20 de abril 2014    /   IDEAS
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El mundo automatizado

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Al principio era Dios. Él guardaba el libro de instrucciones del universo y establecía el lugar de cada individuo en el mundo. Todo estaba justificado en la divinidad y los poderes supranaturales. Después llegó la ciencia y se llevó a Dios por delante. El orden del mundo estaba justificado por la economía, la sociología, la antropología y el resto de disciplinas que justificaban el porqué de las cosas. La desigualdad, la injusticia, el abuso, se presentaban camufladas entre las leyes de la naturaleza.

(Ilustración de LuisBBoy)
Luego vinieron las máquinas y los algoritmos. La actividad del globo terráqueo se llevó a una nube eléctrica que partía el mundo en dos. Lo que se hacía aquí y lo que se hacía allí. En la tierra se desempeñaban los trabajos físicos y se producían los intercambios materiales. En el cielo artificial se establecía el precio de las cosas y la distribución de la riqueza mundial.
Miles de máquinas chupaban toneladas de electricidad para mantener y alimentar ese mundo paralelo donde se forjó el capitalismo de la información. Las matemáticas suplantaron a Dios y a las ciencias humanas.
Los modelos económicos se convirtieron en el estiércol que nutría una creencia planetaria de que la economía suponía el principio y el fin del mundo. Era lo que amamantaba y, a la vez, llenaba de pestilencia a esa nueva visión existencial. No había entidad espiritual capaz de competir con una fórmula embutida en decenas de cifras y letras.
Y ocurrió que la eficacia de las máquinas refinaron tanto los modelos económicos que los dotaron de vida propia. Su lógica y sus criterios se impusieron sobre los argumentos humanos y el hombre quedó como un elemento residual de la mecánica de los mercados.
La historia del hombre es la historia del intento de dominar a otros hombres. No siempre pudieron y por eso inventaron las máquinas. Los humanos dominaron la tecnología y crearon millones de aparatos que trabajaban para ellos. Tantos que la existencia ya no se entendía sin cientos de dispositivos alrededor. Tantos que un individuo sin gadgets era un cervatillo en un coto de caza.

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Al principio era Dios. Él guardaba el libro de instrucciones del universo y establecía el lugar de cada individuo en el mundo. Todo estaba justificado en la divinidad y los poderes supranaturales. Después llegó la ciencia y se llevó a Dios por delante. El orden del mundo estaba justificado por la economía, la sociología, la antropología y el resto de disciplinas que justificaban el porqué de las cosas. La desigualdad, la injusticia, el abuso, se presentaban camufladas entre las leyes de la naturaleza.

(Ilustración de LuisBBoy)
Luego vinieron las máquinas y los algoritmos. La actividad del globo terráqueo se llevó a una nube eléctrica que partía el mundo en dos. Lo que se hacía aquí y lo que se hacía allí. En la tierra se desempeñaban los trabajos físicos y se producían los intercambios materiales. En el cielo artificial se establecía el precio de las cosas y la distribución de la riqueza mundial.
Miles de máquinas chupaban toneladas de electricidad para mantener y alimentar ese mundo paralelo donde se forjó el capitalismo de la información. Las matemáticas suplantaron a Dios y a las ciencias humanas.
Los modelos económicos se convirtieron en el estiércol que nutría una creencia planetaria de que la economía suponía el principio y el fin del mundo. Era lo que amamantaba y, a la vez, llenaba de pestilencia a esa nueva visión existencial. No había entidad espiritual capaz de competir con una fórmula embutida en decenas de cifras y letras.
Y ocurrió que la eficacia de las máquinas refinaron tanto los modelos económicos que los dotaron de vida propia. Su lógica y sus criterios se impusieron sobre los argumentos humanos y el hombre quedó como un elemento residual de la mecánica de los mercados.
La historia del hombre es la historia del intento de dominar a otros hombres. No siempre pudieron y por eso inventaron las máquinas. Los humanos dominaron la tecnología y crearon millones de aparatos que trabajaban para ellos. Tantos que la existencia ya no se entendía sin cientos de dispositivos alrededor. Tantos que un individuo sin gadgets era un cervatillo en un coto de caza.

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Opiniones 1
  • Distopía y utopía son las dos caras de la misma moneda. Dos extremos que se tocan en un universo curvo con atajos, como un círculo vicioso.
    El hombre, máquina orgánica y biológica, efectivamente siempre ha sido esclavo, raramente siendo consciente de ello, como el robot, cuya palabra recuperada por Karel Capek viene del checo “robota” (trabajo forzado) y “rabota” (servidumbre), al servicio de las castas dominantes y del poder establecido en cada época. Es una DISTOPÍA muy próxima a la realidad, en mi opinión, y coincido com @mar.
    Era más cómodo echarle las culpas a los dioses y ofrecerle sacrificios sangrientos para obtener su perdón y encauzar el rumbo que admitir que NO somos humanos realmente libres, con libre albedrío, que nos parecemos tanto a las máquinas, que estamos pre-programados cómo nuestras propias *herramientas* para todo uso y optimizar y evitarnos los trabajos mas pesados, repetitivos o inteligentes.
    Nos sentimos muy superiores cómo sus creadores (o dioses) que somos o nos creemos. El ludismo no morirá jamás entre algunos. A partir de ahora menos que nunca.
    Ni siquiera, cómo “iDiots” tenemos la fuerza de voluntad de echar todos estos gadgets conectados a la nube (smartphones, tabletas, laptops, inminentes cloud-robots, etc. que aparentemente nos hacen tan felices) al carajo. Y solo llevan conviviendo una década con nosotros… Esta es la verdadera UTOPÍA inalcanzable.
    La percepción de decisión es una ilusión humana y la UTOPÍA de romper el orden celestial de la nube, la misma de la del hombre que quedó como un elemento residual de la mecánica de los mercados algorítmicos, no está en otro lugar que en *nuestra propia voluntad*. Tan cercana y tan lejana a la vez. Y cuando digo nuestra digo la de cada uno de nosotros. Pero si tuviéramos esta voluntad y pudiéramos elegir viviríamos en la UTOPÍA que acertaron todas las películas y novelas de ciencia ficción al no prever ni el fenómeno de internet ni el de la nube, al dictado de los algoritmos cambiantes de las grandes corporaciones empresariales. Nosotros SOMOS la UTOPÍA y en nuestro arte está el diseño de que herramientas utilizaremos. La selección natural hará el resto.
    Por cierto, nube o mundo paralelo energéticamente sostenible y eficiente por su escalabalidad y concurrencia millonaria de usuarios en salas optimizadas en comparación con la energía consumida por cada uno de nuestros pequeños e ineficientes gadgets mundanos consumidoras de antiecológicas pilas y baterías desde el S XX. Órdenes de magnitud de diferencia en eficiencia y sostenibilidad entre los dos mundos paralelos.
    Yo sólo veo una salida al problema de la Civilización humana: la inteligencia suprahumana al alcance global y universal (es decir, popular), nuestra herramienta liberadora definitiva, con valores humanos inmortales en un mundo en cambio exponencial. Por esto es clave la educación AHORA.
    – “The optimist procaims we live in the best of all worlds; and the pessimist fears this is true” ~ J.B. Cabell Richmond (Virginia) 1879-1958
    – (Catalán) “Un optimista veu una oportunitat en tota calamitat mentre que un pessimista veu una calamitat en tota oportunitat” ~ (Sir) Winston Churchill, (1874-1965)

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