3 de agosto 2015    /   IDEAS
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Distrito Pachanga: fĂștbol callejero para conocer mundo

3 de agosto 2015    /   IDEAS     por          
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No hay reglas, y de haberlas, son las que consensĂșan los propios jugadores. AquĂ­ la figura del ĂĄrbitro no pinta nada. En las pachangas no estĂĄ en juego ningĂșn tĂ­tulo ni importan los esquemas porque en muchas ocasiones el equipo lo conforma un Ășnico jugador. Lo Ășnico de lo que se trata es de pasarlo bien y, si se tercia, conocer gente.
Distrito Pachanga entiende el futbol callejero de esa manera aunque, a base de jugar pachanguitas en mĂĄs de una decena de paĂ­ses asiĂĄticos y europeos, han comprobado que puede dar mucho mĂĄs de sĂ­.
«Usamos el fĂștbol como excusa para mostrar lo comĂșn de lo humano. Queremos despertar inquietudes y jugar una pachanga futbolera en cada pueblito que visitamos», indican Ricardo FernĂĄndez y Alberto MartĂ­n. Los dos componentes de Distrito Pachanga, despuĂ©s de años trabajando en cooperaciĂłn internacional, se lanzaron a la aventura. Desde hacĂ­a tiempo les venĂ­a rondando por la cabeza la idea de viajar desde Vietnam a España por tierra, sin tomar un solo aviĂłn, y aprovechar el viaje para echar unos rondos con los lugareños que se animaran.
«La ruta trazada arranca del sudeste asiåtico hacia el oeste (Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia, Birmania, India, Butån, Nepal), subiendo en escorzo hacia el norte (Tíbet, China, Corea, Mongolia, Rusia) para volver a la vieja Europa (tren transiberiano, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Bosnia, Serbia, Kosovo, Albania, Macedonia, Bulgaria), hacer un looping con las fuerzas, balones y botas que queden (Turquía, Irak, Irån, Armenia, Líbano, Israel, Jordania, Palestina, Chipre), y retornar a Cantabria con la cabeza sobre los hombros y los pies llenos de callos», relatan.

Y en eso estån. A medida que recorrían kilómetros y sumaban minutos de juego, el proyecto iba ganando forma. «Creamos la web y comenzamos a escribir nuestras primeras crónica, a grabar vídeos. Compartiendo lo que íbamos aprendiendo. Nuestra intención es que nuestra web se convierta en una ventanita al mundo para los que nos siguen. Despertar algunas inquietudes y que lo pasen bien con nuestras crónicas y videos».
Mucho de lo que ocurre en las vidas de las gentes con las que se topan (y juegan) en Vietnam, Camboya o Mongolia, les resulta admirable así como el contexto político, económico y social de esos países les sorprende o, en ocasiones, les parece injusto. En todo caso, creen que es necesario darlo a conocer. «Entendemos que para respetar lo diferente primero debemos comprenderlo. Y una vez hecho el esfuerzo por comprenderlo, poder contarlo promocionando valores tan en crisis como la empatía y la tolerancia con lo desconocido».
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Eligieron el fĂștbol porque les gusta y por lo que tiene de ‘universal’: «Al fĂștbol se juega en todas partes. En Birmania o en ParĂ­s, siempre hay una porterĂ­a hecha con dos piedras o mochilas, y gente sonriendo con un balĂłn entre los pies. El fĂștbol es siempre una puerta a una nueva conversaciĂłn, una manera de acercarte a gente con la que difĂ­cilmente te puedes entender, pero un balĂłn por medio y nombrar a un futbolista conocido es sinĂłnimo risas y cercanĂ­a. Mucha no gente no sabrĂ­a marcar en un mapa nuestro paĂ­s, pero conoce la edad de Iniesta».
Durante este viaje, de hecho, han conocido iniciativas que corroboran esta visiĂłn del fĂștbol. «En Palestina e Israel existen proyectos en los que niños y niñas de ambos pueblos juegan mezclados. QuizĂĄs asĂ­ no se solucionen conflictos internacionales, pero abren la mente de aquellos que en el futuro tendrĂĄn que tomar las decisiones».
Que en un viaje de estas características surjan dificultades entra dentro de lo esperado. Algunas, realmente peligrosas: «Hemos luchado con las burocracias locales para conseguir visados o permisos de entrada, hemos dormido en auténticos tugurios, y comido alimentos de dudosa procedencia. Nos hemos visto tirados en mitad de la nada. Nos han multado, echado de lugares sin explicación. Alguna situación violenta también te encuentras, hasta un accidente de tren en India, o ser capturados por Hezbollah en Líbano, sí, pero bueno, para gozar hay que sufrir, eso estå claro».
Todos aquellos quedan compensados con lo que ellos llaman los «momentos mågicos» que han vivido en todo este tiempo: «Jugar una pachanga con niños de la calle en los suburbios de Bombay, en un pueblo perdido en los Himalayas nepalís, jugar un rondo con monjes budistas en el Tíbet, o por ejemplo dar unos pases con los pueblos nómadas en la estepa mongola. Al final, el viaje es el recorrido en sí, no el destino al que te dirige».

De hecho, pese a la ruta que se fijaron antes de iniciarla reconocen que es el día a día el que les marca el itinerario a seguir. Y lo cuenta, claro, en clave futbolera: «Cada mañana hay que jugar a piedra-papel-tijera con el mapa, los tiempos, el transporte y los dineros. Sin mapa ni GPS, miramos las nubes con miedo de ver asomar la Luna, y dejamos que el viento, como Florentino a Zizou, nos pase una servilleta con nuestro próximo destino».
Distrito Pachanga se vale de la faceta social del futbol. La econĂłmica se la dejan a otros: «El Ășnico apoyo son nuestros ahorros, cada dĂ­a mĂĄs menguantes, y sobre todo las ilusiones. Pensamos que el hecho de recibir patrocinio o sponsor podrĂ­a condicionar la libertad con la que contamos. Esto es literalmente amor al arte».
 

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No hay reglas, y de haberlas, son las que consensĂșan los propios jugadores. AquĂ­ la figura del ĂĄrbitro no pinta nada. En las pachangas no estĂĄ en juego ningĂșn tĂ­tulo ni importan los esquemas porque en muchas ocasiones el equipo lo conforma un Ășnico jugador. Lo Ășnico de lo que se trata es de pasarlo bien y, si se tercia, conocer gente.
Distrito Pachanga entiende el futbol callejero de esa manera aunque, a base de jugar pachanguitas en mĂĄs de una decena de paĂ­ses asiĂĄticos y europeos, han comprobado que puede dar mucho mĂĄs de sĂ­.
«Usamos el fĂștbol como excusa para mostrar lo comĂșn de lo humano. Queremos despertar inquietudes y jugar una pachanga futbolera en cada pueblito que visitamos», indican Ricardo FernĂĄndez y Alberto MartĂ­n. Los dos componentes de Distrito Pachanga, despuĂ©s de años trabajando en cooperaciĂłn internacional, se lanzaron a la aventura. Desde hacĂ­a tiempo les venĂ­a rondando por la cabeza la idea de viajar desde Vietnam a España por tierra, sin tomar un solo aviĂłn, y aprovechar el viaje para echar unos rondos con los lugareños que se animaran.
«La ruta trazada arranca del sudeste asiåtico hacia el oeste (Vietnam, Laos, Camboya, Tailandia, Birmania, India, Butån, Nepal), subiendo en escorzo hacia el norte (Tíbet, China, Corea, Mongolia, Rusia) para volver a la vieja Europa (tren transiberiano, Letonia, Lituania, Polonia, Eslovaquia, Hungría, Croacia, Bosnia, Serbia, Kosovo, Albania, Macedonia, Bulgaria), hacer un looping con las fuerzas, balones y botas que queden (Turquía, Irak, Irån, Armenia, Líbano, Israel, Jordania, Palestina, Chipre), y retornar a Cantabria con la cabeza sobre los hombros y los pies llenos de callos», relatan.

Y en eso estån. A medida que recorrían kilómetros y sumaban minutos de juego, el proyecto iba ganando forma. «Creamos la web y comenzamos a escribir nuestras primeras crónica, a grabar vídeos. Compartiendo lo que íbamos aprendiendo. Nuestra intención es que nuestra web se convierta en una ventanita al mundo para los que nos siguen. Despertar algunas inquietudes y que lo pasen bien con nuestras crónicas y videos».
Mucho de lo que ocurre en las vidas de las gentes con las que se topan (y juegan) en Vietnam, Camboya o Mongolia, les resulta admirable así como el contexto político, económico y social de esos países les sorprende o, en ocasiones, les parece injusto. En todo caso, creen que es necesario darlo a conocer. «Entendemos que para respetar lo diferente primero debemos comprenderlo. Y una vez hecho el esfuerzo por comprenderlo, poder contarlo promocionando valores tan en crisis como la empatía y la tolerancia con lo desconocido».
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Eligieron el fĂștbol porque les gusta y por lo que tiene de ‘universal’: «Al fĂștbol se juega en todas partes. En Birmania o en ParĂ­s, siempre hay una porterĂ­a hecha con dos piedras o mochilas, y gente sonriendo con un balĂłn entre los pies. El fĂștbol es siempre una puerta a una nueva conversaciĂłn, una manera de acercarte a gente con la que difĂ­cilmente te puedes entender, pero un balĂłn por medio y nombrar a un futbolista conocido es sinĂłnimo risas y cercanĂ­a. Mucha no gente no sabrĂ­a marcar en un mapa nuestro paĂ­s, pero conoce la edad de Iniesta».
Durante este viaje, de hecho, han conocido iniciativas que corroboran esta visiĂłn del fĂștbol. «En Palestina e Israel existen proyectos en los que niños y niñas de ambos pueblos juegan mezclados. QuizĂĄs asĂ­ no se solucionen conflictos internacionales, pero abren la mente de aquellos que en el futuro tendrĂĄn que tomar las decisiones».
Que en un viaje de estas características surjan dificultades entra dentro de lo esperado. Algunas, realmente peligrosas: «Hemos luchado con las burocracias locales para conseguir visados o permisos de entrada, hemos dormido en auténticos tugurios, y comido alimentos de dudosa procedencia. Nos hemos visto tirados en mitad de la nada. Nos han multado, echado de lugares sin explicación. Alguna situación violenta también te encuentras, hasta un accidente de tren en India, o ser capturados por Hezbollah en Líbano, sí, pero bueno, para gozar hay que sufrir, eso estå claro».
Todos aquellos quedan compensados con lo que ellos llaman los «momentos mågicos» que han vivido en todo este tiempo: «Jugar una pachanga con niños de la calle en los suburbios de Bombay, en un pueblo perdido en los Himalayas nepalís, jugar un rondo con monjes budistas en el Tíbet, o por ejemplo dar unos pases con los pueblos nómadas en la estepa mongola. Al final, el viaje es el recorrido en sí, no el destino al que te dirige».

De hecho, pese a la ruta que se fijaron antes de iniciarla reconocen que es el día a día el que les marca el itinerario a seguir. Y lo cuenta, claro, en clave futbolera: «Cada mañana hay que jugar a piedra-papel-tijera con el mapa, los tiempos, el transporte y los dineros. Sin mapa ni GPS, miramos las nubes con miedo de ver asomar la Luna, y dejamos que el viento, como Florentino a Zizou, nos pase una servilleta con nuestro próximo destino».
Distrito Pachanga se vale de la faceta social del futbol. La econĂłmica se la dejan a otros: «El Ășnico apoyo son nuestros ahorros, cada dĂ­a mĂĄs menguantes, y sobre todo las ilusiones. Pensamos que el hecho de recibir patrocinio o sponsor podrĂ­a condicionar la libertad con la que contamos. Esto es literalmente amor al arte».
 

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