Los que apuestan por los corsĂ©s, aquellos que sueñan con condiciones bajo control para todo tipo de experiencias, se llevarĂan fatal con Blanca Viñas (Barcelona, 1987). La fotĂłgrafa se adhiere fielmente al argumento de Joan Fontcuberta. Lo incontrolable es componente necesario de la fotografĂa. “La foto digital supone la pĂ©rdida poĂ©tica porque elimina el azar”, decĂa el fotĂłgrafo. Por eso, Viñas ha decidido que no quiere matar la poĂ©tica que contienen sus pelĂculas analĂłgicas y sus cámaras en peligro de extinciĂłn.
No recuerda quien le proporcionĂł la primera cámara aunque sĂ el momento en el que su hermana le regalĂł una fisheye que lo cambiĂł todo para ella. Se percatĂł de que la manera más Ăntima que iba a tener para expresarse pasaba por el objetivo de aquel artilugio y de otros similares. A la vez, se dio cuenta de que disparar su cámara era solo el primer paso de un proceso creativo apasionante. “La cámara es solo un objeto más que te permite sacar fotos. Prefiero darle protagonismo a la emulsiĂłn sensible de un negativo, jugar con la quĂmica o con las posibilidades que ofrece la fotografĂa analĂłgica. Para mi un negativo es como el lienzo de un pintor”, explica.
Mientras que los jĂłvenes de su edad utilizan la tecnologĂa más puntera para conseguir que sus fotografĂas parezcan hechas en un momento en el que esa tecnologĂa era solo un sueño, ella se aferra a las cámaras que utilizaban sus padres, a las pelĂculas y a los negativos de toda la vida. AsĂ, construye escenas que se mueven entre un cálido onirismo de fugaces escenas vividas con placidez y recuerdos que se rescatan del pasado, de la infancia, de un tiempo sin preocupaciones.
Viñas convierte el error, o al menos la percepciĂłn que tenĂamos del mismo, en un fino ejercicio del destino para dotar a la realidad de una dimensiĂłn estĂ©tica no prevista. A partir de ahĂ, nunca se equivoca, solo encuentra  nuevos caminos de verdad a travĂ©s de los regates que se plantean en la sala de revelado.
La barcelonesa utiliza la fotografĂa digital, si bien reconoce que para ella es una herramienta “para otro tipo de proyectos menos personales y más vinculados al diseño gráfico”. Para ella, uno de los retos creativos pasa por “representar analĂłgicamente aquello que con Photoshop es mucho más fácil. Nos equivocamos cuando pensamos que hay que controlarlo todo. Sigo pensando que en los errores y en los accidentes está la autenticidad”, señala.
La fotĂłgrafa reconoce que la proliferaciĂłn de cámaras requiere de una culturizaciĂłn que la barnice. “Del mismo modo que nos enseñan a leer y a escribir textos, sigo pensando que leer y crear imágenes tambiĂ©n necesita un aprendizaje. Y no me refiero tanto a temas tĂ©cnicos sino a aspectos conceptuales”, resalta. Piensa que la ingente cantidad de material que esas cámaras producen contribuirá a que todos seamos más conscientes de la ambigĂĽedad de la realidad. “A dĂa de hoy la fotografĂa se ha desvinculado de una sensaciĂłn de certeza, continuamente estamos reflexionando sobre la posible manipulaciĂłn de una imagen”.
Viñas es una de las seis jóvenes artistas emergentes que, junto a Laura Put, Abel Cuevas, Borja Rosal (Extraperlo),Juanita y Los Feos y Elena Gallén, se han puesto delante de la cámara de Miguel Trillo para dejar prueba del momento creativo que vivimos en España. La experiencia forma parte de las Get Dirty Sessions, un proyecto de Converse que reivindica la legitimidad de la imperfección como parte fundamental del proceso de creación.
















Los que apuestan por los corsĂ©s, aquellos que sueñan con condiciones bajo control para todo tipo de experiencias, se llevarĂan fatal con Blanca Viñas (Barcelona, 1987). La fotĂłgrafa se adhiere fielmente al argumento de Joan Fontcuberta. Lo incontrolable es componente necesario de la fotografĂa. “La foto digital supone la pĂ©rdida poĂ©tica porque elimina el azar”, decĂa el fotĂłgrafo. Por eso, Viñas ha decidido que no quiere matar la poĂ©tica que contienen sus pelĂculas analĂłgicas y sus cámaras en peligro de extinciĂłn.
No recuerda quien le proporcionĂł la primera cámara aunque sĂ el momento en el que su hermana le regalĂł una fisheye que lo cambiĂł todo para ella. Se percatĂł de que la manera más Ăntima que iba a tener para expresarse pasaba por el objetivo de aquel artilugio y de otros similares. A la vez, se dio cuenta de que disparar su cámara era solo el primer paso de un proceso creativo apasionante. “La cámara es solo un objeto más que te permite sacar fotos. Prefiero darle protagonismo a la emulsiĂłn sensible de un negativo, jugar con la quĂmica o con las posibilidades que ofrece la fotografĂa analĂłgica. Para mi un negativo es como el lienzo de un pintor”, explica.
Mientras que los jĂłvenes de su edad utilizan la tecnologĂa más puntera para conseguir que sus fotografĂas parezcan hechas en un momento en el que esa tecnologĂa era solo un sueño, ella se aferra a las cámaras que utilizaban sus padres, a las pelĂculas y a los negativos de toda la vida. AsĂ, construye escenas que se mueven entre un cálido onirismo de fugaces escenas vividas con placidez y recuerdos que se rescatan del pasado, de la infancia, de un tiempo sin preocupaciones.
Viñas convierte el error, o al menos la percepciĂłn que tenĂamos del mismo, en un fino ejercicio del destino para dotar a la realidad de una dimensiĂłn estĂ©tica no prevista. A partir de ahĂ, nunca se equivoca, solo encuentra  nuevos caminos de verdad a travĂ©s de los regates que se plantean en la sala de revelado.
La barcelonesa utiliza la fotografĂa digital, si bien reconoce que para ella es una herramienta “para otro tipo de proyectos menos personales y más vinculados al diseño gráfico”. Para ella, uno de los retos creativos pasa por “representar analĂłgicamente aquello que con Photoshop es mucho más fácil. Nos equivocamos cuando pensamos que hay que controlarlo todo. Sigo pensando que en los errores y en los accidentes está la autenticidad”, señala.
La fotĂłgrafa reconoce que la proliferaciĂłn de cámaras requiere de una culturizaciĂłn que la barnice. “Del mismo modo que nos enseñan a leer y a escribir textos, sigo pensando que leer y crear imágenes tambiĂ©n necesita un aprendizaje. Y no me refiero tanto a temas tĂ©cnicos sino a aspectos conceptuales”, resalta. Piensa que la ingente cantidad de material que esas cámaras producen contribuirá a que todos seamos más conscientes de la ambigĂĽedad de la realidad. “A dĂa de hoy la fotografĂa se ha desvinculado de una sensaciĂłn de certeza, continuamente estamos reflexionando sobre la posible manipulaciĂłn de una imagen”.
Viñas es una de las seis jóvenes artistas emergentes que, junto a Laura Put, Abel Cuevas, Borja Rosal (Extraperlo),Juanita y Los Feos y Elena Gallén, se han puesto delante de la cámara de Miguel Trillo para dejar prueba del momento creativo que vivimos en España. La experiencia forma parte de las Get Dirty Sessions, un proyecto de Converse que reivindica la legitimidad de la imperfección como parte fundamental del proceso de creación.















