24 de enero 2022    /   DIGITAL
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Creatividad artificial: los robots serĂ¡n los artistas del futuro

Las mĂ¡quinas ya han irrumpido en el sector profesional del arte. Los algoritmos asumen tareas avanzadas que comprometen a los trabajadores creativos. ¿QuĂ© haremos los humanos cuando los ordenadores puedan hacerlo todo?

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inteligencia artificial creativa

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Un pianista y un robot protagonizan el concierto inaugural del AI and Music S+T+ARTS Festival este otoño en Barcelona. Es tan solo el comienzo de la ediciĂ³n mĂ¡s futurista del festival SĂ³nar, que hermana humanidad y tecnologĂ­a en 21 espectĂ¡culos donde los mĂºsicos de carne y hueso comparten escenario con la inteligencia artificial.

Apartadas de los focos, tambiĂ©n hay mĂ¡quinas currantes que diseñan ilustraciones, pintan cuadros, escriben poemas y componen canciones. El avance tecnolĂ³gico nos ha conducido hasta un punto de no retorno a partir del cual los ordenadores ya no son instrumentos para hacer cosas, sino entidades que hacen cosas por sĂ­ solas. La inteligencia artificial calca la inteligencia humana al detalle: los softwares aprenden rĂ¡pido y se estĂ¡n configurando como genios electrĂ³nicos que piensan e imaginan casi como las personas.

INSPIRACIÓN EN CEROS Y UNOS

Un algoritmo no necesita asistir a clases de pintura para usar el pincel como un maestro renacentista. Le basta con observar la obra completa de Botticelli, Caravaggio, Tiziano o Da Vinci y despuĂ©s tirar de memoria robĂ³tica para reproducir sus tĂ©cnicas, colores y temas en una pieza original que firmarĂ¡ con su extraño nombre alfanumĂ©rico.

Si los robots basan su arte en almacenar y remezclar grandes colecciones de datos generados por seres humanos, ¿son realmente creativos o meros copiones? Depende de lo que entendamos por creatividad. Margaret Boden, psicĂ³loga e investigadora en inteligencia artificial, distingue tres tipos de creatividad: combinatoria (generar algo nuevo a partir de ideas que ya existen), exploratoria (investigar distintas posibilidades dentro de un campo de estudio) y transformadora (innovar, idear nuevos paradigmas). La inventiva de las mĂ¡quinas encaja en las dos primeras categorĂ­as, y aĂºn le queda mucho potencial por explotar.

‘Neural Narratives Polytopya’. Instituto Stocos (Imagen: GĂ¼nter Krammer)

ALGORITMOS, GENIOS INCOMPRENDIDOS

La creatividad computacional ha debutado en el sector artĂ­stico y se ha topado con unos cuantos ceños fruncidos. En 2018 el primer cuadro pintado por una inteligencia artificial, rubricado con la operaciĂ³n matemĂ¡tica que lo hizo posible, se vendiĂ³ por 432.500 dĂ³lares en una subasta parisina. El robot periodista ReporterMate escribiĂ³ su primer artĂ­culo para Guardian Australia al año siguiente. A DABUS se le ha denegado el derecho a patentar sus inventos por carecer de la humanidad necesaria para lidiar con sus trĂ¡mites administrativos.

Hay cierta reticencia moral a reconocer a las mĂ¡quinas como artistas legĂ­timos, y por eso seguimos sometiendo sus obras a escrutinios como el test de Turing, que determina si las personas somos capaces de discernir si una creaciĂ³n es humana o robĂ³tica para, asĂ­, ratificar o rechazar su valor. Es la vertiente artĂ­stica del valle inquietante: cuesta aceptar que la creatividad se pueda sintetizar en un laboratorio. La faceta creativa de los ordenadores nos da yuyu.

inteligencia artificial creativa
‘Piano&Dancer’. Instituto Stocos (Imagen: GĂ¼nter Krammer)

Pero las voces partidarias de la inteligencia artificial formulan preguntas que desarman a cualquiera. ¿No somos los humanos productos de nuestra educaciĂ³n, al igual que las mĂ¡quinas? ¿Acaso no aprendemos de los demĂ¡s, los imitamos y repetimos lo que hicieron nuestros predecesores? Es mĂ¡s: ¿no podrĂ­a una mĂ¡quina, libre de influencias, llegar a ser incluso mĂ¡s creativa que una persona moldeada por su entorno y su cultura? Un zasca de igual calibre demoledor se lo lleva el tecnĂ³fobo detective Spooner en la pelĂ­cula Yo, robot durante su interrogatorio al robot humanoide Sony.

DETECTIVE SPOONER: Los seres humanos tienen sueños. Los perros tambiĂ©n, pero tĂº no. Solo eres una mĂ¡quina. Una imitaciĂ³n de la vida. ¿Puedes componer una sinfonĂ­a? ¿Puedes convertir un lienzo en una hermosa obra de arte?

SONY: ¿Puede usted?

ARTISTAS SIN ARTE

El pensamiento abstracto, la imaginaciĂ³n, esas cualidades que separan a la especie humana del reino animal, ahora nos equiparan a nuestra propia tecnologĂ­a. ¿O no? La visiĂ³n sobre el futuro del arte no tiene que ser necesariamente apocalĂ­ptica. Juan Luis SuĂ¡rez, catedrĂ¡tico en la Western University y director del CulturePlex Lab en CanadĂ¡, recuerda que «la inteligencia artificial, incluso la creativa, precisa de materiales y decisiones humanas para su funcionamiento».

[pullquote]Las mĂ¡quinas aĂºn no entienden de subjetividad, contextos ni normas sociales[/pullquote]

TodavĂ­a nos quedan la emociĂ³n, los sentimientos y la experiencia: atributos que nos diferencian de animales y de robots. Un algoritmo todavĂ­a no asimila el significado de los sĂ­mbolos que maneja: escribe un cuento, pero no lo interpreta; colorea una imagen, pero no siente las connotaciones que expresa cada tono. Las mĂ¡quinas aĂºn no entienden de subjetividad, contextos ni normas sociales.

Tampoco son capaces, por ahora, de innovar al estilo humano: las personas somos expertas en inventar cosas por accidente, asociar ideas que no guardan relaciĂ³n ninguna y crear soluciones para problemas que no existen. «Las discusiones acerca de la inteligencia artificial nos ponen en frente del espejo y nos hace preguntarnos acerca de quĂ© es lo que nos hace no diferentes de los animales, sino mĂ¡s humanos», reflexiona el catedrĂ¡tico.

‘Piano&Dancer’. Instituto Stocos (Imagen: GĂ¼nter Krammer)

INTRUSISMO DIGITAL

Falta un trecho hasta que los robots sean tan creativos como nosotros, si es que llegan a serlo algĂºn dĂ­a. Pero no se puede obviar que ya son una parte importante de la fuerza laboral, y eso tendrĂ¡ consecuencias en el mercado. Con la Cuarta RevoluciĂ³n Industrial, los ordenadores asumen de buen grado las tareas mecanizadas y mĂ¡s tediosas del trabajo, y cuando el arte deje de ser un bastiĂ³n a salvo del desempleo tecnolĂ³gico, tendremos que replantearnos nuestra relaciĂ³n con la inteligencia artificial creativa.

[pullquote]«Se trata es de encontrar el equilibrio entre mĂ¡quinas y personas para que la inteligencia artificial sirva para cumplir los objetivos creativos del artista que la usa»[/pullquote]

Nos corre prisa. La pĂ¡gina web Will Robots Take My Job calcula el riesgo de automatizaciĂ³n de cada profesiĂ³n. Los traductores, por ejemplo, tienen un 49% de posibilidades de ceder su puesto a los ordenadores. Una investigaciĂ³n conjunta de las universidades de Oxford y Yale estima que hay un 50% de probabilidades de que todos los trabajos humanos estĂ©n automatizados en 120 años.

SuĂ¡rez cree que serĂ¡ positivo automatizar todo lo posible, siempre que tenga sentido y se conserve la repeticiĂ³n de tareas para facilitar la formaciĂ³n o la mejora de las personas en su trabajo. Y sobre la dicotomĂ­a competencia-colaboraciĂ³n entre mĂ¡quinas y personas, opina que «de lo que se trata es de encontrar el equilibrio entre ambas para que la inteligencia artificial sirva para cumplir los objetivos creativos del artista que la usa».

MUSAS 2.0

No es ciencia ficciĂ³n: ya hay artistas que utilizan la creatividad computacional en sus obras. Pablo Palacio, compositor, y Muriel Romero, coreĂ³grafa y bailarina, forman parte del Instituto Stocos, donde ponen la tecnologĂ­a a disposiciĂ³n del proceso creativo. En su espectĂ¡culo Piano&Dancer, un piano robĂ³tico traduce los movimientos de una coreografĂ­a a notas musicales en tiempo real.

«En nuestro trabajo es importante que el uso de la IA no estĂ© orientado a reproducir o automatizar la creaciĂ³n de contenidos ya existentes, sino a buscar nuevas realidades», cuentan Palacio y Romero. No tienen miedo de la inteligencia artificial, sino todo lo contrario: es su fuente de inspiraciĂ³n.

«Al crear las condiciones o las reglas por las que el sistema se ha de guiar para producir diferentes posibilidades, nos vemos forzados a racionalizar muchos aspectos que, de otra manera, permanecerĂ­an de forma inconsciente, y asĂ­ quizĂ¡s emplearlos de forma creativa», explican.

Fotograma de ‘Tremendo la juventud’, de NYSU y Espadaysantacruz Studio.

Miguel Espada, fundador de Espadaysantacruz Studio, tambiĂ©n tiene fe en el poder inspirador de esta tecnologĂ­a. Su estudio, en colaboraciĂ³n con el realizador NYSU, confeccionĂ³ un videoclip remasterizado y procesado con inteligencia artificial. Las imĂ¡genes, extraĂ­das del archivo de la Filmoteca Española, tambiĂ©n estĂ¡n coloreadas por un robot. La cosa va mĂ¡s allĂ¡: algunos fragmentos son deepfakes (imĂ¡genes falsas hiperrealistas) basadas en el material fotogrĂ¡fico de la Biblioteca Nacional.

«La inteligencia artificial no es una mera herramienta, sino una serie de procesos que abren la puerta a una reflexiĂ³n muy profunda sobre el conocimiento y la realidad», piensa Espada. «Creo que tenemos la obligaciĂ³n de explorar los nuevos caminos artĂ­sticos y culturales que nos abre».

Fotograma de ‘Tremendo la juventud’, de NYSU y Espadaysantacruz Studio.

La singularidad de cada ser humano y la experiencia personal nos hace Ăºnicos e inimitables ante las apps que diseñan, pintan, escriben y componen. HabrĂ¡ algoritmos que copien a Botticelli, pero no habrĂ¡ nadie como Botticelli. Hasta que los robots desarrollen identidad y emociones, nos quedarĂ¡n las decisiones. «Decidir cuĂ¡ndo, cĂ³mo y por quĂ© la app funciona», dice SuĂ¡rez. «Tener juicio y criterio, es decir, educaciĂ³n moral».

UN CUADRO INFINITO QUE SE PINTA EN STREAMING

Masaaki Hasegawa tiene dos mentes: una que vive en su cabeza y otra almacenada en el ordenador. El artista japonés ha entrenado a un algoritmo para que pinte a su imagen y semejanza: le ha inculcado su obra, lo ha expuesto ante los creadores que le inspiran y ha compartido con él sus influencias musicales. El aprendiz virtual ya pinta tal y como lo haría su maestro, y trabaja sin descanso en un cuadro en constante cambio que se expone en streaming.

Hasegawa sabe que Ă©l no puede producir todo el tiempo, de modo que su creaciĂ³n no es solo aquello que hace, sino tambiĂ©n todo lo que deja de hacer por las limitaciones del cuerpo, el tiempo y la energĂ­a. AsĂ­, el algoritmo pinta en tiempo real sus obras en potencia y lleva la creaciĂ³n al siguiente nivel: abre la puerta, en directo, a los mundos posibles que se cuecen en la imaginaciĂ³n del artista.

Masaaki Hasegawa
Masaaki Hasegawa

ROBOTS ARTISTAS QUE NOS QUITAN EL TRABAJO

—StyleGAN. Red generativa antagĂ³nica que crea rostros hiperrealistas de personas que no existen. Se utiliza para crear deepfakes, como el que reviviĂ³ a Lola Flores en un anuncio de Cruzcampo y rejuveneciĂ³ a Carrie Fisher en Rogue One: Una historia de Star Wars.

—Jukebox. MĂºsico digital que compone canciones al estilo de Frank Sinatra, Pink Floyd y Katy Perry. TambiĂ©n puede imitar sus voces.

—Sudowrite. Asistente de escritura capaz de idear personajes, plantear giros de guion y redactar descripciones.

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Un pianista y un robot protagonizan el concierto inaugural del AI and Music S+T+ARTS Festival este otoño en Barcelona. Es tan solo el comienzo de la ediciĂ³n mĂ¡s futurista del festival SĂ³nar, que hermana humanidad y tecnologĂ­a en 21 espectĂ¡culos donde los mĂºsicos de carne y hueso comparten escenario con la inteligencia artificial.

Apartadas de los focos, tambiĂ©n hay mĂ¡quinas currantes que diseñan ilustraciones, pintan cuadros, escriben poemas y componen canciones. El avance tecnolĂ³gico nos ha conducido hasta un punto de no retorno a partir del cual los ordenadores ya no son instrumentos para hacer cosas, sino entidades que hacen cosas por sĂ­ solas. La inteligencia artificial calca la inteligencia humana al detalle: los softwares aprenden rĂ¡pido y se estĂ¡n configurando como genios electrĂ³nicos que piensan e imaginan casi como las personas.

INSPIRACIÓN EN CEROS Y UNOS

Un algoritmo no necesita asistir a clases de pintura para usar el pincel como un maestro renacentista. Le basta con observar la obra completa de Botticelli, Caravaggio, Tiziano o Da Vinci y despuĂ©s tirar de memoria robĂ³tica para reproducir sus tĂ©cnicas, colores y temas en una pieza original que firmarĂ¡ con su extraño nombre alfanumĂ©rico.

Si los robots basan su arte en almacenar y remezclar grandes colecciones de datos generados por seres humanos, ¿son realmente creativos o meros copiones? Depende de lo que entendamos por creatividad. Margaret Boden, psicĂ³loga e investigadora en inteligencia artificial, distingue tres tipos de creatividad: combinatoria (generar algo nuevo a partir de ideas que ya existen), exploratoria (investigar distintas posibilidades dentro de un campo de estudio) y transformadora (innovar, idear nuevos paradigmas). La inventiva de las mĂ¡quinas encaja en las dos primeras categorĂ­as, y aĂºn le queda mucho potencial por explotar.

‘Neural Narratives Polytopya’. Instituto Stocos (Imagen: GĂ¼nter Krammer)

ALGORITMOS, GENIOS INCOMPRENDIDOS

La creatividad computacional ha debutado en el sector artĂ­stico y se ha topado con unos cuantos ceños fruncidos. En 2018 el primer cuadro pintado por una inteligencia artificial, rubricado con la operaciĂ³n matemĂ¡tica que lo hizo posible, se vendiĂ³ por 432.500 dĂ³lares en una subasta parisina. El robot periodista ReporterMate escribiĂ³ su primer artĂ­culo para Guardian Australia al año siguiente. A DABUS se le ha denegado el derecho a patentar sus inventos por carecer de la humanidad necesaria para lidiar con sus trĂ¡mites administrativos.

Hay cierta reticencia moral a reconocer a las mĂ¡quinas como artistas legĂ­timos, y por eso seguimos sometiendo sus obras a escrutinios como el test de Turing, que determina si las personas somos capaces de discernir si una creaciĂ³n es humana o robĂ³tica para, asĂ­, ratificar o rechazar su valor. Es la vertiente artĂ­stica del valle inquietante: cuesta aceptar que la creatividad se pueda sintetizar en un laboratorio. La faceta creativa de los ordenadores nos da yuyu.

inteligencia artificial creativa
‘Piano&Dancer’. Instituto Stocos (Imagen: GĂ¼nter Krammer)

Pero las voces partidarias de la inteligencia artificial formulan preguntas que desarman a cualquiera. ¿No somos los humanos productos de nuestra educaciĂ³n, al igual que las mĂ¡quinas? ¿Acaso no aprendemos de los demĂ¡s, los imitamos y repetimos lo que hicieron nuestros predecesores? Es mĂ¡s: ¿no podrĂ­a una mĂ¡quina, libre de influencias, llegar a ser incluso mĂ¡s creativa que una persona moldeada por su entorno y su cultura? Un zasca de igual calibre demoledor se lo lleva el tecnĂ³fobo detective Spooner en la pelĂ­cula Yo, robot durante su interrogatorio al robot humanoide Sony.

DETECTIVE SPOONER: Los seres humanos tienen sueños. Los perros tambiĂ©n, pero tĂº no. Solo eres una mĂ¡quina. Una imitaciĂ³n de la vida. ¿Puedes componer una sinfonĂ­a? ¿Puedes convertir un lienzo en una hermosa obra de arte?

SONY: ¿Puede usted?

ARTISTAS SIN ARTE

El pensamiento abstracto, la imaginaciĂ³n, esas cualidades que separan a la especie humana del reino animal, ahora nos equiparan a nuestra propia tecnologĂ­a. ¿O no? La visiĂ³n sobre el futuro del arte no tiene que ser necesariamente apocalĂ­ptica. Juan Luis SuĂ¡rez, catedrĂ¡tico en la Western University y director del CulturePlex Lab en CanadĂ¡, recuerda que «la inteligencia artificial, incluso la creativa, precisa de materiales y decisiones humanas para su funcionamiento».

[pullquote]Las mĂ¡quinas aĂºn no entienden de subjetividad, contextos ni normas sociales[/pullquote]

TodavĂ­a nos quedan la emociĂ³n, los sentimientos y la experiencia: atributos que nos diferencian de animales y de robots. Un algoritmo todavĂ­a no asimila el significado de los sĂ­mbolos que maneja: escribe un cuento, pero no lo interpreta; colorea una imagen, pero no siente las connotaciones que expresa cada tono. Las mĂ¡quinas aĂºn no entienden de subjetividad, contextos ni normas sociales.

Tampoco son capaces, por ahora, de innovar al estilo humano: las personas somos expertas en inventar cosas por accidente, asociar ideas que no guardan relaciĂ³n ninguna y crear soluciones para problemas que no existen. «Las discusiones acerca de la inteligencia artificial nos ponen en frente del espejo y nos hace preguntarnos acerca de quĂ© es lo que nos hace no diferentes de los animales, sino mĂ¡s humanos», reflexiona el catedrĂ¡tico.

‘Piano&Dancer’. Instituto Stocos (Imagen: GĂ¼nter Krammer)

INTRUSISMO DIGITAL

Falta un trecho hasta que los robots sean tan creativos como nosotros, si es que llegan a serlo algĂºn dĂ­a. Pero no se puede obviar que ya son una parte importante de la fuerza laboral, y eso tendrĂ¡ consecuencias en el mercado. Con la Cuarta RevoluciĂ³n Industrial, los ordenadores asumen de buen grado las tareas mecanizadas y mĂ¡s tediosas del trabajo, y cuando el arte deje de ser un bastiĂ³n a salvo del desempleo tecnolĂ³gico, tendremos que replantearnos nuestra relaciĂ³n con la inteligencia artificial creativa.

[pullquote]«Se trata es de encontrar el equilibrio entre mĂ¡quinas y personas para que la inteligencia artificial sirva para cumplir los objetivos creativos del artista que la usa»[/pullquote]

Nos corre prisa. La pĂ¡gina web Will Robots Take My Job calcula el riesgo de automatizaciĂ³n de cada profesiĂ³n. Los traductores, por ejemplo, tienen un 49% de posibilidades de ceder su puesto a los ordenadores. Una investigaciĂ³n conjunta de las universidades de Oxford y Yale estima que hay un 50% de probabilidades de que todos los trabajos humanos estĂ©n automatizados en 120 años.

SuĂ¡rez cree que serĂ¡ positivo automatizar todo lo posible, siempre que tenga sentido y se conserve la repeticiĂ³n de tareas para facilitar la formaciĂ³n o la mejora de las personas en su trabajo. Y sobre la dicotomĂ­a competencia-colaboraciĂ³n entre mĂ¡quinas y personas, opina que «de lo que se trata es de encontrar el equilibrio entre ambas para que la inteligencia artificial sirva para cumplir los objetivos creativos del artista que la usa».

MUSAS 2.0

No es ciencia ficciĂ³n: ya hay artistas que utilizan la creatividad computacional en sus obras. Pablo Palacio, compositor, y Muriel Romero, coreĂ³grafa y bailarina, forman parte del Instituto Stocos, donde ponen la tecnologĂ­a a disposiciĂ³n del proceso creativo. En su espectĂ¡culo Piano&Dancer, un piano robĂ³tico traduce los movimientos de una coreografĂ­a a notas musicales en tiempo real.

«En nuestro trabajo es importante que el uso de la IA no estĂ© orientado a reproducir o automatizar la creaciĂ³n de contenidos ya existentes, sino a buscar nuevas realidades», cuentan Palacio y Romero. No tienen miedo de la inteligencia artificial, sino todo lo contrario: es su fuente de inspiraciĂ³n.

«Al crear las condiciones o las reglas por las que el sistema se ha de guiar para producir diferentes posibilidades, nos vemos forzados a racionalizar muchos aspectos que, de otra manera, permanecerĂ­an de forma inconsciente, y asĂ­ quizĂ¡s emplearlos de forma creativa», explican.

Fotograma de ‘Tremendo la juventud’, de NYSU y Espadaysantacruz Studio.

Miguel Espada, fundador de Espadaysantacruz Studio, tambiĂ©n tiene fe en el poder inspirador de esta tecnologĂ­a. Su estudio, en colaboraciĂ³n con el realizador NYSU, confeccionĂ³ un videoclip remasterizado y procesado con inteligencia artificial. Las imĂ¡genes, extraĂ­das del archivo de la Filmoteca Española, tambiĂ©n estĂ¡n coloreadas por un robot. La cosa va mĂ¡s allĂ¡: algunos fragmentos son deepfakes (imĂ¡genes falsas hiperrealistas) basadas en el material fotogrĂ¡fico de la Biblioteca Nacional.

«La inteligencia artificial no es una mera herramienta, sino una serie de procesos que abren la puerta a una reflexiĂ³n muy profunda sobre el conocimiento y la realidad», piensa Espada. «Creo que tenemos la obligaciĂ³n de explorar los nuevos caminos artĂ­sticos y culturales que nos abre».

Fotograma de ‘Tremendo la juventud’, de NYSU y Espadaysantacruz Studio.

La singularidad de cada ser humano y la experiencia personal nos hace Ăºnicos e inimitables ante las apps que diseñan, pintan, escriben y componen. HabrĂ¡ algoritmos que copien a Botticelli, pero no habrĂ¡ nadie como Botticelli. Hasta que los robots desarrollen identidad y emociones, nos quedarĂ¡n las decisiones. «Decidir cuĂ¡ndo, cĂ³mo y por quĂ© la app funciona», dice SuĂ¡rez. «Tener juicio y criterio, es decir, educaciĂ³n moral».

UN CUADRO INFINITO QUE SE PINTA EN STREAMING

Masaaki Hasegawa tiene dos mentes: una que vive en su cabeza y otra almacenada en el ordenador. El artista japonés ha entrenado a un algoritmo para que pinte a su imagen y semejanza: le ha inculcado su obra, lo ha expuesto ante los creadores que le inspiran y ha compartido con él sus influencias musicales. El aprendiz virtual ya pinta tal y como lo haría su maestro, y trabaja sin descanso en un cuadro en constante cambio que se expone en streaming.

Hasegawa sabe que Ă©l no puede producir todo el tiempo, de modo que su creaciĂ³n no es solo aquello que hace, sino tambiĂ©n todo lo que deja de hacer por las limitaciones del cuerpo, el tiempo y la energĂ­a. AsĂ­, el algoritmo pinta en tiempo real sus obras en potencia y lleva la creaciĂ³n al siguiente nivel: abre la puerta, en directo, a los mundos posibles que se cuecen en la imaginaciĂ³n del artista.

Masaaki Hasegawa
Masaaki Hasegawa

ROBOTS ARTISTAS QUE NOS QUITAN EL TRABAJO

—StyleGAN. Red generativa antagĂ³nica que crea rostros hiperrealistas de personas que no existen. Se utiliza para crear deepfakes, como el que reviviĂ³ a Lola Flores en un anuncio de Cruzcampo y rejuveneciĂ³ a Carrie Fisher en Rogue One: Una historia de Star Wars.

—Jukebox. MĂºsico digital que compone canciones al estilo de Frank Sinatra, Pink Floyd y Katy Perry. TambiĂ©n puede imitar sus voces.

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Opiniones 2
  • Dejen de seguirle la corriente a Elon Musk (que lo Ăºnico interesante que tiene es el nombre de su empresa robado a Tesla, quiien debe de estar revolcĂ¡ndose en su tumba) y todoe esos lunĂ¡ticos techie que desprecian al los seres humanos y sueñan con convertir a los hombres en mĂ¡quinas obedientes e insensibles.

  • Dejen de seguirle la corriente a Elon Musk (que lo Ăºnico interesante que tiene es el nombre de su empresa robado a Tesla, quiien debe de estar revolcĂ¡ndose en su tumba) y todoesesos lunĂ¡ticos techie que desprecian a los seres humanos y sueñan con convertir a los hombres en mĂ¡quinas obedientes e insensibles.

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