24 de abril 2017    /   BUSINESS
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El arte de comunicar con claridad que no te enseƱaron en la escuela

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Lee gratis la revista Junio/JulioĀ haciendo clic aquĆ­.

Ni en el colegio ni en nuestros estudios superiores nos enseƱan algo que serƔ fundamental para nuestra vida profesional: a hablar y a escribir correctamente. Y no hablamos solo de ortografƭa y gramƔtica. Hablamos de comunicar ideas, de hacerlo con claridad y de una manera que, ademƔs de entendible, sea amena.

En la escritura, mal que mal, ya nos apaƱamos. Pero los sudores de la muerte nos entran cuando nos piden que expongamos ciertos informes en pĆŗblico. AhĆ­ ya…

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Antonio Martín y Víctor J. Sanz saben mucho de las taras que tienen ciertos profesionales a la hora de escribir y hablar en público. Ambos llevan años trabajando para enseñar a comunicar bien a profesionales de todo tipo y en todo tipo de empresas. Sanz lo hace desde CÔlamo y Cran; Martín, que fue fundador de esa empresa, lo hace desde hace algún tiempo desde Palabras Mayores. Y ahora acaban de publicar su libro Dilo bien y dilo claro. Manual de comunicación profesional (Larousse, 2017) desde el que invitan al lector a pertenecer al «club de los que escriben bien y sin problemas».

VĆ­ctor J. Sanz
VĆ­ctor J. Sanz

Esto, que a mÔs de uno le parece algo realmente difícil de alcanzar, es en realidad sencillo. Basta con practicar todos los días, con tomarse su tiempo en el aprendizaje. «Para aprender  y disfrutar, dedícate tu tiempo. Sin prisa, sin pausa», afirman desde el prólogo del libro. Porque ese es uno de los principales problemas que tenemos a la hora de tratar de comunicar bien: la prisa, la presión del tiempo que nunca es suficiente.

«El principal problema de la comunicación en la actualidad es la falta de tiempo», asegura Víctor J. Sanz. «La urgencia, la inmediatez de las comunicaciones y, en consecuencia, su rÔpida caducidad, impiden que el comunicador dedique todo el tiempo necesario a conseguir comunicaciones claras y de calidad».

«Esta urgencia viene de la masificación de las comunicaciones. Se sabe que un ciudadano medio de un país desarrollado puede recibir diariamente mÔs de 3.000 comunicaciones de algún tipo. Si para crear un texto eficaz por su claridad, se necesita mÔs tiempo (tiempo del que, ademÔs, no solemos disponer), termina por darse mÔs importancia al hecho de hacerse entender (de la manera que sea) que al hecho de explicar de manera clara y eficaz lo que queremos decir. La inmediatez y la masificación de las comunicaciones nos lleva, en demasiadas ocasiones, a escribir de cualquier manera».

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Pero la solución pasa por el trabajo y la prÔctica de todo lo que los dos comunicadores explican desde su manual. Eso y algún que otro requisito mÔs. «Para comunicar con claridad es imprescindible contar con tres capacidades», afirma Sanz. «La primera es un alto grado de conocimiento de la lengua. La segunda es un alto grado de conocimiento de aquello sobre lo que se va a comunicar. Y la tercera es cierta capacidad de organización de las ideas».

«AdemÔs de estas capacidades, la habilidad del comunicador para empatizar con el destinatario de la comunicación puede redondear el resultado. Pero ninguna de estas capacidades y habilidades podrÔ ser desarrollada en su plenitud si no se cuenta con el tiempo suficiente. La claridad es el final de un camino muy largo».

En opinión de Antonio MartĆ­n, no existe una fórmula mĆ”gica para convencer al pĆŗblico de la importancia de comunicar bien, ya sea por escrito o en pĆŗblico. Ā«Creo que tenemos tal riqueza en el vocabulario que eso tambiĆ©n nos impide ver lo sencillo que es. Los Ć”rboles no nos dejan ver el bosque. Hay tal cantidad de cosas que queremos decir, tal riqueza de vocabulario, aunque nos parezca que tenemos poco…», asegura. El problema, dice, estĆ” en saber seleccionar esas ideas y palabras. Y la clave de una buena comunicación estĆ” en saber elegirlas.

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Escribir puede resultar mÔs sencillo para algunas personas. Sobre todo, si han organizado antes, como sugieren Sanz y Martín, aquello que quieren contar. MÔs complicado se hace expresarlo delante de un público.

Antonio Martín asegura que cualquiera puede lograrlo. «Tienes que tener muy claro qué quieres decir. Y que cuando estÔs hablando delante de un público, se acabó solamente el lenguaje escrito. Ya vas a poder recurrir al lenguaje no verbal, que puede acompañar y aportar matices. Pero cualquiera puede si tiene las ideas organizadas. Si sabe dirigirse al público y lo entiende y se pone en su lugar también para no aburrirle».

Aunque es cierto que a la hora de hablar delante de un auditorio entran en juego tambiƩn otras cuestiones como el miedo escƩnico. Martƭn ofrece un truco: centrarse en una persona, hablarle como a un amigo a quien le estƔs contando lo que has ido a decir. Olvidarse de que te estƔn viendo muchƭsimas personas y que estƔn todas escuchando a la vez.

El libro va dedicado a un público profesional, al campo de la empresa. Tanto Sanz como Martín son conscientes de que la comunicación es una de las grandes carencias de la mayoría de los trabajadores. «Es una habilidad, una herramienta que se debería haber adquirido en nuestra etapa de formación», opina Martín. «De la misma manera que sabemos analizar una frase, y estÔ bien hacerlo, creo que sería muchísimo mÔs importante alcanzar una competencia en expresión escrita mucho mÔs alta de la que hay. Esa carencia es la que estamos supliendo con los cursos y este manual viene a responder también a eso, a suplir la carencia en la expresión escrita».

Lo cierto es que todo serĆ­a bastante mĆ”s fĆ”cil si, ademĆ”s de lengua, matemĆ”ticas o biologĆ­a, ya desde el colegio se nos enseƱara a escribir bien. Ā«Yo creo que se ha intentado hacer una formación mĆ”s cartesiana, mĆ”s de “vamos a intentar evaluar mediante parĆ”metros cuĆ”les son tus competencias y habilidades escritas, y la manera de conseguir esos parĆ”metros y modos de evaluar mĆ”s fĆ”ciles son con pregunta-respuesta, mucho mĆ”s sencilloĀ», opina Sanz.

Ā«Evaluar redacciones es mĆ”s cansado, parece que es mĆ”s subjetivo… Y creo que de esa obsesión por controlarlo o por usar fórmulas mĆ”s sencillas de hacer esa evaluación se ha tendido a suprimir la redacciónĀ».

Pero no todo es culpa del sistema educativo. Martín cree que los medios de comunicación tienen muchísima mÔs responsabilidad en la pobreza de expresión que parece tener cierto número de españoles. Nos hemos olvidado, por ejemplo, del debate. A juzgar por lo que se ve en televisión, lo que nos presentan como tal no son mÔs que programas en los que «se tiende al escÔndalo, a gritar, a parecer que aquel que mÔs grita es el que tiene mÔs razón». Lejos quedan, en opinión de Antonio Martín, aquellos ejemplos de discusión y confrontación de puntos de vista como fue La Clave, el programa de debate que dirigía José Luis Balbín y que para mÔs de una generación ha sido todo un referente.

Antonio MartĆ­n
Antonio MartĆ­n

«Creo que esa es la dificultad principal; no solamente el colegio o la universidad, sino también esos medios donde no procuran debatir. O los medios que tienden a ser tendenciosos: aquí vamos a partir de una idea y no la vamos a contrastar», afirma. Y, por supuesto, los políticos, de quienes se espera, como mínimo, que sepan discutir con coherencia, transmitir claramente su mensaje y su programa. «No discuten ideas», asegura Martín. A cambio, solo contemplamos un debate agrio, violento, que no supone un buen modelo.

Sin embargo, a pesar de lo que pudiera parecer, los españoles no tenemos un mal nivel de expresión oral y escrita. «Hay de todo», asegura Víctor J. Sanz. «Hay muchos que parece que no van a avanzar nunca porque con lo que son capaces de hacer ya les llega; y otros que parece que nunca dejarÔn de avanzar porque pueden y porque es una meta muy sana. Pero, en general, creo que los que comunicamos en español avanzamos, aunque el avance es lento. Tal vez, esa lentitud se deba a que hay mucho postureo y, por alarmante que parezca, una estrecha vigilancia que busca el error ajeno para darle visibilidad, antes que para aprender de él».

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Ni en el colegio ni en nuestros estudios superiores nos enseƱan algo que serƔ fundamental para nuestra vida profesional: a hablar y a escribir correctamente. Y no hablamos solo de ortografƭa y gramƔtica. Hablamos de comunicar ideas, de hacerlo con claridad y de una manera que, ademƔs de entendible, sea amena.

En la escritura, mal que mal, ya nos apaƱamos. Pero los sudores de la muerte nos entran cuando nos piden que expongamos ciertos informes en pĆŗblico. AhĆ­ ya…

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Antonio Martín y Víctor J. Sanz saben mucho de las taras que tienen ciertos profesionales a la hora de escribir y hablar en público. Ambos llevan años trabajando para enseñar a comunicar bien a profesionales de todo tipo y en todo tipo de empresas. Sanz lo hace desde CÔlamo y Cran; Martín, que fue fundador de esa empresa, lo hace desde hace algún tiempo desde Palabras Mayores. Y ahora acaban de publicar su libro Dilo bien y dilo claro. Manual de comunicación profesional (Larousse, 2017) desde el que invitan al lector a pertenecer al «club de los que escriben bien y sin problemas».

VĆ­ctor J. Sanz
VĆ­ctor J. Sanz

Esto, que a mÔs de uno le parece algo realmente difícil de alcanzar, es en realidad sencillo. Basta con practicar todos los días, con tomarse su tiempo en el aprendizaje. «Para aprender  y disfrutar, dedícate tu tiempo. Sin prisa, sin pausa», afirman desde el prólogo del libro. Porque ese es uno de los principales problemas que tenemos a la hora de tratar de comunicar bien: la prisa, la presión del tiempo que nunca es suficiente.

«El principal problema de la comunicación en la actualidad es la falta de tiempo», asegura Víctor J. Sanz. «La urgencia, la inmediatez de las comunicaciones y, en consecuencia, su rÔpida caducidad, impiden que el comunicador dedique todo el tiempo necesario a conseguir comunicaciones claras y de calidad».

«Esta urgencia viene de la masificación de las comunicaciones. Se sabe que un ciudadano medio de un país desarrollado puede recibir diariamente mÔs de 3.000 comunicaciones de algún tipo. Si para crear un texto eficaz por su claridad, se necesita mÔs tiempo (tiempo del que, ademÔs, no solemos disponer), termina por darse mÔs importancia al hecho de hacerse entender (de la manera que sea) que al hecho de explicar de manera clara y eficaz lo que queremos decir. La inmediatez y la masificación de las comunicaciones nos lleva, en demasiadas ocasiones, a escribir de cualquier manera».

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Pero la solución pasa por el trabajo y la prÔctica de todo lo que los dos comunicadores explican desde su manual. Eso y algún que otro requisito mÔs. «Para comunicar con claridad es imprescindible contar con tres capacidades», afirma Sanz. «La primera es un alto grado de conocimiento de la lengua. La segunda es un alto grado de conocimiento de aquello sobre lo que se va a comunicar. Y la tercera es cierta capacidad de organización de las ideas».

«AdemÔs de estas capacidades, la habilidad del comunicador para empatizar con el destinatario de la comunicación puede redondear el resultado. Pero ninguna de estas capacidades y habilidades podrÔ ser desarrollada en su plenitud si no se cuenta con el tiempo suficiente. La claridad es el final de un camino muy largo».

En opinión de Antonio MartĆ­n, no existe una fórmula mĆ”gica para convencer al pĆŗblico de la importancia de comunicar bien, ya sea por escrito o en pĆŗblico. Ā«Creo que tenemos tal riqueza en el vocabulario que eso tambiĆ©n nos impide ver lo sencillo que es. Los Ć”rboles no nos dejan ver el bosque. Hay tal cantidad de cosas que queremos decir, tal riqueza de vocabulario, aunque nos parezca que tenemos poco…», asegura. El problema, dice, estĆ” en saber seleccionar esas ideas y palabras. Y la clave de una buena comunicación estĆ” en saber elegirlas.

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Escribir puede resultar mÔs sencillo para algunas personas. Sobre todo, si han organizado antes, como sugieren Sanz y Martín, aquello que quieren contar. MÔs complicado se hace expresarlo delante de un público.

Antonio Martín asegura que cualquiera puede lograrlo. «Tienes que tener muy claro qué quieres decir. Y que cuando estÔs hablando delante de un público, se acabó solamente el lenguaje escrito. Ya vas a poder recurrir al lenguaje no verbal, que puede acompañar y aportar matices. Pero cualquiera puede si tiene las ideas organizadas. Si sabe dirigirse al público y lo entiende y se pone en su lugar también para no aburrirle».

Aunque es cierto que a la hora de hablar delante de un auditorio entran en juego tambiƩn otras cuestiones como el miedo escƩnico. Martƭn ofrece un truco: centrarse en una persona, hablarle como a un amigo a quien le estƔs contando lo que has ido a decir. Olvidarse de que te estƔn viendo muchƭsimas personas y que estƔn todas escuchando a la vez.

El libro va dedicado a un público profesional, al campo de la empresa. Tanto Sanz como Martín son conscientes de que la comunicación es una de las grandes carencias de la mayoría de los trabajadores. «Es una habilidad, una herramienta que se debería haber adquirido en nuestra etapa de formación», opina Martín. «De la misma manera que sabemos analizar una frase, y estÔ bien hacerlo, creo que sería muchísimo mÔs importante alcanzar una competencia en expresión escrita mucho mÔs alta de la que hay. Esa carencia es la que estamos supliendo con los cursos y este manual viene a responder también a eso, a suplir la carencia en la expresión escrita».

Lo cierto es que todo serĆ­a bastante mĆ”s fĆ”cil si, ademĆ”s de lengua, matemĆ”ticas o biologĆ­a, ya desde el colegio se nos enseƱara a escribir bien. Ā«Yo creo que se ha intentado hacer una formación mĆ”s cartesiana, mĆ”s de “vamos a intentar evaluar mediante parĆ”metros cuĆ”les son tus competencias y habilidades escritas, y la manera de conseguir esos parĆ”metros y modos de evaluar mĆ”s fĆ”ciles son con pregunta-respuesta, mucho mĆ”s sencilloĀ», opina Sanz.

Ā«Evaluar redacciones es mĆ”s cansado, parece que es mĆ”s subjetivo… Y creo que de esa obsesión por controlarlo o por usar fórmulas mĆ”s sencillas de hacer esa evaluación se ha tendido a suprimir la redacciónĀ».

Pero no todo es culpa del sistema educativo. Martín cree que los medios de comunicación tienen muchísima mÔs responsabilidad en la pobreza de expresión que parece tener cierto número de españoles. Nos hemos olvidado, por ejemplo, del debate. A juzgar por lo que se ve en televisión, lo que nos presentan como tal no son mÔs que programas en los que «se tiende al escÔndalo, a gritar, a parecer que aquel que mÔs grita es el que tiene mÔs razón». Lejos quedan, en opinión de Antonio Martín, aquellos ejemplos de discusión y confrontación de puntos de vista como fue La Clave, el programa de debate que dirigía José Luis Balbín y que para mÔs de una generación ha sido todo un referente.

Antonio MartĆ­n
Antonio MartĆ­n

«Creo que esa es la dificultad principal; no solamente el colegio o la universidad, sino también esos medios donde no procuran debatir. O los medios que tienden a ser tendenciosos: aquí vamos a partir de una idea y no la vamos a contrastar», afirma. Y, por supuesto, los políticos, de quienes se espera, como mínimo, que sepan discutir con coherencia, transmitir claramente su mensaje y su programa. «No discuten ideas», asegura Martín. A cambio, solo contemplamos un debate agrio, violento, que no supone un buen modelo.

Sin embargo, a pesar de lo que pudiera parecer, los españoles no tenemos un mal nivel de expresión oral y escrita. «Hay de todo», asegura Víctor J. Sanz. «Hay muchos que parece que no van a avanzar nunca porque con lo que son capaces de hacer ya les llega; y otros que parece que nunca dejarÔn de avanzar porque pueden y porque es una meta muy sana. Pero, en general, creo que los que comunicamos en español avanzamos, aunque el avance es lento. Tal vez, esa lentitud se deba a que hay mucho postureo y, por alarmante que parezca, una estrecha vigilancia que busca el error ajeno para darle visibilidad, antes que para aprender de él».

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Opiniones 2
  • Muy interesante. En mi opinión el problema es que en la escuela se continĆŗa entratando la lengua como objeto de estudio, y no como instrumento de comunicación (tengo dos hijas adolescentes y sĆ© de lo que hablo). Y en lugar de enseƱar a reflexionar y debatir, se prefiere examinar conocimientos que se han memorizado y se vomitan para luego olvidarlos sin mĆ”s. La educación no avanza al ritmo de la sociedad ni del mundo en que vivimos.

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