Alguien le dijo una vez que para ser universal tenĆa que hablar de su aldea y parece que acertó a la primera. Su mamĆ” se lo dijo: āTu pelĆcula es buena porque demuestra que todas las mujeres hemos sido agredidas en algĆŗn momentoā. Jhonny Hendrix Hinestroza esboza media sonrisa mientras habla. Su opera prima, Chocó, ha gustado mucho en Colombia y el extranjero. āEn el festival de BerlĆnā, recuerda, āuna mujer blanca, rubia, vino cuando acabó la pelĆcula y me abrazó. Estuvo asĆ como 10 minutos, llorando y me dio las gracias por haber contado su historia ā.
āMe gustan las pequeƱas historias rurales, tiernasā, comenta el director, una ternura que se reduce a la relación de la protagonista con sus hijos. Todo lo demĆ”s es pura espina. Su marido le viola dĆa tras dĆa cuando vuelve borracho a casa, una choza de palma y madera cuyo Ćŗnico lujo son las mosquiteras que cuelgan sobre las camas. El tendero del pueblo le fĆa a cambio de algĆŗn que otro polvo rĆ”pido en la trastienda. Anda decenas de kilómetros cada dĆa para buscar oro en una mina a cambio del almuerzo y unas pocas monedasā¦
Chocó es una muestra del nuevo cine colombiano, una disciplina que inauguró hace ya algunos aƱos VĆctor Gaviria con las aclamadas Rodrigo D: no futuro y La vendedora de rosas. Igual que las anteriores, Chocó y otros tĆtulos como Sumas y Restas, Perro come perro, Rosario Tijeras o La Sirga siguen la estela hiperrealista de las dos primeras. Muchas emplean actores aficionados, gente de la calle. En Chocó, por ejemplo, solo la protagonista es actriz profesional. A los demĆ”s los contrataron para que se interpretasen a sĆ mismos y replicasen su mundo injusto frente a las cĆ”maras.
PatiƱo fue quizĆ” quien mejor encauzó su vida tras la pelĆcula. De hecho, ahora mismo vive inmerso en la grabación de su opera prima como director, Lola Drones, āuna historia de amor que sucedió en este barrio, cuentos de paramilitares que se creen dioses terrenales y tienen 15 peladas a su disposiciónā.
Este aƱo es el primero en que el cine colombiano estrenarĆ” 20 pelĆculas. āNuestra industria estĆ” en paƱalesā, explica Hendrix Hinestroza, ācasi no hemos adquirido identidad cinematogrĆ”ficaā. Pese a ello, el mundillo estĆ” en efervescencia. Los cineastas quieren contar historias de un paĆs en conflicto permanente y cada vez van a mĆ”s.
Alguien le dijo una vez que para ser universal tenĆa que hablar de su aldea y parece que acertó a la primera. Su mamĆ” se lo dijo: āTu pelĆcula es buena porque demuestra que todas las mujeres hemos sido agredidas en algĆŗn momentoā. Jhonny Hendrix Hinestroza esboza media sonrisa mientras habla. Su opera prima, Chocó, ha gustado mucho en Colombia y el extranjero. āEn el festival de BerlĆnā, recuerda, āuna mujer blanca, rubia, vino cuando acabó la pelĆcula y me abrazó. Estuvo asĆ como 10 minutos, llorando y me dio las gracias por haber contado su historia ā.
āMe gustan las pequeƱas historias rurales, tiernasā, comenta el director, una ternura que se reduce a la relación de la protagonista con sus hijos. Todo lo demĆ”s es pura espina. Su marido le viola dĆa tras dĆa cuando vuelve borracho a casa, una choza de palma y madera cuyo Ćŗnico lujo son las mosquiteras que cuelgan sobre las camas. El tendero del pueblo le fĆa a cambio de algĆŗn que otro polvo rĆ”pido en la trastienda. Anda decenas de kilómetros cada dĆa para buscar oro en una mina a cambio del almuerzo y unas pocas monedasā¦
Chocó es una muestra del nuevo cine colombiano, una disciplina que inauguró hace ya algunos aƱos VĆctor Gaviria con las aclamadas Rodrigo D: no futuro y La vendedora de rosas. Igual que las anteriores, Chocó y otros tĆtulos como Sumas y Restas, Perro come perro, Rosario Tijeras o La Sirga siguen la estela hiperrealista de las dos primeras. Muchas emplean actores aficionados, gente de la calle. En Chocó, por ejemplo, solo la protagonista es actriz profesional. A los demĆ”s los contrataron para que se interpretasen a sĆ mismos y replicasen su mundo injusto frente a las cĆ”maras.
PatiƱo fue quizĆ” quien mejor encauzó su vida tras la pelĆcula. De hecho, ahora mismo vive inmerso en la grabación de su opera prima como director, Lola Drones, āuna historia de amor que sucedió en este barrio, cuentos de paramilitares que se creen dioses terrenales y tienen 15 peladas a su disposiciónā.
Este aƱo es el primero en que el cine colombiano estrenarĆ” 20 pelĆculas. āNuestra industria estĆ” en paƱalesā, explica Hendrix Hinestroza, ācasi no hemos adquirido identidad cinematogrĆ”ficaā. Pese a ello, el mundillo estĆ” en efervescencia. Los cineastas quieren contar historias de un paĆs en conflicto permanente y cada vez van a mĆ”s.