25 de septiembre 2013    /   CREATIVIDAD
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El acechador de hipsters

25 de septiembre 2013    /   CREATIVIDAD     por          
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Prueba número 1: Pregúntale a un hipster si es hipster. Si responde “yo no soy hipster”, estás ante uno de ellos.

“El hipsterismo nace de un sentimiento de rechazo de la infancia y la adolescencia. Es un mecanismo de defensa con el que el sujeto puede culpar a la cultura y la sociedad establecida de su incapacidad de adaptarse a la vida real. Consecuentemente, el hipster crea una visión personal del mundo en la que su incompetencia solo puede ser producto de su superioridad moral e intelectual, aun cuando no posea estas cualidades. En otras palabras, un hipster es el niño que perdió el partido así que agarró su pelota y se fue llorando a su casa. Total, que ni le gusta el fútbol y todos los vecinos son unos idiotas”.

La definición la da un ficticio psicólogo llamado Claudio Piña, que habla desde las páginas de la obra publicada por el ilustrador mexicano Jorge Pinto, Hispters (un manual ilustrado) –Aguilar, 2013-.

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Todos, absolutamente todos y cada uno de los tics, manías, costumbres, creencias, gustos y comportamientos que tienen los muchachos de las gafas de pasta gordota. Dibujos y textos explicativos que desnudan la modernidad que invade los centros de nuestras ciudades. La historia de esta tendencia, su realidad y un asalto para golpear con humor vintage en sus puntos flacos.

“Nací en Mérida (Yucatán, México)”, cuenta en entrevista telefónica Pinto, uno de los ilustradores más conocidos del país. “En mi época, y siendo de provincias, donde todo el mundo era igual, yo era hasta de los raros de Mérida porque me gustaban cosas algo alternativas. Pero luego fui a estudiar a Barcelona (España) Dirección de Arte (2004 a 2008) e imagínate, mi entorno era de cómic. Vi que allí ser el raro era la norma. Es decir, no era raro ver a alguien vestido raro”.

Cuatro años observando camisas cuadriculadas, bigotes perfilados y bicis de una sola marcha le dieron de sobra a Pinto para poder elaborar este volumen “casi sin necesidad de investigar”.”Lo fui aprendiendo todo de ellos y fui anotando en unos cuadernitos”.

No perdió detalle: sabe que el iPhone, el Mac y la bufanda les viene de serie. También que todos son DJ. Les ha visto encuadrar detalles de las fotos como pies o partes de caras para ganarse muchos likes en las redes sociales y nunca sin antes haber filtrado las imágenes en estilo vintagematic.

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Al regresar a México, Pinto se dio cuenta de que -en la era de internet- aquella moda europea y estadounidense había seducido a la juventud de todas las ciudades y provincias mexicanas. “Los hipsters de aquí no son como los de Estados Unidos, son como los de España”, analiza este autodidacta experto en esnobismos. “Va llegando. En Mérida los chavitos más jóvenes ya lo son”. Fue al percatarse de esa nueva realidad cuando decidió no demorarse más en elaborar esta guía del hipster con deje latino, protagonizada por un ‘clicheado’ personaje de nombre Arturo Navarra y no apta para susceptibles ni personas de ‘no aguantar bromas’.

El nuevo manual de este autor, que ya triunfó con su recopilación Bunsen: Ciencia y Chocolate (2012) (un cómic que lleva ilustrando desde 2008 en abierto en su web), ha vuelto a meterle en las listas de los libros más vendidos del país.

Parece ser que la gente quiere enterarse de los peligros hipsters que les acechan o de si son un peligro en sí mismas. De hecho, el libro lleva hasta un test de autoanálisis incluido. Es más que un manual. Es una tesis presentada a colorcitos.

Dice y dibuja en la obra que un hipster casi siempre vive de sus padres y que si le preguntas a qué se dedica dirá que diseñador web freelance u organizador de eventos. Ellos no tocan computadoras con sistema operativo Windows porque “puede ser un foco de infecciones”, y después de pasarse toda la vida quejándose de las nefastas tendencias comerciales fruto de la maquinaria consumista, acaban trabajando en publicidad. Eso sí, los que llegan a publicistas desde esta rama también reniegan de serlo. Son “directores creativos de branding social”.

Sabe y documenta que a veces algunos hipsters, al acudir a una reunión familiar, se han encontrado a alguien vestido como ellos y eran sus abuelos. Denuncia, pero tratando de comedirse, lo de las fotos de detalle y lo de los autorretratos en el espejo del baño, lo de los tatuajes de garabatos y lo de la adquisición desmedida de tocadiscos. Respeto ante todo y cada uno que haga lo que quiera. Hasta ha colaborado con la causa plasmando en su tratado varios inventarios completísimos de gafas, bigotes, libros ‘raros’ que leer, música ‘rara’ que escuchar, ropa ‘rara’ que ponerse y hasta ejemplos de independentisísimas fundas para el iPhone.

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No se explica muy bien aún que dentro de la clasificación que ha hecho de los grados de vegetarianismo, con el que se condecoran los hipsters, haya descubierto que existen unos tipos llamados freeganos que les ocurre que no creen en comprar comida y todo lo que ingieren es reciclado o encontrado en la basura. Unos santos.

Y “los más privilegiados” entre los hipsters, según este sañudo manual, acaban siendo community managers. Ya agarrados a esos mandos tienen vía libre para difundir su idioma y llamar a los “carteles, material impreso; a los cartones, material pop; a los sitios web, micrositios dinámicos; a la página de Facebook, hub social; al correo basura, focus group; y lo popular se dice viral”.

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El ilustrador incluso ha documentado la existencia de libros leídos por estos individuos con nombres como Eeeee, Eee, Eeee. Por supuesto, sus discos “seguro nunca los has escuchado”, sus causas llevan delante # y los nombres de sus propias bandas de música son fruto de un sistema macabro que Pinto desvela en las páginas de su encuadernado.

Hay niveles en la especie, por si alguien ya se ha autodescubierto y ha quedado traumatizado. El caso es que el de Mérida -que ahora está trabajando en su nueva novela gráfica en la que cambiará temática pero repetirá protagonista, Arturo Navarra Acaba con Ellos (en 2014)- se debió quedar a gusto cuando ilustró la última página de este documento con bigote. Ese para el que tuvo que empezar a acechar ‘modernos’ hace años.

– Jorge, para terminar, ¿tú eres hispter?

– No, yo no soy hispter- responde al otro lado del teléfono.

Prueba número 1: Pregúntale a un hipster si es hispter. Si responde “yo no soy hipster”, estás ante uno de ellos (Fuente: Jorge Pinto).

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Prueba número 1: Pregúntale a un hipster si es hipster. Si responde “yo no soy hipster”, estás ante uno de ellos.

“El hipsterismo nace de un sentimiento de rechazo de la infancia y la adolescencia. Es un mecanismo de defensa con el que el sujeto puede culpar a la cultura y la sociedad establecida de su incapacidad de adaptarse a la vida real. Consecuentemente, el hipster crea una visión personal del mundo en la que su incompetencia solo puede ser producto de su superioridad moral e intelectual, aun cuando no posea estas cualidades. En otras palabras, un hipster es el niño que perdió el partido así que agarró su pelota y se fue llorando a su casa. Total, que ni le gusta el fútbol y todos los vecinos son unos idiotas”.

La definición la da un ficticio psicólogo llamado Claudio Piña, que habla desde las páginas de la obra publicada por el ilustrador mexicano Jorge Pinto, Hispters (un manual ilustrado) –Aguilar, 2013-.

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Todos, absolutamente todos y cada uno de los tics, manías, costumbres, creencias, gustos y comportamientos que tienen los muchachos de las gafas de pasta gordota. Dibujos y textos explicativos que desnudan la modernidad que invade los centros de nuestras ciudades. La historia de esta tendencia, su realidad y un asalto para golpear con humor vintage en sus puntos flacos.

“Nací en Mérida (Yucatán, México)”, cuenta en entrevista telefónica Pinto, uno de los ilustradores más conocidos del país. “En mi época, y siendo de provincias, donde todo el mundo era igual, yo era hasta de los raros de Mérida porque me gustaban cosas algo alternativas. Pero luego fui a estudiar a Barcelona (España) Dirección de Arte (2004 a 2008) e imagínate, mi entorno era de cómic. Vi que allí ser el raro era la norma. Es decir, no era raro ver a alguien vestido raro”.

Cuatro años observando camisas cuadriculadas, bigotes perfilados y bicis de una sola marcha le dieron de sobra a Pinto para poder elaborar este volumen “casi sin necesidad de investigar”.”Lo fui aprendiendo todo de ellos y fui anotando en unos cuadernitos”.

No perdió detalle: sabe que el iPhone, el Mac y la bufanda les viene de serie. También que todos son DJ. Les ha visto encuadrar detalles de las fotos como pies o partes de caras para ganarse muchos likes en las redes sociales y nunca sin antes haber filtrado las imágenes en estilo vintagematic.

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Al regresar a México, Pinto se dio cuenta de que -en la era de internet- aquella moda europea y estadounidense había seducido a la juventud de todas las ciudades y provincias mexicanas. “Los hipsters de aquí no son como los de Estados Unidos, son como los de España”, analiza este autodidacta experto en esnobismos. “Va llegando. En Mérida los chavitos más jóvenes ya lo son”. Fue al percatarse de esa nueva realidad cuando decidió no demorarse más en elaborar esta guía del hipster con deje latino, protagonizada por un ‘clicheado’ personaje de nombre Arturo Navarra y no apta para susceptibles ni personas de ‘no aguantar bromas’.

El nuevo manual de este autor, que ya triunfó con su recopilación Bunsen: Ciencia y Chocolate (2012) (un cómic que lleva ilustrando desde 2008 en abierto en su web), ha vuelto a meterle en las listas de los libros más vendidos del país.

Parece ser que la gente quiere enterarse de los peligros hipsters que les acechan o de si son un peligro en sí mismas. De hecho, el libro lleva hasta un test de autoanálisis incluido. Es más que un manual. Es una tesis presentada a colorcitos.

Dice y dibuja en la obra que un hipster casi siempre vive de sus padres y que si le preguntas a qué se dedica dirá que diseñador web freelance u organizador de eventos. Ellos no tocan computadoras con sistema operativo Windows porque “puede ser un foco de infecciones”, y después de pasarse toda la vida quejándose de las nefastas tendencias comerciales fruto de la maquinaria consumista, acaban trabajando en publicidad. Eso sí, los que llegan a publicistas desde esta rama también reniegan de serlo. Son “directores creativos de branding social”.

Sabe y documenta que a veces algunos hipsters, al acudir a una reunión familiar, se han encontrado a alguien vestido como ellos y eran sus abuelos. Denuncia, pero tratando de comedirse, lo de las fotos de detalle y lo de los autorretratos en el espejo del baño, lo de los tatuajes de garabatos y lo de la adquisición desmedida de tocadiscos. Respeto ante todo y cada uno que haga lo que quiera. Hasta ha colaborado con la causa plasmando en su tratado varios inventarios completísimos de gafas, bigotes, libros ‘raros’ que leer, música ‘rara’ que escuchar, ropa ‘rara’ que ponerse y hasta ejemplos de independentisísimas fundas para el iPhone.

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No se explica muy bien aún que dentro de la clasificación que ha hecho de los grados de vegetarianismo, con el que se condecoran los hipsters, haya descubierto que existen unos tipos llamados freeganos que les ocurre que no creen en comprar comida y todo lo que ingieren es reciclado o encontrado en la basura. Unos santos.

Y “los más privilegiados” entre los hipsters, según este sañudo manual, acaban siendo community managers. Ya agarrados a esos mandos tienen vía libre para difundir su idioma y llamar a los “carteles, material impreso; a los cartones, material pop; a los sitios web, micrositios dinámicos; a la página de Facebook, hub social; al correo basura, focus group; y lo popular se dice viral”.

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El ilustrador incluso ha documentado la existencia de libros leídos por estos individuos con nombres como Eeeee, Eee, Eeee. Por supuesto, sus discos “seguro nunca los has escuchado”, sus causas llevan delante # y los nombres de sus propias bandas de música son fruto de un sistema macabro que Pinto desvela en las páginas de su encuadernado.

Hay niveles en la especie, por si alguien ya se ha autodescubierto y ha quedado traumatizado. El caso es que el de Mérida -que ahora está trabajando en su nueva novela gráfica en la que cambiará temática pero repetirá protagonista, Arturo Navarra Acaba con Ellos (en 2014)- se debió quedar a gusto cuando ilustró la última página de este documento con bigote. Ese para el que tuvo que empezar a acechar ‘modernos’ hace años.

– Jorge, para terminar, ¿tú eres hispter?

– No, yo no soy hispter- responde al otro lado del teléfono.

Prueba número 1: Pregúntale a un hipster si es hispter. Si responde “yo no soy hipster”, estás ante uno de ellos (Fuente: Jorge Pinto).

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Opiniones 42
  • ¡Parad ya! A los jovenes nos gusta el diseño, la buena música, la moda, la cultura en general, leemos, viajamos, investigamos, descubrimos nuevas tendencias, nuevas marcas, nos interesamos por lo que sucede aquí y allí y sí, también podemos estar a la última de todo porque internet nos lo permite. ¿Hasta cuándo vais a estar denominando esto como ‘hipster’? Aburre.

    • El día que descubráis que no sois más que el resultado de una campaña de marketing ya será demasiado tarde. ¿No os da que pensar que de tan singulares que os creéis seáis tantos tan exactamente iguales?

      • Claro, que ahora solo los hipsters responden a campañas de MK… hay pringao, que creido te lo tienes. Todo el mundo, absolutamente todos y cada uno de los enseres de este planeta responde a un perfil de consumidor explotado y exprimido por alguna campaña de marketing, asúmelo.

        • Eso no es cierto por mucho que se repita, existe mucha gente, que no estamos ni explotados, ni manipulados, ni somos el centro de campañas publicitarias..sin necesidades creadas. Consumimos claro, está pero en base a preferencias racionales.

          • Háblale a estos de decrecimiento y asistirás a uno de los mayores espectáculos que la antropología pueda regalar.

        • Bien en conocimientos de tendencias, mal en comprensión lectora. Creo que en ningún momento he dicho que seáis los únicos. Lo que digo, para que me entiendas bien, es que una de las esencias del hipsterismo es la singularidad, ese creerse diferente que os hace únicos e irresistibles. Pero es mentira, más falso que los amigos del Facebook. Y me reafirmo en que posiblemente seáis vosotros, o todo el que se vea reflejado en el perfil hipster, el amasijo de apariencias más vacío que haya salido nunca del escritorio de algún estudio de moda.

          Por otro lado, y para meterme en lo puramente troll (te dejo la opción de seguirlo o no), lo del pringao y lo creído me encantaría que me lo argumentases ligeramente, si es verdad que del texto anterior deduces todo eso, me gustaría contratarte como psicoanalista de cabecera, o como vidente, o cura.

        • A ver: “Hay” no es lo mismo que ¿Ay!. “Creído” va con acento. “Enseres” no tiene nada que ver con “seres”.
          Serás hipster…

    • Pues a mí no me interesa la moda ni las “nuevas tendencias” (de hecho, escucho mucha música de los 70’s a 90’s) , ni mucho menos uso lentes por usarlos ni hago cosas sólo por parecer “cool” como escribir (intentos de) cosas profundas en twitter ni me interesa cuántos seguidores tengo porque hace meses que no publico nada… Todo ello a diferencia de lo conocido como hipster.

    • No te aburre, te molesta. Pero no te preocupes, eres valiosa por ti misma como cualquiera que esté vivo, no importan tus gustos ni lo que te pongas, sí, puede que sean cosas lindas, interesantes, divertidas, pero no sos vos ni te definen como persona. Cuando alguien se ríe de eso no se ríe de vos ni te condena a ser menos que nadie. Tranquila.

    • ¿Jóvenes? que jóvenes, la mayoría de hípsters que conozco tienen mas de 30 i pico tacos, algunos cerca de los 40, viven con sus padres, no tienen ni idea de informática y se las dan de entendidos por usar productos Apple. Esto último es interesante porque parecen ignorar que Apple es una de las empresas con un esquema empresarial mas cerrado y monopolístico que existe hasta la fecha, por no hablar de sus falta de ética y sostenibilidad…, y se las dan de sostenibles. Pero lo que mas me gusta es las fixies; comprarse una bicicleta por mas de 600€ sin marchas, para ir por ciudad,… en fin, son un producto de una sociedad decadente que solo piensa en la imagen al coste que sea, para lucro de las grandes corporaciones que cada vez son eso, mas grandes y poderosas (y deben flipar como vendiendo mierda se lucran…)

  • Leer artículos o “entradas” como esta también es de ser muy hipster, no os dais cuenta? Tan hipster es ser antipop como antihipster (actitud de moda para ser guay). X cierto, no me dejo bigote ni me pongo gafas de pasta para no ser del montón hipster, pero me jode que no veas el no hacerlo por si me meten en el mismo saco que la sociedad no hipster.

  • Uff, con tanto comentario estoy empezando a pensar que soy hipster sin saberlo. Me estáis haciendo dudar.
    A ver, para aclararme:
    1. Leer Yorokobu y no mirar la tele es de modernos?
    2. Odiar las camisas de cuadros y llevar bigote es de hipster?
    3. Tener iPhone pero odiar Apple es de modernos?
    4. El hecho de que me haya reído con este artículo es de hipster?

  • Me gusta lo del rollo hipster… voy a ponerme ahora mismo con el look!!! Alguien que me diga dónde me compro un tocadiscos de esos viejunos que no parezca que es comprado por favor? Lo último que querría es que la gente me tache de hipster de palo

  • Ser hipster es cuando te gustan cosas raras que están de moda porque le gustan a gente que le gustan cosas raras porque están de moda.

  • La discriminación es todo acto de separar a una persona de una sociedad o bien denigrarla de una forma a partir de criterios determinados. En su sentido más amplio, la discriminación es una manera de ordenar y clasificar otras entidades. Puede referirse a cualquier ámbito, y puede utilizar cualquier criterio.

    Yo no soy hipster, pero el narrador de dicha nota no es nada más que un discriminador, que busca como clasificar gente y denigrarla publicamente. Despues dices que se toman las cosas con humor, siendo que es un comentario sarcástico, un tipo de violencia pasiva que utilizan la gente con sindrome de superioridad, para tratar de imbeciles a las personas y despues transformar su discurso, manipularlo y decir que era una fantastica “era una broma” y hay que tomarselo con humor. MANIPULACION.
    No nos engrupas, los unicos discriminados deben ser los discriminadores, ¿Que pasaria si la gente que esta en contra de las actitudes discriminadoras, empezara a discriminarte a ti publicamente? Preocupate de tu vida y deja a la gente vivir en paz, la libre expresion TIENE LIMITES. No pasar encima de las libertades de los demas.

    • Eso ¡Dejen a los hipsters vivir en paz! ¿porqué los obligan a entrar en este blog horrible, leer de punta a punta los artículos y sufrir los chistes? ¡¡¡Liberen a los hipsters y déjenlos vivir sus vidas!!!

  • El problema de la subcultura Hipster es lo que en realidad representan, subscribo las palabras de Víctor Lenore Autor de “Indies, hipsters y gafapastas”. Editorial Capitan Swing, 2014. Fuente Wikipedia.

    “Describe a los hipsters como parte de una subcultura, que rebelde en apariencia, defiende valores individualistas y competitivos propios del capitalismo contemporáneo. Critica igualmente que defiende con orgullo un consumismo que quiere parecer selectivo, pero no se trata más que de un hecho elitista carente de cuestionamiento del status quo. Los hipsters serían una falsa contracultura, que parece que se enfrenta a los valores dominantes, pero en realidad propone una versión más despiadada y esnob del capitalismo actual.”

    ” (..) propone una versión más despiadada y esnob del capitalismo actual.” no hace falta decir nada mas…

  • Algún día alguien escribirá un libro sobre las personas que, con aires de cazador de mariposas, necesitan de manera incesante clasificar a todo su entorno bajo etiquetas tan vacías como la de “hipster”. Si una muchacha quiere tener hábitos alimenticios más sanos o más respetuosos con el medio ambiente, si un chaval quiere aplicar sus ideas a su vida cotidiana por exigirse un mínimo de coherencia, si alguien decide ir mínimamente contra lo que todo el mundo hace (cuidado, Malasaña NO es “todo el mundo”)… entonces es mejor clasificarle como hipster, neutralizarle ideológicamente y caracterizarlo para que parezca tan nihilista y perdido como uno mismo.

    Siendo sincero, de lo que estoy más que harto es del escritor modelo Jotdown que piensa que como nada tiene sentido en su vida es mucho más divertido reírse de los demás y además ganar algo de dinero o renombre de paso. No existe algo parecido al “hipster”; existe una moda evidentemente que copia o adapta ciertos patrones de moda, estilo y consumo de la clase media joven de los centros urbanos, pero no va más allá. La frustración, el desapego, la incapacidad de imaginar, crear y creer en algún proyecto de vida. Estas emociones, mal gestionadas, llevan a escribir productos culturales tan mediocres como este que, por cierto, se repiten uno detrás del otro en miles de revistas día tras día. ¿Otro periódico cultural-ecléctico-buscador-de-cosas-que-nadie-vio? Entre esto y Playground solo cambia la forma: ambos son productos de consumo cultural rápido, de usar y tirar, meros McMenús, ni Big Mac, que se olvidan tras ser tragados (o incluso peor: tras ser compartidos en FB sin tan solo haberse leído).

    El posmoderno, decía Umberto Eco, es un perfil humano que ha existido en todas las épocas de la historia. La única diferencia es que ahora se le da credibilidad y espacio de difusión. Sin negar que es positivo abrir la tribuna a todo el que quiera expresar sus ideas, de vez en cuando echo de menos un mínimo de estimulante en lo que se supone está en lo alto de la ola. Por lo menos me gustaría leer a alguien que se crea a sí mismo, y que no escriba en broma solo por miedo a que al tomarse en serio quede al descubierto. ¡Hasta el humor se ha retorcido tanto!

    Sin malos rollos y con amor

  • Pues a mí me parece que está tratado con muchísimo sentido del humor. Seguro que los propios autores tienen funda de móvil vintage y alguna que otra novela de Murakami. Reírse de uno mismo es muy sano, (quien dice de uno mismo, dice de su pareja o amigos, en definitiva, de su generación). Reconozco con envidia hipsteriana que me faltan la Nintendo y el Pug

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