El bloguero escribió un artículo que era la leche. Crearé un imperio a partir de este post, pensó. Y mientras pensaba y pensaba alimentado por el ego, su talento se desvanecía…
Aquel artículo apenas llevaba un par de horas publicado y se estaba convirtiendo en uno de los más compartidos de la semana en las redes sociales. En foros de discusión más conocidos de la red lo enlazaban. El bloguero leía cada comentario. Por supuesto que había comentarios a favor y en contra, pero al bloguero sólo le importaba la repercusión. Buscaba quién estaba detrás de cada comentario. Se hinchaba pomposo cuando una persona con 10.000 seguidores recomendaba el artículo. Incluso un famoso de la tele hizo un comentario más o menos ingenioso. Y el bloguero montó un imperio mediático en la cabeza…
El cuento de la lechera bloguera
Crearé un imperio a partir de este post, pensó. Escribiré otros que traten el mismo tema. Atraeré a más seguidores. Tendré 10.000 antes de que acabe el año, ¡20.000! Puede que reúna todos mis tuits y publique un libro. En el próximo EBE seré la estrella invitada… Un mensaje en el timeline dejó helado al bloguero:

DEMASIADO EGO MATARÁ TU TALENTO
La erección ególatra se vino abajo de inmediato. Como todo hijo de vecino había leído y escuchado miles de citas, las había recibido por correo electrónico incrustadas en Powerpoint, las veía en imágenes en las redes sociales cada dos por tres. Pero ninguna tuvo tanto efecto como ésta.
DEMASIADO EGO MATARÁ TU TALENTO
En ese momento, supo que así era. No se planteó si tenía poco o mucho o nada de talento. Suponía que sí, o al menos es lo decían algunos de sus lectores. Y él, claro, no iba a contradecirlos.
El ego procrastinador
Tenía claro que aquella mañana perdió cinco horas frente al ordenador sin otra actividad que leer las reacciones a su último artículo, “quién dijo qué” incluso en el lugar más remoto de Internet. Empezó a cuestionarse cómo trabajaba…
… Reconoció que a menudo dejaba los artículos para última hora. Escribir era una fuente de ingresos que le permitía pagar la hipoteca y llenar unas cuantas bolsas del súper, sin embargo, no le estaba prestando la atención que debía.
Entusiasmado por los halagos pasaba las horas en las redes y perdía un tiempo precioso para escribir otro artículo o poner las bombillas del pasillo. De manera que el siguiente artículo lo escribía deprisa, muy deprisa. Quizá gustaba, quizá no. En este caso no le importaban los comentarios ni a favor ni en contra. Ahora no, porque las prisas o más bien la falta de tiempo, impidieron que escribiera el artículo que realmente quería escribir. Si encontraba críticas negativas debido a su dejadez, se tomaba su tiempo para el siguiente. Necesitaba redimirse ante sus propios ojos. Así entró en un bucle:

Como era bloguero hizo una lista del tiempo que había comido el ego esa semana, y pensó cómo ponerlo a raya:
EL EGO MATA TU TALENTO CUANDO…
- El ego mata tu talento cuando te susurra que pases las horas en las redes sociales leyendo qué piensa la gente de ti. —> ¡Mejor escribe el siguiente artículo!
- El ego mata tu talento cuando miras y remiras las estadísticas de visitas como si fueran a crecer con el pensamiento. —> Lee sobre estilo, sobre gramática, desatasca el fregadero, echa aceite al coche…
- El ego mata tu talento cuando pasas más tiempo pensando qué escribir para tener nuevos seguidores o “me gusta” que escribiendo. —> ¡No lo pienses! Jamás contentarás a todos. Escribe y punto.
- El ego mata tu talento cuando pretendes lucirte respondiendo a los mensajes de estado de las redes sociales. —> Da respuestas de dos líneas como mucho o no las des.
- El ego mata tu talento cuando piensas en un tuit más que en el acto de escribirlo —> No tuitees o no pienses los tuits, a menudo se pierden.
- El ego mata tu talento cuando escuchas a ladrones de tiempo que te ponen vocecitas “me encanta lo que haces, ¿te puedo pedir un favor?” —> Escribe. Los ladrones de tiempo no escribirán por ti. No te darán de comer. No te darán las gracias. Escribe.
- El ego mata tu talento cuando te lleva por el camino fácil, cuando te sugiere que hagas lo que gusta “a todo el mundo” y como gusta a todo el mundo –> No escuches “me gustaba lo que hacías antes”, escucha tus tripas, tu corazón, tu intuición.
mmmmmm….desde mi experiencia de bloguera…que no gana dinero con el blog. Yo nunca se que post tendrá una repercusión espectacular y cual pasará sin pena ni gloria. De hecho, el post más visitado de mi blog a mi me parece una gilipollez pero no lo escribí porque fuera a tener tirón si no sencillamente me apeteció hacerlo, me reí al escribirlo y lo publiqué. Sin más.
Otros que a mí me fascinan y releo un millón de veces pasan sin pena ni gloria.
Jamás escribo pensando si tendrá éxito o no, sencillamente escribo lo que me sale. Mmmmm…quizás por eso no vivo del blog…pero creo que lo disfruto más que si lo hiciera.
Buen post.
Ana, creo que tu “política” es mejor que seguir las estrategias de los gurús 2.0: Eres tú, en todo momento, auténtica. Y es más probable que llames la atención siendo tú misma, que siendo un clon. Y desde ahora, tienes en mi un lector más 🙂
Gracias!!!
Too much & too little.
Behind the musgo…
Yo escribi un artículo similar y le agregué, no una historia sino una crítica sobre la E-Vanity como le bauticé y el E-go que es l oque tu mencionas aqui.
Estamos pensando igual, el ego mata la creatividad
Me gustaría leerlo, Enya 😉
pero qué bueno. en mi caso, no tengo éxito alguno con mi blog jajaja pero entiendo, a pequeña escala, lo que aquí se explica. me ha parecido muy interesante! como todo lo que Mamá Convergente comparte por las redes.
A mi los postres que propones en tu blog me hacen la boca agua. Intentaré preparar alguno o convencer a alguien para que me los haga 🙂
Joe tío, que buen artículo. Asumo el toque de atención me hace relfexionar sobre cómo hago las cosas.
Gracias
Totalmente de acuerdo! Aunque en muchos casos (en los que me incluyo) pasa lo contrario y es la inseguridad la que mata el talento.
Muy interesante este artículo.
Soy de los que pecan de mirar bastante las estadísticas de mi blog, de querer respodner a absolutamente cada email o cada comentario, en el blog o en RRSS… y no se puede ni se debe.
Aunque no estoy de acuerdo con el 100% de las cosas que expones, se agradece el artículo y sin duda me aplicaré el cuento en algunas cosas. A veces si que nos puede el ego.
Un saludo.
Muy buen post. Muy reflexivo para mantener siempre la conciencia de que no todo está entorno a nosotros como blogueros.
Un saludo 🙂
Se sabe que Las estadisticas han arruinado blogs, vidas y hasta familias enteras.
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Igual pasa con la influencia del blogger en las redes sociales….es un cancer que mata las ideas
así como bloguero o escritor, todos dirán: escribe, escribe, escribe. Ahora, ¿cómo se filtra luego? Si uno de cada 10 es bueno (no digo exitoso, digo bueno), ¿esos 9 no son ruido? Entonces ese lector mariposa que llega de un salto a ti, digo a tus escritos, con tanto ruido ¿no se dará de lleno con lo infumable? Y si viene redirigido pero busca más, ¿no se dará de lleno con lo infumable?
Ya, ya, creo que respondo: no publiques lo malo.
En fin, gracias por hacerme reflexionar. Y gracias por recordarme otra vez lo inútil de las estadísticas (que entre 0 y 20 y 50 nunca superarán la masa crítica).
Entonces sólo me queda una: hacerlo por gusto, que no es poco.
Bradbury recomendaba a los jóvenes escritores que crearan un cuento cada semana. “Alguno bueno saldrá”, decía. No hablaba de publicar. A mi me parece que no sólo debe publicar en su blog aquello de lo que uno esté más o menos satisfecho. A veces es difícil, porque uno es demasiado autocrítico. Que sea bueno o malo es difícil autoevaluarlo.
Hacerlo por gusto, siempre.
Es muy difícil salir del bucle perverso, (aunque no imposible).
El ego y la ambición desmesurada no solo mata a los blogueros. Mata desde la humanidad a mi mismo, pasando por la amistad, la creatividad, la profesionalidad, eficiencia y el amor.
Supongo que la virtud debe estar en algún punto intermedio entre los cercanos extremos de todo ciclo. Entre la cordura y la locura. Entre la ambición y el desinterés. Entre la autoestima y el complejo. Un juego de equilibrios.
Me ha encantado tu post. 🙂
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