Llevan allà casi 70 años. La mayorÃa son hijos, nietos o incluso bisnietos de los palestinos que se refugiaron en aquel lugar en el 48 al huir de la masacre a la que estaba siendo sometidos los de su condición. El campo de refugiados Al-Hussein, en Amman, se convirtió forzosamente en su hogar.
El paso del tiempo ha ido descarillando las paredes de las casas del campamento. Aunque nunca fue uno de los problemas prioritarios para sus habitantes, hoy hay alguno, incluso, que se deleita viendo los desconchones de su fachada tras el paso por allà de Pejac.
El artista callejero ha aprovechado estas calvas en las paredes para contar «historias minimalistas» de refugiados como los que habitan en aquel campamento.
Los habitantes de Al-Hussein siguen con sus vidas. Las condiciones en el campamento no mejoran pero eso no les quita las ganas de seguir sonriendo, según Ruiz: «Pese a las complicaciones, nos encontramos posiblemente con la gente más encantadora que exista. Todos son sonrisas y agasajos a cada minuto».
Llevan allà casi 70 años. La mayorÃa son hijos, nietos o incluso bisnietos de los palestinos que se refugiaron en aquel lugar en el 48 al huir de la masacre a la que estaba siendo sometidos los de su condición. El campo de refugiados Al-Hussein, en Amman, se convirtió forzosamente en su hogar.
El paso del tiempo ha ido descarillando las paredes de las casas del campamento. Aunque nunca fue uno de los problemas prioritarios para sus habitantes, hoy hay alguno, incluso, que se deleita viendo los desconchones de su fachada tras el paso por allà de Pejac.
El artista callejero ha aprovechado estas calvas en las paredes para contar «historias minimalistas» de refugiados como los que habitan en aquel campamento.
Los habitantes de Al-Hussein siguen con sus vidas. Las condiciones en el campamento no mejoran pero eso no les quita las ganas de seguir sonriendo, según Ruiz: «Pese a las complicaciones, nos encontramos posiblemente con la gente más encantadora que exista. Todos son sonrisas y agasajos a cada minuto».
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