4 de abril 2019    /   CREATIVIDAD
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Ejercicios de ilustración y ortografía según Juan Berrio

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En los tiempos de pƔtina amarilla y tonos ocres, se enseƱaba ortografƭa a base de repetir, repetir y repetir una y otra vez los mismos ejercicios, las mismas palabras, las mismas frases.

Al ilustrador y dibujante de cómics Juan Berrio le regaló su padre, siendo adolescente, un ejemplar de uno de aquellos clÔsicos manuales de ortografía, la Ortografía prÔctica de la lengua española, de Luis Miranda Podadera, quizÔ el mÔs famoso y utilizado durante varias décadas y que ha tenido numerosísimas reediciones y actualizaciones desde su primera publicación en 1931 hasta los años 80.

Ā«A mĆ­ no me interesa la parte didĆ”ctica, me parece una castaƱa lo de si se escribe con b o con v, las reglas y tal… Pero, sin embargo, las frases me parecen tan disparatadas, tan divertidas, que siempre, desde pequeƱo, me pareció que habĆ­a unas pequeƱas historias divertidas, muy ilustrables, con mucho humorĀ», rememora Berrio.

Por entonces aún no sabía que iba a ser ilustrador, pero el gusanillo ya picaba dentro. Y cuando tuvo claro a qué iba a dedicarse para ganarse los garbanzos, tuvo mÔs claro aún que uno de sus trabajos sería ilustrar el Miranda Podadera.

Entre encargo y encargo, Berrio dedicaba el tiempo libre que le quedaba a jugar con el sinsentido de aquellas frases locas y como metidas a capón, que rozaban el absurdo, para aprender a escribir correctamente.

Y cuando reunió el nĆŗmero suficiente de ilustraciones para formar un volumen, decidió autopublicarlo en 1995. Lo tituló Ejercicios de ilustración sobre textos de ā€œOrtografĆ­a prĆ”cticaā€ de Luis Miranda Podadera y lanzó una tirada limitada de 500 ejemplares que hoy estĆ” agotada.

Sus Ejercicios de ilustración recogen una selección de las frases que mĆ”s llamativas le parecĆ­an de todas cuantas aparecĆ­an en el Miranda Podadera. Ā«El libro combina frases cortas para dictado despuĆ©s de cada tema con textos muy largos. A mĆ­ lo que me gustaba era entresacar estas frases: las mĆ”s sonoras, las mĆ”s raras, las mĆ”s divertidas… Pero hay material para seguirĀ», comenta Berrio.

Frases como «La vetusta diligencia fue acribillada a balazos por hervorosos indios que, ensoberbecidos por el éxito, clavaron las moharras de sus venablos en los cadÔveres de sus rivales», «El ebanista del bisoñé espiaba al grabador de cinc para arrebatarle la gaviota, la avutarda, el halcón y los veintiún vampiros» junto con otras mÔs cortas como «El traje del paje estaba en lejía». Frases que le obligaban a consultar con frecuencia un diccionario.

Berrio optó por romper una de los dogmas de la ilustración, lo que todo gran maestro de esta disciplina enseña a sus discípulos: la redundancia. Si te dan un texto y tú lo ilustras tal cual, no aportas nada, es redundante. «Sin embargo, este libro tenía que ser así, tenía que ser muy redundante», enfatiza el ilustrador. Hasta la dedicatoria lo es. Berrio incorporó una foto de sus padres sentados en un sofÔ y escribió: «Para mis padres, que son estos».

«Esa idea de que siempre lo escrito va reforzado con la imagen es una constante en el libro. Yo creo, también, que es parte del humor, parte de la incomodidad o lo que sea que produce la lectura del libro y que tiene que ver con esa repetición entre la imagen y el texto».

Las ilustraciones de Berrio para este libro que él incluye dentro de su colección de obras Peculiares (cuando renovó su web, necesitó ordenar sus trabajos y así llamó a aquellas obras autoeditadas que no respondían a ningún encargo) solo pretendían ser un divertimento, un ejercicio de dibujo en el que experimentar y dejarse llevar por el sinsentido de las frases del Miranda Podadera. No buscaban la sÔtira o la crítica social, aunque es posible, dice, que al dibujar algunas profesiones o relaciones familiares sí se dejara traslucir cierto humor.

La autopublicación le pareció la mejor opción. Por aquella época trabajaba en una editorial de revistas y conocía bien el proceso de producción y fotomecÔnica. También tenía contactos con imprentas, así que no se sintió en la obligación de contar con un editor ajeno.

«Otra cosa que probablemente tuviera en la cabeza es que en aquel momento, donde las galerías de arte tenían mÔs peso que ahora, había un tipo de publicación que funcionaba, que era el libro de artista», explica. «Yo, sin sentirme artista, me parecía que ese libro pequeño, de tirada pequeña, tenía que existir y no necesitaba un editor. De alguna manera lejana se podía acercar a ese tipo de libro».

Hoy, muchos años después de esa primera y única edición, Juan Berrio estÔ pensando en reeditar aquel trabajo, pero sin cambiar ni un Ôpice lo que allí dibujó. «A mí me gusta mucho, es un trabajo mucho mÔs suelto», comenta sobre él. Y supone también una manera curiosa de ver la evolución de su estilo durante todos estos años. Antes calificaba aquellos trazos como mÔs punkis, mientras que ahora, opina, su estilo se ha vuelto, de alguna manera, mÔs refinado.

«Me gusta cómo ha aguantado el paso del tiempo. Otros trabajos de esa época no me gustan. Pero el libro, al ser un trabajo que tiene una unidad, yo creo que funciona y se entiende que no se parezca a otros libros míos».

 

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En los tiempos de pƔtina amarilla y tonos ocres, se enseƱaba ortografƭa a base de repetir, repetir y repetir una y otra vez los mismos ejercicios, las mismas palabras, las mismas frases.

Al ilustrador y dibujante de cómics Juan Berrio le regaló su padre, siendo adolescente, un ejemplar de uno de aquellos clÔsicos manuales de ortografía, la Ortografía prÔctica de la lengua española, de Luis Miranda Podadera, quizÔ el mÔs famoso y utilizado durante varias décadas y que ha tenido numerosísimas reediciones y actualizaciones desde su primera publicación en 1931 hasta los años 80.

Ā«A mĆ­ no me interesa la parte didĆ”ctica, me parece una castaƱa lo de si se escribe con b o con v, las reglas y tal… Pero, sin embargo, las frases me parecen tan disparatadas, tan divertidas, que siempre, desde pequeƱo, me pareció que habĆ­a unas pequeƱas historias divertidas, muy ilustrables, con mucho humorĀ», rememora Berrio.

Por entonces aún no sabía que iba a ser ilustrador, pero el gusanillo ya picaba dentro. Y cuando tuvo claro a qué iba a dedicarse para ganarse los garbanzos, tuvo mÔs claro aún que uno de sus trabajos sería ilustrar el Miranda Podadera.

Entre encargo y encargo, Berrio dedicaba el tiempo libre que le quedaba a jugar con el sinsentido de aquellas frases locas y como metidas a capón, que rozaban el absurdo, para aprender a escribir correctamente.

Y cuando reunió el nĆŗmero suficiente de ilustraciones para formar un volumen, decidió autopublicarlo en 1995. Lo tituló Ejercicios de ilustración sobre textos de ā€œOrtografĆ­a prĆ”cticaā€ de Luis Miranda Podadera y lanzó una tirada limitada de 500 ejemplares que hoy estĆ” agotada.

Sus Ejercicios de ilustración recogen una selección de las frases que mĆ”s llamativas le parecĆ­an de todas cuantas aparecĆ­an en el Miranda Podadera. Ā«El libro combina frases cortas para dictado despuĆ©s de cada tema con textos muy largos. A mĆ­ lo que me gustaba era entresacar estas frases: las mĆ”s sonoras, las mĆ”s raras, las mĆ”s divertidas… Pero hay material para seguirĀ», comenta Berrio.

Frases como «La vetusta diligencia fue acribillada a balazos por hervorosos indios que, ensoberbecidos por el éxito, clavaron las moharras de sus venablos en los cadÔveres de sus rivales», «El ebanista del bisoñé espiaba al grabador de cinc para arrebatarle la gaviota, la avutarda, el halcón y los veintiún vampiros» junto con otras mÔs cortas como «El traje del paje estaba en lejía». Frases que le obligaban a consultar con frecuencia un diccionario.

Berrio optó por romper una de los dogmas de la ilustración, lo que todo gran maestro de esta disciplina enseña a sus discípulos: la redundancia. Si te dan un texto y tú lo ilustras tal cual, no aportas nada, es redundante. «Sin embargo, este libro tenía que ser así, tenía que ser muy redundante», enfatiza el ilustrador. Hasta la dedicatoria lo es. Berrio incorporó una foto de sus padres sentados en un sofÔ y escribió: «Para mis padres, que son estos».

«Esa idea de que siempre lo escrito va reforzado con la imagen es una constante en el libro. Yo creo, también, que es parte del humor, parte de la incomodidad o lo que sea que produce la lectura del libro y que tiene que ver con esa repetición entre la imagen y el texto».

Las ilustraciones de Berrio para este libro que él incluye dentro de su colección de obras Peculiares (cuando renovó su web, necesitó ordenar sus trabajos y así llamó a aquellas obras autoeditadas que no respondían a ningún encargo) solo pretendían ser un divertimento, un ejercicio de dibujo en el que experimentar y dejarse llevar por el sinsentido de las frases del Miranda Podadera. No buscaban la sÔtira o la crítica social, aunque es posible, dice, que al dibujar algunas profesiones o relaciones familiares sí se dejara traslucir cierto humor.

La autopublicación le pareció la mejor opción. Por aquella época trabajaba en una editorial de revistas y conocía bien el proceso de producción y fotomecÔnica. También tenía contactos con imprentas, así que no se sintió en la obligación de contar con un editor ajeno.

«Otra cosa que probablemente tuviera en la cabeza es que en aquel momento, donde las galerías de arte tenían mÔs peso que ahora, había un tipo de publicación que funcionaba, que era el libro de artista», explica. «Yo, sin sentirme artista, me parecía que ese libro pequeño, de tirada pequeña, tenía que existir y no necesitaba un editor. De alguna manera lejana se podía acercar a ese tipo de libro».

Hoy, muchos años después de esa primera y única edición, Juan Berrio estÔ pensando en reeditar aquel trabajo, pero sin cambiar ni un Ôpice lo que allí dibujó. «A mí me gusta mucho, es un trabajo mucho mÔs suelto», comenta sobre él. Y supone también una manera curiosa de ver la evolución de su estilo durante todos estos años. Antes calificaba aquellos trazos como mÔs punkis, mientras que ahora, opina, su estilo se ha vuelto, de alguna manera, mÔs refinado.

«Me gusta cómo ha aguantado el paso del tiempo. Otros trabajos de esa época no me gustan. Pero el libro, al ser un trabajo que tiene una unidad, yo creo que funciona y se entiende que no se parezca a otros libros míos».

 

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