Los seres humanos somos unos cracks del reciclaje. No de ese de separar residuos y reutilizar lo consumido para reducir nuestro impacto ambiental. No. Somos unos fieras en lo que se refiere a buscar nuevas utilidades a cosas que se concibieron para distintos fines. Ejemplo: el chĂĄndal.
Si alguna vez visitas una tienda de ropa deportiva y observas a tu alrededor te darĂĄs cuenta de que allĂ hay de todo, menos deportistas. Porque toda esa gente que estĂĄ comprĂĄndose un chĂĄndal no son runners, no. Son gente que compra ropa cĂłmoda para estar por casa. Porque, Âżacaso tĂș no llevas pantalones o camisetas destinadas a hacer deporte cuando te derrumbas en el sofĂĄ?
Claro que el chandalismo no solo se queda en el calor del hogar: muchos jĂłvenes de adolescencia complicada, peinado cenicero y gustos ‘musicales’ que van desde Camela al bakalao mĂĄs cañero, han llevado pantalones de chĂĄndal por encima de sus posibilidades. Y chaquetas. Y camisetas de fĂștbol. Vamos, que era el uniforme de una tribu urbana cuya mayor acciĂłn deportiva era el levantamiento de canuto en el parque. Eso es asĂ.
Pero, ademĂĄs de ellos, todos hemos tirado un poco de chandalismo en nuestra juventud. Si lo piensas bien, las zapatillas deportivas han sido el uniforme de cualquier niño hasta casi la adolescencia (mĂĄs los chicos que las chicas, todo hay que decirlo). Y vale que los niños hacen mucho deporte, entendiendo esto como correr, saltar, trepar o dar patadas a un balĂłn… pero no es un calzado que se concibiera para ir a clase, por ejemplo.
En cierto modo tendemos a usar lo concebido para el deporte fuera del deporte. Es el caso tambiĂ©n del Aquarius, esa bebida isotĂłnica que viene a ser como agua con limĂłn (o naranja) y azĂșcares con cosas. En principio era una bebida para deportistas, para recuperar sales minerales tras el esfuerzo… pero muchos lo piden en el bar como refresco habitual, o se lo toman cuando estĂĄn malos del estĂłmago a modo de suero.
De hecho, la propia compañĂa hizo campaña con esa idea: la gente estĂĄ loca porque consume una bebida deportiva sin hacer deporte. CorrĂa el año 2004 y la campaña es de Rushmore.
Pero lo de reconvertir el uso de algunos productos no es exclusiva de lo deportivo. Nuestra alimentaciĂłn tambiĂ©n estĂĄ llena de esos casos. Por ejemplo, la leche. La leche, en la naturaleza, es algo que producen las madres para alimentar a su descendencia en las especies de mamĂferos. Sin embargo, nosotros seguimos consumiendo leche el resto de nuestra vida: con el Cola Cao o el Nesquik, con el cafĂ© y sus mil variedades…
Ojo, y encima ni siquiera es leche de nuestra especie… es leche ÂĄde vaca! Incluso hay de otras variedades ÂĄNos amamantan otras razas! Dicho asĂ suena perturbador, pero no tanto como beber leche de almendra o leche sin lactosa. Eso sĂ que es peculiar…
Ocurre lo mismo con derivados lĂĄcteos como el yogur. Antaño el yogur se asociaba, por las peculiaridades de las bacterias responsables de su fermentaciĂłn, a la acciĂłn antienvejecimiento. Hace no demasiado el yogur se reservaba a enfermos del estĂłmago… y actualmente es un postre o un complemento alimenticio mĂĄs en esta parte del mundo. En otras, como el sur de Asia o Europa Oriental, gran parte de los platos cuentan con la presencia del yogur como ingrediente o compuesto de aderezos.
Hoy en dĂa el yogur se asocia a vida sana, que regula el «trĂĄnsito intestinal» (dicho asĂ parece una avenida) e incluso que «contribuye a moldear la figura».
Una reconversiĂłn similar tuvo el tabaco, tambiĂ©n con unos claros intereses culturales. En inicio se le presuponĂan cualidades medicinales, incluso se sugerĂa el consumo infantil… y hoy en dĂa se persigue y prohĂbe por ser causante de centenares de miles de muertes al año en todo el mundo.
Si hay un buen ejemplo de cambio en el uso ese es, sin duda, el del mĂłvil. Porque un mĂłvil es un telĂ©fono y los telĂ©fonos sirven para llamar. Por eso, no hace demasiado, las compañĂas cobraban por las llamadas y la competencia estaba en reducir las tarifas aplicadas al establecimiento de llamadas y a cada minuto consumido. Sin embargo, con el tiempo, vieron que la gente usaba los mĂłviles para enviarse mensajes… asĂ que las compañĂas telefĂłnicas cambiaron el foco y, dejando en un segundo plano las llamadas, empezaron a competir en precios en los SMS.
ÂżAhora? Se llama por telĂ©fono con el mĂłvil, claro, pero apenas nadie manda SMS. De hecho, muchos llaman a travĂ©s de Facetime o Skype o Google Hangouts. El negocio por tanto no es ya el cobrar por llamar o por mandar mensajes, sino por el consumo de internet. Tu telĂ©fono ya no sirve para llamar o mandar mensajes a travĂ©s de la lĂnea telefĂłnica, sino para consumir internet, por eso ahora las llamadas y mensajes se suelen ofrecer en tarifas planas que varĂan de precio segĂșn el consumo de conexiĂłn.
Y eso hablando solo de lo que respecta a la función del móvil como forma de comunicarse. Que si nos ponemos con los juegos, la radio, las apps informativas y todas esas mandangas resulta que un teléfono móvil acaba siendo lo menos parecido del mundo a un teléfono móvil, al menos como fue concebido en origen.
Lo dicho, eres un fiera del reciclaje y la reconversiĂłn. Y tĂș sin saberlo…
Ejemplo añejo, los tisĂșs. Empezaron como vendas durante la Primera Guerra Mundial, al acabar se intentĂł vender como toallas desmaquilladoras y como la gente lo usaba para limpiarse los mocos, ahora se comercializa como pañuelos desechables.
Decathlon, siempre en forma, con tallas xxxL para gente no tan en forma, que se usan como pijama. xD
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