
Las relaciones entre la ciencia y la religión durante la historia han sido entre malas y nefastas. Las religiones suelen mirar con desconfianza a la ciencia, que desvela los misterios sobre los que estas se fundan, mientras los cientĆficos observan con desdĆ©n las supersticiones de los creyentes.
Sin embargo, de vez en cuando este muro de metacrilato se resquebraja y aparece la maravilla. Es lo que acaba de suceder en ese enigmĆ”tico universo paralelo que son las matemĆ”ticas. AllĆ habita un genio loco, Grigori Perelman, un tipo a mitad de camino entre el John Nash de āUna mente maravillosaā y el ajedrecista Bobby Fisher. Perelman, que vive enclaustrado en casa de su madre en San Petersburgo, se encumbró en el Olimpo del Ćlgebra en 2003 cuando resolvió la conjetura de PoincarĆ©, un problema que ha traĆdo de cabeza a los matemĆ”ticos de todo el mundo desde que el tal PoincarĆ© lo planteara hace casi un siglo.
[Ahora deberĆa incluir en este pĆ”rrafo una pequeƱa disertación sobre la conjetura Ori (elevada a teorĆa desde su resolución) pero, honestamente, me resulta tan incomprensible como el reglamento del beisbol. Valga decir que va de hiperesferas, superficies convexas y ecuaciones diferenciales. Y que es chunga, muy chunga.]
Pues bien, Perelman, el tipo que viste como un homeless (un homeless ruso, Ā”ojo!), resolvió la conjetura de PoincarĆ© en su casa y la publicó en Internet sin pasar por el acostumbrado trĆ”mite de escribir un artĆculo en una publicación cientĆfica. Lo mĆ”s sorprendente del asunto es que Perelman empezó a trastear con el problema para solucionar otro enigma mĆ”s ultraterrenal: averiguar a quĆ© velocidad tendrĆa que haber caminado Jesucristo sobre las aguas para no hundirse.
La cuestión es mĆ”s folklórica que matemĆ”tica, de modo que podrĆa haberse resuelto con un expeditivo: āa 50 por horaā o āa toda hostiaā (por hacer la gracia), pero Perelman prefirió tomar el camino sinuoso y resolver, como quien no quiere la cosa, uno de los siete Problemas del Milenio, segĆŗn el Clay Mathematics Institute, el Ćŗnico resuelto hasta la fecha.
Eso sĆ, Perelman no fue capaz de resolver la incógnita que le traĆa de cabeza: la velocidad crĆstica sobre superficie acuĆ”tica.
Perelman fue premiado por su hallazgo con un millón de dólares, premio que rechazó para āsegĆŗn explicóā āno quedar expuesto como un animal en el zoológicoā. No es la primera vez que el matemĆ”tico ha rechazado un premio de semejante magnitud, lo que ha servido para aumentar aĆŗn mĆ”s su leyenda.
Con los datos recibidos hasta el momento puedes hacerte una idea de que Grigori Perelman, Grisha para los amigos que NO tiene, no es muy fan de dar explicaciones en pĆŗblico, asĆ que ignoramos cuĆ”les son sus sentimientos religiosos. Lo que sĆ afirmó tras resolver la conjetura de las esferas tetradimensionales es que sentĆa que habĆa hallado a Dios.
Y aquĆ es donde nuestro hĆ©roe entronca con Maximilian Cohen, el protagonista de la pelĆcula āPiā de Darren Aronofsky. En la cinta, Cohenā-genio y sociópata, como Perelmanā intenta descifrar el modelo matemĆ”tico que rige la bolsa de valores. Durante el tortuoso proceso halla el nĆŗmero de 216 dĆgitos que representa el verdadero nombre de Dios y que los judĆos llevan milenios intentando hallar mediante la TorĆ”.
Enfrentados a través del cuÔdruple muro en aspa que separa la ciencia de la religión y la ficción de la realidad, Cohen y Perelman, Perelman y Cohen, habitan en el mundo ideal de las fórmulas matemÔticas como un refugio ante ese otro mundo, azaroso, violento e imprevisible, que habitamos los humanos.
—
Ilustración de Juan Diaz Faes
Este artĆculo fue publicado en el nĆŗmero de Junio de Ling Magazine

Las relaciones entre la ciencia y la religión durante la historia han sido entre malas y nefastas. Las religiones suelen mirar con desconfianza a la ciencia, que desvela los misterios sobre los que estas se fundan, mientras los cientĆficos observan con desdĆ©n las supersticiones de los creyentes.
Sin embargo, de vez en cuando este muro de metacrilato se resquebraja y aparece la maravilla. Es lo que acaba de suceder en ese enigmĆ”tico universo paralelo que son las matemĆ”ticas. AllĆ habita un genio loco, Grigori Perelman, un tipo a mitad de camino entre el John Nash de āUna mente maravillosaā y el ajedrecista Bobby Fisher. Perelman, que vive enclaustrado en casa de su madre en San Petersburgo, se encumbró en el Olimpo del Ćlgebra en 2003 cuando resolvió la conjetura de PoincarĆ©, un problema que ha traĆdo de cabeza a los matemĆ”ticos de todo el mundo desde que el tal PoincarĆ© lo planteara hace casi un siglo.
[Ahora deberĆa incluir en este pĆ”rrafo una pequeƱa disertación sobre la conjetura Ori (elevada a teorĆa desde su resolución) pero, honestamente, me resulta tan incomprensible como el reglamento del beisbol. Valga decir que va de hiperesferas, superficies convexas y ecuaciones diferenciales. Y que es chunga, muy chunga.]
Pues bien, Perelman, el tipo que viste como un homeless (un homeless ruso, Ā”ojo!), resolvió la conjetura de PoincarĆ© en su casa y la publicó en Internet sin pasar por el acostumbrado trĆ”mite de escribir un artĆculo en una publicación cientĆfica. Lo mĆ”s sorprendente del asunto es que Perelman empezó a trastear con el problema para solucionar otro enigma mĆ”s ultraterrenal: averiguar a quĆ© velocidad tendrĆa que haber caminado Jesucristo sobre las aguas para no hundirse.
La cuestión es mĆ”s folklórica que matemĆ”tica, de modo que podrĆa haberse resuelto con un expeditivo: āa 50 por horaā o āa toda hostiaā (por hacer la gracia), pero Perelman prefirió tomar el camino sinuoso y resolver, como quien no quiere la cosa, uno de los siete Problemas del Milenio, segĆŗn el Clay Mathematics Institute, el Ćŗnico resuelto hasta la fecha.
Eso sĆ, Perelman no fue capaz de resolver la incógnita que le traĆa de cabeza: la velocidad crĆstica sobre superficie acuĆ”tica.
Perelman fue premiado por su hallazgo con un millón de dólares, premio que rechazó para āsegĆŗn explicóā āno quedar expuesto como un animal en el zoológicoā. No es la primera vez que el matemĆ”tico ha rechazado un premio de semejante magnitud, lo que ha servido para aumentar aĆŗn mĆ”s su leyenda.
Con los datos recibidos hasta el momento puedes hacerte una idea de que Grigori Perelman, Grisha para los amigos que NO tiene, no es muy fan de dar explicaciones en pĆŗblico, asĆ que ignoramos cuĆ”les son sus sentimientos religiosos. Lo que sĆ afirmó tras resolver la conjetura de las esferas tetradimensionales es que sentĆa que habĆa hallado a Dios.
Y aquĆ es donde nuestro hĆ©roe entronca con Maximilian Cohen, el protagonista de la pelĆcula āPiā de Darren Aronofsky. En la cinta, Cohenā-genio y sociópata, como Perelmanā intenta descifrar el modelo matemĆ”tico que rige la bolsa de valores. Durante el tortuoso proceso halla el nĆŗmero de 216 dĆgitos que representa el verdadero nombre de Dios y que los judĆos llevan milenios intentando hallar mediante la TorĆ”.
Enfrentados a través del cuÔdruple muro en aspa que separa la ciencia de la religión y la ficción de la realidad, Cohen y Perelman, Perelman y Cohen, habitan en el mundo ideal de las fórmulas matemÔticas como un refugio ante ese otro mundo, azaroso, violento e imprevisible, que habitamos los humanos.
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Ilustración de Juan Diaz Faes
Este artĆculo fue publicado en el nĆŗmero de Junio de Ling Magazine
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