11 de junio 2014    /   IDEAS
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Lo que mi hijo me enseƱa sobre el paso del tiempo

11 de junio 2014    /   IDEAS     por          
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– PapĆ”aaaaaa… ĀæCuĆ”ndo hoy sea de noche ya va a ser maƱana?

Desde la puerta de casa, antes de salir hacia el jardín, Bauti comienza a ordenar su propio tiempo. Sistematiza, enumera, contabiliza. La noche marca un cierre, la oscuridad es un sinónimo de final. El día, cuando todavía es hoy, tiene una agenda apretada. Antes del almuerzo y del jardín debemos conseguir una mÔscara de Batman porque hoy hay fiesta. Para la celebración de la Semana de los Jardines de Infantes se organizaron, entre otras cosas, un día de disfraces. El atuendo lo eligió él: «”Quiero ser Batman!», el superhéroe que trabaja por la noche, cuando todavía no es mañana.
Luego de buscar sin suerte en varios locales comerciales de baratijas y chucherías, en un cotillón de calle Mitre y San Luis de Rosario conseguimos la mÔscara que le permite a Bruno Díaz dejar de ser un joven millonario para transformarse en un caballero de la noche. Bauti se la prueba frente a un espejo y estÔ serio como perro en bote.
– ĀæTe gusta?
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Mueve la cabeza asintiendo y pronunciando una sucesión de letras emes. No lo veo convencido pero me dice que sí, que la llevemos. Atuendo listo con capa negra y murciélago en el pecho. Salimos del cotillón camino al almuerzo. Voy por calle Rioja de la mano de un héroe esquivando a la multitud. Bautiman me pregunta y se responde solo: «¿Sabés papÔ por qué no hablé en el negocio? Porque había mucho olor a perro». Varios canes de aspecto vagabundo merodeaban el cotillón y un profundo olor a orín tapaba hasta la fosa nasal mÔs corajuda
– Es que hay que cuidar a los animalitos. Hay gente que los quiere mucho y por eso los cuidan. Les dan un hogar.
– A mĆ­ me gustan los animalitos. Y no me gusta cazar pajaritos.
– Me parece muy bien. Yo nunca, en toda mi vida, matĆ© un pajarito.
– ĀæY tus abuelos?
– Mis abuelos no sĆ© porque no los conocĆ­. Pero mi papĆ”, cuando era chiquito, cazaba pajaritos con una gomera.
– ĀæY por quĆ© no conociste a tus abuelos?
– Porque cuando yo nacĆ­ ellos ya estaban en el cielo.
– Ā”Ah! Ellos estaban acĆ” en el mundo hace mucho…
– Claro…
– ĀæY ellos sĆ­ te conocieron a vos?
¿Es posible anticiparnos a quienes estÔn por venir? La transpolación temporal espacial traducida en expresiones sensoriales es una posibilidad entre signos de interrogación, según Bauti. El pasado y el futuro entremezclados en ensoñaciones, flash-backs, recuerdos repentinos. Desde el nacimiento de Bauti hay ojos en otros ojos, hay gestos que ya conocíamos, expresiones que vienen y que van con la cadencia de las olas que nacen en la nada, en lugares antojadizos y se rompen a cada rato para luego volver a nacer.
Una madrugada de hace dos años atrÔs soñé que me despertaba en el mismo lugar en donde estaba durmiendo. La frontera difusa entre lo onírico y lo real me llevó a sentir esas imÔgenes con una piel de estreno.
Me desperté con el llanto de mi hijo de dos años. De madrugada. Me incorporé de un salto. Mi hijo dejó de llorar. Se calmó de golpe mientras yo caminaba hacia la pieza contigua.
Abrƭ la puerta y lo vi parado en la cuna, aferrado a los barrotes. Miraba fijo a un niƱo de unos siete u ocho aƱos que era yo mismo. Mi hijo estaba enfrente a mi propia infancia. Ambos estaban serenos, se observaban, se disfrutaban y se sonreƭan sin llegar a sonreƭr.
Mi yo adulto quedó petrificado. Llegó mi esposa sigilosamente y me acarició la nuca. Luego se acercó a la cuna y le susurró a nuestro hijo que descansara, que soñara con los angelitos, que lo queríamos mucho.
Yo pasƩ muy cerca de un adulto con barba de tres dƭas y me esfumƩ antes de cruzar la puerta de la pieza.
Todos dormĆ­amos.

Lo que mi hijo me enseƱa sobre los monstruos
Lo que mi hijo me enseƱa sobre el arte
Lo que mi hijo me enseƱa de los dispositivos
 

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Luego de buscar sin suerte en varios locales comerciales de baratijas y chucherías, en un cotillón de calle Mitre y San Luis de Rosario conseguimos la mÔscara que le permite a Bruno Díaz dejar de ser un joven millonario para transformarse en un caballero de la noche. Bauti se la prueba frente a un espejo y estÔ serio como perro en bote.
– ĀæTe gusta?
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Mueve la cabeza asintiendo y pronunciando una sucesión de letras emes. No lo veo convencido pero me dice que sí, que la llevemos. Atuendo listo con capa negra y murciélago en el pecho. Salimos del cotillón camino al almuerzo. Voy por calle Rioja de la mano de un héroe esquivando a la multitud. Bautiman me pregunta y se responde solo: «¿Sabés papÔ por qué no hablé en el negocio? Porque había mucho olor a perro». Varios canes de aspecto vagabundo merodeaban el cotillón y un profundo olor a orín tapaba hasta la fosa nasal mÔs corajuda
– Es que hay que cuidar a los animalitos. Hay gente que los quiere mucho y por eso los cuidan. Les dan un hogar.
– A mĆ­ me gustan los animalitos. Y no me gusta cazar pajaritos.
– Me parece muy bien. Yo nunca, en toda mi vida, matĆ© un pajarito.
– ĀæY tus abuelos?
– Mis abuelos no sĆ© porque no los conocĆ­. Pero mi papĆ”, cuando era chiquito, cazaba pajaritos con una gomera.
– ĀæY por quĆ© no conociste a tus abuelos?
– Porque cuando yo nacĆ­ ellos ya estaban en el cielo.
– Ā”Ah! Ellos estaban acĆ” en el mundo hace mucho…
– Claro…
– ĀæY ellos sĆ­ te conocieron a vos?
¿Es posible anticiparnos a quienes estÔn por venir? La transpolación temporal espacial traducida en expresiones sensoriales es una posibilidad entre signos de interrogación, según Bauti. El pasado y el futuro entremezclados en ensoñaciones, flash-backs, recuerdos repentinos. Desde el nacimiento de Bauti hay ojos en otros ojos, hay gestos que ya conocíamos, expresiones que vienen y que van con la cadencia de las olas que nacen en la nada, en lugares antojadizos y se rompen a cada rato para luego volver a nacer.
Una madrugada de hace dos años atrÔs soñé que me despertaba en el mismo lugar en donde estaba durmiendo. La frontera difusa entre lo onírico y lo real me llevó a sentir esas imÔgenes con una piel de estreno.
Me desperté con el llanto de mi hijo de dos años. De madrugada. Me incorporé de un salto. Mi hijo dejó de llorar. Se calmó de golpe mientras yo caminaba hacia la pieza contigua.
Abrƭ la puerta y lo vi parado en la cuna, aferrado a los barrotes. Miraba fijo a un niƱo de unos siete u ocho aƱos que era yo mismo. Mi hijo estaba enfrente a mi propia infancia. Ambos estaban serenos, se observaban, se disfrutaban y se sonreƭan sin llegar a sonreƭr.
Mi yo adulto quedó petrificado. Llegó mi esposa sigilosamente y me acarició la nuca. Luego se acercó a la cuna y le susurró a nuestro hijo que descansara, que soñara con los angelitos, que lo queríamos mucho.
Yo pasƩ muy cerca de un adulto con barba de tres dƭas y me esfumƩ antes de cruzar la puerta de la pieza.
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