Te paso la pelota, la oportunidad, el marrĂłn o como quieras llamarlo. Pero te-ha-to-ca-do. Yo me voy a la playa sin mirar atrĂĄs.
¿Cómo dices? ¿Que no se te ocurre nada? Pues lo siento de veras, pero esa excusa ya no vale. Hace poco se publicó un libro titulado 642 cosas sobre las que escribir, una auténtica joya para fomentar la creatividad literaria.
La cosa sucediĂł asĂ: Po Bronson, uno de los miembros de The San Francisco writersâ Gotto recibiĂł el encargo de una editora amiga de escribir un libro que planteara eso, 642 temas que el lector pudiera desarrollar en ese mismo libro.
Entonces Bronson enviĂł un correo a sus 35 compañeros, escritores todos ellos de esa sociedad, para pedirles que le enviaran propuestas que pudieran mostrarle a la editorial. CalculĂł que en un mes, aproximadamente, el libro estarĂa completo.
ÂĄPero el libro se terminĂł en un dĂa! Un tiempo rĂ©cord para esta joya que puede mantenerte todo el verano escribiendo con tan solo rellenar los espacios vacĂos bajo cada titular (a veces una pĂĄgina, a veces media, a veces un cuarto).
Si quieres comprobar lo fĂĄcil que te va a resultar hacerlo, aquĂ tienes un par de ejemplos:
«Los pensamientos de la primera persona que se comió una ostra»
AquĂ puedes extenderte sobre la repugnancia o el Ă©xtasis, tĂș eliges. O sobre la enorme discrepancia entre la primera persona que las probĂł y la segunda. ÂżQuiĂ©n sabe? Tal vez fueron CaĂn y Abel, si quieres reescribir la historia.
Igual a esa primera persona le gustĂł tanto el sabor que se pasĂł toda su vida devolviendo al mar todas las ostras que tan «solo» contenĂan una perla. O no le gustĂł nada, porque empezĂł por la concha y la encontrĂł un tanto dura. QuizĂĄs descubriĂł el mar en su boca y gracias a ello naciĂł la primera metĂĄfora. O tal vez se la comiĂł con saña, sin disfrutarla en absoluto, porque le habĂa llevado una hora conseguir abrirla.
«Un hombre salta del piso 40 de un edificio. A la altura del piso 28 le suena el móvil y se arrepiente de haber saltado. ¿Por qué?»
No me digas que esto no te sugiere un montĂłn de historias. Si quieres hablar de fĂsica, tienes los vectores del tiempo, la entropĂa, que describe lo irreversible de los sistemas termodinĂĄmicos⊠O puedes recurrir al thriller, a la ciencia ficciĂłn, al psicoanĂĄlisis⊠Basta con que te centres en esas dos Ășltimas palabras: Âżpor quĂ©? Y que decidas, antes que nada, lo trascendente que te quieres poner al responderlas.
-Porque tras toda una vida de creencia absoluta en el Reino de los Cielos, su director espiritual le llama ahora informĂĄndole de que, por muy poderosa que sea su fe, cabe la posibilidad de que ningĂșn ĂĄngel estĂ© libre en este momento para tomarle en sus brazos antes de llegar al suelo.
-O, sencillamente, porque descubre que la persona que le acababa de llamar amenazĂĄndole de muerte se habĂa equivocado de nĂșmero.
Y si ninguna de estas dos propuestas te gusta, no te preocupes. Tienes otras 640 para que elijas. Todo, menos fastidiarme a mĂ las vacaciones.
FantĂĄstica invitaciĂłn a escribir un post coral.
LĂĄstima que yo… tambiĂ©n me vaya de vacaciones đ
¿Quién recoge el guante, pues?
Pues yo tengo un blog sobre sexualidad, asĂ que os lo planto ÂĄtan panchamente!
https://martinezvcristina.wordpress.com
Los fruteros de la calle Fernando VI recomiendan que tomemos mucha fruta, porque si recomendasen tomar mucho pescado se irĂa la gente a la pescaderĂa de enfrente. No es que a ella no le guste el pescado, que le encantan los rapantes pequeñitos, casi ilegales; es solo que hay que sacar el gĂ©nero, y al precio que vende el kilo de paraguayos, ya tiene casi para reparar la tapia del fondo en la casa de Colmenarejo, que se cayĂł porque un vecino desviĂł unas aguas de riego que arrastraron tierra de la base. Ese vecino ya le habĂa hecho otra el año pasado, pero el hijo de la frutera andaba en la hija del vecino, y lo dejaron estar para que el niño no quedase chafado. HacĂan buena pareja; Ă©l la llevaba a la fiesta del pueblo de al lado en la Derbi CĂłndor que algĂșn dĂa quiso ser moto de todo terreno, pero no engañaba a nadie. De vez en cuando paraban a mitad de camino y Ă©l le tocaba un poco las tetas por fuera, que ella no le dejaba mĂĄs.
Y asĂ.
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