4 de marzo 2014    /   CREATIVIDAD
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El guardiƔn de los trocitos de madera

4 de marzo 2014    /   CREATIVIDAD     por          
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Hacer una mesa de madera no supone utilizar la madera que ocuparÔ la mesa. Supone la madera de la mesa y sus restos. Lo mismo en el caso de las cajas, el de las sillas, el de los armarios, el de las camas y el de las estanterías del baño. Cada tablón que se corta para formar las piezas conlleva un trocito inutilizado. Apenas una piecita que tras la última serrada suena ”clas!, en el suelo, y que ni siquiera se merece que miremos su caída. AcabarÔ en la basura. Junto a todo ese montón de piecitas mÔs que, juntas, podrían suponer bosques enteros.

Marco Antonio Arreguin, un artesano autodidacta de QuerĆ©taro (Mexico), siempre fue a contracorriente en esto de la filosofĆ­a del desecho. Ɖl, de siempre y por inercia aprovechaba cosas utilizadas para darles una segunda vida.

La ropa usada. Los vidrios, macetas… Un dĆ­a una pelĆ­cula le abrió un nuevo mundo en esto de reinventar basura. Las fĆ”bricas tiraban, por supuestamente inĆŗtiles, miles y miles de pedazos de madera.

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AllÔ que fue en su rescate. Diminutos desperdicios producto del embalaje industrial y la construcción eran una fuente perfecta para hacer figuritas y objetos. Al principio solo por hobby. Pero ya cansado de unos cuantos oficios de poco dinero y menos ganas, se le ocurrió que aquella afición suya podría ser un negocio rentable, ecológico, y con una materia prima inagotable. Si nadie quería los cachitos que sobraban, él sí. Se convertiría en algo así como una Madre Teresa de Calcuta de los trocitos de madera olvidados. Nacía su proyecto Chichimecan, la tiendita de los desperdicios.

«Yo no tengo formación de artesano», reconoce, «pero con el tiempo y prÔctica las maderas fueron revelando formas y posibilidades ocultas, hasta lograr piezas que gustaban mucho a mis conocidos». Al final se ve que agarró el truco a la técnica. Hace siete meses que decidió abandonarlo todo para dedicarse por entero a su nuevo trabajo como artesano del sobrante, que gestiona a través de su pÔgina de Facebook.

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«Existe una necesidad de darle una utilidad prÔctica a todos esos desperdicios que generamos y acaban en la basura», pone de relieve el lado verde de su idea; «es emprendimiento ecológico, una manera de hacer artesanía y un negocio con la mÔxima preocupación por la naturaleza».

LĆ”mparas, boles, cajas, joyeros…, para Arreguin cada cadĆ”ver de palo que sale de fĆ”brica es un ornamento en bruto que pide ser reutilizado. PuliĆ©ndolo un poco, Ć©l saca de allĆ­ algo. Para poder seguir haciĆ©ndolo solicita a travĆ©s de crowdfunding ayudas para comprar herramientasĀ a cambio de piezas de su Ćŗltima colección de pedazos, De Cuadritos.

Al final resulta que con lo que sobraba de la mesa podíamos construir todas las cosas que después posaremos sobre ella. Arreguin estÔ dispuesto a poner su negocio, y cada uno de las maderitas que pasan por sus manos, en la caja de ahorro de bosques con beneficio a la madre Tierra. ¿Y si todos hiciéramos eso?

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Hacer una mesa de madera no supone utilizar la madera que ocuparÔ la mesa. Supone la madera de la mesa y sus restos. Lo mismo en el caso de las cajas, el de las sillas, el de los armarios, el de las camas y el de las estanterías del baño. Cada tablón que se corta para formar las piezas conlleva un trocito inutilizado. Apenas una piecita que tras la última serrada suena ”clas!, en el suelo, y que ni siquiera se merece que miremos su caída. AcabarÔ en la basura. Junto a todo ese montón de piecitas mÔs que, juntas, podrían suponer bosques enteros.

Marco Antonio Arreguin, un artesano autodidacta de QuerĆ©taro (Mexico), siempre fue a contracorriente en esto de la filosofĆ­a del desecho. Ɖl, de siempre y por inercia aprovechaba cosas utilizadas para darles una segunda vida.

La ropa usada. Los vidrios, macetas… Un dĆ­a una pelĆ­cula le abrió un nuevo mundo en esto de reinventar basura. Las fĆ”bricas tiraban, por supuestamente inĆŗtiles, miles y miles de pedazos de madera.

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AllÔ que fue en su rescate. Diminutos desperdicios producto del embalaje industrial y la construcción eran una fuente perfecta para hacer figuritas y objetos. Al principio solo por hobby. Pero ya cansado de unos cuantos oficios de poco dinero y menos ganas, se le ocurrió que aquella afición suya podría ser un negocio rentable, ecológico, y con una materia prima inagotable. Si nadie quería los cachitos que sobraban, él sí. Se convertiría en algo así como una Madre Teresa de Calcuta de los trocitos de madera olvidados. Nacía su proyecto Chichimecan, la tiendita de los desperdicios.

«Yo no tengo formación de artesano», reconoce, «pero con el tiempo y prÔctica las maderas fueron revelando formas y posibilidades ocultas, hasta lograr piezas que gustaban mucho a mis conocidos». Al final se ve que agarró el truco a la técnica. Hace siete meses que decidió abandonarlo todo para dedicarse por entero a su nuevo trabajo como artesano del sobrante, que gestiona a través de su pÔgina de Facebook.

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«Existe una necesidad de darle una utilidad prÔctica a todos esos desperdicios que generamos y acaban en la basura», pone de relieve el lado verde de su idea; «es emprendimiento ecológico, una manera de hacer artesanía y un negocio con la mÔxima preocupación por la naturaleza».

LĆ”mparas, boles, cajas, joyeros…, para Arreguin cada cadĆ”ver de palo que sale de fĆ”brica es un ornamento en bruto que pide ser reutilizado. PuliĆ©ndolo un poco, Ć©l saca de allĆ­ algo. Para poder seguir haciĆ©ndolo solicita a travĆ©s de crowdfunding ayudas para comprar herramientasĀ a cambio de piezas de su Ćŗltima colección de pedazos, De Cuadritos.

Al final resulta que con lo que sobraba de la mesa podíamos construir todas las cosas que después posaremos sobre ella. Arreguin estÔ dispuesto a poner su negocio, y cada uno de las maderitas que pasan por sus manos, en la caja de ahorro de bosques con beneficio a la madre Tierra. ¿Y si todos hiciéramos eso?

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