11 de julio 2013    /   BUSINESS
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El vino que vive bajo el agua

11 de julio 2013    /   BUSINESS     por          
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Swift estaba exhausto. Había estado buceando en busca del pecio desde que despuntó el cálido sol de verano. El botín, si tan siquiera pudiera llegar a ser llamado así, era eminentemente exiguo. Baratijas y una caja de madera cerrada y desvencijada. La abrió, sacó una de las botellas que había en su interior y la descorchó. Cuando probó su contenido, sintió que todo su trabajo cobraba sentido y que un tesoro no está siempre fabricado con metales preciosos.
Estas líneas podrían formar parte de una historia cualquiera. Bajo la superficie de los océanos de todo el mundo yace una gran parte de los recuerdos de nuestra existencia. Allí, se dan unas condiciones peculiares, únicas, que conservan de manera especial lo que un día se hundió.
Bajoelagua Factory es una empresa vizcaína que trabaja, como se puede deducir, bajo el agua. Dedican su tiempo a la producción audiovisual, la investigación o la divulgación submarina. Un buen día tuvieron una extraña ocurrencia. “Quisimos investigar qué había de cierto en la posible evolución de las bebidas que se recuperaban de barcos hundidos. Teníamos entendido que evolucionaban favorablemente una vez que se descorchaban”.
El que lo explica es Borja Saracho, gerente de Bajoelagua y, a la sazón, uno de los responsables de Crusoe Treasure, la bodega subacuática que montaron en la Bahía de Plentzia, 25 km al norte de Bilbao. “Hicimos un estudio de la evolución de las bebidas en profundidad y su potencial como producto con un gran valor diferencial. Llegamos a la conclusión de que, con nuestras instalaciones, podíamos crearlo”.
Se pusieron en manos del enólogo Antonio Palacios y han creado, de  momento, dos referencias: Passion, un tinto con 6 meses en barrica roble y casi un año de atesoramiento submarino y Classic, otro tinto con el doble de tiempo en roble. Se trata de productos de lujo que se lanzan en series limitadas. Cada botella lleva un libro que cuenta su historia, el recorrido de la botella bajo el mar y las características de cada vino. “Vendemos sobre todo en Asia”, cuenta Saracho. “En Rusia, por ejemplo, estamos vendiendo las botellas a 500 euros cada unidad. En España el precio se reduce a 185 euros”.
Las botellas se almacenan en un arrecife artificial arrojado en la costa de Vizcaya. Está construido, según los responsables del proyecto, con materiales colonizables y no contaminantes tratando de reducir al mínimo el impacto medioambiental. “De hecho, hemos inventariado mas de 150 especies que han vuelto a la zona. Así lo constató el año pasado personal del CSIC, y así lo están certificando también nuestros biólogos. La semana que viene vendrán los de la Universidad de Alicante a ver el proyecto”, declara Saracho.
Foto: Álvaro Varona Foto: Álvaro Varona
Según explica él mismo, los efectos que produce la inmersión subacuática de las botellas están corroborados por datos de laboratorios como Excell Ibérica y por numerosas catas ciegas. “La temperatura, la ingravidez, la presión o la oscuridad, en un producto vivo y bajo el mar, mecido por las olas… todo eso hace que ocurran cosas. Los taninos se redondean, se potencia el aroma, la prolina cambia o se incrementa el color”, describe el gerente de Bajoelagua.
Desde la bodega señalan que “el efecto beneficioso de la inmersión se suele justificar en base al hecho de la temperatura de conservación (relativamente baja y sin apenas fluctuaciones), a la ausencia de luz y al movimiento ejercido por el agua marina sobre las botellas”. Aclaran, sin embargo, que “no se ha encontrado ninguna publicación científica que describa los efectos de dicha práctica”.

Swift estaba exhausto. Había estado buceando en busca del pecio desde que despuntó el cálido sol de verano. El botín, si tan siquiera pudiera llegar a ser llamado así, era eminentemente exiguo. Baratijas y una caja de madera cerrada y desvencijada. La abrió, sacó una de las botellas que había en su interior y la descorchó. Cuando probó su contenido, sintió que todo su trabajo cobraba sentido y que un tesoro no está siempre fabricado con metales preciosos.
Estas líneas podrían formar parte de una historia cualquiera. Bajo la superficie de los océanos de todo el mundo yace una gran parte de los recuerdos de nuestra existencia. Allí, se dan unas condiciones peculiares, únicas, que conservan de manera especial lo que un día se hundió.
Bajoelagua Factory es una empresa vizcaína que trabaja, como se puede deducir, bajo el agua. Dedican su tiempo a la producción audiovisual, la investigación o la divulgación submarina. Un buen día tuvieron una extraña ocurrencia. “Quisimos investigar qué había de cierto en la posible evolución de las bebidas que se recuperaban de barcos hundidos. Teníamos entendido que evolucionaban favorablemente una vez que se descorchaban”.
El que lo explica es Borja Saracho, gerente de Bajoelagua y, a la sazón, uno de los responsables de Crusoe Treasure, la bodega subacuática que montaron en la Bahía de Plentzia, 25 km al norte de Bilbao. “Hicimos un estudio de la evolución de las bebidas en profundidad y su potencial como producto con un gran valor diferencial. Llegamos a la conclusión de que, con nuestras instalaciones, podíamos crearlo”.
Se pusieron en manos del enólogo Antonio Palacios y han creado, de  momento, dos referencias: Passion, un tinto con 6 meses en barrica roble y casi un año de atesoramiento submarino y Classic, otro tinto con el doble de tiempo en roble. Se trata de productos de lujo que se lanzan en series limitadas. Cada botella lleva un libro que cuenta su historia, el recorrido de la botella bajo el mar y las características de cada vino. “Vendemos sobre todo en Asia”, cuenta Saracho. “En Rusia, por ejemplo, estamos vendiendo las botellas a 500 euros cada unidad. En España el precio se reduce a 185 euros”.
Las botellas se almacenan en un arrecife artificial arrojado en la costa de Vizcaya. Está construido, según los responsables del proyecto, con materiales colonizables y no contaminantes tratando de reducir al mínimo el impacto medioambiental. “De hecho, hemos inventariado mas de 150 especies que han vuelto a la zona. Así lo constató el año pasado personal del CSIC, y así lo están certificando también nuestros biólogos. La semana que viene vendrán los de la Universidad de Alicante a ver el proyecto”, declara Saracho.
Foto: Álvaro Varona Foto: Álvaro Varona
Según explica él mismo, los efectos que produce la inmersión subacuática de las botellas están corroborados por datos de laboratorios como Excell Ibérica y por numerosas catas ciegas. “La temperatura, la ingravidez, la presión o la oscuridad, en un producto vivo y bajo el mar, mecido por las olas… todo eso hace que ocurran cosas. Los taninos se redondean, se potencia el aroma, la prolina cambia o se incrementa el color”, describe el gerente de Bajoelagua.
Desde la bodega señalan que “el efecto beneficioso de la inmersión se suele justificar en base al hecho de la temperatura de conservación (relativamente baja y sin apenas fluctuaciones), a la ausencia de luz y al movimiento ejercido por el agua marina sobre las botellas”. Aclaran, sin embargo, que “no se ha encontrado ninguna publicación científica que describa los efectos de dicha práctica”.

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Opiniones 5
  • Según el gerente “La temperatura, la ingravidez, la presión o la oscuridad, en un producto vivo y bajo el mar, mecido por las olas… todo eso hace que ocurran cosas. Los taninos se redondean, se potencia el aroma, la prolina cambia o se incrementa el color”
    Sin ser experto, creo yo que la temperatura y la oscuridad se controla bastante mejor en una bodega convencional que en el mar. La ingravidez por otro lado, no puede afectar al vino mientras esté embotellado, lo mismo vale para la presión. El movimiento del mar es el único factor que me parece novedoso.
    Desde la bodega señalan que “el efecto beneficioso de la inmersión se suele justificar en base al hecho de la temperatura de conservación (relativamente baja y sin apenas fluctuaciones), a la ausencia de luz y al movimiento ejercido por el agua marina sobre las botellas”.
    Sirvan los comentarios de antes.
    La etiqueta de la botella es más lacónica: “El atesoramiento submarino, gracias al continuo mecido de las corrientes del mar, potencia la suavidad en boca recordando el origen en forma de aromas de fruta”
    Ésta señala el único de los factores mencionados que no me veo capaz de rebatir. Pero si tan bueno es el mecido del mar para la maduración del vino, con un precio por botella de 500 euros creo que se amortizaría rápidamente algún artefacto mecánico en las bodegas para simular el mismo efecto. El que no se empleen tales artefactos me hace sospechar de este último factor.
    Un saludo.

  • Venía a decir un par de cosas, aunque veo que ya las ha dicho Alejandro.El vino está todo el tiempo a la misma presión a la que fue embotellado. Para que cambiase la presión al meterla en el mar la botella tendría que ser de algún material deformable, para que la presión se transmitiese al líquido de su interior.
    (Experimento para que los lumbreras que han ideado esto lo comprueben. Cojan una botella de plástico, abránla y aprieten en sus lados con fuerza. ¡Sale un chorro de líquido porque se ha elevado la presión en el fluido y este tiende a igualarla! Hagan lo mismo con una botella de cristal. ¿No pasa nada? Llamen a sus amigos, aprieten todos la botella. ¿Nada? Pues vaya. Va a ser que el cristal es muy indeformable y no transmite la presión)
    Lo de la ingravidez es otra payasada. Si la botella está cerrada, no hay ingravidez, o empuje de Arquímedes que contrarreste la grsvedad dentro de ella. Piensen en un submarino. ¿La gente que está dentro experimenta alguna ingravidez? ( Otro experimento para que puedan comprobarlo. Cojan dos ladrillos idénticos pónganlos encima de dos básculas. Pongan una de las básculas en un recipiente cerrado y transparente. Metan las don en el mar y verán como el ladrillo que está fuera sufre ingravidez y la báscula cada vez marca menos. ¿Qué pasa con el que está dentro de un recipiente como el vino en la botella? Que la báscula marca lo mismo)
    Lo del vaivén de las olas… ¿Están las botellas colgando de cuerdas en medio del agua o fijas? Si están fijas en el fondo poco vaivén van a notar.
    Lo que si puede tener efectos en el vino es la temperatura y la oscuridad. Pero para variar esto no hace falta ninguna aventura submarina. Cierren las ventanas o apaguen las luces de la bodega y pogan el termostato a la temperatura que quieran.
    Eso sí, las etiquetas quedan con un deslucido precioso con el agua del mar, les da un toque vintage.
    P.S. Estoy pensando que igual todo esto ustedes ya lo saben pero se tiran el pisto para sacarles los dineros a los nuevos ricos rusos. En ese caso, son ustedes unos genios.

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