6 de octubre 2015 / CREATIVIDAD por Mar Abad ilustracion Iñaki MartÃn (Desgastado) La vaca que cuelga de un platillo volante 6 de octubre 2015 / CREATIVIDAD por Mar Abad ilustracion Iñaki MartÃn (Desgastado) Compártelo ¡Yorokobu gratis en formato digital!Lee gratis la revista Placer haciendo clic aquÃ. En un lugar perdido en el espacio hay una civilización donde la comunicación se produce mediante unos tubos azules. Los cientÃficos descubrieron que era el universo porque habÃa puntos luminosos sobre una inmensidad renegrida. Al observar el documento en el laboratorio, alguien divisó una vaca que colgaba de un platillo volante. No habÃa margen de error. Esa formación de casas amarillas e inodoros flotantes era un nuevo distrito en el cosmos desconocido. Era una incógnita si estaba habitado. Las pruebas indicaban que sÃ. Para algo serÃan los edificios y esa especie de cañerÃas celestes por donde circulaban las epÃstolas y las conversaciones basura que acababan atascando la comunicación de esas criaturas. HabÃa otro indicio: unos carteles blancos con letras rojas escritas en un idioma que sonaba familiar. Los técnicos introdujeron los caracteres en una probeta de traslación y los resultados indicaron que se trataba de un idioma terrÃcola: el coreano. La frase que dominaba ese mundo era: «Yogur de coco». Alguien habÃa llevado hasta allà esos letreros para instalarlos en la estación orbital. Fue el mismo ser que dibujó la portada de la revista de octubre de Yorokobu. El rastreo digital del móvil que llevaba en el bolsillo en su viaje interplanetario dirigió hasta él. Era un tal Iñaki MartÃn, que vivÃa en Madrid y se dedicaba a la ilustración y el diseño gráfico. Era el responsable de todo. Los servicios de inteligencia fueron a buscarlo a la calle MoratÃn, 15, de Madrid. SabÃan que estarÃa ahà porque acababa de inaugurar una exposición sobre la felicidad titulada ‘Mi mejor sonrisa’. Efectivamente. Ahà estaba. Y, entonces, habló. Lo del yogur era el primer nombre que utilizó para referirse a esta revista. Era lo más parecido que podÃa recordar a la palabra ‘Yorokobu’. También habló de los canales azules. Dijo que los construyó para «mostrar cómo se enredan las conversaciones». El robot respondÃa a una obsesión y a su afán de coleccionar estas figuras. Y lo de los váteres flotantes cae por su propio peso. Ahà dejamos en paz a los cientÃficos y que saque el lector sus propias conclusiones. Puedes comprar un ejemplar de la revista aquÃ. Buy Yorokobu #66 - Octubre 2015 ¡Yorokobu gratis en formato digital!Lee gratis la revista Placer haciendo clic aquÃ. En un lugar perdido en el espacio hay una civilización donde la comunicación se produce mediante unos tubos azules. Los cientÃficos descubrieron que era el universo porque habÃa puntos luminosos sobre una inmensidad renegrida. Al observar el documento en el laboratorio, alguien divisó una vaca que colgaba de un platillo volante. No habÃa margen de error. Esa formación de casas amarillas e inodoros flotantes era un nuevo distrito en el cosmos desconocido. Era una incógnita si estaba habitado. Las pruebas indicaban que sÃ. Para algo serÃan los edificios y esa especie de cañerÃas celestes por donde circulaban las epÃstolas y las conversaciones basura que acababan atascando la comunicación de esas criaturas. HabÃa otro indicio: unos carteles blancos con letras rojas escritas en un idioma que sonaba familiar. Los técnicos introdujeron los caracteres en una probeta de traslación y los resultados indicaron que se trataba de un idioma terrÃcola: el coreano. La frase que dominaba ese mundo era: «Yogur de coco». Alguien habÃa llevado hasta allà esos letreros para instalarlos en la estación orbital. Fue el mismo ser que dibujó la portada de la revista de octubre de Yorokobu. El rastreo digital del móvil que llevaba en el bolsillo en su viaje interplanetario dirigió hasta él. Era un tal Iñaki MartÃn, que vivÃa en Madrid y se dedicaba a la ilustración y el diseño gráfico. Era el responsable de todo. Los servicios de inteligencia fueron a buscarlo a la calle MoratÃn, 15, de Madrid. SabÃan que estarÃa ahà porque acababa de inaugurar una exposición sobre la felicidad titulada ‘Mi mejor sonrisa’. Efectivamente. Ahà estaba. Y, entonces, habló. Lo del yogur era el primer nombre que utilizó para referirse a esta revista. Era lo más parecido que podÃa recordar a la palabra ‘Yorokobu’. También habló de los canales azules. Dijo que los construyó para «mostrar cómo se enredan las conversaciones». El robot respondÃa a una obsesión y a su afán de coleccionar estas figuras. Y lo de los váteres flotantes cae por su propio peso. Ahà dejamos en paz a los cientÃficos y que saque el lector sus propias conclusiones. Puedes comprar un ejemplar de la revista aquÃ. Buy Yorokobu #66 - Octubre 2015 Compártelo Yorokobu School Yorokobu Wav! ArtÃculos relacionados Creatividad Contra la dictadura del coño ‘perfecto’ Creatividad La evolución del canon de belleza femenino a través de los tiempos Creatividad VÃdeos Gore más famosos de internet Creatividad 15 ideas de tatuajes con significado que tal vez desconocÃas Otros artÃculos de interés Especiales Same love, new energy #137 | Placer
Comentarios cerrados.