7 de junio 2011    /   CIENCIA
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Donde Cristo perdió la chancla

7 de junio 2011    /   CIENCIA     por          
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Las relaciones entre la ciencia y la religión durante la historia han sido entre malas y nefastas. Las religiones suelen mirar con desconfianza a la ciencia, que desvela los misterios sobre los que estas se fundan, mientras los científicos observan con desdén las supersticiones de los creyentes.
Sin embargo, de vez en cuando este muro de metacrilato se resquebraja y aparece la maravilla. Es lo que acaba de suceder en ese enigmĆ”tico universo paralelo que son las matemĆ”ticas. AllĆ­ habita un genio loco, Grigori Perelman, un tipo a mitad de camino entre el John Nash de ā€œUna mente maravillosaā€ y el ajedrecista Bobby Fisher. Perelman, que vive enclaustrado en casa de su madre en San Petersburgo, se encumbró en el Olimpo del Ɓlgebra en 2003 cuando resolvió la conjetura de PoincarĆ©, un problema que ha traĆ­do de cabeza a los matemĆ”ticos de todo el mundo desde que el tal PoincarĆ© lo planteara hace casi un siglo.
[Ahora debería incluir en este pÔrrafo una pequeña disertación sobre la conjetura Ori (elevada a teoría desde su resolución) pero, honestamente, me resulta tan incomprensible como el reglamento del beisbol. Valga decir que va de hiperesferas, superficies convexas y ecuaciones diferenciales. Y que es chunga, muy chunga.]
Pues bien, Perelman, el tipo que viste como un homeless (un homeless ruso, ”ojo!), resolvió la conjetura de Poincaré en su casa y la publicó en Internet sin pasar por el acostumbrado trÔmite de escribir un artículo en una publicación científica. Lo mÔs sorprendente del asunto es que Perelman empezó a trastear con el problema para solucionar otro enigma mÔs ultraterrenal: averiguar a qué velocidad tendría que haber caminado Jesucristo sobre las aguas para no hundirse.
La cuestión es mĆ”s folklórica que matemĆ”tica, de modo que podrĆ­a haberse resuelto con un expeditivo: ā€œa 50 por horaā€ o ā€œa toda hostiaā€ (por hacer la gracia), pero Perelman prefirió tomar el camino sinuoso y resolver, como quien no quiere la cosa, uno de los siete Problemas del Milenio, segĆŗn el Clay Mathematics Institute, el Ćŗnico resuelto hasta la fecha.
Eso sí, Perelman no fue capaz de resolver la incógnita que le traía de cabeza: la velocidad crística sobre superficie acuÔtica.
Perelman fue premiado por su hallazgo con un millón de dólares, premio que rechazó para —segĆŗn explicó— ā€œno quedar expuesto como un animal en el zoológicoā€. No es la primera vez que el matemĆ”tico ha rechazado un premio de semejante magnitud, lo que ha servido para aumentar aĆŗn mĆ”s su leyenda.
Con los datos recibidos hasta el momento puedes hacerte una idea de que Grigori Perelman, Grisha para los amigos que NO tiene, no es muy fan de dar explicaciones en público, así que ignoramos cuÔles son sus sentimientos religiosos. Lo que sí afirmó tras resolver la conjetura de las esferas tetradimensionales es que sentía que había hallado a Dios.
Y aquĆ­ es donde nuestro hĆ©roe entronca con Maximilian Cohen, el protagonista de la pelĆ­cula ā€œPiā€ de Darren Aronofsky. En la cinta, Cohen—-genio y sociópata, como Perelman— intenta descifrar el modelo matemĆ”tico que rige la bolsa de valores. Durante el tortuoso proceso halla el nĆŗmero de 216 dĆ­gitos que representa el verdadero nombre de Dios y que los judĆ­os llevan milenios intentando hallar mediante la TorĆ”.
Enfrentados a través del cuÔdruple muro en aspa que separa la ciencia de la religión y la ficción de la realidad, Cohen y Perelman, Perelman y Cohen, habitan en el mundo ideal de las fórmulas matemÔticas como un refugio ante ese otro mundo, azaroso, violento e imprevisible, que habitamos los humanos.

Ilustración de Juan Diaz Faes
Este artĆ­culo fue publicado en el nĆŗmero de Junio de Ling Magazine

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Las relaciones entre la ciencia y la religión durante la historia han sido entre malas y nefastas. Las religiones suelen mirar con desconfianza a la ciencia, que desvela los misterios sobre los que estas se fundan, mientras los científicos observan con desdén las supersticiones de los creyentes.
Sin embargo, de vez en cuando este muro de metacrilato se resquebraja y aparece la maravilla. Es lo que acaba de suceder en ese enigmĆ”tico universo paralelo que son las matemĆ”ticas. AllĆ­ habita un genio loco, Grigori Perelman, un tipo a mitad de camino entre el John Nash de ā€œUna mente maravillosaā€ y el ajedrecista Bobby Fisher. Perelman, que vive enclaustrado en casa de su madre en San Petersburgo, se encumbró en el Olimpo del Ɓlgebra en 2003 cuando resolvió la conjetura de PoincarĆ©, un problema que ha traĆ­do de cabeza a los matemĆ”ticos de todo el mundo desde que el tal PoincarĆ© lo planteara hace casi un siglo.
[Ahora debería incluir en este pÔrrafo una pequeña disertación sobre la conjetura Ori (elevada a teoría desde su resolución) pero, honestamente, me resulta tan incomprensible como el reglamento del beisbol. Valga decir que va de hiperesferas, superficies convexas y ecuaciones diferenciales. Y que es chunga, muy chunga.]
Pues bien, Perelman, el tipo que viste como un homeless (un homeless ruso, ”ojo!), resolvió la conjetura de Poincaré en su casa y la publicó en Internet sin pasar por el acostumbrado trÔmite de escribir un artículo en una publicación científica. Lo mÔs sorprendente del asunto es que Perelman empezó a trastear con el problema para solucionar otro enigma mÔs ultraterrenal: averiguar a qué velocidad tendría que haber caminado Jesucristo sobre las aguas para no hundirse.
La cuestión es mĆ”s folklórica que matemĆ”tica, de modo que podrĆ­a haberse resuelto con un expeditivo: ā€œa 50 por horaā€ o ā€œa toda hostiaā€ (por hacer la gracia), pero Perelman prefirió tomar el camino sinuoso y resolver, como quien no quiere la cosa, uno de los siete Problemas del Milenio, segĆŗn el Clay Mathematics Institute, el Ćŗnico resuelto hasta la fecha.
Eso sí, Perelman no fue capaz de resolver la incógnita que le traía de cabeza: la velocidad crística sobre superficie acuÔtica.
Perelman fue premiado por su hallazgo con un millón de dólares, premio que rechazó para —segĆŗn explicó— ā€œno quedar expuesto como un animal en el zoológicoā€. No es la primera vez que el matemĆ”tico ha rechazado un premio de semejante magnitud, lo que ha servido para aumentar aĆŗn mĆ”s su leyenda.
Con los datos recibidos hasta el momento puedes hacerte una idea de que Grigori Perelman, Grisha para los amigos que NO tiene, no es muy fan de dar explicaciones en público, así que ignoramos cuÔles son sus sentimientos religiosos. Lo que sí afirmó tras resolver la conjetura de las esferas tetradimensionales es que sentía que había hallado a Dios.
Y aquĆ­ es donde nuestro hĆ©roe entronca con Maximilian Cohen, el protagonista de la pelĆ­cula ā€œPiā€ de Darren Aronofsky. En la cinta, Cohen—-genio y sociópata, como Perelman— intenta descifrar el modelo matemĆ”tico que rige la bolsa de valores. Durante el tortuoso proceso halla el nĆŗmero de 216 dĆ­gitos que representa el verdadero nombre de Dios y que los judĆ­os llevan milenios intentando hallar mediante la TorĆ”.
Enfrentados a través del cuÔdruple muro en aspa que separa la ciencia de la religión y la ficción de la realidad, Cohen y Perelman, Perelman y Cohen, habitan en el mundo ideal de las fórmulas matemÔticas como un refugio ante ese otro mundo, azaroso, violento e imprevisible, que habitamos los humanos.

Ilustración de Juan Diaz Faes
Este artĆ­culo fue publicado en el nĆŗmero de Junio de Ling Magazine

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