Para la residencia que proyectaron construir en la Riviera francesa, Eileen Gray y Jean Badovici pensaron en un nombre poco habitual: E-1027. Lo que parecĂa la denominaciĂ³n de un aditivo alimentario era en realidad una suerte de juego, similar al EJOTY que popularizĂ³ el mago Stewart James, en el que a cada letra se le asignaba un nĂºmero en funciĂ³n de su posiciĂ³n en el abecedario.
La Ăºnica excepciĂ³n la protagonizaba la E, inicial de Eileen, y tambiĂ©n de la sigla que continuaba con el 10, correspondiente a la J de Jean; el 2, de Badovici y el 7 de Gray. (¡Chupaos esa, propietarios de Villa Mari Carmen y similares!).
Los felices años 20 tocaban a su fin cuando Gray y Badovici remataban su residencia veraniega en Roquebrune-Cap-Martin sin ser conscientes de que, de paso, estaban erigiendo un emblema modernista. La meticulosa arquitecta se cuidĂ³ de estudiar cĂ³mo afectaba el viento y la luz a aquel emplazamiento durante los diversos momentos del dĂa. La interacciĂ³n con los elementos naturales era una de las claves del espacio.

Por aquel entonces no era muy habitual que una mujer liderara un proyecto como aquel, pero Gray ya habĂa dejado claro que los convencionalismos no iban con ella. Badovici, arquitecto de formaciĂ³n y editor de la revista L´Architecture Vivante, se encargĂ³ de los aspectos tĂ©cnicos de la construcciĂ³n. El resultado satisfizo a la pareja, pero tambiĂ©n en cierto modo a Le Corbusier, quien a partir de entonces establecerĂa una extraña relaciĂ³n con aquella casa.
Una vez disuelta la relaciĂ³n entre Gray y Badovici, este invitĂ³ al arquitecto suizo a alojarse en la residencia mientras el editor se ausentaba unos dĂas. Durante su estancia, Le Corbusier decidiĂ³ decorar algunos de los muros. Lo que podrĂa haberse considerado una muestra de agradecimiento a sus anfitriones (Le Corbusier ya era un reconocido y cotizado artista y arquitecto), fue tomado por Eileen como un ultraje o un acto de profanaciĂ³n. A partir de entonces dejĂ³ de frecuentar la vivienda. La E-1027 ya no era el paraĂso vacacional que habĂa concebido.

Comenzaba asĂ la segunda etapa de la historia de la vivienda en la que el abandono fue la nota dominante. Las ocupaciones y actos vandĂ¡licos se alternaron durante dĂ©cadas con los proyectos de recuperaciĂ³n del espacio.
Los Ăºltimos esfuerzos por rehabilitar el inmueble han contado con un peculiar testigo: el artista Kasper Akhøj. En cada una de sus seis visitas a E-1027 (realizadas en 2009, 2010, 2015 y 2017, respectivamente), el danĂ©s fotografiaba la villa, inspirĂ¡ndose en las fotos realizadas por Eileen Gray y publicadas por Jean Badovici en un nĂºmero especial realizado en su revista en 1929.



«En cada visita, la casa simultaneaba un estado de reparaciĂ³n con otro de irreparabilidad. Una hermosa lucha para aceptar la indeterminaciĂ³n», explica Akhøj.
El artista sacĂ³ cada imagen desde un Ă¡ngulo diferente, con el objetivo de mostrar la naturaleza cambiante de la villa. Los rastros dejados en ella por sus sucesivos ocupantes se confrontan los unos con los otros, dando como resultado un diĂ¡logo histĂ³rico fascinante.




De hecho, para la exposiciĂ³n* en la que se recoge todo su trabajo de investigaciĂ³n sobre E-1027, Akhøj escogiĂ³ el tĂtulo Welcome (To The Teknival), inspirĂ¡ndose en dos de los grafitis que dejaron los okupas que habitaron la casa en los noventa. Los creados años antes por Le Corbusier tambiĂ©n permanecen en el inmueble y han sido restaurados. No en vano aquellos dibujos han jugado un papel crucial en la preservaciĂ³n del sitio. Aunque seguramente sea algo que siguiera sin hacerle ninguna gracia a la propietaria original de la casa.
*La muestra estarĂ¡ abierta en Ivoyrpress Madrid hasta el 12 de noviembre