El instinto materno no es asunto de mujeres

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«Y por qué no agregar a mi perorata que estoy en contra de muchas madres. No de todas. Solo contra las que bajaron el moño y renunciaron angélicamente a todas sus aspiraciones, contra las que aceptaron procrear sin pedir nada a cambio, sin exigir el apoyo del marido-padre o del Estado. Contra las que, en un reciclaje actual de la madre-sirvienta, se han vuelto madres-totales y supermadres dispuestas a cargar casa, profesión e hijos sobre sus hombros».
El enfado intelectual es propiedad de Lina Meruane, la autora chilena que lanza su nuevo libro: Contra los hijos. El ensayo denuncia la presión social y las polÃticas conservadoras que empujan a las mujeres a creer que deben ser madres, por encima de renuncias personales, falta de ayudas o el hecho de que existan, según la autora, dos tercios más de niños en el mundo de los que podemos atender en plenitud de condiciones. Un no al abastecimiento de la industria filial, a la esclavitud materna y al empoderamiento de los niños-tirano. Según la editorial que publica el tomo, Tumbona Ediciones, se trata de «un libro que deberÃa venderse en las farmacias, junto al condón y la pÃldora».
Lina, tú no eres madre.
No, elegà no serlo.
Ni lo vas a ser.
No.
Y dices que nunca te llamó la atención serlo.
Elegà no serlo de manera muy temprana y convencida.
Entonces, ¿nos llevan toda la vida engañando con eso del instinto materno? ¿Lo de la llamada de la naturaleza de las mujeres? ¿No lo tenÃais que tener porque somos animales?
En los blogs que hablan de estos temas, muchÃsimas mujeres están confesando no haber sentido nunca «ninguna pulsión por tener hijos». Lo que me parece muy sintomático es cómo se tacha a esas mujeres de «mujeres sin instinto». Antes, y todavÃa ahora, a las que no tenÃan hijos se las ha tachado de egoÃstas. La acusación de egoÃsmo ha ido reciclándose en otros términos: se dice que estas mujeres «tienen un problema» (alguna malformación, alguna incapacidad, alguna condición psiquiátrica…) y a esos «problemas» se ha sumado una explicación derivada de la genética que ahora pregona que a las mujeres que carecen del instinto maternal les falta el gen del deseo materno. ¡Está descrito asÃ! Una escritora que no quiso ser identificada para mi libro se refiere irónicamente a ese gen como Susanita BHG178. Como ves, se trata de volver al viejo argumento de que a la mujer sin hijos le falta algo, pero esta vez desde la incontestable certeza de la ciencia. La prueba de que el único deseo legitimado es tenerlos. No desearlo es una rareza, una anomalÃa, y por eso hay que buscarle una explicación que tranquilice a la sociedad.
Oye, pero una vez que los tienes… ya sÃ, ¿no? ¿O también nos han engañado nuestros padres cuando nos cuentan que habernos tenido es lo mejor que les ha pasado en la vida?
Hay mucha gente que genuinamente siente que lo mejor que le ha pasado en la vida es tener un hijo, pero también tengo la impresión de que a mucha gente que los ha tenido sin planearlos o con dudas tiene que convencerse a sà misma de que lo mejor que les pudo pasar en la vida fue eso. ¿Por qué hay que defender con tanto énfasis tener hijos como lo mejor de la vida? Muchas madres se atreven a confesar que ha sido inesperadamente duro, o traumático, o difÃcil, que les ha obligado a muchas renuncias… Me asombró en mi investigación de la cantidad de mujeres que declaraban que ojalá alguien les hubiera advertido de antemano lo que implicaba la maternidad.
Para ti, ¿qué significa ser madre?
Es una pregunta complicada. Yo tengo que responderte con una cierta distancia porque no lo soy. Tal vez por eso me ha tocado enfrentar la pregunta del por qué no. A partir de ahà me he dado cuenta de que el discurso de la maternidad no tiene ningún tipo de fisura. No está cuestionado. No existen discursos en los que se piense la elección del NO como razonable, posible, o buena para algunas mujeres. De ahà surge este libro, que intenta explicar qué significa ser madre hoy. Sobre eso investigué.
¿Y qué concluyes acerca del asunto?
Lo que descubrà es que hay un péndulo histórico que se mueve de la siguiente manera: cada vez que las mujeres consiguen liberarse o levantar unas demandas de liberación, la sociedad permite eso por un periodo de tiempo y luego responde intentando llamar a las mujeres de vuelta a la casa. En ese llamado siempre aparecen, y con mucha fuerza, los hijos.
Me permità hacer una paneo histórico para examinar cómo los hijos pasaron de ser parte del sustento económica del clan familiar –antes se veÃa bien que los hijos trabajaran en el campo y en la casa, que contribuyeran a la economÃa familiar–, para irse empoderando a lo largo de los siglos. Cada vez tienen más derechos y menos deberes. Y los padres (padre y madre), como contraparte, cada vez más obligaciones y menos poder sobre ellos.
La conclusión es que en un momento como este, en el que las mujeres tienen mucha más libertad y muchas más posibilidades para desarrollar sus propios intereses fuera de la casa, en los que además, están teniendo menos hijos, y en los que los compañeros están mucho más comprometidos con las tareas de la crianza, la cantidad de responsabilidades que se le han adjudicado a los padres y madres ha aumentado también. Por más que tengan más ayuda y menos hijos, las mujeres están cada vez más agobiadas. Está incluso demostrado estadÃsticamente que las mujeres que son madres son ahora más infelices.
Mujeres más libres y madres más esclavas. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué pasa esto?
Hay una convergencia de dos factores:
Uno es una creencia muy arraigada, y un impulso muy poderoso de la sociedad, que cree que la sobrevivencia pasa por la reproducción y por la mantención de las mujeres en la casa para sostenerla. Es un discurso muy conservador, que se suma a viejas ideas patriarcales, que sigue estando muy vigente: parece que desaparece pero siempre reaparece y con mucha fuerza.
Por otro lado, está el fenómeno del capitalismo extremo, que aboga por la desaparición de las funciones custodiales del Estado; en muchos lugares este se ha ido achicando, y por ello la responsabilidades estatales de antes (que todavÃa algo sobrevive en Europa) se han restringido de tal manera que a los padres les ha caÃdo la responsabilidad por todo lo que el estado ya no ofrece.
Dame algún ejemplo.
La educación: los padres cada vez están más comprometidos o más obligados a acompañar a los hijos en la tarea, a estudiar con ellos, a llevarlos a infinitas actividades extracurriculares que supuestamente van a mejorar su desarrollo cognitivo y asegurarles un éxito del que la institución docente ya no se hace cargo. Es el llamado tiempo de calidad… Los padres y las madres se ven cada vez más cargados por esta idea de que tienen que hacer todas estas labores porque si no, su hijo no va a tener éxito, que por cierto, es otra idea muy poderosa que nos metió la ideologÃa del capitalismo. La ideologÃa neoliberal tiene un doble movimiento: por un lado restringe los fondos y, por otro, responsabiliza a los padres del éxito o el fracaso de los hijos en el mundo de la producción y sobre todo de la acumulación.
Las cosas no eran asà en el pasado. Nos hemos vuelto un poco ciegos a los mensajes que vamos recibiendo.
El otro espacio donde esta dinámica resulta muy evidente es en la medicina. Antes tenÃamos un médico de cabecera que atendÃa todas las dolencias. Ahora hay 25 especialistas a los que hay que llevar a los hijos. Al oculista, al otorrino, al pediatra broncopulmonar, al que revisa el dedo chico del pie… Son infinitos. Quitan muchÃsimo tiempo llevarles, pero si les pasa algo es culpa de los padres, sobre todo de la madre.
Me dije, todo esto es nuevo y tiene que estar unido por algún punto. Y creo que el punto es que la sociedad ha empoderado al hijo y lo ha vuelto instrumental para traer de vuelta a la madre (y en alguna medida al padre) a la casa para dominar los impulsos centrÃfugos de la libertad que ofrece e incluso estimula, precisamente, el capitalismo.
Me interesa esto del neoliberalismo, ¿crees que si hubiéramos sido comunistas, o anarquistas, o cualquier otra cosa, el discurso de la maternidad por obligación no existirÃa?
Quizás no me expliqué bien, no creo que el neoliberalismo empuje más que el socialismo a tener hijos. Es simplemente el régimen ideológico en el que vivimos, y en él se ve claramente la contradicción entre las supuestas libertades de elección en todos los ámbitos pero a la vez la ausencia de aportes estatales a la familia. Los estados han dejado de ocuparse de sus ciudadanos más requeridos, las madres y los padres entre ellos, y la familia es la que se tiene que ocupar de que el hijo prospere. Pero también en los estados socialistas, por ejemplo, habÃa un fuerte discurso de la familia en el que la madre también estaba siendo auspiciada a tener hijos para la patria. En todos los sistemas –tal vez a excepción del Chino–, el discurso de la maternidad es incuestionable.
¿Y qué deberÃamos hacer para evitar esta manipulación? ¿Obligar al estado a ocuparse de la atención de los hijos? ¿O quizás aprobar leyes de reproducción en plan China? ¿Es cuestión solo de educación?
La gente tiene que comprender el momento en el que está viviendo. Importa oponerse a esos mandatos y comprender no solo de dónde vienen sino por qué estamos respondiendo a ellos de manera tan sumisa. ¿Cómo se hace eso en términos concretos? Yo no soy legisladora ni polÃtica, soy crÃtica, pero ese es el punto de arranque. Hemos perdido visión de conjunto en términos históricos y por eso no entendemos el presente. Hay que recuperar esa conciencia.
Y las religiones, ¿cuánto pesan en este discurso contra el que estás?
¡La gente no debe copular más que para tener hijos! Negar el placer, el sexo como placer sin objetivos productivos… Es una idea muy antigua, tal vez por eso tenga tanta fuerza y le sea tan fácil su retorno. Ese discurso está al acecho, es un fantasma que siempre vuelve.
¿Tienes la sensación de que está volviendo ese discurso?
SÃ, el discurso siempre está regresando y la religión ha sido un vehÃculo más para ello. Es evidente que está habiendo un resurgimiento de las religiones y las identidades religiosas más conservadoras que insisten en la reproducción. Pienso por ejemplo en América Latina, y en el crecimiento explosivo del evangelismo en las clases populares e incluso en las clases medias. Pienso en el fortalecimiento de congregaciones católicas como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei entre las clases altas de Chile. Y en el aumento tanto del radicalismo musulmán como de los grupos ortodoxos judÃos… Pero esta vuelta no es solo a partir de las religiones sino desde otros ámbitos como un ecologismo que puede también ser de orden fundamentalista.
¡¿El ecologismo?! ¿Me explicas, por favor?
Detecté que en los siglos XX y XXI el ecologismo llevado a su extremo puede ser muy conservador en su idea de retorno y celebración de la naturaleza. Existe una corriente del feminismo de corte ecologista que vuelve a poner a la mujer en el espacio de la naturaleza, vuelve a reivindicar a la mujer como cuerpo reproductor y un regreso a modos naturales de la reproducción. Esto tiene como consecuencia el rechazo del biberón y la prolongación de periodo de lactancia, la idea de que la leche es una vacuna natural y el rechazo a la vacunación que evita enfermedades que le requieren muchos cuidados a la madre. Se le impone a la madre rehusar la comida envasada, comprar y cocinar con ingredientes orgánicos todos los dÃas para el hijo… ¿Cuál es la consecuencia? Que a la madre se le multiplica el trabajo en el cuidado del hijo. Son cosas que por supuesto tienen un sentido, o parecen tenerlo, pero que sumadas todas significan un cambio extraordinario en la existencia de la mujer. Cualquier otra cosa significa «estar dañando voluntariamente al hijo». Al hijo se le trata como una especie o producto en extinción que hay que cuidar sobremanera.
Dices en tu libro que sobran al menos dos tercios de la población infantil en el mundo. Supongo que creerás que lo de no tener hijos no es para todas, por eso del asunto de la procreación de la especie. Pero ¿crees que hay un perfil de madres que deberÃan tener hijos y uno de madres que no?
Me estás llevando al plano de las soluciones y yo estoy pensando en el plano analÃtico y crÃtico. A mà lo que me preocupa es que hay solo un discurso aceptable: el discurso de la maternidad. No le hemos dado espacio a la reflexión del para qué estamos teniendo tantos hijos. Y pienso que esa es una pregunta importante. Yo no estoy contra los niños, ni estoy contra tener hijos. Estoy defendiendo la libertad de las mujeres de no tener hijos si no los quieren. SÃ, opino que no hay necesidad de tener tantos hijos. SÃ, nos sobran hijos. Y lo digo posicionándome en el mundo occidental, que es el que mejor conozco. No se puede negar que hay lugares de enorme mortandad donde la procreación responde a necesidades de otro orden. Por eso también es que no estoy a favor de decirle a las mujeres que no pueden o no deben tener hijos. Lo que estoy es por la labor de recordarles que no están obligadas a tenerlos. No es necesario que todas cumplan la función de la maternidad.
¿Cuál crees que serÃa una madre coherente?
La que elige conscientemente ser madre sabiendo los pros y los contras. Una que sabe qué cantidad de hijos podrá tener sin restarse ella de su propia vida. Una que sepa poner en la balanza las necesidades del hijo y las necesidades de su propio desarrollo, intereses y ambiciones como mujer. Que desestime el exceso de preocupaciones sobre el hijo que se le lanzan constantemente, que sea capaz de negarse a tratar al hijo como si él fuera un amo manco y desvalido, y ella la esclava que le regala su vida para asegurarse de que sobreviva. Una mujer capaz de poner lÃmites, de decirle no a un hijo. Que confÃa en que ese hijo es una persona capaz de arreglárselas. Una madre que hace a su hijo también responsable de su propio ser.
¿Y a los hijos? ¿Alguna manera de reconvertirlos en niños menos caprichosos?
Pienso que crecer implica siempre probar los lÃmites, y están siempre probando a sus padres en el ejercicio del tira y afloja. Los lÃmites bien puestos, a mi juicio, crean hijos maduros y responsables, que se convierten, a una edad propicia, en adultos equilibrados. Una cosa que me parece muy interesante pensando en España es que, precisamente por la falta de estos lÃmites de los que te estoy hablando, hay una nueva preocupación en la sociologÃa y en la criminologÃa. Se empieza a estudiar la figura del hijo tirano y se le llama, si no recuerdo mal, el sÃndrome del emperador: es el hijo dominante y hasta abusivo y violento contra sus padres, y sobre todo contra su madre. En España el aumento de casos de violencia doméstica protagonizada por el hijo o la hija como victimarios es alarmante. Eso refuerza el argumento de la necesidad de los lÃmites.
¿Coscorrón a tiempo?
Pienso que si los lÃmites se van poniendo muy temprano lo más probable es que no haya que llegar al coscorrón. Pero si no se pusieron, uno coscorrón bien puesto o un grito a tiempo pueden venir muy bien. Yo crecà con todos los coscorrones del mundo porque era una niña muy alzada, una hija que no respetaba mucho lÃmites y cuestionaba la autoridad de sus padres, pero todos los toques de atención y todos los castigos no me hicieron ningún daño fÃsico ni tampoco psÃquico. Fueron una parte de mi educación. Otra cosa muy distinta es lo que va más allá del aviso, hay una lÃnea claramente definida entre el aviso y el maltrato.
Lina, ¿tú te llevas bien con los niños?
No tengo muchos en mi entorno, pero cuando los hay, sÃ. Con los niños que no, es con los tiranos o los caprichosos.
Entendido que no era tu deseo dedicar tus horas a ser madre. ¿Qué razones das tú cuando eres cuestionada por ese entorno social, polÃtico y religioso que presiona para que lo seas?
No porque no quiero. ¿Por qué yo tendrÃa que ser campeona olÃmpica si tuviera la capacidad de serlo? A lo mejor simplemente no quiero eso. Tener la habilidad para hacer algo no quiere decir que una esté obligada a desarrollarla. Es un razonamiento extremadamente simple. Parte de la presión que se ejerce sobre una mujer es pedirle todo tipo de razones. Es además una manera de imponerles que se confiesen. Las mujeres debemos negarnos a dar explicaciones: No quiero porque no quiero. Punto final.
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«Y por qué no agregar a mi perorata que estoy en contra de muchas madres. No de todas. Solo contra las que bajaron el moño y renunciaron angélicamente a todas sus aspiraciones, contra las que aceptaron procrear sin pedir nada a cambio, sin exigir el apoyo del marido-padre o del Estado. Contra las que, en un reciclaje actual de la madre-sirvienta, se han vuelto madres-totales y supermadres dispuestas a cargar casa, profesión e hijos sobre sus hombros».
El enfado intelectual es propiedad de Lina Meruane, la autora chilena que lanza su nuevo libro: Contra los hijos. El ensayo denuncia la presión social y las polÃticas conservadoras que empujan a las mujeres a creer que deben ser madres, por encima de renuncias personales, falta de ayudas o el hecho de que existan, según la autora, dos tercios más de niños en el mundo de los que podemos atender en plenitud de condiciones. Un no al abastecimiento de la industria filial, a la esclavitud materna y al empoderamiento de los niños-tirano. Según la editorial que publica el tomo, Tumbona Ediciones, se trata de «un libro que deberÃa venderse en las farmacias, junto al condón y la pÃldora».
Lina, tú no eres madre.
No, elegà no serlo.
Ni lo vas a ser.
No.
Y dices que nunca te llamó la atención serlo.
Elegà no serlo de manera muy temprana y convencida.
Entonces, ¿nos llevan toda la vida engañando con eso del instinto materno? ¿Lo de la llamada de la naturaleza de las mujeres? ¿No lo tenÃais que tener porque somos animales?
En los blogs que hablan de estos temas, muchÃsimas mujeres están confesando no haber sentido nunca «ninguna pulsión por tener hijos». Lo que me parece muy sintomático es cómo se tacha a esas mujeres de «mujeres sin instinto». Antes, y todavÃa ahora, a las que no tenÃan hijos se las ha tachado de egoÃstas. La acusación de egoÃsmo ha ido reciclándose en otros términos: se dice que estas mujeres «tienen un problema» (alguna malformación, alguna incapacidad, alguna condición psiquiátrica…) y a esos «problemas» se ha sumado una explicación derivada de la genética que ahora pregona que a las mujeres que carecen del instinto maternal les falta el gen del deseo materno. ¡Está descrito asÃ! Una escritora que no quiso ser identificada para mi libro se refiere irónicamente a ese gen como Susanita BHG178. Como ves, se trata de volver al viejo argumento de que a la mujer sin hijos le falta algo, pero esta vez desde la incontestable certeza de la ciencia. La prueba de que el único deseo legitimado es tenerlos. No desearlo es una rareza, una anomalÃa, y por eso hay que buscarle una explicación que tranquilice a la sociedad.
Oye, pero una vez que los tienes… ya sÃ, ¿no? ¿O también nos han engañado nuestros padres cuando nos cuentan que habernos tenido es lo mejor que les ha pasado en la vida?
Hay mucha gente que genuinamente siente que lo mejor que le ha pasado en la vida es tener un hijo, pero también tengo la impresión de que a mucha gente que los ha tenido sin planearlos o con dudas tiene que convencerse a sà misma de que lo mejor que les pudo pasar en la vida fue eso. ¿Por qué hay que defender con tanto énfasis tener hijos como lo mejor de la vida? Muchas madres se atreven a confesar que ha sido inesperadamente duro, o traumático, o difÃcil, que les ha obligado a muchas renuncias… Me asombró en mi investigación de la cantidad de mujeres que declaraban que ojalá alguien les hubiera advertido de antemano lo que implicaba la maternidad.
Para ti, ¿qué significa ser madre?
Es una pregunta complicada. Yo tengo que responderte con una cierta distancia porque no lo soy. Tal vez por eso me ha tocado enfrentar la pregunta del por qué no. A partir de ahà me he dado cuenta de que el discurso de la maternidad no tiene ningún tipo de fisura. No está cuestionado. No existen discursos en los que se piense la elección del NO como razonable, posible, o buena para algunas mujeres. De ahà surge este libro, que intenta explicar qué significa ser madre hoy. Sobre eso investigué.
¿Y qué concluyes acerca del asunto?
Lo que descubrà es que hay un péndulo histórico que se mueve de la siguiente manera: cada vez que las mujeres consiguen liberarse o levantar unas demandas de liberación, la sociedad permite eso por un periodo de tiempo y luego responde intentando llamar a las mujeres de vuelta a la casa. En ese llamado siempre aparecen, y con mucha fuerza, los hijos.
Me permità hacer una paneo histórico para examinar cómo los hijos pasaron de ser parte del sustento económica del clan familiar –antes se veÃa bien que los hijos trabajaran en el campo y en la casa, que contribuyeran a la economÃa familiar–, para irse empoderando a lo largo de los siglos. Cada vez tienen más derechos y menos deberes. Y los padres (padre y madre), como contraparte, cada vez más obligaciones y menos poder sobre ellos.
La conclusión es que en un momento como este, en el que las mujeres tienen mucha más libertad y muchas más posibilidades para desarrollar sus propios intereses fuera de la casa, en los que además, están teniendo menos hijos, y en los que los compañeros están mucho más comprometidos con las tareas de la crianza, la cantidad de responsabilidades que se le han adjudicado a los padres y madres ha aumentado también. Por más que tengan más ayuda y menos hijos, las mujeres están cada vez más agobiadas. Está incluso demostrado estadÃsticamente que las mujeres que son madres son ahora más infelices.
Mujeres más libres y madres más esclavas. ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué pasa esto?
Hay una convergencia de dos factores:
Uno es una creencia muy arraigada, y un impulso muy poderoso de la sociedad, que cree que la sobrevivencia pasa por la reproducción y por la mantención de las mujeres en la casa para sostenerla. Es un discurso muy conservador, que se suma a viejas ideas patriarcales, que sigue estando muy vigente: parece que desaparece pero siempre reaparece y con mucha fuerza.
Por otro lado, está el fenómeno del capitalismo extremo, que aboga por la desaparición de las funciones custodiales del Estado; en muchos lugares este se ha ido achicando, y por ello la responsabilidades estatales de antes (que todavÃa algo sobrevive en Europa) se han restringido de tal manera que a los padres les ha caÃdo la responsabilidad por todo lo que el estado ya no ofrece.
Dame algún ejemplo.
La educación: los padres cada vez están más comprometidos o más obligados a acompañar a los hijos en la tarea, a estudiar con ellos, a llevarlos a infinitas actividades extracurriculares que supuestamente van a mejorar su desarrollo cognitivo y asegurarles un éxito del que la institución docente ya no se hace cargo. Es el llamado tiempo de calidad… Los padres y las madres se ven cada vez más cargados por esta idea de que tienen que hacer todas estas labores porque si no, su hijo no va a tener éxito, que por cierto, es otra idea muy poderosa que nos metió la ideologÃa del capitalismo. La ideologÃa neoliberal tiene un doble movimiento: por un lado restringe los fondos y, por otro, responsabiliza a los padres del éxito o el fracaso de los hijos en el mundo de la producción y sobre todo de la acumulación.
Las cosas no eran asà en el pasado. Nos hemos vuelto un poco ciegos a los mensajes que vamos recibiendo.
El otro espacio donde esta dinámica resulta muy evidente es en la medicina. Antes tenÃamos un médico de cabecera que atendÃa todas las dolencias. Ahora hay 25 especialistas a los que hay que llevar a los hijos. Al oculista, al otorrino, al pediatra broncopulmonar, al que revisa el dedo chico del pie… Son infinitos. Quitan muchÃsimo tiempo llevarles, pero si les pasa algo es culpa de los padres, sobre todo de la madre.
Me dije, todo esto es nuevo y tiene que estar unido por algún punto. Y creo que el punto es que la sociedad ha empoderado al hijo y lo ha vuelto instrumental para traer de vuelta a la madre (y en alguna medida al padre) a la casa para dominar los impulsos centrÃfugos de la libertad que ofrece e incluso estimula, precisamente, el capitalismo.
Me interesa esto del neoliberalismo, ¿crees que si hubiéramos sido comunistas, o anarquistas, o cualquier otra cosa, el discurso de la maternidad por obligación no existirÃa?
Quizás no me expliqué bien, no creo que el neoliberalismo empuje más que el socialismo a tener hijos. Es simplemente el régimen ideológico en el que vivimos, y en él se ve claramente la contradicción entre las supuestas libertades de elección en todos los ámbitos pero a la vez la ausencia de aportes estatales a la familia. Los estados han dejado de ocuparse de sus ciudadanos más requeridos, las madres y los padres entre ellos, y la familia es la que se tiene que ocupar de que el hijo prospere. Pero también en los estados socialistas, por ejemplo, habÃa un fuerte discurso de la familia en el que la madre también estaba siendo auspiciada a tener hijos para la patria. En todos los sistemas –tal vez a excepción del Chino–, el discurso de la maternidad es incuestionable.
¿Y qué deberÃamos hacer para evitar esta manipulación? ¿Obligar al estado a ocuparse de la atención de los hijos? ¿O quizás aprobar leyes de reproducción en plan China? ¿Es cuestión solo de educación?
La gente tiene que comprender el momento en el que está viviendo. Importa oponerse a esos mandatos y comprender no solo de dónde vienen sino por qué estamos respondiendo a ellos de manera tan sumisa. ¿Cómo se hace eso en términos concretos? Yo no soy legisladora ni polÃtica, soy crÃtica, pero ese es el punto de arranque. Hemos perdido visión de conjunto en términos históricos y por eso no entendemos el presente. Hay que recuperar esa conciencia.
Y las religiones, ¿cuánto pesan en este discurso contra el que estás?
¡La gente no debe copular más que para tener hijos! Negar el placer, el sexo como placer sin objetivos productivos… Es una idea muy antigua, tal vez por eso tenga tanta fuerza y le sea tan fácil su retorno. Ese discurso está al acecho, es un fantasma que siempre vuelve.
¿Tienes la sensación de que está volviendo ese discurso?
SÃ, el discurso siempre está regresando y la religión ha sido un vehÃculo más para ello. Es evidente que está habiendo un resurgimiento de las religiones y las identidades religiosas más conservadoras que insisten en la reproducción. Pienso por ejemplo en América Latina, y en el crecimiento explosivo del evangelismo en las clases populares e incluso en las clases medias. Pienso en el fortalecimiento de congregaciones católicas como los Legionarios de Cristo o el Opus Dei entre las clases altas de Chile. Y en el aumento tanto del radicalismo musulmán como de los grupos ortodoxos judÃos… Pero esta vuelta no es solo a partir de las religiones sino desde otros ámbitos como un ecologismo que puede también ser de orden fundamentalista.
¡¿El ecologismo?! ¿Me explicas, por favor?
Detecté que en los siglos XX y XXI el ecologismo llevado a su extremo puede ser muy conservador en su idea de retorno y celebración de la naturaleza. Existe una corriente del feminismo de corte ecologista que vuelve a poner a la mujer en el espacio de la naturaleza, vuelve a reivindicar a la mujer como cuerpo reproductor y un regreso a modos naturales de la reproducción. Esto tiene como consecuencia el rechazo del biberón y la prolongación de periodo de lactancia, la idea de que la leche es una vacuna natural y el rechazo a la vacunación que evita enfermedades que le requieren muchos cuidados a la madre. Se le impone a la madre rehusar la comida envasada, comprar y cocinar con ingredientes orgánicos todos los dÃas para el hijo… ¿Cuál es la consecuencia? Que a la madre se le multiplica el trabajo en el cuidado del hijo. Son cosas que por supuesto tienen un sentido, o parecen tenerlo, pero que sumadas todas significan un cambio extraordinario en la existencia de la mujer. Cualquier otra cosa significa «estar dañando voluntariamente al hijo». Al hijo se le trata como una especie o producto en extinción que hay que cuidar sobremanera.
Dices en tu libro que sobran al menos dos tercios de la población infantil en el mundo. Supongo que creerás que lo de no tener hijos no es para todas, por eso del asunto de la procreación de la especie. Pero ¿crees que hay un perfil de madres que deberÃan tener hijos y uno de madres que no?
Me estás llevando al plano de las soluciones y yo estoy pensando en el plano analÃtico y crÃtico. A mà lo que me preocupa es que hay solo un discurso aceptable: el discurso de la maternidad. No le hemos dado espacio a la reflexión del para qué estamos teniendo tantos hijos. Y pienso que esa es una pregunta importante. Yo no estoy contra los niños, ni estoy contra tener hijos. Estoy defendiendo la libertad de las mujeres de no tener hijos si no los quieren. SÃ, opino que no hay necesidad de tener tantos hijos. SÃ, nos sobran hijos. Y lo digo posicionándome en el mundo occidental, que es el que mejor conozco. No se puede negar que hay lugares de enorme mortandad donde la procreación responde a necesidades de otro orden. Por eso también es que no estoy a favor de decirle a las mujeres que no pueden o no deben tener hijos. Lo que estoy es por la labor de recordarles que no están obligadas a tenerlos. No es necesario que todas cumplan la función de la maternidad.
¿Cuál crees que serÃa una madre coherente?
La que elige conscientemente ser madre sabiendo los pros y los contras. Una que sabe qué cantidad de hijos podrá tener sin restarse ella de su propia vida. Una que sepa poner en la balanza las necesidades del hijo y las necesidades de su propio desarrollo, intereses y ambiciones como mujer. Que desestime el exceso de preocupaciones sobre el hijo que se le lanzan constantemente, que sea capaz de negarse a tratar al hijo como si él fuera un amo manco y desvalido, y ella la esclava que le regala su vida para asegurarse de que sobreviva. Una mujer capaz de poner lÃmites, de decirle no a un hijo. Que confÃa en que ese hijo es una persona capaz de arreglárselas. Una madre que hace a su hijo también responsable de su propio ser.
¿Y a los hijos? ¿Alguna manera de reconvertirlos en niños menos caprichosos?
Pienso que crecer implica siempre probar los lÃmites, y están siempre probando a sus padres en el ejercicio del tira y afloja. Los lÃmites bien puestos, a mi juicio, crean hijos maduros y responsables, que se convierten, a una edad propicia, en adultos equilibrados. Una cosa que me parece muy interesante pensando en España es que, precisamente por la falta de estos lÃmites de los que te estoy hablando, hay una nueva preocupación en la sociologÃa y en la criminologÃa. Se empieza a estudiar la figura del hijo tirano y se le llama, si no recuerdo mal, el sÃndrome del emperador: es el hijo dominante y hasta abusivo y violento contra sus padres, y sobre todo contra su madre. En España el aumento de casos de violencia doméstica protagonizada por el hijo o la hija como victimarios es alarmante. Eso refuerza el argumento de la necesidad de los lÃmites.
¿Coscorrón a tiempo?
Pienso que si los lÃmites se van poniendo muy temprano lo más probable es que no haya que llegar al coscorrón. Pero si no se pusieron, uno coscorrón bien puesto o un grito a tiempo pueden venir muy bien. Yo crecà con todos los coscorrones del mundo porque era una niña muy alzada, una hija que no respetaba mucho lÃmites y cuestionaba la autoridad de sus padres, pero todos los toques de atención y todos los castigos no me hicieron ningún daño fÃsico ni tampoco psÃquico. Fueron una parte de mi educación. Otra cosa muy distinta es lo que va más allá del aviso, hay una lÃnea claramente definida entre el aviso y el maltrato.
Lina, ¿tú te llevas bien con los niños?
No tengo muchos en mi entorno, pero cuando los hay, sÃ. Con los niños que no, es con los tiranos o los caprichosos.
Entendido que no era tu deseo dedicar tus horas a ser madre. ¿Qué razones das tú cuando eres cuestionada por ese entorno social, polÃtico y religioso que presiona para que lo seas?
No porque no quiero. ¿Por qué yo tendrÃa que ser campeona olÃmpica si tuviera la capacidad de serlo? A lo mejor simplemente no quiero eso. Tener la habilidad para hacer algo no quiere decir que una esté obligada a desarrollarla. Es un razonamiento extremadamente simple. Parte de la presión que se ejerce sobre una mujer es pedirle todo tipo de razones. Es además una manera de imponerles que se confiesen. Las mujeres debemos negarnos a dar explicaciones: No quiero porque no quiero. Punto final.
Cada vez oigo mas voces como la de esta Sra… expresa muy bien lo que muchas mujeres pensamos y sentimos. Excelente articulo, rescato sobre todos las palabras finales: Tener la habilidad para hacer algo no quiere decir que una esté obligada a desarrollarla. … asi lo siento…. adoro los ninios, tengo tres sobrinos, pero eso no significa que quiera tener los mios. Son decisiones. Soy muy feliz siendo “childfree” como se dice por ahi… no lo cambiaria por nada. Ojala mas voces como estas se sigan oyendo. La sociedad es muy tajante en este sentido y demanda a la mujer, demasiado. De cualquier manera siento y veo que las cosas estan cambiando… las personas estan empezando a abrir los ojos, uno tiene que defender sus ideas hasta el final. Gracias por esto!
Melina
He disfrutado muchÃsimo leyendo la entrevista, poder ver que no soy la única que piensa asà ayuda a seguir siendo firme en los valores de una misma.
Tengo un hijo y tres hija, con una panda de 6 nietos y digo que la maternidad esta decididamente sobrevalorada. Es un rollo mas de opresión. Es lÃcito y lógico que no se quiera ser madre. Por cierto amo a mis hijos y me despertó del gusto con mis nietos y nieta pero eso no quita que el rollo maternal no me parezca lo mejor del mundo.
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