Alan Turing se suicidĂł… o no. El padre de la computaciĂłn moderna, cuyo primer centenario de su nacimiento se cumple estos dĂas, apareciĂł muerto junto a una manzana mordisqueada a la que previamente habĂa inyectado cianuro. AdmitiĂł su homosexualidad como dato probatorio en un juicio contra un hombre que quiso robarle, y eso le costĂł la cordura, y probablemente la vida.
Steve Jobs siempre negĂł que el logotipo de Apple fuera un homenaje al brillante cientĂfico (y su elocuente cadáver) pero pocos cuestionan ya ese origen. La manzana tiene un indudable componente hermĂ©tico, que los esotĂ©ricos siempre han querido utilizar en sus argumentaciones, apoyándose en los comienzos bĂblicos en aquel parquecillo poligonero denominado pomposamente “JardĂn del EdĂ©n”.
Por orden de las autoridades Turing se sometiĂł a una castraciĂłn quĂmica feroz, que le quitĂł las ganas de vivir a los 42 años de edad, y a nosotros nos privĂł de sus futuros descubrimientos. DescifrĂł el funcionamiento de la máquina de encriptaciĂłn ENIGMA utilizada por los nazis, y ello resolviĂł la II Guerra Mundial en el sentido que todos conocemos. Gracias a Ă©l, en Albacete no se habla alemán.
Nadie ignora el pleito que la empresa de Cupertino ha sostenido con los albaceas de The Beatles, precisamente por su sello discográfico “Apple Records”. El conflicto se resolvió extrajudicialmente hace poco, en términos que no han trascendido, probablemente por la obscenidad de tanto dinero gastado en algo tan tonto.
La osadĂa de Guillermo Tell, que fue obligado a disparar sobre una manzana colocada sobre la testa de su hijo, puso de moda las exquisitas ballestas en unos tiempos de rudeza, disparando con precisiĂłn y elegancia sospechosas. Como telĂłn de fondo, los inmensos Alpes del cantĂłn suizo de Uri, allá por el siglo XIV.
Cientos de años despuĂ©s, con funesta punterĂa y consecuencias inexplicables (fue absuelto del cargo de homicidio) uno de mis escritores favoritos, William S.Burroughs, disparaba contra su mujer con una escopeta… Hay que matizar, colocĂł primero una manzana sobre su cabeza, pero al apretar el gatillo le volĂł la cara, literalmente. En el juicio se alegĂł el consumo de sustancias psicotrĂłpicas, nada raro en un pope de la generaciĂłn “Beat”.
No se pierdan su impagable libro de sueños titulado “Mi educaciĂłn” (PenĂnsula) en cuya portada aparece precisamente empuñando la famosa escopeta, tocado con un sombrero de cazador decorado con plumas. Su posterior biografĂa, abiertamente homosexual y misĂłgina, abre razonables dudas acerca del sangriento incidente. Se dice que su amigo Andy Warhol ideĂł la famosa portada de la Velvet con una manzana en vez de un plátano, pero William se mosqueĂł, y Warhol inmortalizĂł el sĂmbolo de Canarias en vez del de la sidra El Gaitero.
QuĂ© más se puede añadir al famoso momento de la historia de la Ciencia en la que un alumno taciturno y veinteañero siesteaba en la campiña inglesa a la sombra de un manzano, cuando uno de sus frutos maduros cayĂł e impactĂł en la cabeza del chaval. Isaac Newton, se llamaba. Y pasĂł de la siesta a la TeorĂa de GravitaciĂłn Universal, que permanecerĂa intacta hasta el advenimiento de Einstein, quien siempre respetĂł sus principios, aunque hubo de ampliarlos y matizarlos en la subsiguiente TeorĂa de la Relatividad, esta vez sin el concurso de manzana alguna.
En Febrero de 1924, un cronista deportivo llamado Fitz Gerald escribiĂł en su columna del desaparecido New York Morning Telegraph: “La Gran Manzana. El sueño de todo chico que haya montado un pura sangre y el objetivo de todo jinete. SĂłlo existe una Gran Manzana y es Nueva York”. Nadie sabe por quĂ© se le ocurriĂł esa metáfora hĂpica, y cualquier publicista darĂa su brazo izquierdo por entender su Ă©xito planetario, casi un siglo despuĂ©s.
La manzana es la fruta por antonomasia. No hay tantas leyendas en torno a melocotones, peras o nĂsperos, si exceptuamos el protagonismo del plátano en juegos para adultos. Es más que probable que los hermanos Grimm conocieran el Antiguo Testamento, lo que explica el plagio (o intertextualizaciĂłn, como dirĂa algĂşn Premio Planeta) con Blancanieves, la Madastra y la manzana envenenada.
Por cierto, la madre de Turing, sostuvo que Ă©l nunca se habrĂa suicidado, y atribuyĂł la muerte a un accidente en el transcurso de un experimento sobre la resistencia a los venenos.
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Foto: Wikimedia Commons
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