9 de mayo 2017    /   CREATIVIDAD
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El primitivismo fotográfico de la Game Boy Camera

9 de mayo 2017    /   CREATIVIDAD     por          
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Para hacer fotografías no es necesario un equipo sofisticado. Basta una caja, papel fotosensible, un agujerito para que entre la luz y paciencia. Mucha paciencia.

En la era digital, lo más parecido a una estenopeica podría ser la cámara de la Game Boy. Un rústico accesorio que, en manos del fotógrafo Davit Ruiz, alcanza una dimensión artística.

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«Hace unos años me planteé hacer algo con la cámara de la Game Boy. Me resultaba interesante que con una cosa tan mala, de tan pésima resolución, se pudiera hacer al algo con ella», explica.

Davit Ruiz nunca tuvo una Game Camera cuando era pequeño. Ahora tiene dos. «Una la compré en una tienda de videojuegos de la calle Galileo por 20 euros; estaba nueva. La otra, en el Rastro por 10».

Con ellas realiza imágenes cuyo atractivo estético radica en su primitivismo tecnológico. Un detalle fruto de su resolución, 0,1 píxeles, y de la limitación cromática.

«Son imágenes en blanco y negro con algunos tonos grises que se consiguen con una especie de crucecitas. Eso limita las posibilidades de hacer fotos. Hay que jugar con el ángulo de la luz que incida para obtener una imagen que será básicamente “luz-sombra-algún tono intermedio”».

Además de las dificultades para obtener imágenes con cierto atractivo estético, trabajar con la Game Boy Camera conlleva un reto añadido: cómo descargar las imágenes de un dispositivo tecnológicamente obsoleto.

«Sin la ayuda de Mario Andrei, maravilloso informático y fotógrafo, no lo habría conseguido. Es necesario conectarlo a un cartucho para hacer back-ups. Luego a un cartucho con USB. De este último, sacamos un cable al ordenador. Definitivamente, sin su ayuda no sabría hacerlo».

Algunas de las imágenes realizadas por Davit Ruiz han sido recopiladas en 118×112 píxeles. Esta publicación, prologada por el diseñador Eme Rock, responde al mismo interés que dio origen a las fotografías: hacer proyectos y hacerlos porque sí. «Lo hago solo porque me apetece. Porque tras el trabajo diario necesito desconectar, hacer proyectos por los que nunca me pagarían, pero que tengo la necesidad vital de hacer».


Por ahora eso es todo. Ruiz no tiene intención de llevar más allá el proyecto. Entre otras cosas porque, debido a las limitaciones de las imágenes, tampoco es sencillo hacer una exposición con ellas.

«La verdad es que las imágenes han aguantado mejor de lo que pensaba. De hecho creo que todavía se podría interpolar-ampliar-pixelar más. En todo caso, no hay idea de exponer. La evolución natural sería que Martin Parr me escribiera por Facebook y me dijera que necesita el fanzine, decirle que no y que se cabreara bastante», bromea Ruiz. O tal vez no.


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Para hacer fotografías no es necesario un equipo sofisticado. Basta una caja, papel fotosensible, un agujerito para que entre la luz y paciencia. Mucha paciencia.

En la era digital, lo más parecido a una estenopeica podría ser la cámara de la Game Boy. Un rústico accesorio que, en manos del fotógrafo Davit Ruiz, alcanza una dimensión artística.

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«Hace unos años me planteé hacer algo con la cámara de la Game Boy. Me resultaba interesante que con una cosa tan mala, de tan pésima resolución, se pudiera hacer al algo con ella», explica.

Davit Ruiz nunca tuvo una Game Camera cuando era pequeño. Ahora tiene dos. «Una la compré en una tienda de videojuegos de la calle Galileo por 20 euros; estaba nueva. La otra, en el Rastro por 10».

Con ellas realiza imágenes cuyo atractivo estético radica en su primitivismo tecnológico. Un detalle fruto de su resolución, 0,1 píxeles, y de la limitación cromática.

«Son imágenes en blanco y negro con algunos tonos grises que se consiguen con una especie de crucecitas. Eso limita las posibilidades de hacer fotos. Hay que jugar con el ángulo de la luz que incida para obtener una imagen que será básicamente “luz-sombra-algún tono intermedio”».

Además de las dificultades para obtener imágenes con cierto atractivo estético, trabajar con la Game Boy Camera conlleva un reto añadido: cómo descargar las imágenes de un dispositivo tecnológicamente obsoleto.

«Sin la ayuda de Mario Andrei, maravilloso informático y fotógrafo, no lo habría conseguido. Es necesario conectarlo a un cartucho para hacer back-ups. Luego a un cartucho con USB. De este último, sacamos un cable al ordenador. Definitivamente, sin su ayuda no sabría hacerlo».

Algunas de las imágenes realizadas por Davit Ruiz han sido recopiladas en 118×112 píxeles. Esta publicación, prologada por el diseñador Eme Rock, responde al mismo interés que dio origen a las fotografías: hacer proyectos y hacerlos porque sí. «Lo hago solo porque me apetece. Porque tras el trabajo diario necesito desconectar, hacer proyectos por los que nunca me pagarían, pero que tengo la necesidad vital de hacer».


Por ahora eso es todo. Ruiz no tiene intención de llevar más allá el proyecto. Entre otras cosas porque, debido a las limitaciones de las imágenes, tampoco es sencillo hacer una exposición con ellas.

«La verdad es que las imágenes han aguantado mejor de lo que pensaba. De hecho creo que todavía se podría interpolar-ampliar-pixelar más. En todo caso, no hay idea de exponer. La evolución natural sería que Martin Parr me escribiera por Facebook y me dijera que necesita el fanzine, decirle que no y que se cabreara bastante», bromea Ruiz. O tal vez no.


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