29 de noviembre 2013    /   BUSINESS
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Dos aƱos de trabajo y un resultado invisible

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Se dice que la estĆ©tica de la arquitectura contemporĆ”nea es la que es, en buena parte, por el famoso ‘menos es mĆ”s’ de Van Der Rohe, una declaración de principios que hoy suena a mantra y que es posible que haya perdido parte de su sentido original. En lo que a recuperación de espacios urbanos se refiere, por lo menos, la sencillez queda a menudo relegada sin remedio entre las pilas de papeles de los marcos de actuación y las vĆ­as de implementación. Nos falta, seguramente, intervenir menos para generar mĆ”s. Por suerte, esa tendencia a pasar de puntillas sobre un rincón determinado de la geografĆ­a urbana y recuperarlo sin fanfarria ni orquesta aĆŗn late de vez en cuando lo suficiente para que uno no sea del todo pesimistas. El caso de la recuperación del Turó de la Rovira, en Barcelona, es uno de esos proyectos que reconfortan. Mucho. Se trata de un cerro que se alza en plena ciudad a 260 metros sobre el nivel del mar, un espectacular mirador panorĆ”mico con vistas a 360 grados y que, por fortuna para los vecinos, siempre ha quedado apartado de las rutas turĆ­sticas barcelonesas.

El caso es que el enclave, que se encontraba en un estado ruinoso en 2005, fue paulatinamente recuperÔndose gracias al ímpetu de los vecinos de la Asociación de Vecinos de Can Baró y decenas de voluntarios, que durante tres años retiraron escombros y colocaron las bases de una dignificación del cerro. El último granito de arena lo aportaron los estudios de arquitectura Jansana de la Villa de Paauw y AAUP, que en 2009, y durante dos años de trabajo codo con codo con los vecinos de los barrios colindantes y el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), llevaron a cabo un proyecto oficial de intervención en la zona. El objetivo era dignificar el espacio, recuperar la historia del lugar -de la que ahora hablaremos- y hacer todo ello con una intervención mínima, sin apenas crear estructuras nuevas. El reto se ha logrado y es, seguramente, un ejemplo perfecto de como haciendo poco se puede conseguir mucho mÔs.

Carlota Coloma, AdriĆ  Lahuerta y Leticia Pasamontes son los tres integrantes de la productora 15-L. Films. A ellos tambiĆ©n las pareció un proyecto atractivo, asĆ­ que este verano comenzaron a filmar el documental ‘La intervención invisible’, un trabajo audiovisual que recoge, precisamente, todo el proyecto llevado a cabo en el Turó de la Rovira: la historia del lugar, la opinión de los vecinos que viven allĆ­, asĆ­ como de arquitectos y arqueólogos que participaron en todo el proceso de recuperación. “ConocĆ­amos de cerca el proyecto y cómo se desarrolló”, explica AdriĆ  a travĆ©s de una conversación por Skype. “Nos pareció que podrĆ­a ser interesante dar a conocer como se ha trabajado en un lugar de la ciudad tan pequeƱo pero que concentra tanta historia, y como se ha logrado regenerar y ‘museizar’ el cerro con una intervención casi imperceptible”.

La historia que mantiene a buen recaudo la cima del cerro del Turó de la Rovira es un auténtico tesoro. Hay restos de un antiguo asentamiento íbero, partes de las viejas barracas que se amontonaron en estas laderas a partir de los años 60 (hasta que los Juegos del 92 obligaron a un intenso lavado de cara a la ciudad condal) y una batería antiaérea con cuatro plataformas de tiro que se usó durante la Guerra Civil para defender la ciudad frente a la aviación franquista. Pero todo ello estaba enterrado.

“El primer paso consistĆ­a en sacar de allĆ­ todos los cascotes que se habĆ­an acumulado en la zona”, cuenta Carlota. “DespuĆ©s de que se tiraran las Ćŗltimas barracas, en el 91, se tapó la baterĆ­a con los escombros y la zona quedó abandonada”. Durante aƱos, este mirador natural se convirtió en un sitio poco aconsejable durante la noche, incluso para muchos vecinos. De ahĆ­ que todo el proyecto de dignificación naciera, en parte, de los propios habitantes del cerro. Una vez se limpió la zona, llegó el momento de rehabilitar. “La idea principal era poner de relieve los estratos del pasado, restaurarlos y asegurarlos. Todo ello con una intervención mĆ­nima”.

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AdriĆ  cuenta como durante los tres aƱos que duró el proyecto “se creó un equipo de trabajo muy orgĆ”nico, muy colaborativo”. Cada uno jugaba un papel fundamental: los arquitectos rehacĆ­an los planos sobre la marcha forzados a rectificar a medida que iban retirando escombros y daban con nuevos restos del pasado; los arqueólogos catalogaban y recuperaban todo cuanto salĆ­a a la luz; y poco a poco se empezó a dar forma al pequeƱo museo al aire libre que es hoy el Turó de la Rovira. “Para los arqueólogos es una suerte poder trabajar con restos que han pertenecido a gente que sigue viva”, explica Carlota. “Los antiguos barranquistas todavĆ­a pueden explicar quĆ© es y para quĆ© servĆ­an muchas de las cosas que han aparecido. Algunos arqueólogos nos decĆ­an que ojalĆ” pudieran hacer lo mismo con los romanos”.

DespuĆ©s de casi medio aƱo trabajando en el documental, recogiendo material, montando, diseƱando la grĆ”fica y el cartel (a cargo de L’Estudi Amagat) y devanĆ”ndose los sesos para conseguir mĆ”s financiación ‘La intervención invisible’ estĆ” ya a pocos pasos de ver la luz. AdemĆ”s del testimonio de los protagonistas, el documental recoge imĆ”genes antiguas de cómo se vivĆ­a en el cerro y de cómo las ruinas cambiaron la fisionomĆ­a de este rincón.

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“Nos dĆ”bamos cuenta de que al ser humano le gusta dejar su huella. Esas marcas estĆ”n aquĆ­ y la intervención buscaba, precisamente, conservarlas. Por eso -dice Carlota- era tan importante para nosotros que en el docu se vieran tanto imĆ”genes antiguas como actuales. Puede que al dar una vuelta por el Turó uno piense que sigue abandonado, pero es que es necesario ver cómo estaba antes”.

En la cima del cerro habitan hoy la dignidad de un barrio y algunos retales de memoria. No lo parece, pero se ha recuperado un pedazo de historia de la ciudad y un rincón para los vecinos.

Antes:

guerra civil

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antes2

antes3

DespuƩs:

inauguración

inauguración2

inauguracionLourdesJansana

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Se dice que la estĆ©tica de la arquitectura contemporĆ”nea es la que es, en buena parte, por el famoso ‘menos es mĆ”s’ de Van Der Rohe, una declaración de principios que hoy suena a mantra y que es posible que haya perdido parte de su sentido original. En lo que a recuperación de espacios urbanos se refiere, por lo menos, la sencillez queda a menudo relegada sin remedio entre las pilas de papeles de los marcos de actuación y las vĆ­as de implementación. Nos falta, seguramente, intervenir menos para generar mĆ”s. Por suerte, esa tendencia a pasar de puntillas sobre un rincón determinado de la geografĆ­a urbana y recuperarlo sin fanfarria ni orquesta aĆŗn late de vez en cuando lo suficiente para que uno no sea del todo pesimistas. El caso de la recuperación del Turó de la Rovira, en Barcelona, es uno de esos proyectos que reconfortan. Mucho. Se trata de un cerro que se alza en plena ciudad a 260 metros sobre el nivel del mar, un espectacular mirador panorĆ”mico con vistas a 360 grados y que, por fortuna para los vecinos, siempre ha quedado apartado de las rutas turĆ­sticas barcelonesas.

El caso es que el enclave, que se encontraba en un estado ruinoso en 2005, fue paulatinamente recuperÔndose gracias al ímpetu de los vecinos de la Asociación de Vecinos de Can Baró y decenas de voluntarios, que durante tres años retiraron escombros y colocaron las bases de una dignificación del cerro. El último granito de arena lo aportaron los estudios de arquitectura Jansana de la Villa de Paauw y AAUP, que en 2009, y durante dos años de trabajo codo con codo con los vecinos de los barrios colindantes y el Museo de Historia de Barcelona (MUHBA), llevaron a cabo un proyecto oficial de intervención en la zona. El objetivo era dignificar el espacio, recuperar la historia del lugar -de la que ahora hablaremos- y hacer todo ello con una intervención mínima, sin apenas crear estructuras nuevas. El reto se ha logrado y es, seguramente, un ejemplo perfecto de como haciendo poco se puede conseguir mucho mÔs.

Carlota Coloma, AdriĆ  Lahuerta y Leticia Pasamontes son los tres integrantes de la productora 15-L. Films. A ellos tambiĆ©n las pareció un proyecto atractivo, asĆ­ que este verano comenzaron a filmar el documental ‘La intervención invisible’, un trabajo audiovisual que recoge, precisamente, todo el proyecto llevado a cabo en el Turó de la Rovira: la historia del lugar, la opinión de los vecinos que viven allĆ­, asĆ­ como de arquitectos y arqueólogos que participaron en todo el proceso de recuperación. “ConocĆ­amos de cerca el proyecto y cómo se desarrolló”, explica AdriĆ  a travĆ©s de una conversación por Skype. “Nos pareció que podrĆ­a ser interesante dar a conocer como se ha trabajado en un lugar de la ciudad tan pequeƱo pero que concentra tanta historia, y como se ha logrado regenerar y ‘museizar’ el cerro con una intervención casi imperceptible”.

La historia que mantiene a buen recaudo la cima del cerro del Turó de la Rovira es un auténtico tesoro. Hay restos de un antiguo asentamiento íbero, partes de las viejas barracas que se amontonaron en estas laderas a partir de los años 60 (hasta que los Juegos del 92 obligaron a un intenso lavado de cara a la ciudad condal) y una batería antiaérea con cuatro plataformas de tiro que se usó durante la Guerra Civil para defender la ciudad frente a la aviación franquista. Pero todo ello estaba enterrado.

“El primer paso consistĆ­a en sacar de allĆ­ todos los cascotes que se habĆ­an acumulado en la zona”, cuenta Carlota. “DespuĆ©s de que se tiraran las Ćŗltimas barracas, en el 91, se tapó la baterĆ­a con los escombros y la zona quedó abandonada”. Durante aƱos, este mirador natural se convirtió en un sitio poco aconsejable durante la noche, incluso para muchos vecinos. De ahĆ­ que todo el proyecto de dignificación naciera, en parte, de los propios habitantes del cerro. Una vez se limpió la zona, llegó el momento de rehabilitar. “La idea principal era poner de relieve los estratos del pasado, restaurarlos y asegurarlos. Todo ello con una intervención mĆ­nima”.

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AdriĆ  cuenta como durante los tres aƱos que duró el proyecto “se creó un equipo de trabajo muy orgĆ”nico, muy colaborativo”. Cada uno jugaba un papel fundamental: los arquitectos rehacĆ­an los planos sobre la marcha forzados a rectificar a medida que iban retirando escombros y daban con nuevos restos del pasado; los arqueólogos catalogaban y recuperaban todo cuanto salĆ­a a la luz; y poco a poco se empezó a dar forma al pequeƱo museo al aire libre que es hoy el Turó de la Rovira. “Para los arqueólogos es una suerte poder trabajar con restos que han pertenecido a gente que sigue viva”, explica Carlota. “Los antiguos barranquistas todavĆ­a pueden explicar quĆ© es y para quĆ© servĆ­an muchas de las cosas que han aparecido. Algunos arqueólogos nos decĆ­an que ojalĆ” pudieran hacer lo mismo con los romanos”.

DespuĆ©s de casi medio aƱo trabajando en el documental, recogiendo material, montando, diseƱando la grĆ”fica y el cartel (a cargo de L’Estudi Amagat) y devanĆ”ndose los sesos para conseguir mĆ”s financiación ‘La intervención invisible’ estĆ” ya a pocos pasos de ver la luz. AdemĆ”s del testimonio de los protagonistas, el documental recoge imĆ”genes antiguas de cómo se vivĆ­a en el cerro y de cómo las ruinas cambiaron la fisionomĆ­a de este rincón.

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“Nos dĆ”bamos cuenta de que al ser humano le gusta dejar su huella. Esas marcas estĆ”n aquĆ­ y la intervención buscaba, precisamente, conservarlas. Por eso -dice Carlota- era tan importante para nosotros que en el docu se vieran tanto imĆ”genes antiguas como actuales. Puede que al dar una vuelta por el Turó uno piense que sigue abandonado, pero es que es necesario ver cómo estaba antes”.

En la cima del cerro habitan hoy la dignidad de un barrio y algunos retales de memoria. No lo parece, pero se ha recuperado un pedazo de historia de la ciudad y un rincón para los vecinos.

Antes:

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Opiniones 5
  • Ā”Me alegro que hayĆ”is dedicado un artĆ­culo a este espacio a veces desconocido!
    Sobre los restos ibĆ©ricos, que no queda claro, hoy en dĆ­a han desaparecido o quedan ocultos. El asentamiento fuerte quedó documentado, y quedaba hacia el nordeste de la baterĆ­a antiaĆ©rea, pero actualmente hay edificios construidos encima. Igualmente, tal como decĆ­a, estĆ” documentado pero no del todo bien estudiado, lo que tiene la baja financiación en la investigación cultural. SĆ© de gente que han encontrado restos por la zona, y lamentablemente a veces se los han quedado -he visto una punta de flecha expropiada…

    Sobre lo que comentÔis que no van los turistas, eso fue antes de que iniciaran las tareas de recuperación y museización. Desde que se reinauguró hace año y medio aproximadamente -creo que fue-, la afluencia de ciudadanos aumenta, y lenta pero progresivamente hay mÔs turistas que han sido informados del espacio.

    Hace tres años íbamos los de la zona y el districto y se podía estar tranquilo, con tres o cuatro personas al momento, tal vez quince una tarde de verano tranquila, pero actualmente va mucha gente. No hablo de cientos como en el Parc Güell, pero sí decenas, sobre todo cuando aparece el buen tiempo y la buena visibilidad.

    De todas maneras, es muy recomendable su visita, es un espacio muy buen museizado de una Ć©poca que a veces parece tabĆŗ hablar, la Guerra Civil, y creo que el Taller d’Història de GrĆ cia tenia pensado programar visitas guiadas y comentadas a este espacio para los ciudadanos, todo es echarles una llamada.

    ”Gracias!

  • En este tema tiene mucho que decir la asociacion de vecinos/as de Can Baro, que fue la impulsora de los campos de trabajo, que durante tres veranos organizo conjuntamente con otras entidades, y con la ayuda del distrito de horta-guinardo, que este monumento de bcn volviera a estar en el mapa

  • Ya lo e leido pero no fue una contribucion, fuimos los que propusimos el.proyecti y estuvimis en todo momento aperosin saver el motivo no se quiere reconocer la labor de la asociacion de can baro en este proyecto que fue ran complejo como emotivo para todos los vecinos de can baro

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