Hoy dĆa el panorama hostelero requiere la bĆŗsqueda de establecimientos con precios ajustados o que aƱadan un plus a esa experiencia tan espaƱola de la caƱa y la tapa. Hubo un tiempo en que los mĆ”s crĆ”pulas utilizaban como āafterā las cafeterĆas de los tanatorios, por permanecer abiertas toda la noche. Hoy les ofrecemos una opción insólita y preƱada de historia: el Valle de los CaĆdos.
El trazado de las galerĆas, las hornacinas vacĆas o las inmensas dimensiones de los arcos y bóvedas, recuerdan a la fascinante arquitectura de Albert Speer. O a cierta Roma de Mussolini, o a los excesos de Ceaucescu.
Soldados muertos, civiles sacrificados, mĆ”rtires, santos, vĆrgenes⦠El sentido comĆŗn sugiere que, al estar bajo la tutela de Patrimonio Nacional deberĆa existir un centro de interpretación que explicase el origen del monumento con el mayor rigor histórico posible. Sin embargo, el clamoroso silencio y la absoluta ausencia de ninguna placa explicativa, folleto de visita, cuadro cronológico o letrero informativo convierten la visita en algo aun mĆ”s extraƱo, si cabe.
Dos monumentales arcĆ”ngeles, con mĆŗsculos y espadas de bronce verdoso custodian el tĆŗnel de entrada a la basĆlica. Su estilo recuerda a las ilustraciones de āConan The Barbarianā, o a los dibujos de la mĆtica revista āMetal Hurlantā. Unos cien metros montaƱa adentro encontramos unas series escultóricas en mĆ”rmol blanco y metal oscuro que probablemente inspiraron a George Lucas para sus soldados del Imperio y para los clones del Episodio II. El estilo bascula entre un futurismo que habrĆa encantado a Marinetti y un neoclasicismo difĆcil de enmarcar.
Pero la sed aprieta, y lo mejor del Valle de los CaĆdos es el bar. Caminando diez minutos hacia el norte, bordeando la cruz (y disfrutando de sus extraƱos y monumentales conjuntos escultóricos de la base) llegamos a la hospederĆa y a la abadĆa benedictina. Y en una esquina, casi escondido, del todo inesperado, fantasmal incluso⦠estĆ” el bar. Lo mejor es que estĆ” localizado en la llamada āzona monĆ”sticaā en oposición a la āzona turĆsticaā.
La próxima vez que se vayan de cañas recuerden mi consejo, no permitan que los prejuicios les priven de visitar este lugar, tan siniestro como surrealista. AdemÔs, presentando este post obtendrÔn un descuento en barra (excepto en el Bloody Mary, por razones obvias).
Hoy dĆa el panorama hostelero requiere la bĆŗsqueda de establecimientos con precios ajustados o que aƱadan un plus a esa experiencia tan espaƱola de la caƱa y la tapa. Hubo un tiempo en que los mĆ”s crĆ”pulas utilizaban como āafterā las cafeterĆas de los tanatorios, por permanecer abiertas toda la noche. Hoy les ofrecemos una opción insólita y preƱada de historia: el Valle de los CaĆdos.
El trazado de las galerĆas, las hornacinas vacĆas o las inmensas dimensiones de los arcos y bóvedas, recuerdan a la fascinante arquitectura de Albert Speer. O a cierta Roma de Mussolini, o a los excesos de Ceaucescu.
Soldados muertos, civiles sacrificados, mĆ”rtires, santos, vĆrgenes⦠El sentido comĆŗn sugiere que, al estar bajo la tutela de Patrimonio Nacional deberĆa existir un centro de interpretación que explicase el origen del monumento con el mayor rigor histórico posible. Sin embargo, el clamoroso silencio y la absoluta ausencia de ninguna placa explicativa, folleto de visita, cuadro cronológico o letrero informativo convierten la visita en algo aun mĆ”s extraƱo, si cabe.
Dos monumentales arcĆ”ngeles, con mĆŗsculos y espadas de bronce verdoso custodian el tĆŗnel de entrada a la basĆlica. Su estilo recuerda a las ilustraciones de āConan The Barbarianā, o a los dibujos de la mĆtica revista āMetal Hurlantā. Unos cien metros montaƱa adentro encontramos unas series escultóricas en mĆ”rmol blanco y metal oscuro que probablemente inspiraron a George Lucas para sus soldados del Imperio y para los clones del Episodio II. El estilo bascula entre un futurismo que habrĆa encantado a Marinetti y un neoclasicismo difĆcil de enmarcar.
Pero la sed aprieta, y lo mejor del Valle de los CaĆdos es el bar. Caminando diez minutos hacia el norte, bordeando la cruz (y disfrutando de sus extraƱos y monumentales conjuntos escultóricos de la base) llegamos a la hospederĆa y a la abadĆa benedictina. Y en una esquina, casi escondido, del todo inesperado, fantasmal incluso⦠estĆ” el bar. Lo mejor es que estĆ” localizado en la llamada āzona monĆ”sticaā en oposición a la āzona turĆsticaā.
La próxima vez que se vayan de cañas recuerden mi consejo, no permitan que los prejuicios les priven de visitar este lugar, tan siniestro como surrealista. AdemÔs, presentando este post obtendrÔn un descuento en barra (excepto en el Bloody Mary, por razones obvias).
Tanatorios, estaciones, bares de taxistas… Mis sitios de after preferidos
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