manera de burlarse de la gente con palabras y con hechos, de firmar tu obra y de que te paguen por ello es convertirse en polĂ­tico.

  • BuenĂ­simo el artĂ­culo, nosotros acabamos de lanzar una marca de gafas graduadas de diseño con venta exclusivamente online y en los blogs que hablan de nuestra marca y en las redes sociales no paran de salir Ă³pticos que sĂ³lo ponen su nombre de pila (o cualquier nombre) diciendo que es ilegal… al final hemos decidido no prestar demasiada atenciĂ³n a estos comentarios porque:
    a) Nunca vas a conseguir que rectifiquen y se retracten… y
    b) La legalidad estĂ¡ claramente de nuestro lado con una sentencia en firme y ejecutada desde 2010 que lo aclara: http://www.mmmm.es/cas/actualidad/806
    Nosotros ponemos todos nuestros datos en nuestra web (al igual que cualquier empresa) y la gente puede afirmar que esto es ilegal con un nombre (inventado o no)… parece injusto, ¿no?
    Luego tienes, como escribes, a los que se enzarzan en peleas e insultos en los comentarios de las noticias… la verdad es que hay que estar muy descontento con tu vida para perder tiempo en insultar a otro “anĂ³nimo” en Internet … ¿quĂ© satisfacciĂ³n se puede obtener de eso?
    Enhorabuena por el artĂ­culo Antonio, en Lord Wilmore no podemos estar mĂ¡s de acuerdo.

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