No hay nada tan bienintencionado como empeƱarse en mantenerse activo y dinĆ”mico con el paso de los aƱos. A la vez, una de las mayores mentiras que las personas se dicen a sĆ mismas es que Ā«sĆ, ya tengo una edad, pero sigo siendo joven de espĆrituĀ».Ā Y un carajo.
El tiempo transcurre de manera inexorable y, salvo que hayas sido un viejoven durante toda tu vida, nadie puede culpar a nadie de aferrarse a los tiempos de gloria y lozanĆa.
La pasada semana contĆ”bamos algunos placeres que, por norma general, se paladean mejor cuando se dispone de la madurez necesaria. Mierda para eso. Nos declaramos en la obligación de abrazar la inmadurez y de reivindicar el sĆndrome de Peter Pan como el vehĆculo sin chófer ni rumbo que guĆa nuestras vidas.
Ni tenemos criterio ni tenemos ganas de tenerlo. Por eso seguimos haciendo el gilipollas obviando una realidad tan imparable como la oxidación de nuestro material biológico y tratando de hacer āya pasados los 40ā cosas que hacĆamos sin rubor con 20.
Dormir hasta tarde
El ritual era sencillo. Uno se acostaba, sobrio o no. Llegada la maƱana, toda prolongación del sueƱo dependĆa Ćŗnica y exclusivamente de la voluntad de dormir. Se abrĆa un ojo, se deducĆa que el mundo seguĆa girando y que, por ello, podĆa prescindir de nuestra presencia durante otro par de horas. Se daba uno la vuelta en la cama y a seguir, ad infinitum, como si nada hubiera pasado. La vergüenza por dormir comenzaba, mĆ”s o menos, cuando ya se olĆa el aroma del almuerzo de casa saliendo de la cocina.
Las cosas han cambiado. Da igual a quĆ© hora te hayas acostado. Da igual el sueƱo que tengas. Da igual absolutamente todo. El reloj biológico, algo de lo que nunca tuviste constancia, harĆ” que abras un ojo no mucho mĆ”s tarde de la hora habitual de cada dĆa. Y si consigues dormir mucho mĆ”s, te levantarĆ”s sintiĆ©ndote culpable. La naturaleza es sabia, pero tambiĆ©n muy hija de puta.

Hacer deporte
En tu memoria, todavĆa permanecen grabados los recuerdos de los maratonianos partidos de verano en los que tu esfuerzo nunca palidecĆa; desafĆos plenos de compromiso hacia tus compaƱeros, la generosidad del esfuerzo que se percibe como inagotable; la diversión inherente al juego en el que uno se deja hasta su Ćŗltimo aliento.
Y ahĆ vas tĆŗ ahora. Por fin con el presupuesto que no tenĆas hace 20 aƱos, preparado para arramblar en el Decathlon de tu barrio con todos los complementos. Las botas de Messi, las espinilleras de titanio āque tus tibias son mĆ”s valiosas que las del propio Messi, al menos para tiā, equipación tĆ©cnica para disipar el sudor que llevas produciendo desde que te convocaron hace una semana para el partido y litros de bebida isotónica. Y un desfibrilador portĆ”til.
Comienza el partido y emprendes el sprint por la banda hacia la lĆnea de fondo. AhĆ comienzan ya las preguntas que tu propio cuerpo te lanza.
ā ĀæHas estirado bien?
ā Mucho calor, Āæno?
ā Mira al cabrón de Pepe, que no baja a defender ya le pongan en nuestra porterĆa una sombrilla y una tumbona
ā ĀæNo estamos mejor en el bar?
Y decides dejar de hacer el imbécil y contratar el pack entero de fútbol en tu proveedor de tele de pago.

Salir
SĆ, ya sĆ© que sigues saliendo. Pero con 18 salĆas, hacĆas botellón, te metĆas en un bar a trasegar kalimotxo, te ibas a la cama y te levantabas a las 9 de la maƱana siguiente para jugar un partido de balonmano. Sin resaca, sin vergüenzas, sin rencores hacia el vino.
Ahora lo intentas. Quedas para cenar y no beber con la tripa vacĆa, sales y te tomas una sola copa por miedo a una muerte prematura. Tarde. Has perdido. Lo de la maƱana siguiente no es resaca. Es sĆndrome de abstinencia en fase terminal.

Ir a festivales con chatarra en el bolsillo
Antes lo importante era la mĆŗsica. Ir, militar en la causa del rock y flipar.
CogĆas el tren nocturno de doce horas en el que dormĆas sentado junto a tres legionarios y dos guardias civiles; tu Ćŗnico alimento eran los sobres de chopped en oferta 3×2 y, como el cuerpo aĆŗn era agradecido, con dos litronas ya ibas piripi.
Ahora necesitas el vagón silencioso del AVE para poder descansar bien antes del sarao, abono VIP para no mezclarte con la plebe en las barras, dormir en hotel mĆnimo-cuatro-estrellas mĆnimo-ocho-horas porque Ā«tres dĆas de festi no son para mĆĀ» y una reservita en algĆŗn restaurante sin casquerĆa para aderezar la experiencia con un aƱadido culinario. Ah, y ahora vas a ver a Future Islands, no a Rage Against the Machine.
ĀæDas asco? SĆ, pero es importante que sigas viĆ©ndote como un temerario hijo de la noche y la jarana. Tu autoestima depende de ello.

Comer a horarios raros
Hubo un tiempo en el que, si tenĆas hambre, comĆas. Ya fueran las 5 de la tarde o las 4 de la maƱana. Y no, no era una frutita y una infusión. Si volvĆas de juerga con el dragón rugiendo, encendĆas tres fogones, activabas la campana extractora y cocinabas cualquier cosa ligera como una pierna de cordero, unos riƱones al jerez o una alubiada con sus sacramentos. Y de ahĆ a la cama.
Ahora, cualquier desvĆo mayor de quince minutos en el horario que te ha mandado tu dietista es tu pasaporte a una doble sesión de gimnasio para recuperar el descontrol.

Comerte un bĆŗfalo
El problema no es el hambre. El problema es comenzar a introducir en tus conversaciones habituales la frase: Ā«Uf, es que comer eso no me sienta bienĀ». Porque lo saben tus interlocutores y lo sabes tĆŗ. No te sienta bien nada que no sean judĆas verdes con sal y aceite, pechuga de pollo a la plancha y merluza hervida.
A dĆa de hoy, cualquier alimento que se salga de tu rutina habitual es un paso seguro hacia una Ćŗlcera. Ā«Me voy a dar un caprichito y me voy a comer esas piparrasĀ». Recuerda, amigo: lo que quema al entrar, a estas edades quema al salir. Y da cĆ”ncer. Todo da cĆ”ncer.

Molar
DĆ©jalo. Ya no molas. Los chavales te llaman seƱor y tu camello por fin te fĆa porque no percibe en ti ni el peligro ni el encanto de la incertidumbre.

Ir al tanatorio
Esta es la Ćŗnica excepción. Con 20 aƱos ibas al tanatorio por dos motivos: o se morĆan tus abuelos o el bar del lugar era el Ćŗnico sitio al que ir de after. Es imposible encontrar amabilidad como la de los camareros de los bares de los tanatorios.
Ahora, que tienes cuarenta y tantos, seguirĆ”s yendo al tanatorio. EstĆ”n comenzando a caer los amigos que se entregaron a la mala vida, los que cayeron vĆctima del cĆ”ncer o los que tenĆan problemas no detectados y se han marchado de manera prematura e inesperada.
Si nos ponemos aĆŗn peor, puede que seas tĆŗ el protagonista. O peor aĆŗn: yo. Vaya mierda de forma de terminar un artĆculo.
Uff, quĆ© mal lo pintas…y cuĆ”nta razón, y no hace falta llegar a los 40…
Es que veo que ya ni con sĆndrome de Peter Pan…
Ā”Joer! Con lo mal que llevo yo ya la cuarentena, esto no aviva ni motiva, Ā”snif! Y lo peor….es que tienes razón. Ā”Ea! A ver si me corto las vena o me las dejo largas, no sĆ©.
Menos mal que por lo menos, me he reĆdo un poco.
Ā”Venga! Hasta luegui cuarentaƱero š
No me lo recuerdes š
En serio a los 40 ya no molo? Oooh
A los 40 no molo yo.
Que articulo tan malo . Es cierto que la hoja en blanco asusta pero no era para que escribieras cualquier babosada.
Lo has clavado David y te aviso que a los 50 seguirƔs igual o peor!!! Lo importante es aceptarlo y mejor con buen humor. Un saludo ,
Bueno, creo que hablas por ti, David. A mĆ no me pasa nada de lo que hablas y tengo 46, tambiĆ©n amigos de 50+ que te dan caƱa ahora y probablemente cuando tenĆas 20 tambiĆ©n…
Mi madre tiene 77, lleva cuatro dĆas en el ferial de Sevilla, bailando y jartandose con sus amigos, hijos, nietos, y le sua si mola o no mola, es feliz. Ā” Me tiene frito !
No entendà nada con tantos modismos, pudieras escribir en español neutro para que todos entendiéramos.
..ya lo has dicho tĆŗ en la frase final, que yo extenderĆa en “..de comenzar”
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