3 de mayo 2017    /   ENTRETENIMIENTO
por
fotografia  Sascha Kohlmann

Cosas que intentas hacer como si tuvieras 20 aƱos… pero no

3 de mayo 2017    /   ENTRETENIMIENTO     por        fotografia  Sascha Kohlmann
CompƔrtelo twitter facebook whatsapp

”Yorokobu gratis en formato digital!

Lee gratis la revista PlacerĀ haciendo clic aquĆ­.

No hay nada tan bienintencionado como empeñarse en mantenerse activo y dinÔmico con el paso de los años. A la vez, una de las mayores mentiras que las personas se dicen a sí mismas es que «sí, ya tengo una edad, pero sigo siendo joven de espíritu». Y un carajo.

El tiempo transcurre de manera inexorable y, salvo que hayas sido un viejoven durante toda tu vida, nadie puede culpar a nadie de aferrarse a los tiempos de gloria y lozanĆ­a.

La pasada semana contÔbamos algunos placeres que, por norma general, se paladean mejor cuando se dispone de la madurez necesaria. Mierda para eso. Nos declaramos en la obligación de abrazar la inmadurez y de reivindicar el síndrome de Peter Pan como el vehículo sin chófer ni rumbo que guía nuestras vidas.

Ni tenemos criterio ni tenemos ganas de tenerlo. Por eso seguimos haciendo el gilipollas obviando una realidad tan imparable como la oxidación de nuestro material biológico y tratando de hacer —ya pasados los 40— cosas que hacĆ­amos sin rubor con 20.

Dormir hasta tarde

El ritual era sencillo. Uno se acostaba, sobrio o no. Llegada la mañana, toda prolongación del sueño dependía única y exclusivamente de la voluntad de dormir. Se abría un ojo, se deducía que el mundo seguía girando y que, por ello, podía prescindir de nuestra presencia durante otro par de horas. Se daba uno la vuelta en la cama y a seguir, ad infinitum, como si nada hubiera pasado. La vergüenza por dormir comenzaba, mÔs o menos, cuando ya se olía el aroma del almuerzo de casa saliendo de la cocina.

Las cosas han cambiado. Da igual a qué hora te hayas acostado. Da igual el sueño que tengas. Da igual absolutamente todo. El reloj biológico, algo de lo que nunca tuviste constancia, harÔ que abras un ojo no mucho mÔs tarde de la hora habitual de cada día. Y si consigues dormir mucho mÔs, te levantarÔs sintiéndote culpable. La naturaleza es sabia, pero también muy hija de puta.

andre

Hacer deporte

En tu memoria, todavía permanecen grabados los recuerdos de los maratonianos partidos de verano en los que tu esfuerzo nunca palidecía; desafíos plenos de compromiso hacia tus compañeros, la generosidad del esfuerzo que se percibe como inagotable; la diversión inherente al juego en el que uno se deja hasta su último aliento.

Y ahĆ­ vas tĆŗ ahora. Por fin con el presupuesto que no tenĆ­as hace 20 aƱos, preparado para arramblar en el Decathlon de tu barrio con todos los complementos. Las botas de Messi, las espinilleras de titanio —que tus tibias son mĆ”s valiosas que las del propio Messi, al menos para ti—, equipación tĆ©cnica para disipar el sudor que llevas produciendo desde que te convocaron hace una semana para el partido y litros de bebida isotónica. Y un desfibrilador portĆ”til.

Comienza el partido y emprendes el sprint por la banda hacia la lĆ­nea de fondo. AhĆ­ comienzan ya las preguntas que tu propio cuerpo te lanza.

– ĀæHas estirado bien?
– Mucho calor, Āæno?
– Mira al cabrón de Pepe, que no baja a defender ya le pongan en nuestra porterĆ­a una sombrilla y una tumbona
– ĀæNo estamos mejor en el bar?

Y decides dejar de hacer el imbécil y contratar el pack entero de fútbol en tu proveedor de tele de pago.

g5j999

Salir

Sí, ya sé que sigues saliendo. Pero con 18 salías, hacías botellón, te metías en un bar a trasegar kalimotxo, te ibas a la cama y te levantabas a las 9 de la mañana siguiente para jugar un partido de balonmano. Sin resaca, sin vergüenzas, sin rencores hacia el vino.

Ahora lo intentas. Quedas para cenar y no beber con la tripa vacƭa, sales y te tomas una sola copa por miedo a una muerte prematura. Tarde. Has perdido. Lo de la maƱana siguiente no es resaca. Es sƭndrome de abstinencia en fase terminal.

66qall

Ir a festivales con chatarra en el bolsillo

Antes lo importante era la mĆŗsica. Ir, militar en la causa del rock y flipar.

CogĆ­as el tren nocturno de doce horas en el que dormĆ­as sentado junto a tres legionarios y dos guardias civiles; tu Ćŗnico alimento eran los sobres de chopped en oferta 3×2 y, como el cuerpo aĆŗn era agradecido, con dos litronas ya ibas piripi.

Ahora necesitas el vagón silencioso del AVE para poder descansar bien antes del sarao, abono VIP para no mezclarte con la plebe en las barras, dormir en hotel mínimo-cuatro-estrellas mínimo-ocho-horas porque «tres días de festi no son para mí» y una reservita en algún restaurante sin casquería para aderezar la experiencia con un añadido culinario. Ah, y ahora vas a ver a Future Islands, no a Rage Against the Machine.

¿Das asco? Sí, pero es importante que sigas viéndote como un temerario hijo de la noche y la jarana. Tu autoestima depende de ello.

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Comer a horarios raros

Hubo un tiempo en el que, si tenías hambre, comías. Ya fueran las 5 de la tarde o las 4 de la mañana. Y no, no era una frutita y una infusión. Si volvías de juerga con el dragón rugiendo, encendías tres fogones, activabas la campana extractora y cocinabas cualquier cosa ligera como una pierna de cordero, unos riñones al jerez o una alubiada con sus sacramentos. Y de ahí a la cama.

Ahora, cualquier desvío mayor de quince minutos en el horario que te ha mandado tu dietista es tu pasaporte a una doble sesión de gimnasio para recuperar el descontrol.

kojvjx

Comerte un bĆŗfalo

El problema no es el hambre. El problema es comenzar a introducir en tus conversaciones habituales la frase: «Uf, es que comer eso no me sienta bien». Porque lo saben tus interlocutores y lo sabes tú. No te sienta bien nada que no sean judías verdes con sal y aceite, pechuga de pollo a la plancha y merluza hervida.

A día de hoy, cualquier alimento que se salga de tu rutina habitual es un paso seguro hacia una úlcera. «Me voy a dar un caprichito y me voy a comer esas piparras». Recuerda, amigo: lo que quema al entrar, a estas edades quema al salir. Y da cÔncer. Todo da cÔncer.

pgvj1y

Molar

DƩjalo. Ya no molas. Los chavales te llaman seƱor y tu camello por fin te fƭa porque no percibe en ti ni el peligro ni el encanto de la incertidumbre.

wny9zq

Ir al tanatorio

Esta es la única excepción. Con 20 años ibas al tanatorio por dos motivos: o se morían tus abuelos o el bar del lugar era el único sitio al que ir de after. Es imposible encontrar amabilidad como la de los camareros de los bares de los tanatorios.

Ahora, que tienes cuarenta y tantos, seguirƔs yendo al tanatorio. EstƔn comenzando a caer los amigos que se entregaron a la mala vida, los que cayeron vƭctima del cƔncer o los que tenƭan problemas no detectados y se han marchado de manera prematura e inesperada.

Si nos ponemos aĆŗn peor, puede que seas tĆŗ el protagonista. O peor aĆŗn: yo. Vaya mierda de forma de terminar un artĆ­culo.

76rbjy

”Yorokobu gratis en formato digital!

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No hay nada tan bienintencionado como empeñarse en mantenerse activo y dinÔmico con el paso de los años. A la vez, una de las mayores mentiras que las personas se dicen a sí mismas es que «sí, ya tengo una edad, pero sigo siendo joven de espíritu». Y un carajo.

El tiempo transcurre de manera inexorable y, salvo que hayas sido un viejoven durante toda tu vida, nadie puede culpar a nadie de aferrarse a los tiempos de gloria y lozanĆ­a.

La pasada semana contÔbamos algunos placeres que, por norma general, se paladean mejor cuando se dispone de la madurez necesaria. Mierda para eso. Nos declaramos en la obligación de abrazar la inmadurez y de reivindicar el síndrome de Peter Pan como el vehículo sin chófer ni rumbo que guía nuestras vidas.

Ni tenemos criterio ni tenemos ganas de tenerlo. Por eso seguimos haciendo el gilipollas obviando una realidad tan imparable como la oxidación de nuestro material biológico y tratando de hacer —ya pasados los 40— cosas que hacĆ­amos sin rubor con 20.

Dormir hasta tarde

El ritual era sencillo. Uno se acostaba, sobrio o no. Llegada la mañana, toda prolongación del sueño dependía única y exclusivamente de la voluntad de dormir. Se abría un ojo, se deducía que el mundo seguía girando y que, por ello, podía prescindir de nuestra presencia durante otro par de horas. Se daba uno la vuelta en la cama y a seguir, ad infinitum, como si nada hubiera pasado. La vergüenza por dormir comenzaba, mÔs o menos, cuando ya se olía el aroma del almuerzo de casa saliendo de la cocina.

Las cosas han cambiado. Da igual a qué hora te hayas acostado. Da igual el sueño que tengas. Da igual absolutamente todo. El reloj biológico, algo de lo que nunca tuviste constancia, harÔ que abras un ojo no mucho mÔs tarde de la hora habitual de cada día. Y si consigues dormir mucho mÔs, te levantarÔs sintiéndote culpable. La naturaleza es sabia, pero también muy hija de puta.

andre

Hacer deporte

En tu memoria, todavía permanecen grabados los recuerdos de los maratonianos partidos de verano en los que tu esfuerzo nunca palidecía; desafíos plenos de compromiso hacia tus compañeros, la generosidad del esfuerzo que se percibe como inagotable; la diversión inherente al juego en el que uno se deja hasta su último aliento.

Y ahĆ­ vas tĆŗ ahora. Por fin con el presupuesto que no tenĆ­as hace 20 aƱos, preparado para arramblar en el Decathlon de tu barrio con todos los complementos. Las botas de Messi, las espinilleras de titanio —que tus tibias son mĆ”s valiosas que las del propio Messi, al menos para ti—, equipación tĆ©cnica para disipar el sudor que llevas produciendo desde que te convocaron hace una semana para el partido y litros de bebida isotónica. Y un desfibrilador portĆ”til.

Comienza el partido y emprendes el sprint por la banda hacia la lĆ­nea de fondo. AhĆ­ comienzan ya las preguntas que tu propio cuerpo te lanza.

– ĀæHas estirado bien?
– Mucho calor, Āæno?
– Mira al cabrón de Pepe, que no baja a defender ya le pongan en nuestra porterĆ­a una sombrilla y una tumbona
– ĀæNo estamos mejor en el bar?

Y decides dejar de hacer el imbécil y contratar el pack entero de fútbol en tu proveedor de tele de pago.

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Salir

Sí, ya sé que sigues saliendo. Pero con 18 salías, hacías botellón, te metías en un bar a trasegar kalimotxo, te ibas a la cama y te levantabas a las 9 de la mañana siguiente para jugar un partido de balonmano. Sin resaca, sin vergüenzas, sin rencores hacia el vino.

Ahora lo intentas. Quedas para cenar y no beber con la tripa vacƭa, sales y te tomas una sola copa por miedo a una muerte prematura. Tarde. Has perdido. Lo de la maƱana siguiente no es resaca. Es sƭndrome de abstinencia en fase terminal.

66qall

Ir a festivales con chatarra en el bolsillo

Antes lo importante era la mĆŗsica. Ir, militar en la causa del rock y flipar.

CogĆ­as el tren nocturno de doce horas en el que dormĆ­as sentado junto a tres legionarios y dos guardias civiles; tu Ćŗnico alimento eran los sobres de chopped en oferta 3×2 y, como el cuerpo aĆŗn era agradecido, con dos litronas ya ibas piripi.

Ahora necesitas el vagón silencioso del AVE para poder descansar bien antes del sarao, abono VIP para no mezclarte con la plebe en las barras, dormir en hotel mínimo-cuatro-estrellas mínimo-ocho-horas porque «tres días de festi no son para mí» y una reservita en algún restaurante sin casquería para aderezar la experiencia con un añadido culinario. Ah, y ahora vas a ver a Future Islands, no a Rage Against the Machine.

¿Das asco? Sí, pero es importante que sigas viéndote como un temerario hijo de la noche y la jarana. Tu autoestima depende de ello.

j-gifkojvjl

Comer a horarios raros

Hubo un tiempo en el que, si tenías hambre, comías. Ya fueran las 5 de la tarde o las 4 de la mañana. Y no, no era una frutita y una infusión. Si volvías de juerga con el dragón rugiendo, encendías tres fogones, activabas la campana extractora y cocinabas cualquier cosa ligera como una pierna de cordero, unos riñones al jerez o una alubiada con sus sacramentos. Y de ahí a la cama.

Ahora, cualquier desvío mayor de quince minutos en el horario que te ha mandado tu dietista es tu pasaporte a una doble sesión de gimnasio para recuperar el descontrol.

kojvjx

Comerte un bĆŗfalo

El problema no es el hambre. El problema es comenzar a introducir en tus conversaciones habituales la frase: «Uf, es que comer eso no me sienta bien». Porque lo saben tus interlocutores y lo sabes tú. No te sienta bien nada que no sean judías verdes con sal y aceite, pechuga de pollo a la plancha y merluza hervida.

A día de hoy, cualquier alimento que se salga de tu rutina habitual es un paso seguro hacia una úlcera. «Me voy a dar un caprichito y me voy a comer esas piparras». Recuerda, amigo: lo que quema al entrar, a estas edades quema al salir. Y da cÔncer. Todo da cÔncer.

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Molar

DƩjalo. Ya no molas. Los chavales te llaman seƱor y tu camello por fin te fƭa porque no percibe en ti ni el peligro ni el encanto de la incertidumbre.

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Ir al tanatorio

Esta es la única excepción. Con 20 años ibas al tanatorio por dos motivos: o se morían tus abuelos o el bar del lugar era el único sitio al que ir de after. Es imposible encontrar amabilidad como la de los camareros de los bares de los tanatorios.

Ahora, que tienes cuarenta y tantos, seguirƔs yendo al tanatorio. EstƔn comenzando a caer los amigos que se entregaron a la mala vida, los que cayeron vƭctima del cƔncer o los que tenƭan problemas no detectados y se han marchado de manera prematura e inesperada.

Si nos ponemos aĆŗn peor, puede que seas tĆŗ el protagonista. O peor aĆŗn: yo. Vaya mierda de forma de terminar un artĆ­culo.

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Opiniones 14
  • Ā”Joer! Con lo mal que llevo yo ya la cuarentena, esto no aviva ni motiva, Ā”snif! Y lo peor….es que tienes razón. Ā”Ea! A ver si me corto las vena o me las dejo largas, no sĆ©.
    Menos mal que por lo menos, me he reĆ­do un poco.
    Ā”Venga! Hasta luegui cuarentaƱero šŸ˜‰

  • Que articulo tan malo . Es cierto que la hoja en blanco asusta pero no era para que escribieras cualquier babosada.

  • Lo has clavado David y te aviso que a los 50 seguirĆ”s igual o peor!!! Lo importante es aceptarlo y mejor con buen humor. Un saludo ,

  • Bueno, creo que hablas por ti, David. A mĆ­ no me pasa nada de lo que hablas y tengo 46, tambiĆ©n amigos de 50+ que te dan caƱa ahora y probablemente cuando tenĆ­as 20 tambiĆ©n…

  • Mi madre tiene 77, lleva cuatro dĆ­as en el ferial de Sevilla, bailando y jartandose con sus amigos, hijos, nietos, y le sua si mola o no mola, es feliz. Ā” Me tiene frito !

  • No entendĆ­ nada con tantos modismos, pudieras escribir en espaƱol neutro para que todos entendiĆ©ramos.

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